La crítica de arte, en sus momentos más relajados, puede arremeter en contra de la mediocridad de los proyectos que los recintos culturales suman de forma alarmante, o puede también enfocarse a co-crear artistas, instituciones y figuras que permitan reafirmar ciertos valores concretos y simbólicos. Hay niveles, claro está. Pero todas las posturas forjan un trasfondo de ideas que circulan en foros y otros espacios donde acontece la vida pública. Existen, no obstante, momentos en que ciertos sucesos rebasan el límite de los posicionamientos independientes, artísticos o críticos. Cuando una sociedad enfrenta eventos donde la integridad humana está en juego, todo el campo del arte (su producción material y su función crítica), debe ponerse al servicio de las multitudes desinformadas y con escasas posibilidades de digerir los hechos. La dimensión cultural depende de procesos por los que los individuos identifiquen qué tipo de fenómenos enfrentan, la forma en la que los afectan y los posibles modos de asimilarlos.
El efecto catártico de las expresiones artísticas inscribe lecciones en el cuerpo del espectador. Los análisis sobre la representación han llevado a conocer al dedillo los mecanismos estéticos por los que esta suerte de transfiguración tiene lugar, y también las formas que dan salida a tal intensidad sensible, para que sea el sentido y no sólo el impacto lo que prevalezca. En ello radica el poder de este campo, porque cada pieza, cada obra de arte, es un aparato estético, un instrumento técnico que permite aparecer ciertas entidades. Pero esto es algo que, por nuestro bien, debemos recordar y olvidar simultáneamente.
El consejo que convida a resguardar la verdad sobre el potencial del arte lo escuché hace años en un foro donde se debatía el papel del arte en la vida política. Habían pasado las últimas elecciones presidenciales y un joven, pero prolífero artista, conversaba con uno de los curadores más importante de este país respecto al interés que coloca proyectos artísticos en la intersección del documento, la memoria y la complicidad del relato del espectador. Cito este encuentro como un preámbulo para hablar sobre el proyecto “Level of Confidence” que se muestra en la exposición de Rafael Lozano-Hemmer organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de la UNAM, recinto que acogió aquel debate.
Hace alrededor de un mes, al revisar la información de las redes sociales me topé con una entrevista que Rafael Lozano-Hemmer concedía al Universal a propósito de dicha exposición; al llegar a la explicación de cómo “Level of Confidence” había sido inspirado por las circunstancias del caso Ayotzinapa, vinieron a mi mente varias asociaciones: el contenido de la charla que ya mencioné, las manifestaciones de apoyo a los familiares de los normalistas, el cuento de Julio Cortázar “Recortes de prensa”, en fin. El primer evento se generó al calor del movimiento “Yo soy 132”, ante la avidez de los jóvenes por construir vías de acceso a información más objetiva para el ejercicio político. El segundo evento no ha dejado de suceder, en un tiempo que sólo podemos reconstruir entre la noche del 26 de septiembre de 2014 y un mundo de notas informativas, objetos artísticos, panfletos, fotografías y otras formas de relatos que recuerdan a los 43 desaparecidos.
Lozano-Hemmer empezaría a dar forma a “Level of Confidence” seis meses después de darse a conocer públicamente el caso Ayotzinapa. Este es un excelente pero escalofriante ejemplo del cruce entre arte, memoria y juego político. El conflicto en el que nos sitúa un trabajo de estas características conduce de inmediato a su posicionamiento y el tipo de compromiso al que estamos siendo convocados tanto por el artista como por la institución. Por esto, pese a la aparente laxitud de la queja crítica, es necesario y útil recurrir a este proceso para tratar de definir con mayor claridad los aspectos que permiten estimar el valor objetivo de la propuesta, observando si ésta trasciende la presentación icónica o la simulación.
La función artística, tan confundida entre la ausencia de finalidad práctica y las estrategias para sensibilizar a las masas con fuegos artificiales que esconden las carencia de planes, proyectos y programas oficiales, debe aclararse para bien de todos. Más allá de la promoción existen posibilidades de asumir riesgos ante una “exposición”, extendiendo un posicionamiento y compromiso de todos aquellos que participan en ella. Pseudomatismos, inaugurada el 28 de octubre en el MUAC, es descrita como una monográfica que reúne fotografía, escultura sonora y video interactivo. La propuesta curatorial propone una revisión de la tecnología como vínculo determinante de la subjetividad contemporánea, donde la importancia de la máquina se manifiesta en la constitución del entorno y la producción del cuerpo como territorio de la práctica política.
Rafael Lozano-Hemmer (Ciudad de México, 1967) es una de la figuras más relevantes del arte electrónico a nivel internacional; instalado en Montreal con su equipo de colaboradores, se ha enfocado en desarrollar piezas interactivas e instalaciones que juegan con las dimensiones arquitectónicas y los sistemas mecánicos de iluminación y vigilancia, al tiempo que incorpora algunos recursos del performace para vitalizar la participación de los visitantes, tanto en espacios museísticos como en los espacios públicos. Pero, ¿por qué elegir este momento y cómo contextualizar el relato que configuran los proyectos de Lozano-Hemmer en nuestra realidad cotidiana?
La noticia de la exposición me llenó de expectativas por el prestigio de la institución y el tipo de trayectoria del artista, pero sobre todo porque esperaba que “Level of Confidence” pudiera simbolizar un enclave entre el desarrollo de la tecnología, la capacidad crítica que suscita el arte y la disposición participativa del visitante-espectador-lector. En entrevista para El Universal, Rafael habla así del proyecto:
“Cuando escuché de la tragedia del secuestro de Ayotzinapa, uno de los problemas era no saber dónde estaban; en mi estudio, justo estábamos trabajando en reconocimiento facial, tenemos algoritmos bastante predatorios, casi policíacos y militares, para búsqueda de personas. Son tecnologías de control bastante terribles porque son las mismas cámaras las que intentan detectar tu origen étnico, raza o te comparaban con un banco de datos de individuos sospechosos. Lo novedoso es que la cámara tiene una capacidad de decisión y control. Ante el hecho de que no se encontraron a los normalistas, creamos una obra cuyo único objetivo es no parar de buscarlos. En la pantalla te ves, te hace una especie de reconocimiento facial y te compara con los 43 estudiantes, buscando con cuál de ellos coinciden más tus rasgos, y te da un resultado: Usted es Getsemaní Sánchez García, pero nada más tenemos 23% de nivel de confianza de que es usted.”
(Confabulario, El Universal, 01/01/2016)
Según su creador, “Level of Confidence” muestra un posicionamiento político radical, motivo por el que deslinda de tal responsabilidad a los espacios de exhibición, ubicando la plataforma desde la que opera su software en su propio dominio web. La interactividad predispuesta en el diseño del proyecto hace posible la descarga para galerías, museos, centros culturales o educativos que colaboren con su exhibición, y cualquier coleccionista o particular interesado en adquirir derechos sobre la obra estaría dirigiendo directamente su contribución a la comunidad afectada.
Las primeras notas que circularon sobre Pseudomatismos me hacían pensar en la posibilidad de construir un dispositivo cultural realmente efectivo, que a raíz de la presentación de “Level of Cofindence” nos pondría en el pellejo de los desaparecidos; su mecanismo era en sí una prueba de los métodos de vigilancia que operan conjuntamente gobierno, iniciativa privada, grupos militares y crimen organizado; el impacto de la obra estaría sujeto a la cooperación reflexiva del espectador, pues “Level of Confidence” conduce a la inevitablemente resolución de que esta búsqueda no cesará jamás porque no cumplirá su objetivo. Pero los comentarios que han seguido a la inauguración no generaron la reactivación del ímpetu político de otras exposiciones y de otras convocatorias. Bajo esta perspectiva pienso en lo que queda del compromiso de absoluta renuncia al olvido de las víctimas de regímenes que continúan ejerciendo estrategias de terror; pienso en todos los sospechosos: periodistas, estudiantes, activistas, desafortunados.
Unos cuantos días después de escuchar lo ocurrido en Ayotzinapa, un enorme grupo nos dimos cita en la plaza de La Purísima para exigir el regreso de los desaparecidos de Iguala y también de Monterrey. Como en el relato de Cortázar, ahora, entonces, en cada acto público contra las expresiones de represión, me parece reconocer el diseño mentado, intuido y ficticio de la obra de Rafael Lozano-Hemmer: retratos de los que faltan sostenidos por una multitud de manos, voces que al unísono comparten la denuncia y, en ocasiones, también el silencio. La realidad no mejora: sigue desapareciendo gente por todo el país. Más allá de una monográfica están los que con enorme sacrificio mantienen vivo el recuerdo, que resienten y resisten día tras días, cargando el peso de la ausencia sobre sus pies; ellos son la comunidad vuelta un medio y un camino que no deja de querer ser retorno.
Me sorprendo volviendo a tantos episodios de lucha ciudadana tan sólo a través del análisis de un proyecto que no es más que la descripción de un sistema operativo que confronta datos. No sé si es el trabajo de Rafael Lozano-Hemmer o el hallazgo personal en esa nota, pero de pronto la tecnología, esa que de un tiempo para acá está rompiendo los verdaderos lazos humanos, revela a la perfección el complejo funcionamiento de ese dispositivo de poder que es la memoria: la búsqueda va a activarse compulsivamente con cada rostro y a cada nuevo dato: el compromiso es a la vez una tortura.
INFO AL PIE
La exposición Pseudomatismos continua hasta el 17 de abril del 2016 en el MUAC. “Level of Confidence” está accesible en el enlace:
http://www.lozano-hemmer.com/level_of_confidence.php.
TYMAELAN dit :Cela fait plus de 20 ans que je vis à Paris (arrivée de ma Bretagne Natale en passant par l’Ecosse) et, sincèrement je ne me lasse pas de la beauté de cette ville. Je pense aussi qu’au bout de 20 ans, je n’en remarque plus les défauts!!
yo nacà en lota año 1954,vivi en lota hasta los 10 años,mi papa minero que trabajo muchos años es esa mina y nunca he podido volver a esa ciudad ni colozco las minas de lota ,me encantaria poder conocerla.