
Concha Michel, cuyo nombre original fue Asunción, nació un 24 de mayo de 1899 en un pequeño pueblo de la región Costa Sur de Jalisco, llamado Villa Purificación, ciudad llena de historia y revueltas desde su fundación (1533): los españoles erigieron la primera capilla del entorno, sufrió una peste que terminó con la vida de miles de aborígenes, se le dio el título de municipio (1871), luego se le quitó el nombramiento (1883) y después se le vuelve a denominar municipio (1888), lugar habitado por múltiples etnias, los pobladores se hicieron villistas y participaron en contiendas revolucionarias. A pesar de que es un pueblo fundado antes que otras ciudades importantes, Purificación es un poblado detenido en el tiempo y cuenta aproximadamente con 11,000 habitantes.
Concha hizo sus estudios en un convento católico, fundado por su abuelo de origen francés, empresario, socio de Fábricas de Francia enGuadalajara. Esta educación le sirvió para formarse, además de escribir, tocar guitarra, cantar y componer sus iniciales textos. La primera rebeldía la llevó a cabo en sus incipientes años de estudio, cuando reunió y organizó una fuga de novicias. Luego con esa ansia de aprender y de conocer más mundo que el circunscrito al pedazo del pueblo que conserva su cordón, salió a Guadalajara donde estudió en el conservatorio y fue allí en el que aprendió el bel canto. Continuó su desarrollo en el Conservatorio Nacional de Música de México.
Al ser compositora por naturaleza, buena intérprete y muy viajera, llega a Estados Unidos y siendo amiga de algunas personalidades es invitada a cantar en el cumpleaños de Rockefeller y en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Con estos eventos junta suficiente dinero para realizar otro de sus tantos sueños: viajar. En sus aventuras sedientas de conocimiento y comprensión logra arribar a Europa y a URSS, donde se codea con intelectuales de la talla de Nadezhda Krúpskaya (escritora, pedagoga y revolucionaria rusa), Aleksandra Kollontái (escritora, activista y diplomática de Rusia), Clara Zetkin (activista, política y escritora alemana), André Breton y más personajes.
Recorrió el mundo luciendo con alegría y orgullo la vestimenta indígena, con atuendos bordados llenos de colorido y el pelo trenzado todo al estilo de las mujeres tehuanas.
A su regreso a México, con ese bagaje de experiencias su deseo de libertad se incrementa, así como el amor por los menos favorecidos. Al toparse con la realidad del trato misógino de sus compañeros de lucha, se fue transmutando en una librepensadora y defensora de los derechos de la mujer, incluyendo el derecho al voto.
Escribió un folleto titulado Marxistas y “marxistas” (1934) con mayúsculas y minúsculas, donde denunció las diferencias de género: “El programa del partido comunista era incompleto porque defendían al proletariado, pero soslayaban las necesidades de las mujeres trabajadoras. Me di cuenta que los comunistas usaban a las mujeres como las usa el clero, para consignas, para hacer mandados, para calentar café, además a muchas las usaban como ocupación sexual.”
Mujer completa en diversos aspectos intelectuales del país, tuvo la oportunidad de convivir y fraternizar con Frida Kahlo, Diego Rivera, María Izquierdo, Lupe Marín, Tina Modotti, Graciela Amador, Adelina Zendejas, Juana Belem Gutiérrez, Aurora Reyes, entre otros y otras.
Las acciones políticas que llevó a cabo fueron innumerables; miembro del Partido Comunista, Centro de Estudios para la Mujer, promotora de los derechos de la mujer, miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, de la Confederación Campesina Mexicana, del Instituto Revolucionario Femenino… y así continuó hasta su muerte el 27 de diciembre de 1990.
Su obra literaria es inmensa y variada: dramaturga, poeta y ensayista.
Es clara la postura anticlerical que acuñó desde joven y está patente en el libro Dios nuestra señora (1966), en el siguiente poema:
Inolvidable
Mujer, Madre del Hombre.
Humillada hasta lo más profundo de tu ser.
Para el fraile eres la imagen del pecado;
para el político, instrumento de placer
para el artista, quizás un tema estético
y para el sabio,
un «caso» que no ha podido resolver.
En sus canciones y corridos revolucionarios hay una reunión de excelentes versos con rimas asonantes y consonantes, versos limpios y sencillos que denuncian la actividad política en el contexto de su entorno.
Respecto a su dramaturgia escribió varias obras entre las que destacan: Obras cortas de teatro revolucionario popular (1931), Colección de obras de teatro para la mujer (1936) y Colección de obras para teatro (1942),en ellas existe un teatro alegórico y en sus personajes hay virtudes o defectos, de igual manera que en todos sus escritos con caracteres políticos y consignas por la defensa de las mujeres y de los más débiles.
Inquieta como era se propuso recopilar las canciones de la tradición del pueblo y al ser partidaria de Lázaro Cárdenas, lo acompañó en sus andanzas por todos los estados de la república, donde además de cantar los corridos de su autoría fue reuniendo letras y música del folclor de las rancherías y aldeas por donde pasaba, y como buena investigadora de la música popular y las recopilaciones de sus viajes, logró plasmarlas en algunos libros: Colección de cantos revolucionarios (1938), Corridos y canciones del siglo XIX (1946), Cantos indígenas (1951),donde encuentrola misma tesitura de sus escritos en esas baladas recogidas acuciosamente:
Ley Proletaria
Ora va la ley del pobre,
ya verán que es la mejor.
Sólo queremos justicia.
Sólo queremos razón…
Ora ricos no se asusten,
ningún mal se les hará,
si quieren vivir como hombres
y ponerse a trabajar.
-o-
¡Qué desgraciados serán
esos que entran al Gobierno
nomás a robar dinero
que tanto le cuesta al pueblo!
Entre su abundante obra encuentro Dos antagonismos fundamentales (1938), Amor en las sombras (1944), Dios-Principio es la pareja (1974);estos tratados están llenos de su amor al prójimo, de su constante enojo por las diferencias de género, así como la situación política y clerical de la época.
Algunos libros y folletos los escribió junto a otras compañeras: con Juana Belem La república femenina; con Aurora Reyes, Natalia Moguel y Antonieta Rascónel documento La Dualidad.
Prologó el libro ¡Alto! de Juana Belem Gutiérrez de Mendoza (1950), donde dice: “Otro aspecto sumamente valioso de la obra escrita de Doña Juana es su defensa tan valiente y honrada del indígena mexicano. Esta admirable mujer presenta con orgullo su origen materno. Véase su obra publicada “Por la Tierra y por la Raza” Doña Juana, como Eulalia Guzmán, luchó incansablemente por demostrar al mundo la grandeza de espíritu comprendida en la raza indígena (…) Es lamentable que de una obra tan importante como “Por la Tierra y por la Raza”, se haya publicado un número tan reducido de ejemplares, los que, naturalmente, están completamente agotados y casi nadie conoce.” Es increíble que hace 70 años Concha Michel haya mencionado todo lo anterior, cuando hoy sus libros son imposibles de encontrar, aunque esté reconocida como distinguida jalisciense, mexicana brillante y una escritora activista.
En el 2019 el buscador internacional Google celebró el 120 aniversario de su nacimiento con un doddle animado.
A Concha Michel le pasa algo semejante que a Aleksandra Kollontái, Juana Belem Gutiérrez y otras tantas mujeres intelectuales de esa época: escribieron para su tiempo, sus palabras y acciones pertenecen al valor de ese momento, pero pierden trascendencia y se diluyen al paso de los años.