“El propósito de los medios masivos, no es tanto informar y reportar lo que sucede, sino más bien darle forma a la opinión pública, de acuerdo a la agenda del poder corporativo dominante”.
Noam Chomsky
Sumario (a modo de advertencia):
El presente texto, más que artículo de opinión, recoge experiencias y visiones sobre el escenario que actualmente enfrenta el periodismo en Venezuela.
Estampa 1: Diez años sin Radio Caracas Televisión (RCTV)
“¡Esta lucha es por todos nosotros, por la libertad. Esa noche te quitaron el control de lo que querías ver!”. La que habla es Camila Canabal, animadora del canal Radio Caracas Televisión (RCTV), al participar en un acto para recordar los diez años del cierre de la televisora.
Es sábado 27 de mayo y en la Plaza Alfredo Sadel ―un sector de clase media alta de Caracas― están ya centenares de personas opositoras al gobierno que, apenas al llegar, se topan con un gran anuncio panorámico del principal dirigente opositor en el país, Leopoldo López.
Con nostalgia, los asistentes recuerdan las novelas, el noticiario y los programas de televisión que, con más de cincuenta años al momento del cierre, volvieron a este canal el de mayor trayectoria en Venezuela. La gente creció con sus personajes, pues.
“Nos quitaron una voz, la oportunidad de reclamar”, dice Marcela, una manifestante que recuerda especialmente la novela Por estas calles, que denunciaba, entre líneas, las políticas gubernamentales. “Yo dejé de ver televisión. Ya sólo veo series y si quiero estar informada, checo Twitter y Facebook”.
Aquí hay quienes lloran por el canal a quien el comandante Chávez le anunció que no le renovaría la concesión, mediante un discurso televisado el 28 de diciembre de 2006. “Como era día de los inocentes, muchos pensamos que estaba mamando gallo (bromeando)”, cuenta Lily, una ex trabajadora del canal. Pero justo cinco meses después, el 28 de mayo, se volvió realidad el anuncio: “No habrá concesión para ese canal golpista que se llamó Radio Caracas Televisión. Ya está redactada la medida…Vayan apagando los equipos….No se va a tolerar ningún medio de comunicación que esté al servicio del golpismo. ¡Venezuela se respeta!”.
A nivel nacional e internacional, la medida fue calificada como un acto de censura que, incluso, motivó un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) que, en 2015, le ordenó al Estado venezolano “restablecer la concesión” al canal 2 y “devolver los bienes objeto de las medidas cautelares”. Pero lo que no se menciona en las noticias que deploran el cierre del canal es la participación activa que tuvo RCTV junto a otros medios de comunicación privados en el golpe de Estado contra Chávez de abril de 2002, considerado por intelectuales de la talla de Ignacio Ramonet como el primer golpe de estado mediático en la historia y abordado en documentales como La Revolución no será transmitida y Puente Llaguno: claves de una masacre.
RCTV promovió el golpe, alteró las imágenes sobre la masacre de Puente Llaguno ―para responsabilizar a los chavistas― y luego silenció la voz de ellos exigiendo el regreso del comandante. Y ese mismo tono es el que se escucha esta tarde en medio de los participantes que, en su mayoría, se distinguen por vestir ropa de marca, traer teléfonos inteligentes, cámaras fotográficas semiprofesionales, ser blancos o rubios y llevar camisetas con el rostro de Jesucristo o la Virgen de Coromoto impresos y rosarios con los colores de la bandera de Venezuela.
“¡Somos gente buena, somos la Venezuela bonita!”, exclama otra de las participantes en el mitin. “No podemos volver a casa hasta que hayamos logrado el cambio que los venezolanos anhelamos y seguir hasta que salga el régimen… Falta poco, falta menos porque no hay manera de que nos rindamos…”.
Otro orador casi llora en su exigencia al gobierno bolivariano: “No te pido que cierres el canal que tienes sino que me devuelvas los equipos y estudios y me dejes abrir el mío. ¡Vamos a medirnos en la pantalla!”. Aplausos, vivas. “¡Antes, yo tenía en la nevera tres marcas diferentes de mayonesa, tres de mantequilla y una de salsa ya hecha si me daba la gana! ¡No quiero que nadie me regale nada, sino que me dejes trabajar para yo comprar lo que yo quiera!”.
De pronto, comienzan a pasar ambulancias al lado del mitin. Hay una protesta en la Francisco Fajardo, la autopista principal de Caracas. Los llamados “guarimberos” se apropiaron de dos tráileres para bloquear la autopista y después los incendiaron. Los portales digitales minimizarán esto o lo pondrán después del párrafo que hable de que la Guardia Nacional Bolivariana “reprimió una manifestación pacífica” con bombas lacrimógenas.
“Por favor, cada quien a su casa”, piden los organizadores al anunciar la suspensión del evento que no fue transmitido por los canales del Estado. Para contrarrestar esto, la oposición tiene transmisiones en vivo vía los canales de YouTube como VivoPlay y La Patilla TV.
“No somos guarimberos, somos guerreros”, exclaman cuatro niños que no rebasan los diez años de edad y que ponen el toque emotivo al alzar sus brazos mientras el orador cierra con un “¡nuevamente veremos a Venezuela libre, nos vemos en democracia!”.
En las páginas web gubernamentales, no hay ningún recuerdo sobre aquel episodio. Sólo aparecerá la felicitación del presidente Nicolás Maduro a la Televisora Venezolana Social (Tves), que transmite en el canal que tenía asignado RCTV: “Están cumpliendo diez haciendo una televisión incluyente, humanista, renovadora”.
Estampa 2: Una gran mentira que quedó en nada
La noche del miércoles 3 de mayo de 2017, lo que había en los rincones de Caracas era mucha expectación y alerta. Tanto en la zona este de la capital venezolana (considerada bastión de la oposición al gobierno bolivariano) como en el oeste (la zona “roja, rojita”, es decir, chavista), los ojos estaban puestos en ese rumor que se propagó como fuego en las redes sociales: el dirigente opositor Leopoldo López estaba grave y había sido trasladado de la prisión en Ramo Verde al Hospital Militar.
“Información, traslado de Leopoldo López desde Ramo Verde al Hospital Militar, sin signos vitales. Régimen maneja hipótesis de intoxicación”, escribió en su cuenta de Twitter el ―¿periodista? ― Leopoldo Castillo en su cuenta de Twitter @elcitizen.
De inmediato, Lilian Tintori, esposa de López ―quien cumple una condena de más de 13 años por los delitos de instigación pública, daños a la propiedad, incendio y asociación para delinquir, tras las protestas violentas que encabezó en 2014 con el fin de derrocar al presidente Nicolás Maduro―, se trasladó al hospital y publicó mensajes, fotos, videos de ella y seguidores exigiendo ver a Leopoldo. En el país, decenas de medios hicieron eco del tuit y en el extranjero, líderes de derecha replicaron el rumor, comenzando por el senador republicano en Estados Unidos, Marco Rubio, así como el expresidente mexicano Felipe Calderón y el mandatario argentino Mauricio Macri. La emoción subía y subía. Miles de venezolanos estaban estupefactos, enojados ―“arrechos”, dicen acá―, midiendo qué hacer en caso de que la noticia fuera cierta. “Ya me iba a ir pa’ la calle”, me comentaba un vecino opositor al gobierno chavista, en el este caraqueño. La presión iba in crescendo hasta que apareció el dirigente del PSUV, Diosdado Cabello, con una sorpresa en su programa Con el Mazo Dando, transmitido en el canal 8, el del Estado: un video de Leopoldo.
“Hoy es 3 de mayo. Son las nueve de la noche. Es un mensaje para Lilian. No entiendo la razón por la que se quiere dar una fe de vida en este momento. Mando un mensaje a mi familia, a mis hijos y le digo que estoy bien”, decía López. La presión bajó, pero en este país cuya vida política está infestada de rumores, surgieron rápido las dudas sobre la veracidad del video: “Ese no es Leopoldo, se ve muy corpulento, su cara fue truqueada”. En cuestión de horas, aparecieron videos en internet sobre la forma en que, mediante programas especiales de diseño, se podía alterar el rostro y la voz de una persona para simular otra identidad. El portal de El Mundo llegó a asegurar que todo fue en realidad un “circo chavista” del cual ―increíblemente― el periodista Castillo habría sido cómplice. Y rumores y más rumores crecieron hasta que Tintori visitó a López al siguiente lunes en la prisión e informó sobre su situación. ¿Y sobre la mentira que agitó a los venezolanos la noche del 3? Bueno, pues ya se hizo y más nada: una anécdota más en las graves historias de desinformación en Venezuela (como la falsa fotografía de Hugo Chávez enfermo que publicó El País en el año 2013. ¿Recuerda?)
Estampa 3: El apagón de CNN
Eran sólo puntitos y el siseo, puntitos y el siseo. En el canal de DirecTV donde solía aparecer CNN en Español, esa tarde del 15 de febrero de 2017 no había absolutamente nada. ¿Estará mal la antena, habría fallas en la red, intermitencias? No: la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela (Conatel) sacó del aire a CNN al acusarla de violar la Ley de Responsabilidad Social en Radio y TV (conocida como “Ley Resorte”).
La decisión se tomó días después de que el programa Conclusiones, conducido por Fernando del Rincón, difundió el reportaje “Pasaportes en la sombra”, en el que habían prometido develar toda una red de venta de pasaportes venezolanos a ciudadanos de Oriente Medio. El reportaje, en realidad, hablaba todo el tiempo de una “presunta” red y estaba, sobre todo, sustentado en varias fuentes que resultaron tener lazos con la oposición venezolana. Y su difusión se dio justo antes de que el gobierno estadunidense anunciara sanciones contra el vicepresidente Tareck El Aissami, acusándolo de tener vínculos hasta con el grupo paramilitar mexicano Los Zetas.
El gobierno venezolano consideró que el periodismo de CNN en realidad formaba parte de una campaña contra el país.
“En Venezuela confluyen operaciones políticas, diplomáticas y económicas y se está armando la punta de lanza de una campaña agresiva de desinformación y guerra psicológica para vender al mundo y criminalizar al gobierno y a la Revolución Bolivariana en temas del narcotráfico y el terrorismo”, denunció el viceministro y periodista William Castillo.
El periodista Eleazar Díaz Rangel reveló después, en su columna de opinión, que el gobierno chavista sabía la ola de críticas a las que se enfrentaría: “En el gobierno estaban conscientes de que la orden para suspender la señal de CNN afectaba la libertad de expresión y provocaría una campaña internacional, pero valoró más que era un activo instrumento opositor, sin apego a la ética profesional, que actuaba más haciendo política que periodismo”.
Estampa 4: La Venezuela “bajo fuego”
Desde el 18 de abril, vía redes, empezaron a circular los mensajes premonitorios de guerra, como si a los venezolanos se les estuviera preparando para una jornada dura en la que habría enfrentamientos, baño de sangre, una inevitable tragedia, el temible lugar común de “crónica de un ―lo que sea― anunciado”. Dirigentes de oposición convocaron a la “Madre de Todas las Marchas” para conmemorar, justo en el día de la Independencia, la “Lucha por la Libertad”. El tono de gravedad no fue disminuido por líderes del chavismo, quienes acusaron a la oposición de que la movilización tenía un carácter “insurreccional”.
El objetivo de la marcha era ir a la Defensoría del Pueblo, en el centro de Caracas, para protestar contra la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de asumir las funciones de la Asamblea Nacional por encontrarse en desacato. Acá en Venezuela hay una ley no escrita, por la que las fuerzas policiales no permiten que una movilización llena de “escuálidos” ―como bautizó el comandante Hugo Chávez a los seguidores de oposición― avance hacia el centro para evitar que surjan enfrentamientos con los chavistas, que tienen puntos clave en esa zona de la ciudad, como el bloque 23 de enero y las parroquias alrededor de la Plaza Bolívar. Como argumento, está la huella histórica: la masacre de Puente Llaguno en el año 2002.
“Mañana vamos con todo. Ellos también. Algunos nos quedaremos en el camino”, profetizaba en Twitter Tulio Hernández, el llamado “sociólogo del matero”.
― ¿Vas a salir mañana?, se comentaban vecinos, compañeros de trabajo.
― “No, yo mañana no salgo a la calle ni loco”.
Aroma de matanza. Rumores de infierno. Y finalmente, amaneció ese miércoles 19 de abril: “Día histórico”.
La movilización fue multitudinaria y en la vanguardia ―como ya había comenzado a ser práctica en las manifestaciones del año 2014― estaba un grupo de jóvenes encapuchados encargados de lanzar artefactos, piedras, devolver las bombas lacrimógenas a la policía que trataban de evitar su avance hacia el centro.
En cuestión de horas, Venezuela se convirtió para el mundo en el epicentro de una “brutal” y hasta “feroz” represión contra las movilizaciones. Venezuela estaba bajo fuego, ardía, estaba al borde del cataclismo. Y el eco de la alarma se dio ese día y continuó en siguientes, en los que abundaban los mensajes y llamadas en el teléfono, el correo, en el Facebook. “¿Estás bien? Cuídate, por favor. Rezamos por ti, estás en nuestras oraciones”.
En la fotografía del manifestante contra la policía ―tomada por un numeroso grupo de fotógrafos― se encerró a todo un país, a pesar de que ese mismo 19 de abril, el chavismo también tuvo una movilización amplia. Pero, con excepción de medios del Estado y contados medios internacionales (destaca la cobertura, por ejemplo, de la BBC), la llamada “gran prensa” prácticamente ignoró al chavista de a pie que enfrenta, al igual que los militantes de oposición, los graves problemas del país: hiperinflación, inseguridad, escasez de ciertos alimentos y medicinas y la corrupción.
“Venezuela exhibe una superficie territorial de 916.445 km² y más de 30 millones de habitantes. Sin embargo, la imagen que es vendida por grandes conglomerados mediáticos en el ámbito internacional es que la población rebasó al gobierno y que el país se encuentra sumido en el caos”, indica un análisis del portal de investigadores “Misión Verdad”. Continúa: “En efecto, lo importante para ellos es la puesta en escena a ser magnificada, la foto del caos para ser vendida. Convertir a Venezuela en una película de violencia tercermundista, con una virtual población desesperada por alimentos y medicinas que se lanza a la calle a enfrentar al gobierno”.
Es decir: el guión se pone, las emociones a lo interno y en el exterior están listas y el siguiente paso es llenar la profecía. Como dijera William Randolph Hearst: “Usted no se preocupe, la guerra la pongo yo”.
Estampa 5: El otro no existe
En el reportaje que escribió Alicia Hernández para el New York Times sobre la situación de la prensa venezolana , resalto el comentario de la socióloga Maryclen Stelling sobre el periodismo de trinchera:
“Se está informando para beneficiar a un bando político. Algún medio logra alguna visión más o menos equilibrada, pero casi todos están en la confrontación y en la creencia de que esto es la batalla final. La ciudadanía está desinformada, aunque cree que está informada. La ética periodística fue pasada por las armas….Cada actuante recibe y produce contenido, desde la individualidad, la subjetividad, desde la rapidez de la misma acción. Estás metido en una batalla y lo ves desde tu ángulo y se lo envías a tus redes”.
La anulación del otro es una de las características que más distingue al periodismo en Venezuela. En las cadenas de televisión nacionales, por ejemplo, la cobertura de las marchas de la oposición es prácticamente nula, al igual que las voces de sus líderes, con todo y que sus actuaciones se caracterizan por ser abiertamente golpistas.
Además, dirigentes del partido gobernante (PSUV) cuentan con sus propios programas desde los cuales difunden orientaciones políticas, análisis y también críticas a adversarios políticos. Ejemplo de esto son los programas Con el Mazo Dando, que conduce el vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello; En el Diván, cuyo titular es el alcalde del municipio Libertador, Jorge Rodríguez; y La Hojilla, de Mario Silva, fundador del partido y excandidato a la Asamblea Nacional.
Es de destacarse la ausencia de programas que cuestionen las problemáticas centrales del país o que sometan a debate las preocupaciones de la población. Una excepción es el programa Vladimir a la 1, que transmite el canal privado Globovisión y es conducido por Vladimir Villegas, hermano del exministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas. El espacio consiste en entrevistas en las que se ha podido ver tanto a funcionarios y líderes del chavismo como de la oposición y en el que el periodista se distingue por mostrar un tono crítico hacia el ente gubernamental.
Sin embargo, a nivel internacional, a quien se silencia de manera sistemática ―a menos que sea para descalificarlo― es al chavismo. Recientes ejemplos son las movilizaciones que empezaron el 6 de abril contra el llamado “autogolpe de Estado” en Venezuela. A pesar de la gravedad de un escenario así retratado, a la mayoría de medios internacionales no les importó el punto de vista del chavista de a pie ni tampoco realizaron coberturas sobre la forma en que enfrentan las problemáticas del país. De la misma manera, a lo largo de las manifestaciones de abril y mayo de este año 2017, la prensa resalta informaciones de heridos, detenidos y fallecidos (en el caso de éstos, responsabilizando de la situación al gobierno nacional y no a los llamados a la violencia y a la desobediencia civil por parte de la oposición, la cual los encierra en su concepto llamándolos “caídos en la lucha por la libertad” o considerándolos, incluso, “necesarios”).
Tampoco se da la relevancia y gravedad que amerita la cobertura de los más de 150 ataques a infraestructura pública, aun cuando se pone en riesgo a personas e instalaciones necesarias para el país (como el asedio a centros médicos donde trabajan cubanos, hospitales, autobuses y espacios militares donde hay escuelas, por ejemplo).
Por si fuera poco, hay medios de comunicación ―como algunos reportajes de la BBC― que destacan análisis de funcionarios u organismos estadunidenses sobre la situación en Venezuela, obviando el carácter intervencionista que distingue la política exterior de este país.
Y a esto se suma la invisibilización o la justificación de los escraches contra funcionarios venezolanos en otros países, así como las agresiones contra personas que sean identificadas con el chavismo.
Un reciente ejemplo de esto es el intento de linchamiento el pasado 20 de mayo del joven Orlando Figuera, en la zona de Altamira ―en el este―, a quien un grupo de manifestantes opositores quemó y apuñaló al señalarlo de ser chavista. La noticia no fue difundida ni en el mismo espacio ni con la misma intensidad que otras relacionadas con las protestas en Venezuela. Hay comunicadores incluso ―que no periodistas― que fomentan el odio contra el chavismo, como la venezolana Patricia Poleo, quien transmite su programa desde Miami, Florida: “Todo funcionario público en este momento, así sea una secretaria de un ministerio, ha sido cómplice de lo que está pasando. Yo soy muy radical: no hay que perdonar a ninguno”.
Estampa 6: Las agresiones en la calle
La agresión del 31 de marzo de efectivos de la Guardia Nacional contra la reportera Elyangélica González, corresponsal de la emisora colombiana Caracol Radio, de inmediato despertó la protesta y la indignación por parte de organizaciones de periodistas en Venezuela y otros países.
La periodista fue golpeada y su equipo le fue destruido cuando intentaba hacer una cobertura frente a la sede del Tribunal Supremo de Justicia, en momentos en que hacia allá se dirigía una movilización de estudiantes opositores.
“Me arrancaron el teléfono, traté de sacar el otro para seguir hablando, me lo quitaron, lo partieron, lo quemaron, me detuvieron en el Tribunal Supremo (…) estoy completamente arañada, golpeada (…) me cayeron a patadas diez personas, me batían de un lado a otro”, relató la periodista.
“Estos hechos no sólo son humillantes, autoritarios, crueles e inhumanos contra una periodista mujer, sino que además constituyen una grave violación a la libertad de prensa que cuestiona las garantías para los corresponsales internacionales que cubren la difícil coyuntura que atraviesa Venezuela”, expresó la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), sumándose así al comunicado de otras organizaciones.
Según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), desde que empezaron las protestas el 6 de abril, se han documentado 90 hechos de violación a los derechos a la información, la libre expresión y al trabajo, en los que han sido afectados directamente 106 trabajadores de la prensa, quienes han sido detenidos, agredidos física y verbalmente, robados y atacados durante las coberturas de calle.
Entre esos registros, debe estar la agresión contra el fotógrafo de EFE, Miguel Gutiérrez, así como a reporteros de la cadena Globovisión durante la marcha opositora el primero de mayo.
“Miguel Gutiérrez, fotógrafo de EFE en Venezuela, abandonaba la marcha a bordo de una motocicleta cuando éste fue bloqueado junto a su conductor por un grupo de manifestantes encapuchados, al tiempo que intentaban quitarle sus equipos de trabajo. Gutiérrez estaba equipado con un chaleco que le identificaba con letras grandes como periodista, pero el grupo de encapuchados procedió a empujarle y propinarle golpes con los puños y con un tablón en la cabeza”, reseñaron varios portales nacionales.
Sin embargo, en estos registros no se incluye el hostigamiento y las agresiones en marchas de la oposición en contra de medios oficiales, como Venezolana de Televisión y Telesur, cuyos trabajadores han sido atacados en cuanto alguien los señala como “chavistas”. En uno de los casos, un camarógrafo estuvo a punto de ser linchado por opositores cuando un colega suyo de un canal privado lo delató ante los manifestantes. En otro, el diputado opositor Henry Ramos Allup azuzó a sus seguidores al señalar a una reportera y un camarógrafo como trabajadores “de un canal chavista”. La reportera sufrió tocamientos sexuales mientras que al camarógrafo le robaron sus pertenencias. Desde las movilizaciones del primero de septiembre de 2016 hasta ahora, se tiene conocimiento de por lo menos siete agresiones de este tipo.
Llegamos al cierre:
Para este momento, la situación de Venezuela figura por encima de cualquier otra en el continente, a pesar de que hay naciones en la misma región con problemáticas severas en materia social y política ―caso del golpe parlamentario en Brasil contra Dilma Rouseff y el desmantelamiento de programas sociales cortesía de su sucesor Michel Temer; los asesinatos de líderes sociales y las protestas en las regiones más pobres de Colombia, así como la estela de desapariciones en México―. A esto se suma que, desde el 13 de enero de este 2017 ―y por segundo año consecutivo― Venezuela fue declarada por el gobierno de Estados Unidos como una amenaza “inusual y extraordinaria” para la seguridad del país norteamericano, una orden ejecutiva que permite al presidente Donald Trump aplicar sanciones contra un país bajo determinadas circunstancias y actuar más allá de lo aprobado por el Congreso. Y a esto se suma el hecho de que el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, tiene a Venezuela como su prioridad.
Así que, la próxima vez que lea algo sobre Venezuela, pregúntese: ¿Por qué y para qué se me informa así?