redaccion@revistalevadura.mx
FacebookTwitterYouTube
LevaduraLevadura
Levadura
Revista de crítica cultural
  • Inicio
    • Editorial
    • Directorio
    • Colaboraciones
  • Cultura
    • Ensayo
    • Artículos
    • Entrevistas
    • Cine
    • Música
    • Teatro y Artes Vivas
    • Arte
    • Televisión
  • Política
  • Creaciones
    • Narrativa
    • Poesía
    • Dramaturgia
    • Reseñas
    • Del lector
  • Columnas
  • Levadura Tv
  • Suplementos
    • Derechos Humanos
    • Memoria
    • Ecología
    • Feminismos
    • Mariposario
    • Fotogalerías
    • Colectivos
Menu back  

Encuentros estelares de paz

agosto 19, 2020Deja un comentarioEnsayo, Portada CulturaBy Jorge Castillo
Altar doméstico que muestra a Akhenatón, Nefertiti y tres de sus hijas. Dinastía 18, Imperio Nuevo. Andreas Praefcke.

A José Antonio Martínez Sánchez
A las madres de desaparecid@s

El fenómeno UFO es uno de los campos de realidad virtual más difundidos en la época contemporánea, y cuyo auge inicial se asoció con las ansiedades psicosociales de inminente amenaza de destrucción masiva que, desde finales de la década del 40 del siglo XX, inauguraron los avances tecno-científicos aplicados a la guerra, en particular el de la fisión atómica.

Pero los énfasis temáticos de este fenómeno también han ido cambiando con el tiempo, pues sus clásicas narrativas equiparables a las leyendas de brujas y espantos ahora han girado hacia otra fuente de explicación, la cual, tal como antes, sigue rebasando el margen de revisión metódica propia del análisis científico.

Esa fuente explicativa ahora se vincula muy insistentemente con referentes de contenidos y de imágenes que por milenios nos han brindado los corpus dogmáticos y doctrinales de las religiones organizadas. Referentes que ahora también son relacionados y entremezclados con temerarias hipótesis –difundidas por medios televisivos de gran audiencia y comercialización– de que las diversas civilizaciones humanas, sobre todo las de tecnología megalítica, tuvieron un origen extraterrestre.

A través de esta visión peculiar sobre nuestros subsidiarios orígenes, historia y capacidades, a muchos les han convencido que en los OVNIS viajan los verdaderos e históricos dioses, de diferentes razas, quienes hace milenios, cual ancestros primordiales, fueron ellos mismos quienes moldearon nuestra esencial biología y nos dieron el conocimiento básico para edificar nuestras civilizaciones.[1]

Perspectiva que más bien reproduce nuestras muy anquilosadas nociones acerca de órdenes cosmogónicos y cosmopolíticos en los cuales concebimos al mundo y a las sociedades humanas con formas y estructuras característicamente verticales y piramidales, es decir, jerárquicas. Espacios ordinales donde los seres inferiores le debemos nuestra existencia, obediencia y pleitesía a entidades ultraterrenales de innegable superioridad tecnológica, moral y espiritual.

Esto se debe a que algunas personas, las cuales han sido formadas con un profundo e imperceptible sesgo de superioridad etnorracial, les resulta muy claro que, por ejemplo, los mayas (prietos y chaparros) nunca hubieran sido capaces, por sí mismos, de confeccionar sistemas complejos de representación idiomática, gráfica, simbólica y de cálculo[2] que les ayudaran, de forma colectiva y orquestada, a desarrollar los complejos espacios urbanos, arquitectónicos y de observación astronómica que, al día de hoy, siguen sorprendiendo y maravillando tanto a científicos como a curiosos y diletantes.

A muchos les han convencido que en los OVNIS viajan los verdaderos e históricos dioses que hace milenios fueron quienes moldearon nuestra esencial biología y nos dieron el conocimiento básico para edificar nuestras civilizaciones

Pues para los pseudo especialistas que estudian estos “enigmas” del TERC3R MILENIO, el característico irracionalismo idólatra de esas ancestrales y pseudo avanzadas civilizaciones, de cuyo atraso “dieron fe” los primeros conquistadores europeos, les resulta bastante incompatible con su deslumbrante, pero supuesta, capacidad de haber logrado la medición precisa de los ciclos estacionales y estelares; nomás por poner otro ejemplo.

Visión prejuiciada que, sin embargo, no considera la complejidad de los procesos históricos por los que, en buena parte, hoy podemos entender los factores, circunstancias y dinámicas que influyeron en su eventual decadencia, y sus actuales condiciones de marginalización; es decir, más por cuestiones estructurales que por falta de capacidades o cualidades como seres humanos.

Es por ello que en este espacio de análisis (a veces s-ociológico, a veces político, a veces metódico, catódico, apoteósico y también) cultural a tono de acólito de la antropología, me gusta reflexionar sobre las cosas y los asuntos humanos en su justa (tercera) dimensión y contexto histórico, pero a un nivel de coordenadas terrestres; siguiendo las huellas de aquellas evidencias verificables y constatables de lo que nos hace ser lo que hoy somos, seres humanos de ¿acá abajo?, de este planeta, definidos por procesos y dinámicas muy terrenales y mundanas.

Muestra clara de nuestra capacidad de crear cosas y obras deslumbrantes sobre asuntos humanos, tanto terrestres como celestiales, la podemos atestiguar en esa invención que hoy día atrapa la imaginación de chicos y grandes: el Cine.

Su brillantez la podemos observar no sólo en el mismo proceso artístico, técnico y social de elaboración de una película, sino también en la riqueza que implican las diversas lecturas –a diferentes tiempos, espacios y con variantes inquietudes– que podemos hacer de ella, como objeto de representación y comunicación que combina elementos sonoros y visuales entretejidos en complejos códigos lingüísticos, iconográficos y simbólicos, a veces planteados y expuestos de forma consciente y también, muy probablemente, de forma subconsciente.

Aunque del filme Encuentros cercanos del tercer tipo (1977), dirigido por Steven Spielberg (y quien realizó estudios universitarios de cinematografía), podemos estar seguros de que no fue elaborado de forma exclusivamente inspirada e intuitiva o como clarividente proyección de su subconsciente, sino también como una obra artística realizada de forma explícita, calculada y metódica, sin dejar mucho espacio en sus argumentos y escenas para la improvisación o para la casualidad; y mucho menos de manera ajena o abstraída de los asuntos humanos más amplios que coloreaban el aspecto sociopolítico de la historia personal y social de Spielberg, y de su época.

A 43 años de su estreno y en su versión de aniversario de 1998 (disponible en Netflix), Encuentros cercanos me resulta, aunque con un inevitable aire de soberbia etnocéntrica, un indiscutible manifiesto humanista y pacifista. Me doy a entender.

Con esta película Spielberg intentaba, primero, ofrecerle al público estadounidense una opción opuesta a las narrativas belicistas sobre el contacto extraterrestre que ya caracterizaban a una corriente de cine hollywoodense y en cuyas historias los seres humanos (estadounidenses específicamente) siempre veían amenazada su existencia. Tópico del género de ciencia ficción que, al parecer, sigue muy vigente en el actual cine comercial estadounidense.

Segundo. Después del escándalo Watergate, Spielberg quiso ponerle un bálsamo a la audiencia estadounidense, mostrándole que una conspiración gubernamental también podría tener un fin positivo y benéfico no solo para el interés particular y egoísta de algún partido político o de los americanos, sino también para toda la humanidad.

Posicionamiento que también era contrario a los dudosos y cuestionables resultados del, en aquel entonces, muy conocido Proyecto Libro Azul, llevado a cabo por el gobierno estadounidense entre 1952 y 1969 como una investigación del fenómeno UFO. Y cuyas conclusiones y políticas gubernamentales derivadas del mismo, han recibido, hasta la fecha, cuestionamientos tanto de científicos e investigadores del fenómeno como del público en general.

Encuentros cercanos me resulta, aunque con un inevitable aire de soberbia etnocéntrica, un indiscutible manifiesto humanista y pacifista

Y qué mejor que en ese contexto los americanos, los ‘buenos de las películas’ y de siempre, fueran los más idóneos embajadores de la verdad, la fraternidad y la paz a nivel cósmico; quienes, además, ansiaban por volver a ser la avanzada, pero en sentido primacista y no bélico, que sobresaliera de toda la humanidad, dando un paso hacia adelante para representar los buenos deseos de toda una generación que ya no veía en la guerra inmoral de Vietnam, ni en su gobierno encubridor y sus políticos mentirosos y tramposos, su principal fuente de orgullo y de prestigio, mucho menos que su país fuera ejemplo de liderazgo a nivel planetario.  

Tercero. Como ya sugerí líneas atrás, Spielberg también sabía que a los americanos les urgía escuchar un mensaje de verdad, paz y sanación, pues su nación del primer mundo –urbana, industrializada, altamente tecnificada y avanzada– acababa de recibir un durísimo y humillante puntapié por parte de una nación asentada en una reducida geografía, considerada como atrasada e inferior, de perfil campesino y de base agrícola.

USA necesitaba una reconciliación con el mundo, pero principalmente consigo mismo, pues ese pequeño David (Ho Chi Min) que, con ayuda de un ingenioso y sencillo implemento técnico-táctico, le acababa de propinar un riscazo a este enorme Goliat (Tío Sam) en la meritita frente; y debido, muy probablemente, a que la altiva confianza del gigante vestido de stars and stripes, no le permitió imaginar y siquiera anticipar por dónde le vendría esa certera y fatal pedrada. 

Cuarto. Sociedad americana compuesta por un crisol etnorracial que, a diferencia de la Alemania eugenista del nacionalsocialismo, Spielberg la presume como un notable “ejemplo” de confraternidad y de trato bondadoso entre todos sus integrantes y visitantes alienígenas (léase también en código migratorio). Pues en Encuentros cercanos, contrario a los trenes de deportación del Tercer Reich, en la locación de Wyoming, y como parte del plan maestro de encubrimiento del contacto UFO, el gobierno americano y su ejército multirracial organizaron la evacuación por ferrocarril de los residentes y hasta de su ganado, haciéndolo de manera cordial, con trato humanitario y responsable, protegiendo sus vidas, sus bienes y propiedades. En esta secuencia se entreteje con más claridad la trama y subtramas del filme.

Secuencia que transmite tal sensación de tersura americana que hasta podemos ver cómo un residente de cabello largo sube al techo de uno de los vagones con una guitarra colgada a su espalda, la cual es una clara referencia visual que invierte los valores (+ / –) de aquella imagen de los soldados nazis, con fusil al hombro, que custodiaban los trenes especiales compuestos de vagones para ganado que recorrían toda la Europa ocupada transportando prisioneros hacia los campos de trabajos forzados y de exterminio.

Aquí me es inevitable considerar que se trata de una exaltación ingenua o de una lectura abiertamente sesgada de las supuestas bondades del modelo de ciudadanía propia del american way of life y de la panfletaria ideología de escaparate comercial del melting pot, las cuales, sin embargo y no muy bien logradas en escena, son expuestas aquí en la forma de: un mundo en paz y en armonía cuyo gobierno, a pesar de sus confabulaciones entretelones, garantiza las libertades políticas, económicas y de derechos civiles al más puro estilo americano, en donde los diferentes y los desiguales no coexisten ni conviven, solo cohabitan.

Quinto. Sociedad americana (microcosmos planetario) plurilingüe y multicultural, con visos de relaciones interculturales, que en Encuentros cercanos es representada por Spielberg con todo su derecho como realizador que refleja su personal historia de vida y étnica en su propia obra, al hacer uso de una predominante iconografía y simbología de tradición juedocristiana, y con las cuales entrelaza magistralmente la trama y subtramas del filme mediante los lenguajes artístico, científico y religioso. Confección digna, en su campo de experticia, de un indiscutible maestro del séptimo arte.

La historia «inicia» con el descubrimiento, en época presente, de viejos modelos de aviones militares en un deshuesadero de autos ubicado en un desierto al norte de México. Uno de esos aparatos luce la edad emblemática del mesías Jesucristo: 33, el cual es el número económico de identificación del aparato TBM-3 Avenger, de aspecto nuevecito, que desapareció junto con toda una escuadra pilotada por hombres jóvenes, durante un vuelo de práctica, siete meses después de la capitulación alemana en la WWII. Un hecho, en sí mismo, inusitado.

Así, el argumento central de Encuentros cercanos es formulado con los siguientes elementos: números, tecnología, música, lenguajes con traducción matemática, contacto extraterrestre y divinidad. Elementos que serán completados en la siguiente escena de esta secuencia de apertura, donde algunos de los miembros del equipo franco-americano de investigadores interrogan al anciano (indígena); quien, en una suerte de trance regocijante y con la mitad del rostro quemado, afirmaba que la noche anterior el Sol, el dios astro, salió y le cantó.


Personaje cuya figura es enmarcada por una ventana semicubierta con un manto que contiene la letra invertida Sigma (Σ) del alfabeto griego, la cual convencionalmente se usa como símbolo matemático, y cuya correspondiente letra en minúscula también forma parte de alfabeto del idioma francés (ς).

Número 3 con Σ como su reflejo en espejo dual, el cual es usado de forma reiterada por Spielberg en muchos otros elementos visuales del filme para entreverar la trama y las subtramas de una historia fantástica no sobre ciencia ficción, sino sobre lo que él mismo ha descrito como un ejercicio de: «science speculation».

Pareciera que Spielberg combinó, dentro del peculiar lenguaje cinematográfico, la matemática en tanto herramienta básica de las ciencias modernas, con el arte de la música y con las corrientes místicas del judaísmo, denominadas cábala y/o gematría; las cuales, desde hace ya varios siglos, utilizan la transliteración de los símbolos correspondientes a cada una de las letras del alfabeto hebreo con una serie de valores numéricos.

De esa manera los sabios y eruditos judíos han procurado desvelar los secretos de la divinidad y alcanzar el supremo conocimiento del Orden Universal y sus diferentes niveles cosmogónicos; los cuales, a su vez, también les conduzcan del mundo inferior, material y mundano hacia las esferas espirituales de la perfección divina, acaso moral (David Zurdo, en ACTA). Interés muy similar a esa perfección que tanto anhela alcanzar Pinocchio en su trip moralizante, solicitándole a la estrella azul que le convierta, de un simple muñeco de madera, en un niño de verdad.

pareciera que Spielberg hizo un esfuerzo neoconservador por reunir (sanar) a la crecientemente disfuncional Sagrada Familia americana

Niveles o estadios jerárquicos del ser que, en Encuentros cercanos, son pautados por una trinidad dualística entre lo terrenal y lo celestial-astral, los cuales en nuestra amplia tradición cultural occidental –ya no exclusiva del campo religioso, místico y étnico judíos– también son representados por la figura bíblica del Árbol de la Vida. Y cuya estructura simbólica tripartita es transfigurada en el número económico 333, el cual identifica a la plataforma del tráiler donde se asienta la cabina transparente en que los científicos americanos y franceses están descifrando el mensaje numérico que reciben del “vecindario” cósmico: coordenadas terrestres, no celestes.

Es decir, coordenadas que representan esos conocimientos que alcanzaremos aquí en la tierra y no allá en los imaginarios y fantásticos cielos estrellados cargados con nubes de moralidad y estructuras jerarquizadas; las cuales, en vez de elevarnos con su lógica progresiva y ascendente hacia las “alturas” del infinito espacio sideral, paradójicamente, nos arrastran más y más hacia las oscuras profundidades de nuestra humanidad.

Es decir, los científicos logran decodificar 2 conjuntos de 3 números que les ayudarán a ubicarse (hello! toc, toc) en el terreno físico de lo mundano y secular, en el nivel de lo humano asequible por metódica investigación, revisión y verificación.[3] Pues nosotros y nuestros conocimientos bien aterrizados y aplicados con criterios y pautas ético-morales igualitaristas y humanistas claras, serán los que nos conduzcan de la malignidad barbárica a un deseable estadio de angelical perfección moral.

Coordenadas que indican el lugar en donde establecerán contacto y comunicación las inteligencias celestiales-astrales y las inteligencias mundanas-terrenales franco-americanas: la Torre del Diablo. Punto donde nuestra demoniaca y salvaje naturaleza tendrá la oportunidad de tocar a los dioses, acercando nuestro dedo índice al dedo índice luminoso, purificador y curativo de los E.T. Este asunto-problema humano se prefigura en la numeración de la placa trasera del auto en que son detenidos Neary y Jillian por los militares en las inmediaciones del peñasco. En la placa se señalan, en línea invertida de tiempo y con un número de forma ambivalente, dos fechas de eventos «iniciáticos» de la WWII: Operación Overlord y Operación Caso Blanco.

En ese escenario también podemos apreciar a las naves espaciales, en formación de vuelo trinitario, que se acercan al complejo de investigación para entablar la primera conversación abierta y amistosa a tono de melodías luminiscentes. Naves que con sus mismos halos de luz, a modo de rostros divinos, también dibujan su propia “sombra lumínica” en forma de cruz en la pista de aterrizaje; luces celestiales y terrenales, todas, que guían y orientan. Así, por efecto reflejo, tanto los seres estelares como los terrestres, confirman que comparten similares elementos de comunicación y de entendimiento.

Y una vez establecida la confianza que surge de la comprensión mutua y que manifiesta el asunto-problema central que, tanto en la trama como en la subtrama, motivan esta historia de contacto,[4] de entre la nubosidad que ha recubierto al peñasco se anuncia la venida –no mesiánica– de las hijas y los hijos de David quienes fueron entregados en holocausto a los antiguos dioses-alienígenas por los diabólicos actos de imperfectos seres terrestres (los nazis), que les aniquilaron industrialmente por envenenamiento con gases de motor y con Zyklon B –emulados en el gas somnífero EZ-4 usado para dar credibilidad al supuesto accidente ferroviario que contaminó toda el área y así facilitar el desalojo de los residentes y curiosos–. Almas inocentes que ahora serán devueltas a la humanidad en ofrenda de entendimiento y paz.

Entrega que no se llevará a cabo sin que antes los dioses-alienígenas confirmen y reafirmen el asunto que allí les convoca al hacer estallar el ventanal de la alta cabina de observación con su sonido de respuesta en alto volumen, y que, sin duda, es una clara referencia a la tristemente célebre Noche de los Cristales Rotos.

Metáfora de intercambio que también confirma el mutuo entendimiento y confianza entre alienígenas y terrícolas, pues a cambio de las almas devueltas de aquellos que fueron desvanecidos entre las espesas nubes y humaredas de destrucción de guerra, de las genocidas cámaras de gases tóxicos-somníferos y de la incineración de cadáveres en los hornos –sugeridos en la forma de chimenea humeante del peñasco–, los humanos ofrendan un equipo de 12 embajadores de buena voluntad.

Grupo al que, en el último momento y por selección de la divinidad-alienígena ultraterrenal, se les une un último acompañante, el señor Neary; quien además cuenta con dotes artísticas. Personaje que para este momento se ha convertido en una figuración invertida del ungido Jesús, quien va de la tierra al cielo como el pasajero número 13. Y cuyo apellido pareciera indicar que él es el humano quien, moral y espiritualmente, se ubica como el más cercano a la honesta y sensible pureza que representan las infantilizadas figuras de esos pequeños y angelicales seres espaciales.

Pero la metáfora de entrega de abducidos-desaparecidos también pudiera representar el acto de entrega-recibimiento[5] de la sabiduría y la verdad que ayuden a iluminar el sendero de quienes su modelo de verdad –de religiosidad sacrificial– les mantiene en un continnum estado civilizatorio de oscuridad, confusión y extravío, pues se hallan en constante conflicto y guerra. No por nada en los overoles (o monos) blancos de los técnicos humanos podemos ver, en sus espaldas, una transfiguración del emblemático símbolo de la paz.

Seres humanos perdidos que, a pesar de todo, trascienden el espacio y el tiempo gracias a que siguen presentes, jóvenes y frescos en la memoria y el corazón de sus seres queridos sobrevivientes del holocausto. Y cuyas figuras e historias pasadas son devueltas al presente mediante un pase de lista y a través de la metáfora visual de la leche luminosa que emana del pezón-compuerta de la cariñosa diosa nave nodriza; la cual ha llegado para no solo reconfortar y revitalizar a la humanidad entera, sino también para traerle al mundo un mensaje de esperanza a través de una canción de cuna, con su melodía de 5 notas ya clásica en nuestra cultura popular –traducidas en ese icónico lenguaje de señas para sordos– y que era tocada repetidamente por Barry, de 3 años de edad.


Almas de los judíos abducidos (por los nazis) y desaparecidos (asesinados e incinerados) que han sido amorosamente purificadas por la precisión del conocimiento científico, la sabiduría del conocimiento místico-religioso, y la belleza de la sensibilidad y expresión artística; los cuales, al combinarse en esta obra cinematográfica del género de science speculation, han sido aplicados de forma buena, para alcanzar el entendimiento, la verdad, el amor y la paz.

Esto como un gesto afirmativo de fraternidad humana por parte de Spielberg, quien respondió en contrasentido de aquel conocimiento tecno-científico moderno, frío (de pseudo objetividad neutra y no implicada, recubierta de insensibilidad cosificante, desvinculación utilitarista) y supremacista, apoyado en ideologías sacrificiales, y que fue utilizado para aniquilar a sus antecesores de forma sistemática, impune e infame.

Sexto. Pero con este final también pareciera que Spielberg hizo un esfuerzo neoconservador por reunir (sanar) a la crecientemente disfuncional Sagrada Familia americana, la cual va de la mano de esas otras cientos de miles de familias judías desintegradas y dislocadas por las deportaciones nazis. Recuerde que la familia de Neary le deja por su desquiciante obsesión UFO y Jillian es madre soltera, y quienes se conocieron una noche de avistamientos cuando Jillian salva a su hijo Barry de morir atropellado por la camioneta que conducía Neary.

Posteriormente, ambos padres solos, se reencuentran en la estación ferroviaria de evacuación para de allí emprender juntos su trip hacia el peñasco. De hecho, al reconocerse entre la multitud evitan que ella suba al tren; acción con la que evitan, para sí mismos, su alegórica separación sacrificial, ya que se salvan a sí mismos para luego ir en camino de salvar a su querido hijo; ese pequeño ungido que invitó a pasar a sus nuevos amigos al abrir la puerta de madera del frente de su casa.


Con base en esto, podemos considerar que Encuentros cercanos se trata, pues, de la preocupación por la salvación de la humanidad, de la salvación de la gran familia humana, en memoria de las víctimas del holocausto y del clamor porque no se vuelvan a repetir actos de esa naturaleza. Completando así, en una película con clasificación PG, el ciclo de toda esta historia, la cual «inicia» cuando el dios sol padre (dsp) anuncia su amoroso regreso en el deshuesadero, «continúa» con el pequeño Barry que sale de casa para ir a jugar con sus nuevos amigos del “vecindario”, y «concluye» con la diosa nave nodriza (dnnb) que devuelve a la vida a las almas abducidas-perdidas, cual bebés que ella da a luz en actos de resurrección.

Familia que, en conjunto de 3, no formarían la perfecta proporción vitruvia del cuerpo humano, la constante π euclidiana o la trinidad supuestamente asociada al número aúreo (φ), sino más bien configurarían la pauta sumatoria de secuencia infinita de la espiral de Fibonacci. Aunque lo más seguro es que quién sabe, vaya usted a saber.  

Y ya para concluir, no quiero dejar de anotar que por años he leído y escuchado críticas de la obra y estilo fílmico de Spielberg, que le tachan (X) de un hombre muy pragmático dentro de la industria del cine, calificándolo, incluso, de explotador efectista y taquillero de las emociones. Pero siguiendo mi lectura y análisis de Encuentros cercanos, ahora más que nunca creo que ninguna civilización humana, ninguna escritura sagrada, ninguna película y ninguna persona son perfectas.


[1] Aquí un video de divulgación sobre los elementos iconográficos del supuesto “Astronauta de Palenque”: https://www.youtube.com/watch?v=Uc6efSNSook.

[2] Le invito a que vea esta sencilla exposición sobre la complejidad del sistema de escritura jeroglífica maya. Por ejemplo, los mayas escribían y leían de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, en pares de columnas, y de en frente para atrás: https://www.youtube.com/watch?v=R8Q4hZJPu6E.

[3] Consulte el reciente reportaje sobre uno de los insignes casos de los fenómenos paranormales y que fue incluido en Encuentros cercanos, el USS Cotopaxi desaparecido en 1925: https://www.elcomercio.com/tendencias/barco-desaparecido-mito-triangulo-bermudas.html.

[4] En la película Contacto (1997), dirigida por Robert Zemeckis, y basada en el bestseller de Carl Sagan, hay una escena donde los científicos decodifican el mensaje enviado por una inteligencia extraterrestre. Al invertir los valores del mensaje (– / +) se distingue la imagen de Adolf Hitler inaugurando los juegos olímpicos de 1936; confirmando que, desde la profundidad del espacio, los alienígenas ya reciben nuestras señales y que nos están observando. 

[5] David Zurdo (ACTA) menciona que en la época de la tradición oral de la ley judía, la palabra ‘cábala’ significaba ‘recibir’. 

(Visited 1 times, 1 visits today)
contacto extraterrestredivinidadEncuentros cercanos del tercer tipoensayoJorge CastilloovnisSteven SpielbergUFO
Compartir este artículo:
FacebookTwitterGoogle+
Sobre el autor

Jorge Castillo

POST RELACIONADOS
El marine o de la frontera como herida
febrero 5, 2021
De públicos, consumidores y cómo sobrevivir en la esfera digital
febrero 5, 2021
La experiencia lectora
diciembre 19, 2020
Las cartas con Virginia
diciembre 19, 2020
Concha Michel, la inquietud y la diversidad
diciembre 19, 2020
De cómo el mundo se ha dado vuelta y yo sin darme cuenta
diciembre 19, 2020
Leave Comentario

Cancelar respuesta

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

clear formSubmit

Buscador
Entre números
  • LEVADURA se va
    enero 11, 2021
  • ¡Se va a caer/ se va a caer/ arriba el feminismo que va a vencer/ que va a vencer!
    diciembre 30, 2020
  • Maradona, en el alma del pueblo su eterna despedida
    noviembre 25, 2020
  • El “Apruebo” chileno desde los algoritmos de las redes sociales
    octubre 26, 2020
Entrevistas
  • Entrevista a Guillermo Fadanelli
    mayo 19, 2020
  • Ópera prima de David Zonana
    mayo 19, 2020
  • Narrativargenta: Los modos de leer como posicionamientos. Que dure la desmesura
    marzo 19, 2020
ARCHIVOS LEVADURA
Comentarios recientes
  • Omar en Anton LaVey: El hambre de la mentira
  • 8 Poemas y una carta de Vita Sackville-West – Poiesis/ποίησις en Virginia y Vita
  • Erika Marissa Rodríguez Sánchez – Red Nacional de Investigación en los Estudios Socioculturales de las Emociones (RENISCE) en Migrar al Mesón Estrella: el gesto de la masculinidad hegemónica (primera parte)
  • Ana en LEVADURA se va
  • El sueño de Sor Juana y el insomnio de Octavio Paz en El sueño de Sor Juana y el insomnio de Octavio Paz

Subscríbete a nuestra lista de correo

Revista Cultural Independiente
redaccion@revistalevadura.mx
© 2017. Revista Levadura.
Todos los derechos reservados.
Quiénes somos
EDITORIAL
DIRECTORIO
COLABORACIONES
Síguenos

Find us on:

FacebookTwitterGoogle+YouTube

 Dream-Theme — truly premium WordPress themes
Footer

Levadura