Y cuando ya lo tengas todo, desaparecerás
Alfonso Reyes
Una vida de intensidades ¿Qué ocurre? Los niños son curiosos, dicen. Yo era muy curiosa. Eso sí lo recuerdo. Ojos brillantes y sonrisas siempre colgando, como colgada(ba) de los árboles. No, no te vayas por ahí, no te pierdas (me perdí montón de veces), no agarres ese animal. Ay, m’ija ¿Después qué pasa? ¿quién pone las barreras y por qué? ¿de dónde emergen? Y sobre todo, ¿en qué momento esos estratos se instalaron en mí y comenzaron a atravesarse(me)? ¿por qué preguntárselo? Psicoanálisis barato que no es psicoanálisis. Es como si sintiese los estratos ahí, operando. Impulso vital coartado. Ah, el arte. Ah, el amor, el trabajo, metas, objetivos, lineamientos, inercia de vida. Lento y duro acoplamiento. O no. Rápida adaptación. Inconsciente, invisible. Agotadas las intensidades ¿Qué les queda a los jóvenes? se preguntaba Benedetti en el 98, cuando tenía… cuando yo tenía… ya se preguntaba Coral qué sería de nosotros en medio de tanta violencia al final de la primera clase de siglo XX con el rostro rojo y los labios apretados. La actitud, dije, dijiste, dijimos. Momentos. Momentos en que se siente el filo.
Hay quienes más que refugiarse hallan un cauce y no es que ahí estén necesariamente cómodos pero están ahí, algo
–consciente o no– está asumido y desde ahí el ser, ente, sujeto, individuo, persona o lo que sea, se relaciona con todo lo que no es. Objeto, más sujetos vueltos objetos, más ideas objetivizadas (apropiadas por el sujeto), sujeto que domina, dominio que es sujeto a ser usado por un sujeto que objetiva. Seguir en la lógica del luego qué sigue y qué se hará con esto. O sino porqué preocuparse. No sería inquietud sino se pensara en una totalidad, en un fin, en algo después, en un golpe de grandeza, de gracia, de cambio. Busco intensidades y este mundo (visión) me las corta, me asfixia. Qué hago con lo que he escuchado, vivido, por qué la parálisis por qué la creencia de la parálisis por qué no salir como gato perdido como perro exiliado como un desterrado. Ah, el miedo. Ah, la duda la niebla las locas ganas de imaginar violadas y adónde vamos de dónde partimos cómo volar o reír o llorar o sonreír cómo extraer algo de los muros muros muros, no, jardines, jardines de amapolas cauces ríos, ríos de pájaros vuelos de peces peces incompletos
una cree saber algo, va llenando su caja de herramientas,
creer en su aprendizaje y conocimiento,
creer en una mismo con fervor, no vaya a ser
que en verdad no aprendimos y sí nos caemos estando cerca del precipicio
así que una prefiere creer que las experiencias dejaron memoria en la piel y sus huesos
una tiene su morral, sus dizque ganas de vivir, pero sin ser consciente de ello mismo y lo que implica lo que la vida dice de sí misma cuando das cuenta de su dolor, de su costo,
de su persecución, de su invasión, de su violencia, sí,
finalmente ella
todo se complejiza, se intensifica el vivir,
las decisiones son menos cautelosas porque sólo tenemos este presente en la orilla de los ojos,
te avientas a la calle con temblor, cuánto se tiene que vivir para vivir la libertad, cuánta sangre faltará,
pero igual no puedes detenerte, volteas a tu caja de herramientas, algo tiene que servir, te ves al espejo, pero no, cómo,
qué sigue después de la guerra, no puedes escapar de ti misma,
como si lo pudieras borrar,
como si no te fuera inevitable tomar postura, ser parcial, identificar lo que es enemigo (que no es ‘uno’, único), ponerse en pie, la vida se vive de pie, no de rodillas
¿sabes por qué? porque duele más vivirla de rodillas: sacrificio del ave, del pájaro del alma… aquel que revolotea aún en algunos rincones por dentro, esperando la mañana, susurrando al corazón.