
Una cierva a la que le faltaba un ojo pacía a orillas del mar, volviendo su ojo intacto hacia la tierra para observar la posible llegada de cazadores, y dando al mar el lado que carecía del ojo, pues de allí no esperaba ningún peligro. Pero resulta que una gente navegaba por este lugar, y al ver a la cierva la abatieron con sus dardos. Y la cierva agonizando, se dijo para sí
— ¡Pobre de mí! Vigilaba la tierra, que creía llena de peligros, y el mar, al que consideraba un refugio, me ha sido mucho más funesto.
-La Cierva Tuerta, Fábulas de Esopo
En abril de 1651, el filósofo inglés Thomas Hobbes publicaba el primer libro moderno de la política, el Leviatán. En él, trata de explicar la relación entre gobernados y gobernantes en función de alcanzar un equilibrio omnímodo. Hobbes describe el comportamiento humano como naturalmente caótico. Si no hay una autoridad absoluta para regular el orden de la sociedad, los individuos estarán, indistintamente de sus intereses, en una eterna pugna por el poder. Bajo este argumento, el autor sugiere -desde una perspectiva materialista- que la mejor opción para mantener la estabilidad del Estado es a través de una monarquía absoluta, que, si bien limita en considerable medida la libertad de los actores, garantiza a su vez la seguridad de todo el pópulo.[1] Durante los siguientes cincuenta años, Europa pasaría del materialismo de Hobbes al racionalismo de Descartes y Spinoza, como respuesta a este último movimiento surgiría una corriente basada en la experiencia, la reflexión y la observación: el empirismo. Cuyo primer gran exponente fue -como Hobbes- un filósofo inglés de nombre John Locke. Además de ser coterráneos y su inminente interés en describir la naturaleza del Estado, las similitudes de ambos personajes son en realidad bastante laxas. Como una respuesta a la teoría ya establecida en el Leviatán, Locke escribe el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, texto en el que sugiere que todos los hombres nacen libres; por tanto, el gobierno despótico de carácter absolutista es una alternativa casi peor que la anarquía. En consideración a lo anterior, el autor propone una corriente en la cual todos los gobiernos están limitados por sus poderes y existen solamente por el consentimiento de los gobernados. [2] Este texto es el primer manifiesto del liberalismo político moderno.
Los tiempos –al menos a la brevedad- le dieron la razón a Locke. Luego de los grandes procesos del siglo XVIII –la Revolución Industrial y la Revolución Francesa-, los principales territorios del mundo comenzaron a transitar por una época de estabilidad y desarrollo económico. El crecimiento fabril a la par de la influencia del Código Civil Napoleónico en todo el mundo occidental, conllevó a que el liberalismo penetrara rincones que nunca había alcanzado.[3] Sin embargo, el surgimiento del marxismo en 1848, el triunfo de las izquierdas durante todo el siglo XX en distintas latitudes del planeta, y la creciente marea rosa que parece tener cada vez más presencia en América Latina, sugieren que la aprobación de esta teoría por la sociedad, no ha sido absoluta. Sigue vigente una de las preguntas más antiguas de la ciencia política: ¿Es el liberalismo una solución para todos los problemas relacionados con lo político?
Para el desarrollo del texto, el lector deberá tener en cuenta las siguientes premisas:
- Que la ciencia política es una ciencia abierta, y por tanto está en constante interacción con otras ciencias -la económica, por ejemplo-.
- Que el liberalismo puede ser concebido desde una perspectiva política, una económica y otra social. Estas dos últimas, producto de la primera.
- Que el liberalismo –al menos desde su concepción- no es lo mismo que la democracia. Un gobierno podría ser liberal sin una democracia directa o representativa, así también, un régimen socialista podría gozar de elecciones populares.
Antes de comenzar con la línea argumentativa, es primordial establecer los parámetros conceptuales a los que el lector deberá apegarse a lo largo del texto. Como el ensayo que reviso inicialmente, los primeros cimientos del liberalismo moderno fueron propuestos por John Locke. Sin embargo, para fines de este trabajo, el lector deberá considerar la definición de Norberto Bobbio en su obra Liberalismo y democracia: “aquel Estado con poderes y funciones limitados que se contrapone al sistema absoluto”.[4] Con respecto al sistema político el lector deberá tener en cuenta la definición del politólogo canadiense David Easton: “las interacciones por medio de las cuales se asignan valores en una sociedad –es decir, aquellas que determinan el rol de cada agente político”.[5]
Eduardo Montagut, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, sostiene que, desde su hegemonización en el siglo XIX, el liberalismo ha presentado distintos problemas de corte socioeconómico. El más conocido –señala el autor- sería denominado “el pánico de 1873”. Este fenómeno tuvo sus principales repercusiones en Europa. La bolsa de valores de Viena cayó abruptamente, y por añadidura, quebraron los grandes bancos de los Estados industrializados. Los riesgos provocados por la crisis conllevaron a que la agricultura europea pasara por un trance sin precedentes; ya no podían producir alimentos al mismo costo de antes; sus competidores en el continente americano tomaron ventaja sobre ello. Quienes laboraban en este campo, decidieron emigrar a otros países con políticas más favorables para los campesinos.[6] Por otra parte, el exiguo capital de los empresarios desembocó en una desesperada misiva por crear monopolios y extinguir a los demás competidores. Las consecuencias de este siniestro se extienden hasta 1907. Como el lector podrá distinguir, el liberalismo puede conllevar a grandes recesiones económicas, al tiempo que crea escenarios donde la libertad financiera –contrario a los que sus primeros teóricos formulan- está bastante limitada.
Montagut no es el único académico que reconoce los inminentes fallos del liberalismo, Timothy Garton Ash, profesor de estudios europeos de la Universidad de Oxford, asegura que el liberalismo moderno ha fallado en conceder bastantes beneficios a los capitalistas, produciendo un agravio en la repartición de los recursos. En palabras de Ash, el liberalismo pasó de ser un discurso crítico e irreverente en favor de las libertades políticas, a un discurso de las “élites”. Dejó de lado las necesidades del pópulo en torno a la justicia, la equidad, y el sentido de la pertenencia.[7] El lector puede notar a partir de lo anterior que el liberalismo no solo erra en cuestiones económicas, sino también en asuntos políticos y sociales.
Luego de haber analizado el contexto internacional del liberalismo, es necesario redirigir los esfuerzos de este trabajo hacia la situación que vive México con respecto a los problemas políticos. Para ello, este texto tomará como referencia Los grandes problemas de México: Instituciones y procesos políticos, coordinado por Soledad Loaeza y Jean-François Prud’homme. Específicamente, los conflictos señalados por Carlos Elizondo Mayer-Sierra -la economía política de un crecimiento mediocre- y José Antonio Aguilar Rivera –las transfiguraciones de la identidad nacional-. En el primero, el autor apunta que si bien el crecimiento económico no es el único factor que importa para determinar el éxito de un país, una economía fuerte puede potenciar todo lo demás, “desde la soberanía de la nación, hasta la creatividad de la población”. [8] Sin embargo, México no ha obtenido las tasas de crecimiento esperadas para un país de sus características. Por su parte, Aguilar Rivera hace un balance sobre la perdida de la identidad mexicana. Menciona que, a partir de la década de los noventa, el país comenzó a transitar por una “inestabilidad simbólica” la cual, ante el cada vez más presente multiculturalismo parecía hacerse más aguda. “La nación mexicana” paso de representar a los pueblos originarios, a representar a todos los mexicanos.[9]
En respuesta al primer planteamiento, es preciso analizar la perspectiva de José Antonio Romero Telles, catedrático del Colegio de México. Romero sostiene que el crecimiento económico de México por debajo de los niveles esperados es producto de dos errores: el primero, considerar que las políticas de libre mercado implementadas a finales del siglo pasado iban a generar por sí mismas un crecimiento; el segundo, inferir que a través de la inversión extranjera se iba a transferir tecnología a México, y que, en consecuencia, los mexicanos serían más productivos.[10] Como el lector notará, las decisiones tomadas durante el apogeo del periodo neoliberal –como la firma del Tratado de Libre Comercio- son las que han limitado potencialmente el crecimiento económico de México.
Con respecto al segundo, Jane Collier, profesora de antropología de la universidad de Stanford, admite que superficialmente pareciera que el liberalismo y el racismo bajo ninguna circunstancia podrían ir en paralelo. Por una parte, el liberalismo –como este ensayo señalo en un principio- está fundamentado bajo la idea de que todos los hombres son iguales. Por otro lado, el racismo está construido sobre la idea de que los integrantes de una raza con naturalmente superiores a los de otra. No obstante, Collier señala que en realidad se trata de “dos caras de la misma moneda”. Las naciones bajo influencia del liberalismo, normalmente protegen los derechos de algunos cuantos –aquellos que se ciñen desde al nacimiento a su jurisdicción-, mientras que todos los demás reciben nula protección por parte del Estado. Aunado a esto, pueden presentarse otras dificultades en función de género, raza, religión o cualquier otra característica que presente contrariedades a lo que, en este supuesto, la autora llama “el ciudadano normal”.[11] El liberalismo moderno compromete que la sociedad tenga patrones de identificación arraigados en función de su nacionalidad. Esto puede verse reflejado en sociedades como la estadounidense, la alemana o la francesa; si bien estos territorios gozan de estabilidad económica, las divisiones sociales en función de raza son evidentes.
Con base a los ejemplos anteriores, queda claro que el liberalismo no es una solución para todos los problemas de la política moderna. De hecho, en algunos casos es el liberalismo el que alimenta estos conflictos. No obstante, quien esto escribe considera que no es suficiente describir el panorama de los problemas de la política mexicana; hay que proponer soluciones. José Antonio Romero y Julen Beraluce Iza son diestros en ese sentido. A través de su obra Estado Desarrollador: casos exitosos y lecciones para México, los autores presentan una serie de modelos económicos, políticos y sociales que el país podría adoptar en un escenario no tan lejano. De entre todas, la propuesta de Vietnam es la que más llama la atención. Este territorio surasiático, como México, fue acosado por potencias europeas durante todo su proceso de construcción, a la par de que políticamente se ha desarrollado en un contexto complicado. La Republica Comunista de Vietnam ha logrado que su PIB crezca a tasas del 7% anual desde hace algunos años. Esto se debe al éxito de sus reformas en materia económica, en la cual el Estado ha optado por intervenir con un sistema basado en el liderazgo continuo con la capacidad de cambio, la capacidad de organización de la sociedad, y la autonomía del Estado.[12] Al contrario que México, Vietnam apostó por una política económica que mejorara los intereses de los vietnamitas desde dentro.
En función de todo lo anterior, este trabajo espera ser de ayuda para que los ciudadanos de este hemisferio puedan discernir con mayor responsabilidad al momento de emitir un juicio sobre las corrientes ideológicas imperantes. No es el propósito de esta argumentación sugerir que un sistema de gobierno es superior a otro. Indiscutiblemente, tanto la tesis de Marx como la de Locke han sido desatinadas en varios escenarios históricos; aun así, el problema en cuestión no surge a raíz de retomar sus planteamientos, sino de leer sus textos como si de Biblias se tratara; creyendo que sus líneas son sagradas e inobjetables. Tal vez así, con más sensatez, la resolución de los conflictos que afligen a la ciudadanía esté más al alcance de sus posibilidades. Como en la fábula de Esopo,[13] pareciera que el mundo occidental –México incluido- está preocupado por la marea rosa que arrasa en algunas latitudes de la geografía continental, creyendo que inevitablemente se traducirán en una catástrofe. Como cuando la cierva tuerta, la perdición a veces llega desde otro lado.
Referencias
Bobbio, Norberto. Liberalismo y democracias. (Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica, 2005).
Collier, Jane. “Liberalismo y racismo: dos caras de una misma moneda”. Dimensión Antropológica. Vol. 15 (Enero de 1999).
Easton, David. et al. “Categorías para el análisis sistémico de la política”, en Diez textos básicos de Ciencia Política (Barcelona: Ariel, 2001).
Esopo. Obras clásicas de siempre. (Ciudad de México: Biblioteca Digital Ilce, 2017).
Fariza, Ignacio. “El TLC es una de las causas del estancamiento de México”. El País. (Abril de 2018).
Hobsbwam, Eric. La Era del Capital. (Buenos Aires: Planeta, 2010).
Hobbes, Thomas. Leviatán. (Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica, 2004).
Loaeza Soledad y Prud’homme, Jean-François. “La economía política de un crecimiento mediocre”, en Los grandes problemas de México: Instituciones y procesos políticos, (Distrito Federal: El Colegio de México, 2010
Locke, John. Ensayo sobre el gobierno civil, (D.F. México: Gernika, 2000).
Montagut, Eduardo. “Los problemas del liberalismo económico entre 1873 y 1914”. El Obrero. (abril del 2018).
Romero Tellaeche, José Antonio y Berasaluce Iza, Juren. Estado desarrollador: casos exitosos y lecciones para México. (Ciudad de México: El Colegio de México, 2019).
The Political Quarterly. Timothy Garton Ash – What went wrong with liberalism? And what should liberals do about it? Consultado el 7 de diciembre del 2020, https://backdoorbroadcasting.net/2018/06/timothy-garton-ash-what-went-wrong-with-liberalism-and-what-should-liberals-do-about-it/
[1] Thomas Hobbes, Leviatán, (Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica, 2004), 151
[2] John Locke, Ensayo sobre el gobierno civil, (D.F. México: Gernika, 2000), 39
[3] Eric Hobsbwam, La Era del Capital,(Buenos Aires: Planeta, 2010), 42
[4] Norberto Bobbio, Liberalismo y democracia, (Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica, 2005), 7
[5] David Easton, “Categorías para el análisis sistémico de la política”, en Diez textos básicos de Ciencia Política (Barcelona: Ariel, 2001), 224
[6] Eduardo Montagut, “Los problemas del liberalismo económico entre 1873 y 1914”, El Obrero, (abril del 2018).
[7] “Timothy Garton Ash – What went wrong with liberalism? And what should liberals do about it?,” The Political Quarterly, consultado el 7 de diciembre del 2020,
[8] Carlos Elizondo Sierra-Mayer, “La economía política de una crecimiento mediocre”, en Los grandes problemas de México: Instituciones y procesos políticos, (Distrito Federal: El Colegio de México, 2010), 160
[9] José Antonio Aguilar Rivera, “La economía política de una crecimiento mediocre”, en Los grandes problemas de México: Instituciones y procesos políticos, (Distrito Federal: El Colegio de México, 2010), 532
[10] Ignacio Fariza, “El TLC es una de las causas del estancamiento de México”, El País, (abril de 2018).
[11] Jane Collier, “Liberalismo y racismo: dos caras de una misma moneda”, Dimensión Antropológica, vol. 15 (enero de 1999).
[12] José Antonio Romero Tellaeche y Juren Berasaluce Iza, Estado desarrollador: casos exitosos y lecciones para México, (Ciudad de México: El Colegio de México, 2019),328
[13] Esopo, Obras clásicas de siempre, (Ciudad de México: Biblioteca Digital Ilce, 2017), 123