Los cancilleres de los países miembros de la Alianza del Pacífico y del Mercosur celebraron una reunión conjunta en oportunidad del Foro Económico Mundial sobre América Latina, efectuado en Buenos Aires los primeros días de este mes de abril.
El encuentro entre los cancilleres de estos dos grupos de países puede ser interpretado como auspicioso para la concertación de las determinaciones que se demanda adoptar a favor de una genuina integración entre los países de la región. Las primeras líneas de trabajo conjunto que se comprometieron emprender hacen referencia esencial a la dinamización del comercio y la cooperación aduanera, además del apoyo a las pequeñas y medianas empresas con miras el establecimiento de posibles cadenas regionales de valor.
Con este propósito deberán reunirse periódicamente el Grupo de Alto Nivel (GAN) de la Alianza del Pacífico con el Grupo Mercado Común (GMC) del Mercosur, las instancias técnico/políticas de ambos esquemas que deberán proponer las decisiones que se requiere adoptar para el cumplimiento de los objetivos propuestos. Esta auspiciosa instancia de diálogo podría llegar a constituirse en el embrión de una nueva dinámica a favor de la integración entre el conjunto de los países latinoamericanos.
Los destemplados cuestionamientos al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, efectuados por la nueva administración norteamericana, si bien parecerían estar destinados a correr la misma suerte que el decreto contra la migración o la norma con la que se pretendió sustituir el seguro de salud de Obama, deberían dejarnos suficientemente claro el mensaje emitido y concentrar nuestros esfuerzos a favor de la integración entre nuestros países. Todos los compromisos asumidos hasta la fecha, en función de ese imperativo, concluyeron en similares frustraciones, pero hoy las amenazas son tan grandes como las oportunidades que se podrían llegar a generar en la medida en que se adopte la determinación de emprender una decidida acción conjunta y sostenida en el tiempo entre todos los países de la región.
La década de los años noventa del siglo pasado fue evidentemente dinámica en el alcance y la significación de los compromisos de integración que se llegaron a asumir a nivel subregional, regional e inclusive hemisférico. En ese ámbito alcanzaron particular importancia los avances logrados en el marco del Acuerdo de Cartagena, constitutivo del original Pacto Andino, sustituido por la actual Comunidad Andina de Naciones, así como también la constitución del Mercado Común del Sur, Mercosur. Ambos esquemas se plantearon la conformación de sus respectivos mercados comunes, pero se volvió a caer en el incumplimiento de plazos y compromisos.
En este mismo marco se puede llegar a mencionar la agenda de diez puntos para la integración que se llegó a plantear a nivel regional en el seno del Grupo de Río, pero que fue desestimada en las instancias técnico-políticas correspondientes. Mientras México concretaba su apuesta por el norte, los dos grupos subregionales sudamericanos apostaban por su propia consolidación, que nunca llegó a concretarse, con miras a fortalecer su posición en las negociaciones que se habían iniciado para la conformación del Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA.
En función de ese propósito de alcance hemisférico, se llegaron a invertir importantes esfuerzos y recursos, tanto al más alto nivel político, como técnico e institucional, que resultaron totalmente infructuosos y, en la misma medida en que esa iniciativa se fue diluyendo, se diluyeron también los objetivos que se habían planteado alcanzar tanto el Mercosur como la Comunidad Andina.
En este mismo contexto corresponde hacer referencia a la Iniciativa para la Infraestructura de la Integración Física Sudamericana, IIRSA, mediante la cual se tiene diseñada la infraestructura vial con la que se requiere contar para facilitar el flujo comercial y económico entre todos los países sudamericanos. Similar proyecto se tiene igualmente diseñado para la integración física de todo el trayecto desde México a Panamá.
La adecuación de estos proyectos para hacerlos compatibles con las legítimas demandas de preservación del medio ambiente, es una tarea que se mantiene pendiente, pero todo lo mencionado debería estar presente para el momento en el que se decida reemprender el camino que se tiene trazado y que nos está siendo impuesto por las actuales circunstancias.
El diálogo emprendido entre los países latinoamericanos miembros de la Alianza del Pacífico y del Mercosur debería tener presente el alcance de esos compromisos, cuyo cumplimiento se constituye en un requisito previo para la consecución de los objetivos de dinamización del comercio intrarregional que han sido planteados en esta oportunidad.