Ayer subí a una de las lomas que aún no han sido desmontadas, en la zona de San Jerónimo, de Monterrey. Hace unas semanas, observando imágenes satelitales de esa zona, advertí que aún poseía cubierta vegetal.
Por lo inusual de esa circunstancia, decidí dar una caminata por la tarde, y realizar fotografías de la ciudad desde esa pequeña elevación. Muchas cosas existen ahí, en esa loma, apenas 50 metros arriba del resto de la ciudad. Por ejemplo, una antigua barda de piedra, inusitado descubrimiento, porque seguramente corresponde a una delimitación del predio, construida en otra época, diferente a estos tiempos posmodernos. Algo que se debe conservar, pienso.
Las dos calles que flanquean, de oriente a poniente, corresponden a caminos existentes en tiempos previos a la urbanización de San Jerónimo. Como el llamado “Antiguo camino a las pedreras”. Una calle hoy saturada de carros, en los tiempos que San Jerónimo no existía como espacio atiborrado de zonas habitadas, permitía transitar hacia las pedreras localizadas en el Cerro de las Mitras. Vías en las afueras de la ciudad, que hoy están llenas de urbanización.
Cuando el gobierno de Nuevo León inició trabajos formales para el manejo de la contaminación atmosférica en Monterrey, lo hizo con las pedreras. Realizó suspensiones de actividades, y definió regulaciones aplicables a esos trabajos de explotación.
La síntesis de esas reglas es simple. Algo parecido como cuando en nuestro hogar barremos el polvo, y para evitar la fuga de ese elemento a niveles molestos, el suelo es humedecido. Las pedreras deben humectar todos los elementos de sus procesos en donde se generen polvos.
Otra medida corresponde a un mecanismo llamado encapsulamiento. Esa prevención trata de cubrir con barreras físicas (cubiertas, paredes, techos), como en la humectación, las etapas del proceso para la explotación de calizas que emitan polvos.
Se complementa el manejo de las emisiones de polvos con el monitoreo constante de las mismas, humectación de los caminos por donde transitan los vehículos que cargan materiales, y la cubierta de las cajas que trasladan las arenas.
En un proceso gradual para regular las emisiones de las pedreras, las medidas definidas por el gobierno de Nuevo León pueden ser valoradas como pertinentes, si las vinculamos con establecimientos que realicen sus trabajos para la explotación de manera aislada, desde una perspectiva de ubicación geográfica.
Al estar definidas en un espacio con límites específicos, las emisiones de polvos pueden ser controladas mediante humectación y encapsulamientos, a niveles que no sea causa de contaminación grave del aire.
Las pedreras que cuenten con esa circunstancia, podrán librar las sanciones contempladas en la norma emergente diseñada para regular las explotaciones de esos establecimientos, incluido en ello las clausuras definitivas.
Las empresas que se localizan al poniente de Monterrey, en los municipios de San Pedro Garza García, Santa Catarina, García, y la capital de Nuevo León, no encuadran en esa condición de localización aislada.
Un pronóstico es que, considerando la ubicación colectiva de varios establecimientos, en esa delimitación al occidente, sea causa de acumulación de emisiones de polvos a niveles que no puedan ser manejados adecuadamente mediante humectación y encapsulamiento.
Dado que esas medidas aun no son mecanismos contundentes para controlar los polvos de manera total, porque en su implementación, se siguen generando emisiones, la acumulación de los mismos puede presentar valores que rebasen los límites aceptables por el gobierno de Nuevo León.
El escenario es uno que, nuevamente en un proceso gradual, tendrá en sus resultados las condiciones favorables para una reubicación de las empresas que explotan materiales como las calizas.
El actual, que debería ser suficiente para trasladar las pedreras fuera de Monterrey, no tiene posibilidades de ser concretado. Las ganancias millonarias de esa actividad se imponen sobre cualquier afectación ambiental o de salud humana, y avasallan la posibilidad de mover los aprovechamientos.
Ante esa circunstancia adversa al interés de conservar ecosistemas y manejar la contaminación atmosférica de la ciudad, la posibilidad de reubicación puede ser determinada por la acumulación de emisiones ocasionadas por las pedreras al poniente de Monterrey.
La confirmación de esos auspicios ha de tener sustento en datos verificables. Una parte importante de las empresas ha realizado estudios sobre el manejo de sus impactos, y la prevención de sus emisiones a la atmósfera. Toda esa información debe ser accesible sin limitaciones a la población en Monterrey. Realizarlo de esa manera, sin las usuales excusas para ocultar información pública, permitirá que medidas como la reubicación tengan la solidez requerida desde la perspectiva técnica y política que se maneja en este contexto.
El matiz de fondo de esta industria para la explotación de calizas tiene relación con sistemas de producción y usufructo vigentes. La demanda de materiales para construcción en la ciudad es importante. Diariamente se requieren toneladas de arenas y otros componentes, utilizados para los trabajos de edificación que se hacen en la metrópoli.
El uso de arena y cemento prevalece en Monterrey. La existencia de pedreras y su producción diaria responde a esa demanda actual. Se trata de un gigante con la inercia acumulada en décadas. Modificar esas estructuras requiere cambios que, con seguridad, no se realizarán en tiempos cortos. Esa circunstancia gradual choca con los escenarios graves de contaminación atmosférica de Monterrey. Además, las pedreras se tratan de una fuente más de partículas al aire.
Estamos en el inicio del proceso. Esperemos cuando se definan las reglas para automóviles. Modificar el reinado del automóvil y su efecto ambiental negativo para la ciudad, vaya que será un asunto casi imposible de implementar.
Cuando se comprenda con claridad que respirar aire contaminado es causa de muerte, muchos escenarios han de cambiar.