
MI TEATRO
Teatro de alacena, de bolsillo, microteatro, teatro para llevar, cápsulas de teatro, ¿Fast-theatre? ¿Flea-theatre? En la era del hiper consumo, donde todo es fast track, donde lo sólido no sólo se diluye, sino que se ha vuelto ya puro líquido, que no líquido “puro”. El teatro parece haber encontrado una veta para sobrevivir en el mercado: hacerse chiquito, rápido, digerible, simultáneo, ofrecerse como buffet de degustación, darle al espectador la libertad de elegir, de armar su “combo”, y no sobre todo no entretenerlo ni exigirle demasiado, no más de 15 o 20 minutos máximo y soltarlo para que pruebe otro bocado, el que más se le antoje y se sienta libre de haber elegido.
Los mini teatros o micro teatros han llegado a Monterrey, luego de probar suerte en otras ciudades del mundo con más tradición teatral que la nuestra. ¿Se quedarán? ¿Los hará suyos el público regio? Llegaron en dos presentaciones diferentes y se establecieron en barrios emblemáticos de la ciudad, relativamente cercanos. “Mi Teatro” en Juventino Rosas # 124 en el Obispado, por iniciativa de Yolanda “Yuya” Martínez, y de su hija, la actriz y directora Monserrat Eire, y “Microteatro”, franquicia proveniente de España, en Padre Mier #665, frente a la Plaza de la Purísima.
“Mi teatro” tiene su sede en una casa antigua, remodelada con delicado buen gusto y ha acondicionado 5 espacios en los que de manera simultánea se presentan 5 obras cada 30 minutos. La productora y la directora del espacio convocaron a un grupo de directores para hacer sus propuestas libremente sin sujetarse a un tema o un género predeterminado. El espectador puede elegir ver una o dos obras, o aprovechar un “combo” de tres, que implica ya un descuento, o bien lanzarse por un “Full access” y ver las 5 obras, lo que reporta un descuento aún mayor. Antes, después o entre funciones puede aprovechar para tomar un café y/o un “snak” en una sencilla pero acogedora cafetería con algunas mesas al aire libre. El sentido es que el espectador se sienta cómodo en un espacio amable. Una vez hecha la selección del menú, es decir, tras decidir a qué obras y en qué funciones, esperará su llamado para entrar en los pequeños espacios y presenciar los pequeños montajes.
“Mi Teatro” inicio en febrero de 2016 y en esta primera temporada al menos cuatro de los cinco textos que se presentan son de autores regiomontanos y al menos tres de ellos están dirigidos por el propio autor. Las obras son: Culpa relativa, de Hernán Galindo, con la dirección de Rafael Félix; De esas veces que vienes de visita, texto y dirección de Jorge Acuña; Ningún lugar como Tiffany’s, texto y dirección de Jandro Chapa; Por amor hasta que Paz descanse, texto y dirección de Alfonso Carlo y La Guerra, dirigida por Julio César Luna.
La producción de cada montaje se caracteriza, como el espacio en su totalidad, por la sencillez, el cuidado y el buen gusto. En Culpa relativa priva el blanco del encierro. Sólo hay un enorme cartel colgado de una de las paredes, una mesa al centro que parece tener agua y dos sillas. Los personajes, dos hermanos de clase media alta aparecen vestidos de blanco y a través de su enfrentamiento se va revelando un pasado culposo del que es imposible huir. Hernán Galindo retoma una anécdota real sucedida en Monterrey en los años 80 para construir una historia familiar en la que la “verdad” corroe la aparente estabilidad de una familia “bien”. Rafael Félix propone como director el sentido del hermetismo, las puertas se cierran cual si se sellaran y ahí se harán pedazos esta pareja de hermanos, pero la dirección se consume en el texto y los gestos de los actores sin alcanzar a crear un lenguaje escénico significativo.
Mientras esto ocurre, en otro rincón al fondo de la casa que alberga a Mi Teatro, se desarrolla otra historia familiar. En una habitación en ruinas, una madre (Verónica González) y una hija (Lissette Treviño) tratan de despedirse, de aceptar su condición “existencial”, en una emotiva historia que da varios giros inesperados, pero que al inicio abusa de la descripción y la información. Aquí el planteamiento de la puesta en escena es realista, con actuaciones contenidas y sobrias, y sirve de contraste para el desenlace “surrealista” del texto.
Al tiempo que eso sucede, en otra de las habitaciones una Médium (Veva Cuervo) nos invita a una sesión espiritista. Entre objetos esotérico, a media luz y respirando el olor a incienso, la Médium nos promete traer al presente a un ser querido, repentinamente de entre el público una actriz reconoce a su marido difunto y comienzan una serie de recriminaciones y revelaciones que oscilan entre el humor y el melodrama absurdo.
Y si aquí se da la invocación a los muertos, en otro de los cuartos, un autor, Truman Capote invoca a la protagonista de su novela Desayuno en Tiffany’s, Holly Golightly, quien aparece vestida igual que Audrey Hepburn en la célebre película de los años 50 para conversar con ella. Lo que no nos queda claro es por qué o para qué resultaba vital para el novelista esta conversación.
Así, resulta interesante que al menos cuatro de las cinco obras que se presentan en esta primera temporada abordan el tema del pasado, de la presencia del pasado en el presente, tal vez porque sea un tema que de alguna manera palpite en la actualidad o tal vez por ser un tema propio del melodrama, género al que se acercan si no es que se sumergen una buena parte de los montajes.
Sin duda, tanto Mi Teatro como Microteatro son un reflejo de nuestra época, pero son también una oportunidad de crear comunidad, de generar espacios de convivencia donde nos encontramos y conversamos, son una invaluable oportunidad de volver a hacer nuestros a los viejos barrios de la ciudad y de que las decenas de jóvenes egresados de las escuelas de teatro puedan quedarse en la ciudad y crecer como creadores escénicos. De ellos, de su imaginación, de su rigor estético y de su compromiso humano y social depende que las cápsulas de teatro de 15 o 20 minutos puedan esquivar la frivolidad y convertirse en verdaderas vitaminas que alimenten el espíritu y revitalicen nuestro sentido crítico.