
A mis amigos y amigas chilenos
Domingo, 24 de octubre de 2020, 7 a.m. En el hemisferio norte comienza este domingo con el retraso de una hora por la implantación del horario de invierno. En el cono sur la primavera avanza imparable. Este arbitrario manejo del tiempo me otorga un retraso de tres horas con respecto a Santiago de Chile. Sumemos a eso la contingencia mundial de la pandemia que nos orilla a la reclusión y a la contemplación del mundo a través de las pantallas. Montañas de datos y de información que precisan de la imaginación y de la ficción para cobrar sentido y articularse de manera “más humana”. Así mientras preparo mi café y prendo la computadora, en Chile la jornada del plebiscito lleva ya algunas horas. El desfile de publicaciones en las redes sociales anuncia expectación y algarabía. La mayoría de las fotos de perfil de amigos y amigas chilenos están enmarcadas por la leyenda: “Yo apruebo. Convención constitucional”. Hoy se decidirá si se aprueba un cambio histórico. Hay sólo dos preguntas en las boletas: “¿Quiere usted una Nueva Constitución?”, y de ser afirmativa la respuesta: “¿Qué tipo de órgano debiera redactar la Nueva Constitución?”, y aquí la opción es una convención mixta (formada por parlamentarios en ejercicio y por ciudadanos), o una convención constitucional, elegida totalmente de manera popular. Hago un ejercicio de imaginación y trato de reconstruir mi cartografía personal de Santiago: sus calles y plazas, sus estaciones del metro. Lugares de encuentro y reconocimiento.

Mientras los minutos corren y las noticias de las votaciones avanzan, no puedo dejar de pensar en los antecedentes. ¿Por qué es tan importante esta jornada dominical? Tras el golpe de Estado de septiembre de 1973, el gobierno militar de Pinochet se apuró a convocar a un grupo de economistas (conocidos posteriormente como los “Chicago Boys”, por haber sido discípulos de Milton Friedman: el “creador” del modelo neoliberal) para redactar una suerte de manual de economía. El resultado fue el voluminoso texto llamado “El Ladrillo”, que sería la fuente nutricia para la Constitución de 1980, elaborada, entre otros, por Jaime Guzmán y que daba paso al “Estado subsidiario” (subsidiario del mercado, por supuesto). El plebiscito de 1989 sacó a Pinochet del gobierno (todos recordamos la mítica campaña del “NO”, con música de fondo de Los Prisioneros), pero dejó intacta a la Constitución (y de paso colocó al militar golpista como senador vitalicio). Una imagen comienza a pulular en las redes: es la fotografía de Pinochet difuminándose, desgranándose cuadro a cuadro. Exorcizar al último fantasma que quedaba del pasado.

8:45 a.m. Los mensajes fluyen. En esta programación automatizada y llena de algoritmos que conocemos como redes sociales, se nos recuerda que hace un año empezaron las manifestaciones masivas. Los y las estudiantes de educación media se tomaron las calles, las estaciones del metro reclamando el aumento al pasaje de este medio de locomoción. Habían llegado las “evasiones masivas”: miles de chicos y chicas saltaban los torniquetes para ingresar a los andenes: “Evadir no pagar, otra forma de luchar”. Estas protestas eran también un corolario a la “Revolución de los Pingüinos” que en 2006 y 2011 había exigido educación gratuita, laica y popular. Otro recuerdo fundamental aparece en nuestra línea de tiempo este domingo: el movimiento feminista chileno que sacudió al mundo al ritmo de Las Tesis: miles de mujeres bailando y cantado para denunciar al Estado como un macho represor y violador. Una nueva imagen puebla mi mente: la Plaza Italia, centro neurálgico de la capital chilena, repleta y rebautizada como Plaza de la Dignidad. Recuerdo que muy cerca de ahí, junto a la salida de la estación de metro Baquedano se encuentran un busto de Martí y una estatua ecuestre de Manuel Rodríguez, el rebelde libertador.

A las 8:47, la ensayista y académica Natalia Cisterna postea: “Nunca en la historia de Chile el pueblo ha tenido la oportunidad de participar en la elaboración de su Constitución a través de delegados/as elegidos/as democráticamente. Este domingo podremos decidir si cambiamos esa historia”. Unos minutos antes había manifestado: “Han sido 40 años de una constitución ilegítima, escrita en dictadura y ratificada en un plebiscito sin registros electorales y fraudulento. Este domingo podremos por fin sacudirnos esta herencia macabra. Todes a votar”.
A las 10:46 a.m., mi amiga Nancy Evens me envía una fotografía por WhatsApp donde se aprecia una multitud esperando, y en el calce se lee: “¡En la fila, amigo!”. Emoción compartida. Incluso en pandemia (y con las medidas sanitarias requeridas), la gente ha salido a votar. Porque este plebiscito, no lo olvidemos, se logró de abajo hacia arriba y el gobierno nada tuvo que ver.

Para las primeras horas de la tarde, la sensación es abrumadora. Se espera un triunfo contundente. Muchos amigos y amigas se fotografían con su pluma Bic azul luego de emitir su voto. Los resultados empiezan a circular. 6 p.m. (nueve de la noche en Chile). Las encuestas de salida apuntan a una ventaja de más del setenta por ciento para “el apruebo”. Mi amiga Lucía Stecher pone en sus redes: “Felicidad!!!! Impresionante el triunfo del apruebo + CC!!!! Ni en mis fantasías más optimistas soñé una cifra así!!!”. Unos minutos más tarde, otra querida amiga, Alicia Salomone sube una foto a su Facebook: se aprecia la Plaza Italia repleta y al fondo, proyectado sobre el edificio de la Torre Telefónica, la leyenda “Renace”: “Chile renace esta noche”, apunta con alegría.

Tras este recorrido imaginativo e informático, llegan, un poco antes de la media noche y con el escrutinio de casi el cien por ciento de las casillas, los resultados: 78 por ciento (5.885.721 votos) apoya el cambio de Constitución y promueve la creación de una convención constitucional, que sería la primera en la historia en ser formada de manera paritaria y por 155 elegidos en su totalidad por elección popular, contando también con la representación de los pueblos originarios. Así, el 11 de abril de 2021 los chilenos y chilenas volverán a las urnas para elegir esa convención constitucionalista que trabajará, a partir de mayo, en la nueva Carta Magna. Una vez listo el documento será sometido a un “plebiscito de salida” (llamado también “ratificatorio”) en el segundo semestre de 2022.
11:45 p.m. Apago mi computadora. La jornada electoral ha terminado. Sigue ahora un ejercicio arduo de imaginación política y ciudadana. Chile tiene hoy la gran oportunidad de repensar y resignificar el concepto de representatividad. Estaremos atentos a sus progresos.
Se ató los botines, miró a sus compañeros, primero al cinco, le miró el pelo, los rasgos, el porte, pasó al ocho, luego al tres. Todos sonreían, seguros del triunfo. Miró la pared, pegado con cinta, estaba una estampa de cristo crucificado. bitcoin precio Se fijó en la cinta, era de papel, no quería centrarse en el cristo. Al final lo miró. Respiró hondo, a medida que sacaba el aire pedía. Te pido que me ayudés Quiero ser normal. Te prometo, hacer un hospital donde me lo pidas quiero ser normal. Jugar como todos ellos. Empezó a caminar hacia el túnel, miraba todo, sus compañeros, ayudantes, técnicos. Todo iba bien, ya casi lo tenía se que, podía controlarlo. Los pasos retumbaban y el grito de la gente aumentaba.algo lo frenaba, se obligo a mantener la calma. Miró las puntas de sus botines, ya no podía volver atrás, apareció la escalera, llegó al centro de la cancha, no quería levantar la cabeza.