
Ahora que estamos en tiempos de sobrevivencia que nos hacen replantear nuestra condición previa, van estas pequeñas notas que revisan dos filmes muy distintos en esencia, que bien los podemos definir como reflejos de nuestro presente, en el cual vivimos nuestra propia distopía.
Stray dogs o la modernidad oxidada
Una madre le explica a su hija que las casas son como los seres humanos: “La casa es como una persona, crece, envejece. Las grietas son como las arrugas. Cada casa tiene una historia”. “Un día empezó a llover mucho y la casa empezó a llorar y a llorar, puedes ver las lágrimas”. Lo anterior se lo cuenta como un cuento de hadas, mientras la cámara de Tsai Ming-liang, recorre una pared llena de grietas y humedad.
Stray dogs de Tsai Ming-liang es un filme sobre esos espacios que determinan el rumbo de las personas, el rumbo de una ciudad, el rumbo de la modernidad. Esos espacios, edificios ultramodernos olvidados por el frenético ritmo de la vida actual, son un reflejo de una modernidad enferma que deja de lado a sus hijos.
Esa modernidad hiperbólica aparece en el filme retratada de manera contrastante con tiempos muertos, con planos que presentan el paso del tiempo y que evitan la contingencia narratológica. Ante la modernidad del relato, Liang propone el plano largo, el plano secuencia. Ética y estética de la mano en una obra que nos presenta los días de una familia venida a menos. Una familia que antes gozaba de la modernidad, pero como Saturno que devora a sus hijos, está los engulle sin piedad y sin conmiseración.

The rover o la distopía del presente
No sé, pero al ver The rover (Australia /EUA, 2014, David Michôd), pienso que en las distopías hay algo de esperanzador, algo que nos dice que, a pesar de que nos pudiera parecer un futuro terrible, de una manera u otra, la sociedad, sea fascista o no, seguirá existiendo.
David Michôd, director de la también estupenda Animal Kingdom (Australia, 2010), aprovecha los desérticos paisajes australianos para darle a su filme un tono de western crepuscular, en momentos cercano a La carretera (John Hillcoat, EUA, 2009), para presentarnos un filme donde no caben futurismos ni razones, simplemente caben seres humanos tratando de sobrevivir.
The rover nos plantea que el colapso vendrá antes que la distopía y no vendrá en tiempos distantes, sino más rápido de lo que uno podría imaginar. Guy Pearce es un sobreviviente de ese colapso, uno más de los que busca simplemente sobrevivir, un vagabundo dentro de un mundo en el cual ya no queda nada -solo tiene un coche, el cual unos ladrones roban-. En su deambular en busca de venganza se topa con el hermano malherido de uno de los ladrones, interpretado por Robert Pattinson (primera vez que me siento cómodo con su actuación y no veo al tipo que hizo de vampiro en la saga Crepúsculo). Ambos ya no tienen un indicio de humanidad, ni piedad y solo buscan sobrevivir, pero también venganza.
The rover es un sobrio filme que en cierta manera se aleja de las distopías a la Mad Max (George Miller, Australia, 1979) para presentar un futuro cercano, tan cercano que da miedo pensarlo, pues aquí el hombre es el lobo del hombre y no se centra en la comodidad de futurismo lejano donde el espectador se sienta cómodo pensando que al cabo lo que está viendo sucede en un futuro muy, muy lejano.
El destino nos alcanzó y hay que pensar cómo vivimos, cómo sobrevivimos en medio de una nueva normalidad que, aunque nos sabe más a filme futurista, es un presente muy presente.