
Humans / AMC
El análisis de los formatos narrativos es un instrumento crítico frente al ocultamiento de los intereses asociados con la producción cultural. Han pasado ya varias décadas desde que artistas y académicos comenzaron a difuminar las fronteras entre prácticas culturales, contrarrestando así algunos prejuicios provocados por la naturalización de los campos especializados. La formalidad de estudios que acogen todo tipo de manifestación circunscrita a la producción humana es útil para observar dónde estamos parados. Me detengo en los temas ligeros y cotidianos, pues creo que en el ritual de estas prácticas hay un poder imperceptible. En esta nota no tomaré distancia del ámbito general de reconocimiento de los objetos culturales, pero aplicaré un esquema de análisis muy básico sobre un producto sumamente ordinario: las teleseries.
Habría quienes desearían distinguir la inmensa variedad de series producidas para la televisión con clasificaciones como las del cine, pero hasta ahora lo más común es identificarlas por el género, al modo narrativo. No obstante, las diferencias de formatos despiertan grandes expectativas, intentando atravesar los mitos sobre su inscripción comercial: la cercanía de algunos de estos productos con las técnicas cinematográficas, los estilos literarios populares y sus aportaciones estilísticas al relato audiovisual nutren la idea de que algunas teleseries merecen un sitio privilegiado entre los formatos dramáticos tradicionales que abarrotan las pantallas caseras.
Para aterrizar este tema propongo echar un vistazo a las características de la teleserie Humans, producción británico-estadounidense de ciencia ficción, estrenada en junio de 2015 en Channel 4 y AMC. Esta es una adaptación realizada por el equipo de escritores que encabezan Sam Vincent y Jonathan Brackle a la producción sueca Real Human, creada por Lars Lundström en 2012 para STV1. El ejemplo me resulta atractivo pues no se trata de las mega producciones de HBO o NETFLIX que ahora arrasan con los ratings; éste podría ser un referente más cercano a las posibilidades de nuestra industria. No es un secreto que en nuestro ámbito cultural existe la tendencia de importar modelos, esta serie también permite cuestionar qué clase de pretensiones se ponen de manifiesto al retomar ideas originales y de bajo presupuesto para sustentar la oferta que imponen los estándares transnacionales. Detrás de estos remakes suelen haber temas de trascendencia para la opinión pública o la oportunidad de capturar grandes audiencias asegurando una fórmula.
En el caso de Humans no sería conveniente especular sobre altos niveles de audiencia, su origen no es lo suficientemente representativo en términos comerciales como para aspirar a tal difusión. Es oportuno entonces enfocarnos en el tema de este teledrama, que consiste en problematizar una situación tecnológicamente pensable: la evolución de máquinas con inteligencia artificial que alcancen la delicadeza de ejecución del cuerpo humano. Ni el salto de la historia a la ciencia ficción ni las variaciones culturales anulan la pertinencia de su planteamiento en nuestro contexto, sólo basta preguntarnos qué espacio o práctica no está condicionado hoy por la evolución tecnológica. Aunque no podemos decir que el tratamiento del tema sea novedoso, los escritores se las apañan para presentarnos suficientes problemas a la sombra de nuestra realidad.
El mundo diegético de Humans está sumido en la promesa del progreso, y no escapa del tono trágico. Esta nueva visión de altos estándares de vida viene comprometida con la sustitución del condicionamiento cultural por técnicas de programación digital. Aunque esta analogía no nos pone a temblar, generalmente, ese tipo de alusiones recaen en las capacidades mecánicas del cuerpo. Humans es un poco más congruente con nuestra generación tecnológica cuando sugiere que la sensibilidad humana puede ser resultado de la adaptación técnica ligada a soluciones de orden social. Por desgracia, este planteamiento se desdibuja entre gastados juegos narrativos que apuestan por sostener la atención del espectador.
Humans reinterpreta varios temores detonados por la integración total de la máquina a las formas de vida cotidiana, sin rebasar del todo las viejas especulaciones sobre la “deshumanización”. La manera de refrescar una cuestión cultural tan típica de la producción moderna para esta versión, es la invención de un nuevo gadget, el “Synth” (sirviente artificialmente inteligente de apariencia humana), que satisface óptimamente cualquier función operativa. El guión lleva al límite la vida útil de estos aparatos para averiguar si cabe pensar en tensiones propias de la relación “amo-sirviente”. Como suele ocurrir con tantas formas de subordinación a la especie humana, el proceso llega a descubrir semejanzas, principalmente, bajo el modelo de la domesticación.
La condición indefinida de “lo humano” siempre da oportunidad a imaginar razones esenciales que unifiquen y simplifiquen la percepción de realidades complejas. Esta propuesta televisiva cede al caos de las dimensiones categóricas de este mundo ficcional, construidas con la inferencia de formas de inteligencia artificial. Pero estamos tan acostumbrados a la superficialidad de los medios de divulgación, que no es ninguna sorpresa toparnos con otra justificación científicamente incongruente en un formato popular y bajo un esquema desfasado. Los creadores se amparan en las nociones humanas clásicas al momento de resolver el conflicto dramático, lo que contribuye a que los parámetros artísticos y literarios no estén equilibrados con la producción de conocimiento nuevo.
Humans, además de retomar los temores modernos sobre el desarrollo tecnológico, está plagada de estereotipos: personajes que se debaten entre la ley y el deber, corporaciones tecnológicas de dudosa reputación, genios en decadencia, máquinas rebeldes, etcétera. Y el medio donde se problematizan todos estos elementos es el seno de una familia de clase media occidental. Que este remake no se perfile para capturar grandes audiencias, no lo exime de ser complaciente con la industria del entretenimiento. Aclarar el tipo de estereotipos, la tradición a la que se apegan sus contenidos y la clase social que busca retratar la historia es un procedimiento clave para conocer a quiénes y cómo se dirigen las preocupaciones del equipo creativo de la teleserie. La estructura general de un producto ligero como Humans sirve para generar un balance frente a un tipo de oferta televisiva que, aparentemente, trata de consolidar una nueva categoría cultural autolimitando su inscripción en circuitos comerciales demasiado amplios y desinformados. No hay duda de que existen talentosos equipos creando interesantes teleseries; a pesar de su buena factura, seguimos hablando de productos apegados a fórmulas trilladas que los mantienen en una zona de confort.
Es ingenuo negar la necesidad de afiliar los proyectos creativos a la competencia de las nuevas plataformas, así como el beneficio de generar categorías que satisfagan, paradójicamente, las pretensiones pseudointelectuales de un público culposo por sus inclinaciones de consumo. Me parece que estas propuestas se han vuelto importantes para cuestionar la producción general de pensamiento en nuestra era: los formatos populares, por su inmediatez afectiva, no suelen comprometerse con los niveles de recogimiento y reflexión que generan conocimiento, pero sí están estrechamente relacionados a las determinaciones ideológicas. No sería razonable desviar nuestro interés culto de estos objetos sino procurar su acercamiento al tipo de contenidos que fomentan posiciones críticas, que hacen posible discernir entre invenciones vacuas y la emergencia de formas que favorecen el sentido de responsabilidad en la opinión pública.
Me sorprende (siendo honesta, para mal) cuando las transformaciones materiales más alucinantes son representadas como meros accesorios que no perturban en nada el carácter esencial de lo humano. El “Synth” no es una figura banal: confronta en varios sentidos nuestras funciones y prácticas. La condición técnica no es externa al carácter humano y siempre ha estado integrada al ámbito del hogar, que es el orden básico para comprender tanto la intimidad de los seres humanos como sus complejas estructuras sociales. El “Synth” es un borderline entre la máquina y el humano, que puede reflejarnos como seres con mecanismos de defensa, seres operativos, perfectibles y finitos, con una asombrosa capacidad de mantener las acciones dentro de registros unificados gracias a la organización de la memoria.
Por último, quisiera sacudirle un poco el polvo dramático al planteamiento de la teleserie, para sacar de las tramas un tema por demás urgente para nuestras sociedades: la asistencia tecnológica como derecho vital. Este tema pone en juego aspectos comerciales, legales, psicológicos y humanitarios, aunque la seriedad de la cuestión no debería hacernos pensar en una tragedia. Hemos ido bastante lejos en este proceso de evolución. Que el mundo “humano” esté en vías de transformarse radicalmente parece probable, pero antes de abandonar el mito habremos de concebir reglas y condiciones que nos resguarden de nosotros mismos con más éxito del que hemos obtenido por las convenciones creadas hasta este momento.