
Antonio Trejo en la Edición III de 7 golpes
Las finalidades han desaparecido: son los modelos los que nos engendran. No hay más ideología, hay solamente simulacros
Jean Baudrillard
En periodos de crisis uno debe tener muy claro la cartografía de donde está. Y ahora estamos asistiendo a una peligrosa simplificación del pensamiento. Un país tiene sentido cuando su relato se sostiene en el tiempo y en este país eso no está sucediendo. Está ganando lo espurio. Da miedo este abandono en la búsqueda de un relato común.
Juan Mayorga
- Contexto inusual
El 2016 trae consigo la mayor oferta teatral en Monterrey de los últimos años. Tan sólo entre febrero y marzo abrieron sus puertas tres salas: el Foro Arcadia, MicroTeatro y Mi Teatro. El Foro Arcadia ofrece comedias y teatro de autor en tres escenarios distintos dentro de un recinto de proporciones considerablemente grandes; en cambio MicroTeatro es una franquicia exitosa, probada en ciudades como Barcelona, Valencia y Buenos Aires, que ofrece 5 obras breves y originales de autores jóvenes; Miteatro se adhiere al modelo del teatro brevísimo, aunque conserva su propio sello, y presenta también un paquete de obras breves para muy pocos espectadores. Mientras tanto otros espacios independientes están en vías de consolidación: Theatrón, que hasta ahora sólo presenta obras de su propietario y también director, Xavier Araiza, por lo cual no se perfila como una sala para otras propuestas que las propias; Ka Ye Kualli, un foro interdisciplinario que lo mismo programa teatro que lecturas de poesía o un ciclo de cine, y el ISEM (Instituto de Especialidades de Monterrey), una antigua casona que es escuela de posgrados y cuyo segundo piso: un vestíbulo y tres grandes cuartos son utilizados como foros. Recientemente también abrió sus puertas El círculo de Tiza, una sala ubicada en el centro de la ciudad.
Si a estas salas que ya están funcionando con programación para los próximos meses, le sumamos los espacios de Conarte, los festivales, encuentros, y la programación de las salas comerciales, estamos hablando de una oferta teatral que superará por mucho la de años anteriores. Tan sólo en el barrio de La Purísima se podrán apreciar cada semana alrededor de veinte obras de distintos formatos, desde microteatro, comedias de formato grande, obras de autor, dramaturgia joven, los lunes, martes, jueves y fines de semana hay obras de teatro.
Esta situación hace pensar en tres cosas: la primera es que sí hay público para el teatro en Monterrey y hay bastante; la segunda es obvia: hay mucha gente haciendo teatro en Monterrey, hay talento de sobra, algunos formados en unas escuelas, otros en otras, unos venidos de los medios, otros de la academia, hay también importantes maestros e impulsores del teatro que son parte de este boom, y con esto quiero rescatar algo, el boom que vive el teatro regio actual no es un asunto generacional, no le pertenece sólo a los más jóvenes, hay mucha gente involucrada en esto, vale decir, todo el medio. Y obvio que hay efervescencia, y es que el teatro quizás se está volviendo necesario en la ciudad.
- Los antecedentes inmediatos
Este boom no es gratuito y no ha surgido por generación espontánea, Monterrey es una de las plazas más importantes de teatro del país y en los últimos años las nuevas generaciones de egresados de las carreras y diplomados en artes escénicas han engrosado la oferta teatral y han puesto en evidencia lo que ya sabíamos desde hace años: que las becas, los encuentros y los festivales que ofrece Conarte son insuficientes para soportar la demanda de trabajo de los artistas en activo.
Ha habido esfuerzos y proyectos que buscaron otras formas de producir teatro: modelos de autogestión, cooperativas o asociaciones civiles que fracasaron en su intento, quizá debido a que fueron movimientos aislados, quizá también debido a una mala planeación o administración. No es lugar éste para analizar detalladamente los antecedentes del fracaso, pero sí para echar una mirada breve a un movimiento que a mi parecer ha abierto brecha y posibilidades para que otros caminen por los intrincados senderos de la autonomía.
Me refiero a 7 Golpes, un tipo de teatro que aparece como resultado de la crisis de inseguridad que vive Monterrey en 2011 y 2012. Es sintomático que cuatro años después haya tantos teatros cuando en 2012 había sequía en todos los sentidos, las calles estaban tomadas y las noches desoladas.
7 Golpes inicia como resultado de un encuentro convocado por Mónica Jasso para hacer teatro breve en Monterrey: acababa de llegar de Buenos Aires y quería importar un formato que es muy común allá, donde casas y bares funcionan como foros en los que se presentan fragmentos de obras que están en proceso de producción, la idea es confrontar la obra con público y recibir retroalimentación o acceder a más recursos. Decidimos que fueran obras breves, y no fragmentos, decidimos irnos a las bases: un dramaturgo, un director y un actor. Otra cosa que decidimos esa noche fue el nombre, 7 Golpes, y el objetivo principal: Dejar de tener miedo. Salir a las calles y decir: No tenemos miedo. Mónica Jasso, Morena González, y quien esto escribe, apoyados en una gran cantidad de gente de Monterrey, escritores, actores, directores y artistas plásticos, le dimos vida a la primera edición de 7 golpes, que consistía en un espectáculo con 7 monólogos simultáneos y sucesivos, que la gente podía ver trasladándose de por cada uno de los escenarios en los que se llevaban a cabo. Una sola noche 150 espectadores podían ver algunos monólogos, otros eran para 10 personas, algunos multitudinarios, otros no tanto, y otros íntimos.
Los monólogos eran breves y escritos exprofeso para cada edición. Participaron algunos de los dramaturgos más importantes del país y la ciudad; actores de cine, directores invitados de talla internacional, y por supuesto una buena parte de la comunidad teatral regiomontana. Se hizo interviniendo viejas casonas y sótanos de espacios del centro de la ciudad. Las temáticas tenían que ver con la realidad de violencia y desprotección que vivíamos, y por si esto fuera poco, la entrada al evento era gratuita. Grosso modo esto era 7 Golpes, teatro con un marcado gesto ético que buscaba contrarrestar la crisis de inseguridad sacando a las personas de sus casas por la madrugada —el evento comenzaba a las 11 pm y terminaba cerca de las 2 am—, para que asistieran a un evento público de medianoche, con calidad asegurada y crítico con la realidad.
Recuerdo con emoción la primera edición de 7 Golpes, todos los participantes en aquella ocasión (como después fue en cada una de las ediciones) nos reunimos en el patio central de Espacio de Alto Riesgo (lugar donde se llevó a cabo) antes de comenzar el evento, nos tomamos de las manos, jóvenes y no tan jóvenes, artistas nuevos y consagrados y nos deseamos suerte, sí, suerte para nosotros, pero también suerte y mejores tiempos para esta ciudad. Ese gesto único e irrepetible nunca se borrará de mi mente, ya que era la primera vez que veía unidos tantos artistas de teatro en un evento independiente. No está de más decir que la gente abarrotó el lugar esa primera vez y no dejó de hacerlo en cada edición.
Al mismo tiempo que 7 golpes estaba en activo, es decir en los tres años anteriores a esto que escribo, hubo en Monterrey algunos cafés que abrieron sus puertas presentando teatro de pequeño formato; estos lugares que principalmente eran cafeterías y restaurantes hipsters, se prestaron para diversificar su mercado y atraer público con teatro íntimo, de pequeñas dimensiones y pocos actores: Mamamor, el Café Brasil (sucursal centro), Ubuntú café, y La Bodega, eran esos espacios. Al día de hoy ninguna de estas opciones existe, pero fueron espacios donde los artistas encontraron cierto aire, posibilidad de temporada y algo de autonomía.
- ¿Qué ha pasado desde entonces?
7 Golpes fue un éxito en términos de público y de participación de artistas, obviamente no fue un éxito económico porque nadie cobraba dinero. Funcionó como gesto simbólico, como gesto ético. Pero si bien lo ético nos da la capacidad de unir fuerzas y protestas, no es suficiente para cambiar la realidad. Yo rescataría, no el éxito del encuentro, sino la eficacia de los textos y las propuestas escénicas. Cuatro ediciones en Monterrey y una edición especial en Tampico durante el Festival de Teatro para el Fin del Mundo fueron suficientes para que 7 Golpes marcara un timing propio en momentos cruciales en los que había que tomar la palabra y los espacios. Hoy 7 Golpes ya no existe, el año pasado fue su última edición y creo que se terminó a tiempo, porque justo ahora el panorama es otro, y no vería yo cómo convencer a los artistas de teatro actualmente a hacer otros 7 monólogos gratis, cuando la oferta es tanta y pueden hacer una obra de microteatro y ganar dinero por eso. Parece que caminamos hacia la autonomía, sin embargo yo no tomaría una postura triunfalista acerca de esto, al menos no todavía.
- En medio de la paradoja: ¿es el arte algo rentable?
Estamos en medio de una paradoja, porque, por una parte, el teatro no es un negocio, es decir, no es un puesto de hamburguesas, ni una tienda departamental y por supuesto, no es una boutique. El teatro es arte, o al menos así lo entiendo yo, es derroche de recursos (humanos, creativos, expresivos), no ahorro, y no es un objeto de consumo: no se puede llevar a casa. Precisamente por eso no da utilidades, su valor por lo tanto no es comercial. El teatro, como el arte, tiene un valor intangible, como lo tienen los recursos naturales. O ¿cuánto vale la obra completa de Margüles?, ¿dónde está? ¿Cuánto vale la sabiduría de Héctor Mendoza? ¿Dónde está? Aunque nuestros políticos y empresarios se empeñen en ponerle un precio a todo y en querer venderlo todo, el teatro no se puede meter así como así dentro del sistema mercantilista sin ir en detrimento de sí mismo. No es una mercancía. Tal vez Monterrey tenga mucho más teatro ahora, es decir más oferta teatral, ¿pero tendrá también más reflexión?
En el caso de Microteatro, como menciono al inicio de este artículo, se trata de una franquicia exitosa que surge en España y que se ha transformado en un modelo. El éxito de este formato viene aparejado a la precarización de la vida, al trabajo fragmentario y a la crisis laboral. Se hace teatro de pequeño formato porque es más barato producirlo, también porque permite la cercanía con el público, pero eso es secundario, creo que una de las preguntas cruciales del movimiento es, ¿podemos hacer teatro en este lugar, en esta casa, en este recinto?, ¿podemos hacer obras muy breves para dos o diez espectadores? Y lo hicieron y fue un éxito, tanto que decidieron comercializarlo.
En sí misma la idea es muy buena, lo breve permite velocidad y los espectadores de hoy están acostumbrados a la velocidad; obliga a condensar los conflictos y a buscar desenlaces sin irse por las ramas, es decir, en la brevedad se puede intensificar una situación y comunicar con el espectador.
A ver, lo que quiero decir es que la brevedad no es el problema, ya decía Shakespeare que la brevedad es el arte del ingenio y los haikus lo atestiguan.
El hecho de que haya mucha oferta de teatro es también un tema económico, y he aquí la paradoja que prometí arriba: si el arte no se puede vender como mercancía, ¿de dónde van a sacar los artistas recursos para vivir? Ahí están los recursos estatales, ahí están las becas y los intercambios, eso ayuda, pero no da para vivir, ya no. Entonces el artista como proponía Walter Benjamin, tiene que hacerse dueño de sus medios de producción, ese es el tema económico, ser dueño de sus medios le otorga libertad total y también responsabilidad total por lo que dice y hace. ¿Qué va a vender? Va a vender su trabajo que se manifiesta por medio de una expresión artística. El actor no puede vender su voz, ni su cuerpo, no lo están rentando tampoco, están ahí disfrutando lo que hacen y quizá no quieran estar en ningún otro lugar sino en el escenario por el resto de sus días, pero no hacen hamburguesas. ¿Entonces qué nos están vendiendo, qué carajos nos están vendiendo si no es su ropa, ni hamburguesas? ¿Qué obtengo yo?, ¿Qué me llevo a casa? ¿Dónde radica el valor de esto que tengo frente a mí? ¿A qué es a lo que le damos valor en un hecho artístico? Creo que esa es la pregunta, y es una pregunta de espectador también. ¿Qué es lo que tiene valor y a qué le voy a dedicar, no sólo mi dinero, porque el dinero no paga lo que el teatro puede dar, sino mi tiempo, mi valioso tiempo de vida, en el que voy a contemplar un espectáculo en lugar de estar viendo una película o un partido de fútbol? Esa es una pregunta crucial. ¿A qué le damos valor? El tiempo es un valor. Tanto si contemplo una obra de 10 minutos, como si lo hago con una de dos horas, cada segundo de mi tiempo que le dedico a esa obra, es más valioso que mi dinero.
La amenaza que tenemos enfrente, como también tenemos muchas oportunidades, pero hay que nombrar también las amenazas, es que dejemos proliferar la hegemonía de la estupidez, lo que el filósofo italiano Franco Berardi (Bifo) llama un “saber sin pensamiento”, sin reflexión, sin filosofía:
El sistema mediático ha creado las condiciones para la reproducción ampliada de un saber sin pensamiento, de un saber puramente funcional, operacional, desprovisto de cualquier dispositivo de auto-dirección. El interés fundamental del capital es el aumento de la productividad y la aceleración del ciclo de consumo para la realización y la valorización del capital invertido. Por eso el enemigo principal del semiocapital es el significado[i].
El peligro en el arte es que los modelos de negocios tomen el control y pongan en juego sus dados: aumentar la productividad para recuperar el capital invertido, reducir significados, simplificar las cosas para poder venderlas, endulzarlas, café con leche descremada. Lo que estará en juego los próximos años en este boom que vive la ciudad será saber sortear estos retos que la mentalidad capitalista quiere imponer en el dominio del arte. Por eso es importante la pregunta de si el arte es una mercancía, porque si lo es, adelante, a venderlo como pan caliente, pero si no lo es, entonces incluso, vale mucho más.
[i] Generación Post-alfa, patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Franco Berardi.