
Tumba Heinrich Von Kleist / DW.COM
Cuando se habla de novedades editoriales, uno tiende a pensar en los libros recientemente escritos y publicados. Y estamos en lo correcto; pero sólo desde cierta perspectiva: hay que reconocer que esa no es la única forma de tomar el mango de la sartén. Un libro es una novedad cuando se lee por primera vez, así hayan pasado años o siglos de su primera edición. Abordo este tema porque sucedió que leí por primera vez a Heinrich von Kleist (1777, Fráncfort del Óder, Alemania – 1811, Griebnitz Canal). Da la casualidad que tengo cierta afición por los escritores alemanes. En este caso, fue mi lectura de un libro de Stefan Zweig, otro escritor de lengua alemana pero de origen austriaco, lo que me llevó a la pesquisa de este intenso y misterioso autor. Zweig hace un boceto de su vida y obra, asegura que su trabajo más importante es El príncipe de Homburg, pieza que ha sido llevada al cine y a la ópera. Pensé que sería fácil adquirirla en español pero estaba en un error: no la hallé ni en versión impresa ni electrónica; tampoco en ninguna de las bibliotecas a las que tengo acceso. Me di a la tarea de hacer una búsqueda en la red y fui a dar con un archivo que contenía una colección de narraciones en formato PDF en donde no figuraba tal obra. Entonces, seleccioné de dicho archivo algunas de las piezas para darme una idea de su trabajo. Cabe mencionar que Kleist es más reconocido por sus obras de dramaturgia que por sus narraciones, pero al menos era un acercamiento.
Nuestro autor pertenece a un periodo de transición del siglo XVIII al XIX, del paso del periodo neoclásico al romántico. A grandes rasgos, durante esta etapa sucede una migración de los principios de la Ilustración a la explosión de las emociones y pasiones del espíritu. En palabras de Zweig: “Los románticos buscan lo maravilloso como una devoción; Kleist busca lo extraño como una enfermedad de la naturaleza”. Y como dato importante, Kleist termina con su propia vida como un auténtico romántico. Pienso en el Werther de Goethe: Werther se quita la vida por un amor no correspondido, Kleist se suicida porque ya no puede enfrentar la realidad y convence a una mujer enferma de cáncer que se lance con él a la inmortalidad.
El biógrafo describe a Kleist como un alma errante y explosiva, un hombre dominado por una fuerza demoníaca. La vida de Kleist fue un constante movimiento, se quedó huérfano de muy pequeño y fue educado por un sacerdote emigrado, más adelante es enrolado en la Escuela Militar a pesar de su preferencia por la música. Cuando regresa de la guerra (después de la campaña de 1793) se lanza con exaltación hacia la búsqueda del conocimiento a través de los libros, como si “quisiera abarcarlo todo de un solo salto para después conocer la verdadera forma de vida”, apunta Zweig. Al darse cuenta de que no puede transformarse en sabio con tanta prontitud, decide alejarse de los libros. Se aparta de la lectura con la misma determinación con la que se había acercado: horrorizado, siempre exagerado. Se dice que fue un hombre solitario por sus extremas decisiones y su constante cambio de residencia. Va de una ciudad a otra en Alemania, luego sigue su peregrinaje a Francia y a Suiza, después a Italia, y de nuevo a Alemania. Va como un errante por el mundo.
Apartado de los libros, se arroja todo hacia la escritura: la única forma de emancipación que encuentra. Es la vía para liberar al “demonio” que lleva dentro… o quizá para entregarse a él. La ficción no tiene límites, no tiene fronteras y nuestro autor se puede desbordar alocadamente sin que nadie lo detenga. Da vuelo a su imaginación y proyecta su personalidad en sus obras.
Para ejemplificar la proyección del carácter radical de Kleist en su trabajo literario me concentro en El terremoto de Chile. Apunto que el momento histórico literario presenta una tendencia al acercamiento a los fenómenos naturales: el hombre frente a las sensaciones que ofrece la naturaleza. Confieso que el título de la obra me sedujo por desenvolverse en América. La historia está basada en un evento histórico real: el terremoto que sacudió Chile en 1647 que, según indican ciertas fuentes, tuvo una potencia de 8.5 en la escala de Richter. Tomemos en cuenta que entonces el territorio era la Capitanía General de Chile y estaba dominado por los españoles. Los acontecimientos se desarrollan en un colonial y alejado Santiago.
Hago un bosquejo de la trama: doña Josefa, joven hija de familia acaudalada, está enamorada de Jerónimo, un español recién llegado a la ciudad que sus padres desaprueban. Ella es enviada al convento de las Carmelitas para alejarla del joven. El amor, sin embargo, hace lo suyo y ella queda embarazada de Jerónimo mientras estaba ahí en resguardo. Al dar a luz la mandan a prisión, lo mismo que a su amado. Él cae en el desasosiego al saber que ella es condenada a muerte por su pecado. Justo cuando todo se preparaba para la ejecución, la tierra se parte en dos a causa del temblor. La ciudad queda en ruinas, pero Jerónimo logra sobrevivir y besa la tierra de felicidad por seguir con vida. Comienza a buscar a su amada y de nuevo cae en el desasosiego y reniega que la naturaleza lo haya dejado con vida. Se interna en el bosque y se encuentra con algunos sobrevivientes que se habían agrupado en las montañas. De pronto, ve a una mujer bañando a un niño en un arroyo, es Josefa. Había logrado escapar a la ejecución gracias a la catástrofe y posteriormente fue en busca de su hijo, a quien rescató de entre escombros y humaredas. Ella creyó lo mismo que su amado al ver cómo la ciudad quedaba entre escombros y fuego: que él había fallecido. Ahora los amantes se abrazan como “si este valle fuese el Paraíso”. Mientras hacen planes para huir a España, fraguan amistad con otros sobrevivientes. En las montañas, la gente se comporta “como si la desgracia general los hubiera agrupado en una gran familia.” Todos habían experimentado acontecimientos heroicos “de modo que el dolor se confundía con el placer en el pecho de los hombres”. Parecía que todos habían olvidado la sentencia de Josefa y de Jerónimo, y ellos pensaron en desistir de su viaje a España. La pareja junto con su hijo y un grupo retornan a la ciudad al único templo que no había sido destruido. Se celebraría una misa de acción de gracias. El monje a cargo del sermón comenzó hablando de la perdición que reinaba en Santiago y del castigo que les había mandado Dios por medio del terremoto. Añadió que los culpables de la desgracia eran aquellos que habían cometido la criminal acción en el monasterio de los Carmelitas: Jerónimo y Josefa. Entonces alguien delata a la pareja y el tumulto se encarga de terminar con sus vidas ahí en pleno templo. El hijo les sobrevive por una confusión y es adoptado por otra pareja.
La historia es breve, digamos: comprimida. El personaje más desarrollado es Jerónimo que, al igual que los otros personajes, está en constaste movimiento. Va de aquí para allá, justo como nuestro autor en su diario vivir. Además, y esto es lo que me parece más interesante, los protagonistas se comportan como hipertensos, haciendo alusión a un comentario de Zweig. Esto se refiere, en este caso, al sube y baja de emociones-tensiones de los personajes. Son personajes con perfiles extremistas, como extremista era el carácter de Kleist. Se distingue sobretodo en el comportamiento de Jerónimo, quien pasa de un extremo a otro continuamente a lo largo de la narración. Está feliz, enamorado de Josefa, luego triste porque lo alejan de ella; de nuevo feliz cuando la encuentra en el convento, después en el desasosiego porque los llevan a prisión y por la sentencia de muerte. Le llega nuevamente la felicidad al descubrirse sobreviviente del terremoto, pero enseguida devastado porque no encuentra a Josefa. Así sucesivamente se acelera y desacelera su ritmo cardíaco, sube y baja su estado de ánimo. Y como lectores: subimos y bajamos también de un extremo a otro.
Otras dos piezas breves —novedades para mí— muy recomendables y asequibles en la red son La Marquesa de la O y La mendiga de Lorcano. Me quedó aún con la tarea de leer El príncipe de Homburg, que por fortuna tendré en mis manos a finales de enero, gracias a una amiga de Buenos Aires. Y es que me resulta todo un misterio lo que dice Zweig sobre la pieza: “El Homburg de Kleist tiene, más que ningún otro drama alemán, la magnificencia de la extrema tensión, y su autor da a la nación alemana una tragedia perfecta…” Estoy, pues, a la espera de leer esta novedad alemana. Ya les contaré mi experiencia.