
He de contar la mañana de hoy entre risas y lágrimas. Ceci, que me ayuda en la casa, llega y le pregunto de sopetón, Cuántos abortos hiciste, con sencillez me responde, Dos. A mi vez, Yo hice cuatro, replico. Nos quedamos pensativas, luego le cuento lo de Argentina y juntas tratamos de reconocer las voces, en mi compu, de millones de mujeres festejando la ley del aborto que hoy se hace cierta en Argentina. Arriba el feminismo…Se va a caer…que va a vencer. No atinamos con la consigna íntegra así que le pregunto a Marina, allá en el Sur.
Luego pienso en el libro que termino de comprar de Judith Butler. En sus dichos sobre el movimiento argentino surgido por parte de las mujeres en 2015 Ni una menos. La comparación que hace entre el Me Too y la lucha femenina del Ni una menos. El primero de corte individualista y el segundo la aparición de la Otra. No de Mí sino de todas, las otras, las más lastimadas, las muchachitas por hambre y pobreza, destinadas a la prostitución, la trata de personas, las violaciones innumerables que las hacen madres a los 12 o 13 años.
De modo que la parresía no es solamente la comunicación de algo verídico, sino que requiere por parte de quien habla la creencia en la verdad, y la expone asimismo a un riesgo político. Es su cuerpo de hecho, el que está en peligro, pues una detención, un encarcelamiento, la muerte, son acciones del Estado que constriñen o destruyen el cuerpo de quien habla.
En ese orden Las Madres de Plaza de Mayo o las Familias de Ayotzinapa.
Se me mezclan de tal modo las guerras a las que nos vimos arrastradas que debo aterrizar en alguna parte. Se me aparece clarito con la historia de las luchas femeninas en mi país de origen. Se hace camino al andar, dice el poeta. No hay logros si no es con acumulación de logros.
Y así fue, desde principios del siglo xx las mujeres argentinas se expusieron escandalosamente al repudio, la persecución, la burla, al poner en cuestión la maternidad forzosa, el amor libre, la autonomía plena para la mujer de entonces. En 1921 obtuvieron la ley del aborto no punible en casos de violación y otros, en 1926 la ley de derechos civiles, en 1947, el voto femenino con la presión de una mujer que defendió asimismo la patria potestad sobre sus hijos, Eva Perón. Y luego a causa de dictaduras, terrorismo de estado, persecuciones ignominiosas, aparece en público un raro grupo de 14 madres el 30 de abril de 1977. Eran las Madres cuya gesta daría vuelta al mundo. Y así, pasito a pasito hasta hoy: ley de la patria potestad compartida, (el sueño de Evita), ley de divorcio. Y por fin, la capacidad de hablar hasta llegar a la violencia abierta y soterrada en los hogares, en el trabajo, en la calle, en las academias. Y fuerte y trepidante al fin, la soberanía sobre los propios cuerpos. Yo decido en mi cuerpo cómo quiero y cuándo quiero.
Pero yo estoy aquí, en Monterrey, acaso la ciudad más conservadora de México, aquí donde los abortos se ocultan y las niñas de clase alta son intervenidas al otro lado de la frontera. Aquí donde hablar de aborto resulta mala palabra y donde cada día se condenan las declaraciones liberadoras. Cómo hacer para que nuestras hijas, nuestras mujeres todas, alcancen la bondad de sus propias decisiones sobre sí mismas. Que mi empleada Ceci y tantas como ella, no se vean obligadas al riesgo de una intervención donde pueden perder la vida, como casi me pasa a mí en mi primer aborto clandestino. Cómo hacer, para que libres de creencias culposas, las mujeres nuevoleonesas se encuentren con la novedad que toda elección es un riesgo y que sólo arriesgándose nos volvemos personas completas puesto que decidimos que el primer derecho, es tener derechos al igual que los hombres.
Hoy es un día memorable. Gracias mujeres del Sur por este regalo de fin de año.