
“¡Oh Cuba! ¡O curva de suspiro y barro! Iré a Santiago”,[1] exclama Federico García Lorca en “El poeta llega a La Habana”. Mantiene una relación dual, entre amor y odio, con la isla de Cuba: es a la vez un objeto de asco –por su deshonra material (“barro”) y moral (“suspiro”)–, y de atracción –al final, el poeta sí va a Cuba. Además, con el verbo ir, García Lorca introduce la idea de movimiento. Esta idea también se encuentra en la carta del escritor portugués José Saramago al periódico español El País en abril de 2003: “Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo.”[2] Esta frase encierra una tensión. El verbo llegar implica un traslado de un punto hacia otro, pero el uso del pretérito perfecto, en vez del pretérito indefinido, sugiere una acción ininterrumpida. Y la expresión “hasta aquí” alude a lo que está después, el más allá. En este artículo, expongo así tres actitudes sucesivas de Saramago frente a Cuba.
La pasión
José Saramago (1922-2010) fue miembro del Partido Comunista Portugués (PCP) a partir de 1969. Lo afirmó en 2001: “Soy un comunista hormonal”.[3] La pasión por las ideas comunistas le movió naturalmente a respaldar Cuba. “El más puro, el más auténtico, el más desinteresado movimiento de solidaridad nace precisamente en uno de los países más desprotegidos, más pobres, que es a la vez como una especie de foco que irradia solidaridad de una forma natural, espontánea, como si tuviera que ser una consecuencia lógica de todo cuanto pasa aquí”.[4]
Cuba es un país “desprotegido” que manejó ultrapasar un bloqueo comercial estadounidense particularmente lesivo: se estima que el daño económico directo acumulado desde 1960 supera los 90 mil millones de dólares.[5] Es un país “pobre” que heredó estructuras económicas y sociales arcaicas de la colonización y de los regímenes ultraliberales de los inicios de la República. La respuesta de Cuba fue la “solidaridad”, y lo demuestran muchos indicadores. Cuba, junto con Canadá, tiene la tasa más baja de mortalidad infantil del continente americano (5% [6]). Su índice de desarrollo humano (IDH) se considera como “alto” (0,776[7]). Ocupa el noveno puesto mundial en cuanto al índice de desempeño ambiental.[8]
El desengaño
Cuba sí garantiza los derechos económicos y sociales. ¿Y los derechos políticos? Aquí está el punto de llegada de Saramago.
En la madrugada del 2 de abril de 2003, en la bahía de La Habana, tres hombres armados con revólver y cuchillos secuestraron a unos cincuenta pasajeros de una lancha. El motivo era alcanzar Estados Unidos. La operación falló cuando se encontraron sin combustible a unos 350 kilómetros de la costa cubana. Los guardacostas les convencieron para que se dieran media vuelta. Una vez el barco atracado, una intervención policial supervisada por Fidel Castro liberó a los rehenes. El secuestro tardó unas cincuenta horas y no hubo ningún daño físico. Inmediatamente, se llevaron a los secuestradores ante el tribunal, el cual juzgó que los hechos “constituían graves delitos de terrorismo”.[9] Los condenados interpusieron recurso de apelación ante el Tribunal Supremo, que confirmó la sentencia, y luego ante el Consejo de Estado, que igualmente estatuó que el fallo de primera instancia cumplía con el derecho. El 8 de abril –es decir, seis días después del suceso– se ejecutó a los tres secuestradores.
Saramago saca lecciones de este suceso. El juicio es ilógico. De ser realmente delitos de terrorismo, pues Estados Unidos hubiera desempeñado algún papel. Cuando en América Latina se sospecha la injerencia de Estados Unidos, usualmente se aplican sanciones diplomáticas. Por ejemplo, en septiembre de 2008, el presidente boliviano Evo Morales expulsó al embajador estadounidense Philip Goldberg porque se había encontrado con el gobernador de la provincia de Santa Cruz Rubén Costas, opositor al régimen y promotor de autonomías regionales juzgadas ilegales. Morales proclamó: “Sin miedo a nadie, sin miedo al imperio, hoy delante del pueblo boliviano declaro al señor Goldberg persona no grata”.[10] La acusación de conspiración fue explícita. Aquí, al contrario, como lo recalca Saramago: “Y no se entiende que si hubo conspiración no haya sido expulsado ya el encargado de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, la otra parte de la conspiración”.[11]
El carácter expeditivo del juicio despierta sospechas. “Siempre tiene que ser demostrado con pruebas irrefutables”,[12] recuerda Saramago. Aún más, es desproporcionado en relación con la gravedad de los hechos: “Secuestrar un barco o un avión es crimen severamente punible en cualquier país del mundo, pero no se condena a muerte a los secuestradores, sobre todo teniendo en cuenta que no hubo víctimas”.[13]
Al final, ya que no se justifica el carácter terrorista del acto, se trata de persecución de los disidentes. Por vituperable que fuera el acto, las ideas que lo sustentan están consagradas en principios universales: “Disentir es un derecho que se encuentra y se encontrará inscrito con tinta invisible en todas las declaraciones de derechos humanos pasadas, presentes y futuras”.[14] Saramago concluye, desengañado: “Cuba no ha ganado ninguna heroica batalla fusilando a esos tres hombres, pero sí ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis ilusiones. Hasta aquí he llegado”.[15]
La amistad
Se interpretó la carta “Hasta aquí he llegado” como una ruptura definitiva. En realidad, Saramago simplemente había llegado a una etapa de duda. Mantener una relación de amistad con Cuba no significa que uno pierda referencias morales o respalde todas sus decisiones. En 2005, Saramago declaró: “Soy amigo de Cuba en cualquier circunstancia y lo he sido siempre. […] Soy amigo de Cuba, pero como a los amigos, siempre le diré lo que pienso”.[16]
“Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo”,[17] escribió Julio Cortázar en Rayuela. Así hizo José Saramago frente a Cuba. Su pasión se quebró cuando Cuba violó un valor universal: la libertad de conciencia. Esta fidelidad, sin embargo, es exigente más bien que lábil. Se regenera nada más recuperar la confianza. De una pasión ciega, se convirtió en una amistad razonada.
[1] Federico García Lorca, Poesía completa, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2011, p. 525.
[2] José Saramago, “Hasta aquí he llegado”, El País, 14 de abril de 2003.
[3] “Cuando Saramago estuvo en Guatemela dijo: ‘Soy un comunista hormonal’”, Prensa Libre, 19 de junio de 2010.
[4] Rosa Miriam Elizalde, “Entrevista a José Saramago, Premio Nobel de Literatura”, La Jornada, 20 de junio de 2005.
[5] “Exige Cuba derogación incondicional de bloqueo estadounidense”, Diario Co Latino, 11 de junio de 2008.
[6] Gilles Pison, “Tous les pays du monde (2011)”, Populations & Sociétés, 480, julio-agosto 2011, p. 3.
[7] Informe sobre desarrollo humano – Sostenibilidad y equidad: Un mejor futuro para todos, Nueva York, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2011, p. 145.
[8] 2010 Environmental Performance Index, New Haven, Yale Center for Environmental Law and Policy, 2010, p. 8.
[9] “Fusilados en Cuba 3 de los secuestradores del ‘ferry’”, El Periódico Mediterráneo, 12 de abril de 2003.
[10] “Evo Morales ordenó la expulsión del embajador de EE.UU. en Bolivia”, La Nación, 10 de septiembre de 2008.
[11] José Saramago, “Hasta aquí he llegado”, op. cit.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] Ibidem.
[15] Ibidem.
[16] “José Saramago reafirmó su lealtad a Cuba en ‘cualquier circunstancia’”, Kaos en la Red, 18 de junio de 2005.
[17] Julio Cortázar, Rayuela, Buenos Aires, Punto de Lectura, 2002 [1963].