
Los rostros maltratados con hematomas de colores que van desde el rojo hasta incluso el morado, con líneas muy marcadas que dejan adivinar la fantasmal forma de la mascarilla. En algunos de ellos se asoma una tenue sonrisa, mientras que en los ojos de otros se refleja las horas de estrés y preocupación, sobre todo el cansancio que se manifiesta físicamente como una sombra bajo los parpados. Estas imágenes son el mayor ejemplo de un discurso que posiciona a los servidores de salud como grandes héroes valientes que arriesgan su vida enfrentándose día a día a los horrores de la pandemia, y también, el mejor ejemplo de cómo la sociedad ha invisibilizado y marginado hasta el presente a una gran parte de su población.
A los servidores de la salud se les posiciona como grandes personas dignas de loas y alabanzas atendiendo día y noche sin parar a los afectados de la pandemia, pero ¿qué pasa con todos aquellos obreros que se siguen desempeñando a pesar de la pandemia precisamente porque su labor atiende las diferentes necesidades básicas de la sociedad, tan básicas que la labor médica necesita de estos para poder llevarse a cabo? ¿Qué sucede con los transportistas, cajeros, obreros, barrenderos, recogedores de desechos, con todos aquellos trabajadores que en días de pandemia siguen laborando? ¿Acaso no merecen de igual manera el reconocimiento? ¿No son dignos de ser llamados héroes?
Se puede argumentar que trabajan por necesidad y no por vocación como se podría decir de los médicos; sin embargo, éstos también por tratar con enfermos reciben un sueldo, es su medio de subsistencia, están obligados a ello. A un soldado cuando realiza un acto trascendental en la guerra, a un político cuando evita una catástrofe, a un policía cuando detiene a un delincuente importante, se les condecora, se les llama héroes, se les construye monumentos, se inauguran avenidas con sus nombres, se les muestra en primera plana de los periódicos, pero ¿acaso esa no era su obligación? ¿No estaban empleados para ello?, es decir, ¿no recibían un sueldo para llevar a cabo la labor para la que fueron elegidos? ¿Por qué a unos se les elogia y a otros no? Con estos argumentos no busco denigrar la labor de los médicos del país y del mundo, ni afirmar que ciertas labores son superiores a otras; estoy completamente de acuerdo con la etiqueta de héroes que se les ha dado; no obstante, ¿por qué razón no se les ha elevado a la misma categoría a todos los demás trabajadores que contribuyen a que el mundo no colapse, que, repito, sus actividades son tan importantes incluso para sostener a la actividad médica?
En un sistema que tiene como fin la acumulación y la producción de capital, los individuos que lo componen son jerarquizados en relación con estos últimos, en otras palabras, en un sistema social que tiene como objetivo la posesión y la utilidad, el valor de las personas que formen parte de esa sociedad va a estar determinado por el número de posesiones que éstas tengan y las cantidades de capital que generen, de esta manera hay individuos que son más, que valen más que otros; se hace una jerarquía de los individuos. Esta medición jerárquica define la zona del ser y del no ser, como la definiría Boaventura de Sousa. Aquellos que apenas tienen lo necesario para subsistir, que no generan grandes cantidades de capital son relegados dentro del imaginario colectivo a lo más bajo de ésta; son considerados una categoría inferior de humanos, una especie de subhumanos, mientras que los grandes poseedores y productores de capital son considerados la mayor representación del género. A las personas pertenecientes a la zona del no ser se les ridiculiza, discrimina y desprestigia; su forma de vida, de hablar, sus costumbres y su forma de relacionarse se vuelven una fuente de burla y desprecio. Mientras que los pertenecientes a la cima de la zona del ser se les admira, su vida, sus pensamientos, hasta su forma de vestir se vuelven un modelo a seguir. Cabe destacar que otros aspectos que influyen dentro de esta jerarquía es la raza, consecuencia directa del colonialismo, e indudablemente el género.
¿Por qué razón no se les ha elevado a la misma categoría a todos los demás trabajadores que contribuyen a que el mundo no colapse, que, repito, sus actividades son tan importantes incluso para sostener a la actividad médica?
Pero esta jerarquización, no solo es fuente de discriminación, sino también de la desigualdad de derechos, un individuo que para la sociedad tiene una gran significación positiva, es decir con mayor capital, tendrá mayor peso social que otro con menos significación, por ende, tendrá más ventajas en el mundo social. Una persona que posee y genera un gran capital representa para cualquier Estado un mayor beneficio económico que una persona que con mucho esfuerzo tiene lo necesario para subsistir, de esta manera, los grandes poseedores y productores poseen más voz, más defensa legal y protección por parte del Estado. Incluso, la misma desigualdad económica niega una serie de derechos fundamentales como el derecho a la vida digna, a la educación, a la salud, entre muchos otros. El régimen de la acumulación, por no llamarlo capitalismo, es de facto, el régimen de la desigualdad económica, el trato desigual y la desigualdad de derechos.
El ser nulo o poco poseedor no solo hace a la persona foco de discriminación e injusticias, sino también de indiferencia, al no ser considerado un igual no se le tiene empatía, esto cosifica a la persona, la vuelve un objeto, sin sensaciones o sentimientos; una cosa de la que se puede abusar, comerciar, maltratar, explotar, aniquilar, suprimir, cambiar, sin ningún remordimiento. Al ser cosificadas estas pueden utilizarse como meros instrumentos para fines ajenos. El mismo status de nulo o poco poseedor obliga a los individuos a enajenarse a sí mismos, a hacer de su cuerpo propiedad de alguien más; el no tener nada que ofrecer más que su propia fuerza de trabajo para subsistir, y al ser ésta última inseparable del cuerpo que la ejerce, al venderla, termina vendiéndose así mismo, esto refuerza aún más el estatus cosificado del individuo. Esta transmutación de seres humanos a objetos es necesaria u obligatoria para un sistema basado en la acumulación de capital, porque sólo a través del robo y la usurpación se generan las riquezas. La ética, y en este caso el reconocimiento del otro como un ser digno, se presentan como barreras para el sistema.
¿Pero quiénes son estos poco o nulos poseedores? En términos generales, los proletarios, aquellos que no tienen nada que ofrecer más que su fuerza de trabajo como intercambio para así poder subsistir: los obreros, oficinistas, cajeros, transportistas, etcétera; los campesinos que, aunque sean dueños de sus propios terrenos, con dificultades su trabajo rinde los frutos para que puedan subsistir; los lumpenproletariados, los sin hogar, vagabundos, los que viven de la miseria de las migajas, los abandonados por el sistema. En otras palabras, la gran mayoría de la población.
El régimen de la acumulación, por no llamarlo capitalismo, es de facto, el régimen de la desigualdad económica, el trato desigual y la desigualdad de derechos.
Esta gran mayoría es una herramienta, una pieza de ajedrez utilizable y sacrificable para el beneficio de una pequeña minoría. Esto nos recuerda el concepto de Homo sacer que Agamben retoma del derecho romano, el cual hace alusión a una persona que se encuentra fuera del derecho divino. Y estolleva a que cualquiera puede cometer un crimen hacia esa persona y quedar impune, porque al no estar reconocida ante las leyes, éstas no la protegen, es decir la vida del Homo sacer es una vida que cualquiera puede disponer, es una vida sacrificable, eliminable. Los individuos al ser relegados a la zona del no ser, son relegados al mismo tiempo a una zona fuera del derecho lo que los dispone como cosas, herramientas, y cualquiera puede mancillarlos, explotarlos e incluso asesinarlos sin ser realmente castigado, en otras palabras, la zona del no ser es la zona del Homo Sacer; no nos sorprende entonces las decisiones de grandes empresas de despedir a una parte de sus empleados que dependen de ese trabajo para salvaguardar la utilidad, ver a los pobladores de países en “vías de desarrollo” siendo víctimas de la violencia, viendo su medio ambiente y su calidad de vida destruida en pro de una empresa minera, frutera o refresquera; la reducción del salario mínimo, el recorte de prestaciones, la privatización de servicios básicos, etcétera.
Ahora se puede entender por qué la gente perteneciente a la clase baja no ha sido comparada como héroes valientes que salvan a la sociedad de la amenaza de la pandemia, y la razón por la que sus mayoritarias apariciones virales son contenidos que evidencian el desprecio y creencia de su inferioridad. ¿Cuál es el motivo por el que se nombraría cómo héroe a aquello que es un objeto y que su existencia en sí es tan poco valiosa que en todo momento es algo por lo que se puede pasar encima, deslindarse, incluso sacrificarse? ¿Qué lógica hay en glorificar a la pala con la que cavo, al cuchillo con el que corto, al carro que me transporta si son más que herramientas hechas para servirme? El discurso que exalta a los médicos como héroes demuestra no solo el clasismo, sino también la objetivación, la deshumanización de la que somos parte. Un sistema que no tiene como fin la vida no solo es deshumanizante, sino que lleva consigo la muerte.