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Bowles / Bowles

abril 30, 20171 ComentarioArtículos, Sospechosas comunesBy Coral Aguirre

                                                                                          

El tiempo por venir tenía siempre más de una dirección posible. No se podía ni siquiera  renunciar a la esperanza. El viento soplaría, la arena se depositaría y de alguna manera aún imprevisible el tiempo produciría un cambio que no podía ser aterrador,  porque no sería una continuación del presente.

       Paul Bowles

En Jane y Paul Bowles la trashumancia se vuelve no sólo una forma de vida sino la aspiración a hacer del viaje el acto transgresor que significa toda erótica basada en el encuentro con un Otro que no responde a mi costumbre.

 

Músico él, ligado a los más grandes compositores de su época, estudió en París con Aaron Copland, quien deviniera luego su amigo, y obtuvo el padrinazgo de Gertrude Stein, la cual lo instó a dejar sus versos y dedicarse plenamente a la música. Así lo hace en primera instancia, al escribir óperas, música para teatro, para películas, música para ballet, y canciones inspiradas en poemas. En este sentido son memorables sus partituras de Verano y Humo de Tennessee Williams, y Palabras Secretas, serie de canciones con letra de poetas amigos como la Stein y Cocteau, junto a otras muchas partituras. Por su parte, Jane Auer, de voraz imaginación, se ha de obstinar en la escritura desde la adolescencia sin llegar a construir una obra completa hasta que se encuentra con Paul y emprenden sus famosos viajes solos o acompañados.

 

Se conocieron en 1937 y un año después habrían de casarse. A partir de entonces ella será reconocida como Jane Bowles. Vínculo curioso, como si de hermanos se tratara, al reunir sus latencias, no uno por el otro, sino cada uno por su lado. Jane había sentido desde la primera juventud la fascinación por las muchachas, y Paul se inclinaba a las experiencias bisexuales. Beber alcohol, inhalar éter y vagar por los campos los apasionaba. Una suerte de soledad básica, de orfandad afectiva, producto de su familia y de su igual ineficacia para enfrentar las cuestiones de la realidad inmediata y cotidiana, los reunió más.

 

Por encima de toda convención y toda moral, se obstinaron en ser libres. Por ello buscaron los paisajes que acompañaran mejor esta libertad que pretendían. Primero México. Acapulco o Taxco o Cuernavaca, los vieron vivir al sol y al aire, rodeados de amigos con los que compartían la puesta patas arriba de todo lo que fuera decoro burgués, como Truman Capote o Tennessee Williams; pero también mexicanos como Silvestre Revueltas, de quien Paul decía que su música era tan poderosa que uno no debía perderse la oportunidad de escucharla.

 

Después fue Tánger, a partir de 1948, esa mítica Tánger de Hollywood pero igualmente cierta, la de los embaucadores, la vida al filo de la navaja y los servicios secretos. Allí se fascinan por las costumbres fuera de horarios, la mezcolanza entre ricachos y parias, entre artistas desahuciados y aristócratas que buscan la sal de la tierra. Muchos días los verán en los mercados y los tugurios, bebiendo hasta las madrugadas en medio de la euforia de poner al mundo en la picota. Seducidos por los velos y las túnicas blancas de las mujeres, los embozados hombres y sus mantos, y la algarabía de las ferias donde los ritmos de tamboras y panderos acompañan la fiesta del color y la desmesura, de la mano de las drogas más misteriosas y provocativas. Y allí están los amores que han de escanciar hasta la última gota. Chetifa será la femme fatale destinada a Jane y los Amhed y Mohamed, para Paul.

 

No se ahorran en el alcohol, las drogas y las desveladas. Paul sigue sin conocer del todo a Jane, sin darse cuenta hasta qué punto ella es más dependiente que su osada manera de ser extranjero. Porque a Paul la beat generation lo asume como uno de sus padres, y Guinsberg, Burroughs, Kerouac, Mick Jagger de los Rolling Stones, entre otros y otras, lo visitan en Tánger, viajan juntos por Marruecos como antes lo habían hecho por América Latina, y enloquecen de gusto por la diversidad y la libertad que impera por aquellos lares, amén de las substancias con las que Paul los premia cada día. Jane a su lado completa, a causa de sus ocurrencias y su conducta, la atmósfera perfecta para asaltar y pulverizar la moral burguesa. El paraíso en la tierra.

 

Sin embargo no era la primera vez que se fascinaban con un país o una ciudad, ya sabemos que antes había sucedido con México, en 1940 y 41, y donde Jane soñaba hasta sus últimos días volver a recalar, como si el recuerdo de aquellas jornadas mexicanas le hubieran vuelto a brindar la esperanza de retomar su escritura y alcanzar la paz. Quizás fuera el clima y la atmósfera, los días del amor con Paul, las largas caminatas de pueblo en pueblo, la risa que los atacaba todo el tiempo; lo cierto es que fue allí donde se sintió impulsada a escribir por fin una obra completa, su primera novela Two Serious Ladies publicada en 1943. 

 

A Tánger corresponde la concreción de Sheltering Sky de Paul, publicada en 1949, con un suceso notable.

 

Tengo la sensación de que el éxito de Paul Bowles con su novela abre una brecha que ya nada podrá cerrar. En el mismo año se publica asimismo la novela de Jane, Camp Cataract, que por oposición no recibe halagüeños comentarios de la crítica ni tampoco resulta exitosa en términos económicos. Es decir, pasa sin pena ni gloria. Obra esta, cuyas dificultades para escribirla hunden a Jane a veces en el furor y otras en la más profunda depresión. Es Paul quien la insta a concluir y publicarla, quien la ayuda  a separar sus daños amorosos de la propia escritura, a mostrarle que una cosa es la vida y sus amores, y otro el don de su imaginación y el acto de escribir. Por momentos uno llegaría a suponer que esta obra y su publicación es más el logro de él que de ella. Porque Jane queda atrapada siempre en la red que teje alrededor de sus amantes, sean Cory o antes Helvecia, y Chetifa, esa extraña, la marroquí, la que la engaña cuantas veces puede, la que miente y se va, y mintiendo regresa, la que la seduce más, su compañera, y a veces su ayudante, víctima o verdugo según le venga en ganas, y de continuo quien la deja sin un centavo. Esta Chetifa hallada en los mercados de Tánger, tan misteriosa como el mismo paisaje que la circunda y tan lejanamente otra, que quién pudiera penetrarla de verdad. Al igual que la ciudad, resulta inexpugnable para Jane.

 

Por eso ella va y viene de un país al otro. Por eso exige tanto dinero, porque Chetifa la socava económicamente y nada la satisface aunque le permita otros amores, otras fiebres que  vuelven loca a Jane, como el alcohol o el LSD, cuya sombra poderosa se hace presente todas las noches. De modo tal, que finalmente lo que queda minado es su trabajo literario.

 

Desde Nueva York escribe Jane a Paul “…Si no puedo escribir el libro, sencillamente dejaré de escribir; eso es todo. Ni suicidio ni otra vida. Bastante aterrador pensarlo. Aunque intelectualmente parezca la única salida, creo que no me suicidaría…(…) ¿Pero qué haría?…seguir como ahora pero no como escritora. ¿Cómo esposa de un escritor?”

 

Ese es el debate a mi entender, Paul músico, nunca había sido un espejo para Jane, pero ahora con el éxito de su novela ella se desespera. Ha dejado de ser la escritora para pasar a ser la esposa del escritor, no importa que su queja implícita se dé en medio de las palabras más entusiastas por la celebridad de su compañero.

 

A partir de entonces comienza a suceder su declinación, aunque escriba todavía algunos cuentos y una obra de teatro, The Summer House. Los problemas de salud  se suceden desesperando a Paul quien intenta por todos los medios ayudarla a seguir adelante. Pero también tiene su vida, sus amores, su Tánger, a los  cuales no está dispuesto a renunciar. Tampoco a su música, a la poesía y la literatura, a las traducciones de los escritores árabes que descubre y que hará conocer en Occidente.

 

Su segunda novela no obtiene el boom de la primera pero de todos modos es exitosa. El descenso a los infiernos por parte de Jane no es extinción sino vida auspiciosa para él. Si ella se paraliza lentamente él amplifica sus horizontes, si ella se bloquea cada vez más, él expande su universo hasta atrapar el Oriente a pleno, su lengua, sus voces, sus ritmos, y al mismo tiempo sigue siendo el hombre de moda en Nueva York como antes lo fuera en París.

 

Por fin Paul aprende que Jane está marcada. La lesión cerebral que se le ha descubierto no tiene futuro. Irá socavándola poco a poco, inmovilizándole las manos, los dedos, los brazos, después la lengua y al final el corazón. Ella tendrá que asistir a su destrucción hasta el espanto. Reconocer que no puede escribir, luego que no puede dictar, finalmente que no puede pensar. Paul se distraerá a propósito, inventará viajes a propósito, no puede asistir a su dolor, pero también será él quien firme la autorización para que se le aplique electroshock. Reconoce que ella no está de acuerdo pero lo enloquece la pesadilla permanente de una Jane que tiende a desaparecer para dar lugar a un guiñapo humano que solamente gime y balbucea cosas incomprensibles. Si bien cuando recobra cierta lucidez, lo llama a través de muchas cartas, cartas repetitivas, con palabras extrañas y sonsonetes, con faltas de ortografía que la verdadera Jane jamás hubiera cometido. También con una ternura que viene de la orfandad donde la noche impera y se expande aterradoramente. A la postre intenta siempre justificarse, justificarlo, se pierde, divaga, la registran en una clínica, y luego pasa a otra, y a otra, renace un poco y vuelve a perderse. Muere en 1973 en una clínica de Los Ángeles.

 

En 1990 Bertolucci toma Sheltering Sky y con Diana Winter y John Malkovich  filma la película que en español se llamó El cielo protector. Con esa curiosa primera secuencia en donde el mismo Bowles sentado en un bar es el testigo y narrador de la historia y al final del filme, la concluye.

 

El cielo protector resulta la consagración de una obra que había sido suceso desde su publicación. Jane, por el contrario, nunca supo de tales victorias. Su obra, tanto la narrativa como la dramaturgia, quizás asombraron a un pequeño público de conocedores  pero en realidad nunca fue comprendida ni gustó. Su imaginación, esa imaginación que asombrara al mismo Paul, la dejaba al margen de las grandes masas de lectores y espectadores, e incluso de los especialistas quienes en la mayoría de los casos, no supieron adentrarse en su universo ni responder a su esplendor psicológico con la profundidad que éste requería.

 

En los últimos años Paul Bowles se dedicó por entero a una narrativa que revelaba su intensa conexión con el mundo árabe. En uno de sus últimos reportajes, en aquella Tánger que ya nunca abandonó,  expresó que más que a la muerte siempre le había temido al sufrimiento. Murió en su amada ciudad en 1999.

 

Resulta doloroso el devenir de cada uno para quienes vemos a lo largo de la historia de los creadores, tantas dificultades en los procesos creativos de las mujeres, ¿acaso ser hombre implicó más oportunidades para Paul Bowles? ¿Acaso la psiquis femenina, como decía Virginia Woolf, enfrentada al acto de crear, esa misma exasperación que imprime a su buceo, la lleva a rozar la locura? Quién sabe. Lo cierto es que no deja de sorprendernos el exacto momento del comienzo del bloqueo escritural en Jane: cuando Sheltering Sky alcanza un reconocimiento inesperado. Y entonces poco a poco, el lento circular por la congelación de la vida, inmovilidad, parálisis, amnesia, daño irreversible físico y psíquico.

 

Paul y Jane en su etapa luminosa jugaban todo el tiempo, se divertían creando escenas, metamorfoseándose en curiosos animales y seres, y entre todo ello, habían inventado un juego que jugaron por muchos años y cuyas características suenan a una metáfora. Él era el loro y sólo contaba con dos palabras para desaprobar o aprobar. Rop era aprobación y Bupple, su contrario. Ella era una suerte de mamá o gobernanta que lo impulsaba a entrar en la jaula. Él se dejaba persuadir y lo hacía, mientras Jane exclamaba “Fíjate qué bonita jaula, ¿no eres feliz?”

 

No necesariamente la trashumancia nos libera de la jaula.

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Sobre el autor

Coral Aguirre

Nacida de madre violinista, danzarina, teatrera y lectora. Mi medio natural es esa cuna de notas, primeras posiciones de la danza, las lecturas de Álvaro Yunque y otros autores argentinos y clásicos. Por ella conocí a Shakespeare y Lenin antes de llegar a la primaria, de fuerte extracción socialista y de ascendencia guaraní grabó en mí a los despojados de la tierra. Lo demás viene de suyo.

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1 Comentario
  1. Responder
    mayo 14, 2017 at 7:11 pm
    Jesus Isaías Lucio Leal

    Siempre es un placer poder leer algo de su trabajo, me incita a escribir y andar el camino. Gracias!

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