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El Clóset de Cristal: la importancia de la memoria

febrero 23, 2017Deja un comentarioCastillos, Derechos HumanosBy Miguel Martínez Jiménez

el closet de cristalNadie duda de la relevancia de Carlos Monsiváis para la cultura, la labor periodística y las letras en el México de las últimas décadas. Su prolífica obra como cronista y ensayista tiene un valor innegable tanto para los admiradores como para los detractores de sus líneas de pensamiento o de su estilo. No hay mucho que añadir al respecto. Además, más allá de su legado escrito, su rostro ha sido referencia popular para entendidos −y los no tanto− a través de los medios de comunicación que lo erigieron como líder de opinión por excelencia, independientemente de sus textos. No obstante, su faceta como activista y defensor de grupos vulnerables y de las minorías, particularmente en temas LGBTQ, no es tan conocida y ese asunto es tratado por Braulio Peralta, reconocido periodista y editor mexicano, en El Clóset de Cristal (Ediciones B, 2016).

 

Recuerdo que tiempo después de leer a Monsiváis, de identificar su rostro en la televisión o los periódicos, algo me decía que podría ser gay, que tal vez….pero no tenía elementos como lector juvenil más que la identificación de ciertos guiños en su tono, en algún párrafo venenoso, en la manera de abordar el tema de la diversidad sexual…en fin, la que conoce, reconoce. No fue sino hasta algunos años antes de su muerte que un buen amigo radicado en la Ciudad de México me lo confirmó: “Ay, claro. La Monsi. Me tiró el pedo pero ya estaba muy viejo para mí, y acá entre nos eso de los pelos de gato en la ropa no se me hace nada sexy”. Como sucede con tantas figuras públicas que habitan armarios transparentes, son aquellos que comparten su territorio urbano las fuentes inagotables de rumores para alimentar sus mitos. Estas redes de información de boca en boca sueltan detalles que llegan sólo a quienes están listos o atentos, no a cualquiera. Sucedió con Ricky Martin (su salida del clóset provocó reacciones divididas: quienes juraron sorprenderse con un no puede ser, ¿por qué él?, y quienes dijeron ay, no mames, dime algo que no sepa); ahí está Miguel Bosé, y algunas tías católicas y homofóbicas que lo siguen llamando mi hombre mientras observan su silencio como verdad ansiolítica: si no lo dice, es porque no es. Pues bien, si a algún despistado fuera de la Ciudad de México le quedaban dudas sobre Monsi, éstas se disiparon públicamente durante sus funerales con la bandera arcoiris sobre su féretro y las palabras de Elena Poniatowska : “nada en los últimos meses de tu enfermedad me ha conmovido tanto como el amor que te tiene Omar. Su dolor te honra, su entrega es tu trofeo y a mí me hace entender lo que significa la existencia real del amor sin límites, el amor que no tiene fronteras sexuales y ese amor me enaltece como enaltece a todos los movimientos de reivindicación o de identidades diversas en mi país”. Ese día yo confirmé lo que mis amigos chilangos me decían con pelos y señales. Fue un secreto a voces, confirmado. Bueno, seguramente hay entre mis tíos quien prefiera no enterarse. Así funciona un clóset de cristal.

 

La lucha por los derechos de todas y todos los miembros de la diversidad sexual, por esa reivindicación de la que habla Elena, no ha terminado, evidentemente. En un país con tantos crímenes de odio hacia quienes no encajan en el modelo hegemónico de la sexualidad, la lucha sigue y sigue. Por ello es importante hacer un trabajo de memoria histórica, que documente las idas y venidas de un movimiento que por definición está formado por distintos colores. Braulio Peralta logra hacer un buen recuento de hechos, personajes, eventos y fechas con la figura de Carlos Monsiváis en el centro. Al tomar un célebre lema feminista de base, lo personal es político, Peralta nos muestra de primera mano fragmentos de la vida personal de Monsi que son muy útiles para comprender no sólo al hombre, al intelectual, sino también a una época y a una lucha concretas. Sin embargo, no estamos ante una de esas típicas biografías no autorizadas tras la muerte de los famosos. Revisamos, con la voz de Braulio y otros testigos, crónicas que narran la historia del movimiento homosexual en México a través de la figura del conocido cronista que nunca asumió públicamente su homosexualidad. Ante el reproche de algunos −al final ni tantos, nos dirá Braulio− sobre el silencio de Monsiváis respecto de su orientación sexual y su permanencia en el clóset, Peralta señala lo que ya había escrito antes −cuando Carlos aún vivía−, y que da título al libro: la vida de Carlos Monsiváis transcurrió dentro de un clóset de cristal, en una transparencia desde la cual nunca le rindió cuentas a nadie.

 

¿Qué importancia tiene este detalle personal después de su deceso? Lo que hace al libro de Braulio un importante documento de memoria, y no sólo un recuento de anécdotas biográficas, es la habilidad de tejer la tarea pública de Monsi con éste y otros matices de su vida personal. Así, capítulo a capítulo vamos conociendo los nombres de algunos de los amantes más estables −y otros no tanto− que tuvo el personaje, sus técnicas de ligue, su afición a los baños públicos, a los vapores, su estrecha relación con la doctrina cristiana, sus encuentros y desencuentros, su personalidad seductora −a la vez sarcástica, manipuladora−, el compromiso con las minorías, pero no por complacencia chismosa, sino en relación con la pública lucha histórica por la defensa de los derechos de los grupos que integran la diversidad sexual en nuestro país. Para muestra está la conformación del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), la primera agrupación de homosexuales y lesbianas políticamente constituida que salió a la calle, con motivo de los diez años de la matanza de Tlatelolco, la misma que organizó la primera Marcha del Orgullo Gay en 1979: a Carlos lo unía su amistad con Nancy Cárdenas y una relación de pareja con Juan Jacobo Hernández, ambos dirigentes del FHAR. Invaluable es la anécdota que cuenta Braulio para explicar la histórica ruptura política entre homosexuales y lesbianas que todavía hoy arrastramos.

 

Peralta no quita el dedo del renglón: Si bien Carlos Monsiváis no salió del clóset públicamente (y en el libro encontramos pasajes suficientes para concluir sobre sus razones), su aportación personal y profesional al movimiento es indiscutible, innegable. Lo es desde el Manifiesto en defensa de los homosexuales escrito con Nancy Cárdenas, pasando por los incontables desplegados en periódicos, su labor para reunir firmas de conocidos intelectuales, figuras del arte y la cultura (heterosexuales o no) exigiendo un alto al acoso y los atropellos por parte de los cuerpos policíacos y judiciales del país, y por la publicación de Salvador Novo: Lo marginal en el centro y de Los iguales, los semejantes, los (hasta hace un minuto) perfectos desconocidos (A cien años de  la Redada de los 41) que, junto con otros de sus ensayos y crónicas, son indispensables para la memoria histórica de los homosexuales, las lesbianas (y todas las demás letras disidentes) en nuestro país. Ni qué decir de su incansable apoyo al tema del sida en una época de prejuicios, ignorancia y atropello de los derechos fundamentales frente al tema, o de su renuncia pública a La Jornada por el silencio y el maquillaje cómplice del periódico ante la reclusión de enfermos con VIH/sida en la Cuba de Fidel Castro, o de su papel activo contra la impunidad en el caso de las mujeres trans y los homosexuales asesinados en el estado de Chiapas durante el mandato de Patrocinio González Garrido. Lo político, en Carlos Monsiváis, fue siempre personal.

 

Tanto para los que desean asomarse al lado humano de un personaje complejo como para los interesados en la historia de los movimientos sociales en México en general −y de la lucha LGBTQ en particular−, la lectura de El clóset de cristal es imprescindible porque es memoria escrita. En lo personal, como chiapaneco, sigo saboreando el reconocimiento que hace Braulio a la poeta Elva Macías por permitir la histórica apertura a nivel institucional que significó la celebración de la Semana Cultural Gay en El Chopo, en la UNAM, en una época en la que lo habitual era que las puertas se cerraran.  Y en extraña sincronía, cierro con el efecto que tuvo en mí la narración de la anécdota que le da el nombre a uno de los capítulos del libro, y que curiosamente coincide con el de una asociación civil de reciente creación con la que colaboro, la cual por cierto estará a cargo de la Marcha del Orgullo este año en Monterrey: El clóset es para la ropa. La lectura de El closet de cristal es, sin duda, un ejercicio de memoria LGBTQ para comprendernos, reconocernos y continuar, más allá de las diferencias generacionales, en aquello que todavía nos une. Pero la memoria no sólo es recuerdo, la memoria cuestiona, elabora, replantea: su lectura también es una buena excusa para discutir la coexistencia de nuestros distintos clósets, sus niveles, sus profundidades, sus justificaciones y consecuencias… en lo personal y en lo político.

 

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Sobre el autor

Miguel Martínez Jiménez

Licenciado en Psicología por la UANL y Doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM. Profesor e investigador en el área de las humanidades médicas, interesado en los estudios críticos de la sexualidad y el género. En 2010 obtuvo el Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés. Prefiere andar a pie, el café sin nada y el arroz sin popote, por favor.

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