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El contrabando en la frontera noreste como objeto histórico

enero 10, 2016Deja un comentarioReseñasBy Alberto Barrera-Enderle

UNIVERSITY OF TEXAS PRESS

Una de las corrientes historiográficas que más ha prosperado en las últimas décadas en la vida académica estadunidense es la historia de las fronteras (Borderlands History). A diferencia de las tradicionales historias nacionales (que suelen limitar la capacidad del historiador para captar las conexiones sociales, culturas y económicas implícitas en la movilidad de aquellos sujetos que habitan regiones fronterizas), la historia de las fronteras aplica un enfoque trasnacional. Este enfoque permite al historiador no limitarse a considerar las fronteras nacionales como perennes, predeterminadas y estáticas. Por el contrario, sugiere que las fronteras étnicas y culturales suelen ser imperfectas, padecer fugas internas y en especial, que las divisiones políticas y geográficas no son impedimento para el establecimiento de alianzas trasnacionales, interculturales y redes de intercambio comercial.

 

Esta boyante corriente historiográfica ha dedicado decenas de libros a comprender mejor la historia de las fronteras, en especial la de México-Estados Unidos, estudiando aspectos tan disímiles como las invasiones de indios bárbaros, las alianzas interétnicas, la conformación de las identidades regionales, los cambios en la religiosidad, rebeliones armadas, actividades económicas, problemas medioambientales, conflictos raciales y hasta políticas de salud pública. Sorprendentemente, uno de los temas icónicos hoy en día de la frontera ha sido dejado prácticamente de lado por los historiadores: el contrabando. Salvo contadas excepciones como James Sandos, Gabriela Recio o Peter Andreas (aunque éste último lo estudia no sólo en la frontera con México), el contrabando ha sido poco estudiado desde una perspectiva histórica. Con seguridad, una de las razones de esta escasa atención al contrabando por los historiadores ha sido la dificultad para ejecutar una investigación sobre una actividad clandestina que deja poco rastro documental. Esto representa un verdadero desafío al historiador, acostumbrado casi siempre a lidiar con documentos y registros históricos.

 

Afortunadamente en el año que recién concluyó, la editorial de la Universidad de Texas en Austin publicó el trabajo del historiador laredense, George T. Díaz: Border Contraband. A History of Smuggling across the Rio Grande. Díaz, doctor en Historia por la Southern Methodist University de Dallas, Texas, afrontó el reto de estudiar los orígenes y el desarrollo histórico del contrabando. Para ello, dedicó años a investigar en archivos históricos tanto en México como en Estados Unidos. Empleó registros de aduanas, quejas de cónsules, prensa escrita, memorias y estadísticas municipales y estatales para poder dar cuenta de los cambios históricos en el contrabando. De haberse limitado exclusivamente a esa clase de fuentes, Díaz nos hubiera ofrecido únicamente una historia del contrabando “desde arriba”, esto es, desde la visión del poder. Por lo tanto, Díaz no se conformó con recurrir a las tradicionales fuentes históricas generadas por las élites y echó mano también de corridos y canciones en los que se narraban las gestas de algunos contrabandistas. Esto le permitió obtener una contra-narrativa a la de aquellos en el poder y, en especial, le ayudó a entender la percepción popular local sobre el contrabando.

 

En cuanto al área y periodo de estudio, Díaz decidió centrar su investigación en la región de Laredo-Nuevo Laredo, una zona ideal por ser uno de los centros históricos del intercambio comercial entre México y Estados Unidos. Cronológicamente, la investigación comienza con la creación de la nueva frontera en el Río Bravo al final de la guerra México-Estados Unidos (1846-48) y concluye un siglo después. Esto le permite a Díaz mostrar claramente no sólo los cambios que el contrabando sufrió a lo largo de estos cien años sino también cómo los fronterizos, y en especial los laredenses, fueron adaptándose a las nuevas circunstancias y a la cada vez mayor presión y presencia estatales.

 

El resultado es una excelente combinación de historia económica, social y cultural sobre cómo los gobiernos nacionales fueron incrementando su control sobre el comercio en sus fronteras y cómo los habitantes de esa frontera violaron las leyes federales mediante el contrabando, especialmente a través del Río Bravo. También es una historia social de la manera en que los fronterizos negociaban, comerciaban y consumían a través de las fronteras nacionales.

 

Las aportaciones del libro son numerosas. George Díaz sostiene el argumento de que lejos de ser unos románticos forajidos o unos violentos agresores, los contrabandistas fueron más bien unos oportunistas que explotaron las debilidades de sus Estados-nación para ahorrarse algo de dinero burlando las restricciones comerciales impuestas desde las lejanas capitales. Y es que, como bien aclara Díaz, la mayor parte del contrabando que históricamente se ha realizado en la frontera ha consistido principalmente en la evasión de impuestos y tarifas aduaneras y no en el contrabando masivo de mercancías prohibidas (drogas o armas). Por ello, el contrabando que estudia Díaz casi siempre ocurrió sin violencia. Hoy, la enorme cobertura mediática que recibe el narcotráfico nos ha hecho olvidar que, por más de un siglo, los fronterizos han introducido ilegalmente a sus países (aunque de manera casi siempre pacífica) ropa, alimentos, juguetes y toda clase de artículos y bienes de consumo. De hecho, Díaz establece una clara diferencia entre los dos tipos de contrabando: primero, el contrabando original, aquel de bajo nivel y cuyo fin es primordialmente el consumo personal. A este tipo de contrabando Díaz lo designa como petty smuggling (pequeño contrabando). La otra clase de contrabando (aquel que Díaz llama trafficking), sería el contrabando profesional, pensado y realizado para dejar grandes ganancias económicas.

 

En el capítulo 1, “Creating a Contrabandista Community, 1848-1881”, Díaz nos muestra cómo tras la guerra de 1848, tanto el gobierno mexicano como el estadunidense enfocaron primordialmente sus energías en garantizar y defender su soberanía en la nueva frontera relegando en importancia otros temas fronterizos como el pago de tarifas aduanales por derechos de importación. Hasta antes de la década de 1870, los fronterizos tuvieron prácticamente vía libre para cruzar e introducir mercancías de un lado a otro del Río Bravo. Esto cambió tras el final de la Guerra Civil en los Estados Unidos y con la Restauración de la República en México. La presencia del Estado aumentó, especialmente del lado estadunidense debido a las políticas y medidas de reconstrucción nacional. Sin embargo, a pesar de este esfuerzo por vigilar el comercio internacional, los fronterizos se las arreglaron para seguir contrabandeando e incluso, crear una “economía moral” del contrabando, esto es, definir qué estaba bien contrabandear y qué no. El término “economía moral” Díaz lo ha tomado de E.P. Thompson y lo ha empleado con acierto para estudiar el comportamiento y las actitudes de los fronterizos ante el comercio ilegal.

 

En el capítulo 2, “Rails, Trade, and Traffickers, 1881-1910”, el autor expone cómo la llegada del ferrocarril a Laredo trajo consigo un aumento considerable en el comercio entre ambos países y por ende, una mayor presencia estatal para cuidar y regular ese comercio binacional. A pesar de ello, el contrabando no disminuyó. Los fronterizos siguieron adaptándose y continuaron burlando las aduanas. Además, la mayor presencia de las autoridades obligó a los fronterizos a mejorar sus técnicas para burlar la ley, lo que trajo consigo una incipiente profesionalización del contrabando. Hasta entonces, el contrabando había sido una actividad pacífica. Los casos de violencia eran contados.

 

Para el capítulo 3, “Smugglers in Dangerous Times: Revolution and War, 1910-1919”, Díaz muestra cómo las aduanas de ambos países cambiaron nuevamente de prioridades durante el decenio de la Revolución mexicana y la Primera Guerra Mundial. Las autoridades aduaneras dejaron de preocuparse por recolectar impuestos de importación y en cambio se enfocaron en resguardar la seguridad nacional combatiendo principalmente el contrabando de armas. Esto generó un próspero negocio de comercio ilegal de armas y alimentos racionados que fue difícilmente detenido por las autoridades de ambos países.

 

En el capítulo 4, “Narcotics and Prohibition, 1914-1945”, Díaz demuestra cómo las prohibiciones en Estados Unidos de narcóticos y licores sólo favorecieron la creación de empresas dedicadas al comercio ilícito y generaron un desplazamiento del antiguo comercio ilícito de bienes de consumo y el aumento de la violencia que dañó la economía moral de los fronterizos. Empleando varios corridos, Díaz demuestra cómo el nivel de violencia en el contrabando iba a la alza a la par de la insatisfacción de los fronterizos con el aumento del tráfico de drogas. La economía moral de los fronterizos los hacía tolerar el tráfico de alcohol pero poco el de narcóticos. Como bien señala el autor, fue en este periodo donde la imagen de violencia asociada a la frontera se generó.

 

Por último, en el capítulo 5, “Smugglers and Seditionists: States Confront Illicit Traders, 1920-1945”, Díaz se centra en los esfuerzos de las autoridades mexicanas emanadas de la Revolución, quienes obsesionadas con alguna posible rebelión, se esforzaron primordialmente en impedir el ingreso de armas que facilitaran rebeliones. Para ello, tuvieron muchas veces que hacerse de la vista gorda del pequeño contrabando pensado para el autoconsumo e incluso aliarse con fronterizos influyentes quienes controlaban este contrabando a pequeña escala.

 

En resumen, Border Contraband de George Díaz es una de las aportaciones más significativas de los últimos años, no sólo para la historia de las fronteras sino también para la historia del norte de México. No debe, sin embargo, etiquetarse este libro de ser una simple historia regional, ya que si bien Díaz centra su estudio en el área de Laredo, las conexiones históricas con otras regiones y con otras problemáticas nacionales e internacionales son frecuentes en todo el libro.

 

A lo largo de los casi cien años que cubre esta obra, dos acciones fueron recurrentes. Por un lado, el progresivo incremento de la presencia de las autoridades estatales en las fronteras y su esfuerzo por regular y controlar el comercio internacional. La otra constante, en cambio, fueron las continuas acciones de los fronterizos para burlar esas restricciones comerciales impuestas por los gobiernos nacionales. Restricciones que casi siempre ellos consideraban injustas y arbitrarias. El estudio de esta relación dialéctica ha sido el objeto de esta investigación con resultados que nos ayudarán a comprender mejor la configuración histórica del norte de México y ofrecer una alternativa a la tradicional historia mexicana que ha descuidado el estudio de otras regiones alejadas del centro del país. Esperemos que este libro sea traducido pronto al castellano.

 

George T. Díaz, Border Contraband. A History of Smuggling across the Rio Grande (Austin: University of Texas, Press, 2015).

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Sobre el autor

Alberto Barrera-Enderle

Doctor en Historia por la Universidad de California, Irvine. Se especializa en la historia de la frontera México-Estados Unidos. Actualmente realiza una estancia postdoctoral en la Universidad Autónoma de Nuevo León financiada por CONACYT.

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