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Ir y quedarse… walkthrough por una app de citas y encuentros

febrero 21, 2016Deja un comentarioEnsayoBy Míkel F. Deltoya
Sin título/ ROB SCHWARTZ

Sin título/ ROB SCHWARTZ

Hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno
Lope de Vega

A los pasos agigantados con que las nuevas formas de relacionarse avanzan, hoy en día el elemento que presupone vincularnos es el que nos distancia más. Lo que hace una década eran los portales de chat en donde era impensable tener una foto de perfil, ahora son los sitios “roulette” en donde puedes chatear fugazmente con un desconocido, en la mayoría de los casos con una finalidad cibersexual.
El vocablo “”tinder en español y, en una traducción que considero dispar, es decir, yesca, alude a un material flamable, de altísima combustión y fugaz existencia energética. Éste es el nombre con el cual la aplicación Tinder, cuyo logotipo es una flama, comenzó como aplicación geosocial en el mismo año en que los mayas pusieron fin a su calendario. Luego de mucho tiempo desidioso y, tras el interés de conocer a gente nueva en este laberíntico Monterrey, hice caso a las recomendaciones de varios de mis amigos y descargué la aplicación en mi Android. Al ser obligatorio vincular mi número y dicha app con mi perfil en Facebook supe que toda mi información, de por sí ya pública , sería más pública aún al entregarla a los bancos de información de esta app. El nombre que aparecería en mi perfil y la imagen principal, así como la edad, serían calcas de lo que tuviera en mi Facebook; las páginas de películas, acontecimientos, música y libros a las que haya dado “Me gusta” previamente serían trasladados como información de interés en Tinder; mi lista de amigos sería el Virgilio que me guiaría hacia las féminas que tuviesen amigos en común conmigo. Con un microtutorial preliminar la aplicación me lanzó la imagen de una chica guapísima, “Luisa”, 23. ¿Me gusta? Ahí estaba el albedrío, una tacha roja, un corazón verde y en los costados una flecha redonda y una estrella azul. A la siniestra, no me gusta, a la diestra sí, a lo alto el “Super like”.
Así me la pasé, deslizando a mi gusto perfiles, y vi muchísimas mujeres lindísimas, todas ellas luciendo vestidos, quizás de celebraciones como bodas o quince años, ésta sí, ésta no, y a veces emocionado deslizaba a la izquierda la imagen de alguien que me gustaba…pero no, si no puedes pagarle a la aplicación no puedes volver…¿te perderías por un descuido o prisa la oportunidad de conocer al amor de tu vida?

 

Ya entrado en el desliz, descubrí otra cosa: al presionar la imagen accedía a un plus del perfil de la fémina en cuestión, podía ver, en caso de haberlas, más fotografías, podía ver la distancia que me separaba de ella y alguna información más, hacia un preciado hallazgo.

 

Y vi rostros conocidos, muchachas que en la facultad me topé pero a las que nunca les hablé, y vi amigas mías, a algunas les di me gusta y finalmente se habilitó la oportunidad del chat; si hay coincidencia y ambos se deslizaron a la derecha, la aplicación te avisa. Saludé por ese medio a grandes amigas, no porque quisiera tener algo con ellas, sino como si nos encontrásemos en un tour por los nueve anillos del infierno y nos hallásemos en diferentes secciones, como si fuésemos dos choferes de camión que se saludan con seña cuando cruzan sus caminos.
Cuando menos me di cuenta y más desesperación tenía se agotaron mis “Me gusta”, y de no pagar, tenía que esperar doce horas para poder volver a seleccionar gente. Mala decisión, pues pronto descubrí que podía manipular las preferencias y descubrimientos, buscar perfiles desde los 2 hasta los 161 kilómetros, o sea, desde la colonia de al lado hasta gente de Veracruz, Querétaro, Austin, Sinaloa o la Isla del Padre. En la mayor de las aspiraciones, a Saltillo…pues Coahuila es potencia nacional de bellezas; o modificar mis preferencias desde los 18 hasta más de 99. Puse un rango, 21 a 25.

 

Aproveché para modificar mi perfil, subir dos o tres fotos más y cambiar mi información: “Libros, y cine, Netflix. Me gusta el rock español, el cine de drama, la poesía, la cultura pop y cotorrear tranqui. Escribo y dibujo. Mido 1.79”.¿Alardear de mi altura? ¿de mi gusto por el arte? Como si pudiera quitarme la estampa, si no es que estereotipo del poeta. ¿Por qué no hablar de mi sobrepeso? No, que eso lo descubran luego, mejor subir las fotos que me favorezcan mejor.

 

Ya no tenía likes así que con paciencia esperé. Y pasaron más de tres horas, hice más cosas en el día y luego vi que correspondencia llegaba a mi perfil, dos o tres notificaciones. Y cambié mi foto de perfil varias veces, e imaginé maneras más creativas de decir algo sobre mí.
Conversé con más de siete personas, diálogos que no duraban más de diez minutos, gente que paulatinamente desaparecía, como si en lo más profundo de sí, se dijera: siempre no me gustas. Jennitzia, 25, Cumplidora de sueños, su información decía: Soy un trans buscando a nueva gente. Jamás lo hubiera imaginado, bellísima, sí, entre una inmensa hecatombe de bellezas regiomontanas. Y fui realista, no daba “Me gusta” en mi siguiente jornada a cualquiera, sabía que mis slides a la derecha estaban racionados y no podía desgastarlos en alguien con un estándar mayor al mío (cero morritas modelo en Forever 21). Y vi rostros hermosísimos en demasía, y vi cómo sabio e idiota, rico y pobre se fundían en una región de los iguales, una chica luciendo un hermoso vestido azul con la Torre Eiffel de fondo; Silvia, 24, Escort mostrando su torso desnudo. Alicia, de la UdeM, Marbella, que trabaja en cualquier empresa.
En un momento me vino la desesperación y subí hasta los treinta y cuatro en el máximo rango de edad…¿sería capaz de salir con alguien una década mayor que yo?… pero luego comprendí que en un universo como Tinder los match son milagros de la probabilidad y el que dos personas coincidan- aunque 50/50- sigue siendo un logro casi místico. Y vi chicas sencillas, y me imaginé saliendo con cada una de las que se ganaron mi slide derecho, pero con poquísimas coincidí; y de ese filtro aún menos pasaron a mi Whatsapp, y de aquellas, nadie se volvió mi amiga en Facebook.
Sé que Tinder no me consiguió al amor de mi vida en casi dos meses de uso, sé que no conocí en ese lapso ni novia ni one night stand…a otros les habrá funcionado y se vale, han hallado diversión temporal o una relación estable…pero a mí no.
En el mejor de los casos sé que quienes -lo espero- coincidan y se lleguen a casar algún día, mentirán, dirán cualquier historia sobre cómo se conocieron menos la verdadera manera en que tuvieron match en una aplicación donde todos buscan algo, pero nadie busca lo mismo que tú.
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Sobre el autor

Míkel F. Deltoya

Poeta, narrador y reseñista. Egresado de Letras Mexicanas por parte de la UANL. Ha publicado en numerosas revistas y antologías dentro y fuera de México. Fue delegado ante la Red Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura (periodo 2012-2015). Sus áreas de estudio son la intertextualidad, la literatura del norte y los fenómenos de migración, fronteras e internet. Originario de Cd. Juárez, radica en Monterrey desde 2011.

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