
El cine ante todo debe ser una forma de agitar la mente, de construir puentes entre la ficción y la realidad, de servir como espejos cóncavos que nos muestren al boquete de humedad, donde no hay nada (Rafael Alberti dixit) que es el ser humano. Filmes como los de Kim Ki Duk, son pequeñas formas de agitación que nos recuerdan que el dolor siempre está presente en nuestras vidas, ya sea en la intimidad de la pareja, hasta el dolor de un país dividido con una herida que los lleva al borde de la locura.
Su cine nos agita y nos deja una interrogación ética en torno a la mirada del espectador en torno al dolor de los demás, pero también su obra nos lleva a la reflexión sobre el dolor político. El marine (Corea del Sur, 2002) se centra en el dolor de un país que la paranoia de una frontera convulsa los lleva a la locura personal, pero como los filmes de Kim Ki Duk no son corales, sino pequeños espejos éticos donde podemos ver las heridas causadas por la realidad de un país, El marine se centra en cómo la frontera hiere a un personaje y lo trauma hasta la locura.
El marine es una obra cinematográfica que se desenvuelve en la frontera de Surcorea y Norcorea. La tensión entre ambas tropas crece. Dos noches antes, Kang sigue las órdenes de su General y le dispara a una persona que se infiltró en la frontera.
Esa frontera, más que un límite entre dos países, más que ser una separación geográfica, impuesta de manera artificial, es una herida que va destruyendo la unidad del personaje principal, Kang, que en su búsqueda por la pertenencia, por la unidad, se ve consumido por el entorno (véase la escena inicial: el personaje imbuido por ese espacio geográfico / simbólico que es la frontera entre Corea del Sur y Corea del Norte).
Kang es una herida andante, su búsqueda de pertenencia / unidad lo lleva al ejército, pero como todos los personajes de Kim Ki Duk, las heridas son tan profundas que ya no es posible la unidad, y, al contrario, su llegada al ejercito hace que su frontera con la realidad y la unidad se haga más grande.
Kang, al matar a una persona en esa frontera /herida, hace más grande la frontera interior que se está generando en su ser. Los asideros que lo ataban a la realidad lo van abandonando y lo dejan por completo como una herida, como una llaga de lo alguna vez fue un ser humano. En ese mismo tono se podría destacar el personaje de la hermana del pescador, una chica con problemas de retraso mental, que quizá viva más allá de sus heridas, vive más allá de los límites de las fronteras de la realidad. Ella ya pasó por esa frontera y la lleva a olvidar la búsqueda de unidad, y simplemente se dedica a vivir en torno a sus propias realidades. Ella más que una herida es un camino hacia esas fuerzas complementarias en torno a las que nos arroja en cada película, el realizador sudcoreano, fuerzas que dividen a los individuos y los llevan a crear fronteras (hombre y mujer, blanco y negro, ciudad y campo, marginado y burgués, máscara o rostro, ser o no ser). Pero como el personaje de la hermana del pescador, para lograr la unidad (aunque sea en la inocencia de la locura) hay que reconocer / interiorizar esas fuerzas complementarias.
El cine de Kim Ki Duk es la representación de una pregunta ética y espiritual en torno al dolor y sus causas. En El marine esa representación se presenta en torno a una herida histórica y política que va consumiendo a sus personajes, va negándoles la posibilidad de herramientas que les permitan encontrar la unidad anhelada.
Cada una de sus películas nos presenta a personajes que viven en torno a sus heridas y los golpes que les propinan, como en El marine, donde la herida / frontera que ha dividido a un país ha creado seres incapaces de comunicarse entre sí, incapaces de tender fronteras o puentes entre unos y otros. Para el director de Aliento y Piedad, cada una de sus películas deben de plantearse las preguntas en torno a qué causa las heridas, qué causa las fronteras. Quizá no haya respuesta clara, pero sí un reconocimiento de la herida, pues el cine es una forma de agitar las mentes y el cine de Kim Ki Duk es eso: una forma de agitar la mente, de construir espejos donde se refleje el espectador y vea sus heridas.