
Llego la temporada navideña, el invierno, y con ello llegaron las celebraciones, las vacaciones y el espíritu de la temporada. Para algunos es una época de mercantilismo descarado, otros ignoran este hecho para celebrar, pasar tiempo con la familia, porque es la época de los villancicos, el pavo, el pino navideño y, por supuesto, la época de Santa Claus.
El personaje de Santa Claus lleva años existiendo en el folklor navideño, pero su imagen más reconocida es de hecho moderna, una creación de la compañía Coca-Cola para esta temporada. Es una historia que todos conocen y que no vale la pena contarla por enésima vez, pero hay que mencionar que la época navideña tiene su propia mitología, sus propios personajes, como Papa Noel, y también sus propios monstruos.
El más notable de ellos es el Krampus: un ser que castiga a los niños que se portaron mal durante el año. Lejos de ser un enemigo de Santa Claus es su complemento: Santa recompensa con regalos a los niños buenos mientras que Krampus los castiga.
Las noches del 5 y 6 de diciembre son conocidas en Austria como Krampusnatch (Noche del Krampus), en las que este monstruo, al lado de Papa Noel, recorre las calles agitando cadenas oxidadas y haciendo sonar campanas para advertir de su llegada y aterrorizar a los niños. El Krampus mete en su cesto a todos los niños que fueron groseros, malos o traviesos para llevarlos al infierno, azotarlos y en la noche de Navidad comérselos vivos.
Esta tradición continúa celebrándose hasta en la actualidad con jóvenes vestidos como el Krampus asustando a los niños y azotando las cadenas. Es interesante ver cómo Papa Noel acompaña a este ser—su gemelo oscuro— en su recorrido. Así, mientras Santa trae alegría, su contraparte trae terror.
Tanto Santa como Krampus son dos figuras representativas de la temporada, dos figuras que a veces se vuelven una: en algunas regiones de Europa del Este a los niños se les advierte que si no se portan bien Santa vendrá a comérselos. Posiblemente sean una misma deidad, el mismo dios del invierno en dos facetas diferentes como ser benévolo e implacable castigador.
La figura de Santa Claus toma rasgos del Odín de los nórdicos (en algunas tradiciones Odín trae regalos a su gente en Yule), el Rey Sagrado de los celtas y el Padre Tiempo Saturno-Cronos, dios al que se le dedicaban las saturnales romanas en esta temporada. Este último dios es conocido por haber devorado a sus hijos, mientras que Odín no es una deidad bondadosa, tiene rasgos de Trickster y suele usar disfraces para engañar a dioses y mortales, como puede ser de Santa Claus y de Krampus.
Con el tiempo y la hipócrita corrección política la figura del Krampus fue borrada y el Santa devorador de niños malos fue siendo ignorada; en lugar de eso, tradicionalmente se les dice ahora a los niños que Santa solo trae carbón a los niños que se portaron mal.
Pero además del conocido Krampus, la temporada navideña tiene todo un bestiario de seres espeluznantes.
En las tierras de Finlandia encontramos al Joulupukki que literalmente significa “Cabra de Navidad”, que es una versión más primitiva y pagana de Santa Claus. Joulupukki era una figura ataviada con pieles y cuernos que iba a las casas no a dar regalos a los niños, sino a exigirlos como un tributo. Con el siglo XX y la influencia norteamericana, Joulupukki fue sufriendo una modificación para ser una versión finlandesa del bondadoso personaje yanqui, olvidando sus raíces primitivas. Existe una película de terror finlandesa que se centra en este personaje llamada Rare Exports: A Christmas Tale.
En las mágicas tierras de Islandia, tierras de doncellas rubias, trolles, gnomos y hadas, encontramos una gran variedad de monstruos navideños, empezando por Gryla la madre de los monstruos, un gigantesco troll que tiene un hambre insaciable por la carne de niños y que cada Navidad busca a los niños desobedientes para devorarlos en su estofado.
Gryla tuvo tres maridos, de los cuales asesinó a dos porque estaba aburrida de ellos. Con el tercer esposo, el troll Leppaludi, engendró trece hijos: los Jolasveiner, otros monstruos navideños, trolles que en esta temporada se dedican a hacer bromas pesadas, robar regalos, azotar puertas cuando están los niños durmiendo y robar alimentos.
Esta horrible familia tiene por mascota a Jolakottur el Gato de Yule. Si los griegos tienen en sus mitos a Cerbero el guardián del Hades, los mitos nórdicos tienen a este maligno felino que resulta su homólogo. Se trata de un gato negro gigante con ojos de fuego que se pasea por las noches en busca de sus presas favoritas que son, como ya habrán adivinado, niños que no vistan ropa nueva. El gato considera que si los niños no recibieron ropa nueva es porque fueron mal portados todo el año y se los come.
En Alemania tenemos a Knecht Ruprecht, traducido como el Peón Ruperto, una figura similar al Krampus pero cristianizada. Es el sirviente de Papa Noel que viste con una túnica negra y puntiaguda, acompaña a su amo montado en un caballo blanco y su labor es casi la misma que la del Krampus: castigar a los niños malos ya sea azotándolos o dándoles carbón como regalos. Ruprecht también es el nombre con el que se conocía al diablo en la Alemania del Medievo.
Es interesante ver cómo mientras Krampus es el gemelo oscuro de Papa Noel, el Peón Ruperto es su sirviente, también es el diablo como una alegoría cristiana: Dios (Papa Noel) premia a los buenos mientras que el diablo (Knecht Ruprecht) los castiga.
Como mencione Knecht Ruprecht resulta una figura cristianizada del Krampus, menos malvado y con una apariencia humana en contraste con la salvaje y bestial apariencia del Krampus.
Similar a Knecht Ruprecht en Francia encontramos al Padre Azotador o Le Père Fouettard. Apareció por primera vez en el año 1150, era un carnicero (o posadero en algunas versiones) que con engaños raptó a tres niños, los mató y destazó para devorarlos; antes de comerlos apareció el mismo San Nicolás que resucitó a los niños. Tras esto, el Padre Azotador se arrepiente y como penitencia por sus crímenes se convierte en el sirviente de San Nicolás, que le ordena azotar y perseguir a los niños malos.
Estas dos figuras tienen sus variaciones como el Belsnickel en algunas regiones de Alemania, o Pedro el Negro en los Países Bajos y Flandes, quien era el esclavo negro de Santa, y que en la actualidad ha sido acusado como un “estereotipo racista” por los muy “correctos” y buenistas grupos de derechos humanos y liberales.
Todas estas figuras forman parte de la tradición invernal, de antiguas historias que remontan a un pasado tribal y oscuro en la que trolles, duendes traviesos, espíritus bondadosos y malvados vivían entre los humanos.
Como ya comenté, el mismo Santa Claus es una variación del viejo dios invernal Odín-Saturno-Abuelo-Hielo-Rey Sagrado, y si nos remontamos más en el tiempo al viejo Dios Oso de los pueblos más primitivos, una figura salvaje, que podía transformarse en hombre y mujer, una deidad que devoraba a los niños perdidos, otras veces que se disfrazaba como humano para juntarse con los mortales, otras veces actuaba como bufón o como dios de la fertilidad.
El Krampus, Knecht Ruprecht, el Padre Azotador y el mismo Santa parecen variaciones del Hombre del Saco, el Coco, el Tío Saín, el Sacamantecas y actualmente el personaje de creepypastas Slenderman, personajes del folklor infantil que castigan con llevarse o comerse a los niños que no se duermen temprano o se portan mal. Todos esos mitos no mueren, sino que se van transformando o se van camuflando, adoptando nuevas identidades, nuevas máscaras para seguir entre nosotros.
A los niños ya no se les dice que el Krampus o el Gato de Yule vendrán por ellos si se portan mal. Por esa corrección política y esa pedagogía ridícula de querer sobreproteger a los niños de todo, mantenerlos encerrados en imaginarios “espacios seguros” de cualquier cosa que pueda causar miedo o ansiedad, al final tenemos a niños sin mitos, sin imaginación e incapaces de enfrentar emociones tan humanas como el miedo.
Claro, a los actuales mercaderes no les conviene un Santa que coma niños malos o un Krampus que castigue a los malportados, quieren un ambiente de felicidad artificial para generar un ambiente de compras, más compras, espacios seguros, un Santa bonachón que les diga a los niños malcriados y odiosos que les va a dar todo lo que ellos exigen (no piden, exigen) solo porque son buenos y especiales. Decirles que el Krampus vendrá por ellos o que les traerá carbón asegurará un daño psicológico y traumático, o por lo menos eso diría un psicólogo infantil.
Pero la temporada navideña es una época de celebración, de mitos, de bebida y comida, así como de felicidad, y los viejos trolles, espíritus y duendes están más vivos que nunca. Mientras por el día impera la corrección política y el mercantilismo descarado, por las noches el Krampus y toda esa tropa de monstruos navideños sale a las calles buscando a los niños malos a quienes castigar.
Sean buenos.
[NOTA: Este trabajo fue publicado anteriormente en la desaparecida revista digital Operación Marte el día 15 de diciembre de 2017 en México.]
Referencias:
“El diablo en la chimenea” por Robert Anton Wilson
Top 7 Monstruos y demonios de la Navidad / RAPATUSTRA
Los monstruos de la Navidad