Y vi rostros conocidos, muchachas que en la facultad me topé pero a las que nunca les hablé, y vi amigas mías, a algunas les di me gusta y finalmente se habilitó la oportunidad del chat; si hay coincidencia y ambos se deslizaron a la derecha, la aplicación te avisa. Saludé por ese medio a grandes amigas, no porque quisiera tener algo con ellas, sino como si nos encontrásemos en un tour por los nueve anillos del infierno y nos hallásemos en diferentes secciones, como si fuésemos dos choferes de camión que se saludan con seña cuando cruzan sus caminos.
Cuando menos me di cuenta y más desesperación tenía se agotaron mis “Me gusta”, y de no pagar, tenía que esperar doce horas para poder volver a seleccionar gente. Mala decisión, pues pronto descubrí que podía manipular las preferencias y descubrimientos, buscar perfiles desde los 2 hasta los 161 kilómetros, o sea, desde la colonia de al lado hasta gente de Veracruz, Querétaro, Austin, Sinaloa o la Isla del Padre. En la mayor de las aspiraciones, a Saltillo…pues Coahuila es potencia nacional de bellezas; o modificar mis preferencias desde los 18 hasta más de 99. Puse un rango, 21 a 25.
Aproveché para modificar mi perfil, subir dos o tres fotos más y cambiar mi información: “Libros, y cine, Netflix. Me gusta el rock español, el cine de drama, la poesía, la cultura pop y cotorrear tranqui. Escribo y dibujo. Mido 1.79”.¿Alardear de mi altura? ¿de mi gusto por el arte? Como si pudiera quitarme la estampa, si no es que estereotipo del poeta. ¿Por qué no hablar de mi sobrepeso? No, que eso lo descubran luego, mejor subir las fotos que me favorezcan mejor.
Ya no tenía likes así que con paciencia esperé. Y pasaron más de tres horas, hice más cosas en el día y luego vi que correspondencia llegaba a mi perfil, dos o tres notificaciones. Y cambié mi foto de perfil varias veces, e imaginé maneras más creativas de decir algo sobre mí.
Conversé con más de siete personas, diálogos que no duraban más de diez minutos, gente que paulatinamente desaparecía, como si en lo más profundo de sí, se dijera: siempre no me gustas. Jennitzia, 25, Cumplidora de sueños, su información decía: Soy un trans buscando a nueva gente. Jamás lo hubiera imaginado, bellísima, sí, entre una inmensa hecatombe de bellezas regiomontanas. Y fui realista, no daba “Me gusta” en mi siguiente jornada a cualquiera, sabía que mis slides a la derecha estaban racionados y no podía desgastarlos en alguien con un estándar mayor al mío (cero morritas modelo en Forever 21). Y vi rostros hermosísimos en demasía, y vi cómo sabio e idiota, rico y pobre se fundían en una región de los iguales, una chica luciendo un hermoso vestido azul con la Torre Eiffel de fondo; Silvia, 24, Escort mostrando su torso desnudo. Alicia, de la UdeM, Marbella, que trabaja en cualquier empresa.