
Antonio Ramos / UANL
La casa de Vallarta y Padre Mier tiene nuevo director. Tras el nombramiento de Celso José Garza Acuña al frente de Extensión y Cultura de la UANL, Antonio Ramos Revillas, escritor y promotor cultural, ocupa la dirección de la Casa del Libro y la Editorial Universitaria. El jueves 4 de febrero entro a la casa estilo reina Ana y pregunto por Toño. Éste baja de su oficina minutos después, de saco y corbata, pantalón de gabardina y tenis. Tras su rostro se adivina el mismo entusiasmo que pone en la administración de Terraza 27, espacio cultural que administra con Orfa Alarcón, compañera de avatares. Después del saludo de rigor salimos a Padre Mier en dirección del bufete de chinos de la Purísima. En el trayecto recordamos los años en la universidad, intercambiamos datos generales de los amigos, recordamos antiguas colaboraciones. Toño luce cauto con los muchos proyectos que se avecinan. Más adelante me dirá, entre bocado y bocado, que los planes son ambiciosos pero deben emprenderse con calma y por etapas. El funcionario de 39 años sabe de lo que habla. En la ciudad de México tuvo la oportunidad de trabajar en editoriales grandes y pequeñas, experiencia de la que espera extraer lo mejor para darle una identidad al libro universitario.
Roberto Kaput: ¿Qué papel desempeña la dependencia a tu cargo dentro de la universidad?
Antonio Ramos: La Casa del Libro Universitario es un espacio hospitalario para autores, editores y gente que tenga que ver con el mundo del libro. La Editorial Universitaria no solamente se encarga de las publicaciones, también cumple con funciones administrativas. El departamento de publicaciones tiene a su cargo el trámite del ISBN e ISSN de los libros y revista de la universidad. Esto es fundamental, pues a pesar de que la ley mexicana protege mucho los derecho de autor, hay escritores e investigadores que no dan de alta sus obras. Dentro de la editorial se invita a que los autores registren sus trabajos con la promesa expresa de acompañarlos en el proceso. En este sentido, la dependencia es un nodo central de resguardo y generación de conocimiento dentro del ámbito universitario.
RK: La administración pasada se propuso posicionar a la UANL entre las mejores editoriales universitarias del país. Se adelantó mucho, me parece: no sólo se incrementó la producción de materiales de lectura, también se buscó optimizar la distribución y divulgación del libros. ¿Qué falta por hacer?
AR: Creo que falta pluralizar todavía más estos procesos. Pluralizar no solamente tiene que ver con darles más visibilidad a los materiales, tiene que ver, sobre todo, con que las dinámicas sean más amplias, lleguen a más gente. Por ejemplo, las posibilidades de que los estudiantes se acerquen con su obra para que se le dictamine y, en su caso, publique, son pocas. El plan es invitarlos a que se acerquen, proporcionarles información, asesoría.
Los canales no son muy claros, me parece. Entiendo la lógica que favorece la toma de decisiones de cúpula, así tiene que ser en algunos casos, pero parte de las estrategias que quisiera difundir consiste en abrir cada año una serie de convocatorias para que creadores e investigadores nos manden sus libros. Y si los autores tienen alguna clase de prejuicio sobre la actividad editorial universitaria, abrir otros canales en donde las reglas sean más flexibles. Buscaremos hacer nuevos convenios, acercar los libros a los lectores potenciales, buscar que se reseñen. A eso me refiero con pluralizar.
Si, por otro lado, los creadores están por terminar un libro, ofrecerles talleres con autores locales y foráneos. De lo que quieras: novela, cuento, poesía, periodismo.
Otro punto a fortalecer consiste en acercar más voluntarios a la Casa del Libro. Tenemos muy poca gente de servicio social. Mucha gente quiere dedicarse a la edición de revistas y libros, lo ideal es que vengan con nosotros. Una de las propuestas consiste en generar clínicas de edición, que los chicos nos ayuden a hacer dictámenes, a hacer revisiones muy puntuales de ciertas cosas bajo la tutela de editores de la universidad. Esas clínicas podrían echarse a andar el próximo semestre, cumplidos ciertos trámites necesarios. Clínicas y talleres de por lo menos una semana, de manera que la comunidad universitaria se interese y conozca nuestro trabajo.
Finalmente quisiéramos echar a andar circuitos de lectura en las preparatorias, con el propósito de que los muchachos puedan conocer a los autores, el tipo de actividades que se desarrolla en la Casa del Libro como espacio gestor de la cultura impresa.
RK: Este último punto que señalas es importante. No basta con incrementar la producción editorial, la formación de lectores es igual de importante. ¿Cómo lograrlo?
AR: Tenemos que idear un proyecto por etapas. En una primera etapa el objetivo es hacer visible La Casa del Libro. Esto se logrará, me parece, generando una base amplia de voluntarios. Cumplido lo anterior, los voluntarios tienen que trabajar desde las escuelas, de manera que las visitas sigan desarrollándose, pero ahora con el propósito de fortalecer el trabajo que se hace en las facultades y preparatorias. Finalmente, en una tercera instancia, fortalecer la gestión de los voluntarios en los espacios culturales de las propias facultades y preparatorias. Por supuesto, estos voluntarios recibirán alguna clase de recompensa —descuentos en libros, charlas privadas con los escritores que nos acompañen—, de manera que se empapen de la cultura del libro en general.
Mira, a mí me encanta el proyecto Paralibros que tiene CONACULTA. Paralibros es un espacio de lectura que simula una parada de autobús. Esa parada está llena de libros. La idea es reproducir este proyecto dentro de la universidad. Posiblemente el diseño sea otro, pero me gustaría rescatar la idea, permitir que estos espacios sean operados por estudiantes o maestros. Esta sería la etapa final. Teniendo eso, ya existirá un circuito para que los libros de la universidad sean leídos y comprados por universitarios. Y es que el consumo del libro universitario es muy bajo. ¿Por qué? Porque no hay una discusión alrededor de ellos. Hacia esa cultura del libro nos encaminamos.
RK: Regresemos a la primera etapa: visualizar la Casa del Libro, reclutar voluntarios. Digamos que en este momento hay un estudiante interesado en acercarse a ustedes. ¿Cuáles son las vías de comunicación?
AR: Ahí tenemos una asignatura pendiente. Hay que tener una página propia de Publicaciones, de momento no la hay. Otro de los retos es armar una página autónoma, para no quedarnos sólo con las redes sociales. Ahí podrían publicarse todas estas invitaciones a los talleres, clínicas, citas con los editores, el director de la Casa del Libro. Mientras tanto, los interesados pueden acercarse a nuestras oficinas. No quiero que esto sea tan protocolario.
RK: ¿Cómo incluir a los estudiantes en esta conversación, más allá del servicio social?
AR: Está el concurso de reseñas. Pero el voluntariado va a ser el verdadero vínculo, imposible de cumplir con esta tarea desde una oficina. Para ello visitarán las preparatorias y facultades. También me gustaría incluir un pequeño buzón en la Casa del Libro. En el nivel de la librería, la meta es cumplir con el objetivo original, que todavía no se alcanza: tener acervos universitarios de la UNAM, Veracruzana. Empezar a funcionar como librería universitaria, verdaderamente; que los invitados que tenemos cada dos meses dejen su acervo, manejarlo. Que si hay algún libro universitario que no se consiga, en lugar de que vayan a la Gandhi u otras librerías, que vengan con nosotros, conseguirlos. En sí, perfeccionar nuestra función de libreros. Abriendo estos canales de comunicación, estos concursos de reseña, estas clínicas de edición que no cuestan mucho dinero, creo que lograremos ese objetivo. Si un autor presenta su libro, aprovecharlo para que imparta un taller. CONACULTA tiene un acuerdo con universidades que no se ha usado mucho en Nuevo León, en el cual a todos los becarios del Sistema Nacional de Creadores tienen que pagar una retribución. Esa retribución tiene que ver con un taller o un evento. Entonces tramitar con CONACULTA que vengan dos autores por mes. Es un acuerdo que funciona para el Consejo, para la Casa del Libro y para los autores. Llevarlos a las escuelas, no limitarnos al espacio de la Casa.
RK: Dejemos la parte operativa y discutamos los planes editoriales. ¿Qué planes tienes para las colecciones?
AR: Tendría que familiarizarme más con el catálogo. Pero podría decirte que se creció muy rápido, a las carreras. Se creció sobre todo en el área de la coedición. ¿Por qué? Porque en esa etapa era necesario hacer visible la producción editorial de la universidad. De ahí las coediciones con Sexto Piso, Almadía, Anagrama, Tusquets. Era un mensaje a nivel nacional. Pero hubo muy poco tiempo para diseñar una línea editorial general. Por ejemplo, tenemos cerca de 35 colecciones, todas muy bien pensadas en lo particular pero que necesitan simplificarse. Es el caso de la poesía, que se divide en autores latinoamericanos, universitarios, contemporáneos. Uno de nuestros proyectos es hacer una sola colección de poesía de manera rigurosa, de suerte que convivan todas estas expresiones. Lo que quiero decir es que hay que ajustar colecciones, simplificarlas sin dejar nada fuera.
Ahora, uno de nuestros fuertes es la literatura. El reto es no desequilibrarnos. Me gustaría impulsar la colección de ciencia, humanidades, infantil, darle más peso a la de historia. Pero también hay que trabajar en colecciones sonoras, digitales. Y aunque esto de momento sólo es un proyecto, creo que hay manera de hacerlo. Abrir el concepto de libro, que no sea solamente el libro impreso, explorar otros formatos. El mes de abril planeamos hacer la presentación de las colecciones.
RK: ¿Habrá rescate de obras descontinuadas?
AR: Sí, la idea es digitalizar ese material. Para ello es necesario revisar el material. Hablamos de libros, revistas. Es una labor titánica, trataremos de avanzar lo más que se pueda.
RK: No es la primera vez que trabajas en el mundo editorial. ¿Qué rescatas de tu paso por Jus, Pinguin, Santillana?
AR: A mí lo que me sorprendía de Santillana es que trabajaba con seis editores, esos seis editores se encargaban de las veinte colecciones de la editorial. Pero al mismo tiempo había ocho coordinadores de ventas, sólo en la ciudad de México. En las juntas donde se discutían las novedades estas personas tenían que defender estratégicamente la elección de un título. Después de esto empezaba la promoción. Había una encargada de prensa por serie. Y se trabajaba a marchas forzadas. Siempre teníamos tres novedades por sello. Era muy interesante ver el nivel de organización. En Santillana aprendí, pues, el concepto de venta.
Cuando trabajé en las editoriales pequeñas el concepto de literatura era distinto. Existía el lema de “Peleamos contra los gigantes”. Y eso también abría puertas. Tenías que ser mucho más creativo para organizar eventos. Mientras que las editoriales grandes se dedicaban a vender, las pequeñas tenían una agenda cultural, de trabajo social.
Creo que estas dos líneas de trabajo guiarán mi paso por la Editorial Universitaria. La parte presupuestal debe ir orientada no tanto a las apuestas editoriales seguras (grandes autores, libros de éxito comercial, etc.) pero sí a la agenda social, a los eventos. También hay que manejar bien el concepto del libro universitario para que termine de convertirse en un producto que se consuma. Eso se va a lograr cuando nos demos cuenta de que los libros de la universidad son de los universitarios, no de la Casa del Libro.