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Varados en la Isla de la Reina Sombra

junio 23, 2020Deja un comentarioGanadores Certamen Literario Levadura 2020By Levadura
Foto: Unsplash.com

por Alejandro Anguiano  

Felices los normales, esos seres tan extraños.
Roberto F. Retamar

ESTAMOS TODOS

Los que nunca han conocido la caricia de la ondina que se hunde entre las aguas del espejismo; los que palidecen en las esquinas esperando la carroza que los conduzca a la morada final del mausoleo; los que caminamos bajo una espiral de zopilotes que anhelan nuestra carroña vencida.

Todos nosotros varados en la Isla de la Reina Sombra esperamos, porque es lo único que se puede hacer; buscar trincheras en campos de girasoles, en llanuras tapizadas de lavanda que puedan remeter la pestilencia de una pandemia que se niega a ser sometida, que infecta pulmones oscurecidos por tabaco, POC, asma, VIH, por la insuficiencia amatoria, por todo lo que cuenta la tristeza desde la colilla aplastada y abandonada a mitad de la calle; por la hipertensión arterial que eleva los flujos más allá del cerebro allá donde las estrellas marean la vista de tan cerca que se encuentran, que terminan por fulminar los ojos de los malaventurados; por el cáncer, el gran cabrón que aguarda en cada célula del cuerpo, y ya falta solo cáncer de orgasmo para estar completos.

En la Isla de la Reina Sombra, el anhelo es encontrar un cubrebocas en la lata de galletas de mantequilla que alguna vez regalamos a madre el día de su cumpleaños, de su onomástico -Esperanza-, pero a cambio encontramos pastas danesas azucaradas con ahogo, con tos que desgarra gargantas y muta saliva por llanto. Hay que buscar bien hondo, en algún lugar habrá un cubrebocas, un cubresueños, un cubresangre… porque será la sangre la que dé más batalla y se resista a morir, a ser contaminada por el virus y el desengaño.

¡EL HORROR, KURTZ, EL HORROR!*

Es lo único que existe en los noticieros los periódicos el radio. Vamos ladeando la rivera que nos lleva al fondo del apocalipsis, al pavor de las pilas de restos abandonados a su triste fortuna, que es pedir limosna de atención en algún programa o diario de nota roja.

Navegamos inseguros, inciertos hacia el pánico de esta guerra interna que no es de un país contra otro sino de un ser hacia sí mismo, hacia el prójimo que no aguanta el estornudo de un familiar no se diga de un desconocido, a menos de metro y medio. Es una declaración marcial de tos, de escurrimiento nasal, de gargantas irritadas, un leve desencanto del cuerpo cansado. Solo eso. Río arriba espera lo peor, cuando las aguas estén infestadas de cadáveres descompuestos que busquen un lugar soleado para poder descansar un poco, lejos de las discriminaciones.

*De Apocalipsis Now Redux (2001). Director: Francis Ford Coppola.

UNA MALA PELÍCULA

Cuando todo pase, tarde o temprano, no faltará quien diga que más que una peste esto habrá sido un buen argumento para una película de comedia dramática mexicana producida por el IMCINE y otras instituciones. Una película más que casi tocará el linde de la ciencia ficción, porque entonces no faltarán los cubre bocas y bastará sólo un refuerzo para que el COVID-19 venga incluido en la cartilla básica de vacunación. Una película donde habrá jóvenes talentos nacionales e importados, todos ellos hermosos, vigorosos, sin caries ni escoliosis porque mamá no descuidó ni un día el ácido fólico para que el producto continuara según lo programado. El guion será sencillo: una ciudad anónima reseca y los despojos siendo arrojados a fosas clandestinas; estará quien diga que todo fue una farsa, que el nuevo orden global así lo quiso hacer ver y el personaje será perseguido por la INTERPOL, la CIA, el FBI, y al final terminará por abandonar su búsqueda de verdades escondidas y escapará al espacio, allá donde no llegó la peste y le hará incontables veces el amor a su coprotagonista, que siempre es el mejor de los finales.     

SURFEANDO EN LAS AGUAS DE LA FIEBRE

Recuerdo vagamente las grandes letras rojas que anunciaban “Emergencia”, y a un lado de la camilla los seres vagamente humanoides vestidos de blanco que corrían desesperados.  Me dejaron estacionado en un pasillo con paredes blancas, con una bolsa de suero clavada a la vena, un cubre bocas (tan aludidos, tan necesarios), y mi madre que me acaricia la frente con las manos de la fiebre. Tal vez ya no vuelva a verla. Ahora recuerdo que falleció hace más de diez años, pero continúa de pie junto a mí, invencible, indecible, con sus canas incorruptas, su gesto alegre que nunca decayó ni siquiera en sus últimos tiempos. Todo lo que he amado de alguien estaba a mi lado mientras en mi mente surfeaba lejos donde la pandemia no me tocara, tal vez en Dubái, en Punta del Este o en algún otro lugar terriblemente ilusorio, donde lo que más extrañaría sería la voz de mamá llamándome al desayuno de chocolate en leche con polvorones de azúcar glass.

DARLE AL PUEBLO LO QUE LE FUE ARREBATADO

¿Qué podrán devolver? Los padres a los huérfanos, los hijos a los padres, abuelos, abuelas, las esposas, todos se perdieron en la pandemia; ahora flotan a la deriva en un viaje de ciento veinte años a las faldas de Dios y ya no podrán volver por más que lo deseemos. Hay que aprender a desprenderse, saber que mamá ya no está a sus ochenta años; que papá resiste duramente a sus ochenta y tres; que mis hijos aún no son conscientes del todo sobre lo que está pasando y que ya no tendré oportunidad de sacar a mi hijo mayor a enseñarlo a andar en bicicleta. ¿Quién devolverá todo eso algún día? Sólo el pasado es eterno.

SARS INC.

¿Se podrá patentar? Decir: esa vida es mía. Me lo pregunto y te lo pregunto, así como el maíz transgénico, que fue patente del campo. ¿Se podrá patentar a la muerte? Espero que no. Por ahora no tengo dinero y sí varios síntomas que no sé cómo voy a cubrir porque mi seguro de gastos mayores ha expirado, la empresa quebró y mi sistema respiratorio también está por derrumbarse.

ALGO MEMORABLE

6:00 p.m., jueves, abril, tarde cálida, soleada, cielo completamente despejado, yo sentado en mi silla, algo de fiebre, ardor en la garganta, ahogo; no sé, un bonito escenario para morirse de melancolía como El Principito o de COVID-19, como mi hermano mayor.

RÉQUIEM

Aunque la fiebre haya consumido la más íntima de tus neuronas,

no podrás morir.

Aunque la tos desgarrara las cuerdas y la música de tu voz,

no podrás morir.

Aunque el ahogo te causara la mayor de las ansiedades,

no podrás morir.

No podrás, porque vivirás en cada una de tus fotografías en el rostro alegre de tus cinco hijos y en cada una de las deudas que me dejaste pendientes.

PAPE SATÁN, PAPE SATÁN ALEPPÉ*

Cliché: escena Dantesca. Me pregunto si Dante y Virgilio se atreverían a cruzar este nuevo círculo del infierno sin cubre bocas, donde los condenados estarán siempre sintiendo el ahogo y el humo saliendo por la nariz. No es justo que alguien muera y deje a sus hijos sin padre y madre, no es justo; no es justo que las buenas personas caigan fácilmente ante el virus; todos ellos y muchos otros merecen su lugar en el paraíso por tantos prometido, que parecerá nunca existió dolencia alguna y alcanzarán las oraciones de sus mortales para que sean escuchadas por Dios Todopoderoso, por tu padre, por mi padre, por nuestras madres, nuestros hijos. Entonces Dante y Virgilio darán la vuelta y llegarán de nuevo al umbral para ya no cruzarlo más.

*”Padre satán, padre satán cuidado” Divina Comedia, canto séptimo, infierno. Dante Alighieri (Florencia, 1265, Rávena-1321)

AL FINAL

Todos estamos varados en esta Isla de la Reina Sombra que abarca el mundo, selvas, ciudades, llanos, desiertos; tal vez ni quedarnos en casa nos alcance para salir bien librados, o si nos toca el virus que no dé tan fuerte, que no incinere la calentura, que la garganta aguante, que los pulmones echen madrazo hasta el último aire, que la sangre, esta sangre de todos, resista los embates del asesino que sucumbe ante un  poco de agua y jabón. No moriremos. Algo de la memoria de esta generación de la corona vivirá tal vez siglos en la historia negra de la humanidad, algo tuyo, algo mío; no te conozco, pero te deseo la mejor de las suertes para que salgamos de este mal y no entremos a la locura.

Premio de cuento: Varados en la isla de la Reina Sombra
Nombre: Alejandro Anguiano
Pseudónimo: De Curt

Alejandro Anguiano (Uruapan Michoacán, 1981) Desde muy joven comenzó a escribir poesía, en especial dirigida a los niños y las niñas, género en el cual cuenta con dos libros publicados. Ha obtenido los premios de poesía de los Juegos Florales de su ciudad natal y el del Certamen Literario Timón de Oro, organizado por la Secretaría de Marina.

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