
A partir de 2002, cada año, el tercer jueves de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía, con el objetivo, señala la UNESCO, de subrayar “el valor duradero de la filosofía para el desarrollo del pensamiento humano, de cada cultura y de cada individuo”.
Para celebrar la práctica de esta disciplina, me permito compartir esta reflexión en cinco tiempos sobre uno de los temas recurrentes de la filosofía: ¿quiénes somos?
Tiempo 1: EL ASOMBRO
“Muchas cosas asombrosas existen en el mundo, y, con todo, nada más asombroso que el hombre…” (332-333). Así inicia la célebre Oda al hombre, que Sófocles introduce en su famosa tragedia Antígona. La tragedia es siempre una reflexión sobre los límites de lo humano, por lo que resulta relevante que el coro de ancianos canta este elogio a las habilidades prácticas e intelectuales de los seres humanos, justo después de que Antígona ha sido descubierta tratando de enterrar el cadáver de su hermano y está a punto de ser llevada a la presencia del Rey Creón, justo antes del famoso agon entre Antígona y Creón, que representa el enfrentamiento paradigmático entre las leyes humanas y divinas, el poder y la razón, lo público y lo privado, el autoritarismo y la resistencia.
La Oda al hombre comienza porelogiar las capacidades técnicas que los seres humanos han desarrollado para vencer las adversidades; menciona cómo ha vencido al mar y a sus tempestuosas olas con la navegación; cómo ha domado a la tierra con la agricultura y domesticado a los animales, y continúa enunciando sus habilidades intelectuales y morales:“se enseñó a sí mismo el lenguaje y el alado pensamiento, así como las civilizadas maneras de comportarse. Nada de lo porvenir le encuentra falto de recursos. De enfermedades que no tenían remedio ha discurrido posibles evasiones…”. Y luego de señalar que su único límite definitivo e invencible es la muerte -“solo del Hades no tendrá escapatoria”-, advierte sobre la posibilidad de que su enorme capacidad la dedique al bien o al mal: “poseyendo una habilidad superior a lo que se puede uno imaginar, la destreza para ingeniar recursos la encamina unas veces al mal, otras al bien”. Sin entrar en más definiciones, el bien, por su puesto, se identifica con la obediencia a los dioses…
La palabra en griego que el poeta trágico seleccionó para describir al ser humano es Deinon que suele traducirse como asombroso, maravilloso o misterioso, pero también terrible. El ser humano es Deinon porque es capaz de proezas impensables, de poder civilizatorio, de crear arte, ciencia, tecnología, ética, política… pero además de que tiene un límite, la muerte, también tiene un lado sombrío y terrible, también es capaz de violencia extrema, de crueldad extrema y de destrucción masiva.
Si pudiéramos imaginar a un extraterrestre que lanzara una mirada piadosa sobre la tierra (si es que los extraterrestres pudieran tener piedad), tal vez le costaría trabajo creer que la misma especie que produjo (aquí cada quien tiene su propio repertorio) las fugas de Bach y las sinfonías de Beethoven; las obras de Philippe Glass y la música de Queen y de Chico Buarque; la misma que pintó las Meninas, el Guernica y el grafiti de Bansky en el metro de Londres; la misma que compuso la Ilíada, los haiku, las novelas de Virginia Woolf y los cuentos de Borges; sea la misma que ha hecho correr tanta sangre y causado tanto sufrimiento y condenado a más de la mitad de su propia especie y a muchas otras especies a sobrevivir en las cadenas de la explotación, la miseria y la marginalidad como si la vida fuese el peor de los castigos…
El ser humano es Deinon, es asombroso y terrible. Tal vez es asombroso justo porque puede ser terrible.
Tiempo 2: LA PREGUNTA
Cuando nos preguntamos qué significa ser humano, podemos interpretar la pregunta en dos sentidos: ¿Qué significa ser ser humano? o ¿qué significa ser ser humano humano? En este segundo sentido la palaba “humano” califica al ser, es decir, puede verse como un adjetivo que contrastaría con su antónimo inhumano…. En este sentido podemos considerar que hay seres más o menos humanos que otro. Indagar sobre lo humano de los humanos, sobre la humanización vista como un proceso, ha sido tarea de un conjunto de disciplinas agrupadas en el concepto de Humanidades, y muy particularmente de la filosofía moral. Por su parte, a la pregunta ¿Qué significa ser ser humano?, entendido el término “ser humano” como referido a la especie homo sapiens, se la ha intentado responder desde la biología, la genética, las neurociencias, la antropología, la ontología, etc., etc. Para ambas preguntas la humanidad ha ensayado miles de respuestas: los humanos somos polvo de estrellas, barro cocido a fuego lento, amos del universo, ángeles caídos, chispa divina, almas infinitas encarceladas en cuerpos finitos, primates bípedos parlantes, etc., etc.
Lo relevante en todo caso, es que el ser humano, hasta donde tenemos noticia, es el único ser que se pregunta por su ser; el único que considera que puede ser más o ser menos de aquello que es; el único para el que devenir sí mismo es una aspiración.
No sabemos si los elefantes o las plantas se pregunten a sí mismas qué significa ser verdaderamente plantas o elefantes, pero sí sabemos que los seres humanos nos lo preguntamos muy seguido y que esa pregunta orienta nuestra acción y, de hecho, consideramos, por fortuna, cada vez con mayor firmeza, que ser plenamente humanos pasa también por respetar el cada vez más reducido espacio y garantizar la vida de los elefantes y de las plantas. Pues en nuestra interacción con el planeta y todos los seres vivos se debate hoy una buena parte de la definición y construcción nuestra humanidad.
Ser humano significa entonces hacerse la pregunta por el devenir de sí mismo, construirse a sí mismo, indagar y ensayar respuestas. De ahí la enorme importancia del arte y la filosofía.
Tiempo 3: SER-EN-EL MUNDO
Heidegger adoptó el término DASEIN para hablar del modo de ser propio del ser humano, de ese ser-en-el–mundo, que ensaya posibilidades a través de la pregunta y del cuidado por el ser, porque para Heidegger el ser-en-el-mundo es siempre un proyecto, un trayecto al futuro, un SIENDO en tiempo. Y en ese trayecto traza posibilidades, experimenta riesgos, se pregunta por los modos de ser en el mundo-con-otros.
A los seres humanos nos encanta vernos y pensarnos en acción, proyectarnos en ficciones que se vuelven orientadores de nuestras acciones, construimos mundos imaginarios que nos dan sentido.
Yuval Noah Harari señala en su famoso libro Sapiens. De animales a dioses, que se convirtió prácticamente en un best seller, que nos hicimos humanos gracias a nuestra capacidad de crear ficciones y comunicarlas, gracias a que utilizamos el lenguaje no solo para advertirnos sobre peligros o avisarnos donde hay comida, sino para crear narrativas que nos permiten 1) reconocernos y 2) lidiar con nuestros miedos. Hemos sobrevivido como especie, no por ser más fuertes, ni siquiera más hábiles, al contrario, sino porque somos más débiles y necesitamos crear imaginarios comunes. Hemos sobrevivido en gran medida gracias a nuestra capacidad para crear mitos y ritos que nos dan cohesión.
Por supuesto que estas fabulaciones también pueden convertirse en ideologías perniciosas: los sectarismos, los fanatismos religiosos, ciertas formas de nacionalismo, pueden ser tan catastróficas como la peor de las armas de destrucción masiva. Pero también pueden ser tan liberadoras como la Declaración de los Derechos Humanos, el sufragio universal, el feminismo, los derechos de los animales no humanos, el respeto por el planeta.
De manera que la forma en la que nos imaginamos, definimos y proyectamos como humanos tiene consecuencias prácticas definitivas. De hecho, en ello se nos juega la posibilidad de futuro.
Tiempo 4: el ARTE
Amamos el arte y la literatura porque tocándonos las fibras más sensibles de nuestro ser nos revelan una parte de lo que somos. Entonces nos reconocemos en la mirada de los otros y, aunque esa mirada a veces sea desoladora, tiene la magia de hacernos sentir menos solos.
Amamos el arte y la literatura porque sus posibilidades son infinitas. En los caracteres de cualquier lengua, en los sonidos de cualquier lengua, en las notas de cualquier escala, en el espectro de los colores están contenidas las infinitas e inagotables combinaciones de posibilidades que al concretarse nos producen asombro y fascinación, El crítico literario Julio Ortega dice en sus Memorias que cuando leyó El Aleph de Borges pensó: “No sabía que el lenguaje daba para tanto”, y es lo que nos sucede cada vez que tenemos una experiencia estética: no sabíamos que el lenguaje, el sonido, el color, el aroma, es saber, dieran para tanto…
Creamos y nos recreamos con las creaciones de otros porque es nuestra forma de rozar el infinito sabiéndonos contingentes. Y desde la ética decimos: no se vale que nadie viva privado de experimentar el gozo de la vida y las posibilidades de la creación, no se vale que nadie viva sin las condiciones materiales mínimas para explorar y desarrollar las posibilidades de su humanidad, condenado o condenada a una existencia, que el filósofo Thomas Hobbes definiría como “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Es decir, sin la posibilidad de experimentar el inmenso gozo de crear, la vida deviene inhumana.

Tiempo 5: La MUERTE
Hasta donde sabemos, el ser humano es el único ser vivo capaz de pensar y anticiparse a su propia mortalidad, y esto nos llena de angustia. Dice Cicerón que “filosofar no es otra cosa que preparase para morir”. Por eso, la pregunta recurrente de la filosofía, desde Sócrates a hasta nuestros días, ha sido: ¿Cómo es bueno vivir? Para saber morir…
Los griegos nos enseñaron a ser conscientes de nuestra hybris, del autoengaño de la soberbia humana, que cree que lo sabe todo, o que puede todo, y nos propusieron la moderación y la prudencia (sophrosyne y phrónesis,dirían los griegos).
El existencialismo del siglo XX volvió a poner en la mira el tema de la muerte. En la filosofía de Heidegger, la noción de ser-para-la-muerte define la singularidad de la existencia.
Sabernos mortales es parte fundamental nuestra condición humana y contingente, y, ante esta certeza ineludible, de que algún día moriremos, hemos respondido también de múltiples maneras: con miedo, enojo, angustia, frustración, resignación esperanza o desesperación…
Dice Macbeth, en el acto 50, luego de haber sucumbido a la ambición, cometido un asesinato atroz e inmediatamente después de entrarse de la muerte de su esposa, producida por la culpa del crimen: “La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a ser oído: es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa.” (Macbeth Acto V Escena V)
Macbeth puede interpretarse como la historia de un hombre que ha perdido el sentido de la vida porque perdió el sentido de la mortalidad, de ser un militar, valiente, leal y estratégico, termina convertido en una monstruosa máquina de matar porque ha interpretado mal el tramposo mensaje de las brujas y se cree inmortal.
La conciencia de la propia mortalidad produce angustia, pero las consecuencias de perderla puedan ser humanamente catastróficas. Borges lo dice de manera bellísima en su cuento El inmortal: “La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso.”
Seres para la muerte, contingentes y vulnerables, asombrados y asombrosos, los seres humanos nos construimos como humanos en función de los horizontes de plenitud que construimos, de los actos de imaginación que realizamos.
En nuestro horizonte de plenitud hoy tendrían que caber no solo todos los humanos, sino todo los seres vivos, animados e inanimados, hoy que hemos aprendido que no somos los amos de la naturaleza y que los logros científicos y tecnológicos solo tienen sentido si ayudan a disminuir el sufrimiento en la tierra; hoy que una pandemia nos ha devuelto de golpe la contundencia global de nuestra vulnerabilidad y la urgencia de una solidaridad universal; hoy que sabemos que nacemos homo sapiens pero devenimos humanos solo cuando somos capaces de reconocer nuestra propia humanidad en la mirada, la sonrisa, el sufrimiento y la alegría de los otros, tenemos que seguir imaginando de la mano de las ciencias y de las artes nuevos-modos-de-ser-en-el-mundo, como dice la poeta mexicana Rosario Castellanos: “(Debe haber) otros modos de ser humano y libre, otros modos de ser.”