El río la Silla, con sus orígenes en el arroyo El Calabozo (por la Estanzuela), y en la mina El Diente, es un ecosistema único en Monterrey. Éste presenta, por lo largo de su cauce, espacios de lo más carismáticos en la ciudad.
En uno de sus comienzos, por El Diente, hay un lugar insospechado, desconocido para la mayor parte de la ciudad. Durante algún tiempo, se planeó construir una zona habitada, localizada en la transición del matorral submontano, hacia el bosque de encino en la Sierra Madre Oriental.
Se construyeron las calles, pero el avance urbanizador se detuvo ahí. Luego es que se dio la recuperación de lo natural. Es a la manera de como ocurrió la recuperación de la vida silvestre en Chernobyl, enseguida del abandono posterior a la catástrofe nuclear. Ahora se observa la recuperación del verde, mientras el bosque crece con encinos, en medio del pavimento.
El Parque Natural Río La Silla es otro espacio. Sin duda se trata, después del Parque Fundidora, del área verde más hermosa en toda la ciudad. La infraestructura que tiene es mínima, pero suficiente para el disfrute del espacio. Un sendero que transcurre paralelo al río, juegos y aparatos para ejercicio, y un bosque increíble de Ahuehuetes (los árboles más antiguos del país), se integran para formar este espacio sorprendente en la ciudad.
Entonces es el inicio de la degradación. El parque Canoas, histórico para ciudad, tiene un abandono por años. De su esplendor que cuentan familias enteras, solo hay residuos. Y así, constantemente, conviven el impacto por la urbanización con espacios naturales que aún permanecen, a pesar de los efectos adversos vigentes.
Desde el Canoas, hasta la zona denominada Realito, persiste la modificación de las condiciones naturales del río, ocasionada por factores diversos. Desde la invasión por espacios habitados, construcción de áreas deportivas, la eliminación drástica de vegetación nativa y las constantes descargas de aguas residuales al río.
La Pastora tiene una historia particular. Es ejemplo de cómo, teniendo un paraíso al interior, los poderes económicos y políticos en Monterrey se asocian con el objetivo del negocio para destruir una zona natural que bien pudo ser representativa de las áreas verdes en la ciudad.
Cualquiera puede transitar por la zona y verificar el daño. La zona con más apariencia destruida en el río La Silla es por La Pastora. Son más de dos kilómetros donde el bosque de galería, formado por Ahuehuetes y otras especies de gran talla, están muertas. Son constantes las descargas de aguas residuales, y la urbanización del espacio, está en marcha.
La construcción de un sendero (parque lineal) como parte de los compromisos de la trasnacional FEMSA, a cambio de la imposición del estadio en La Pastora, es un ejemplo de cómo la urbanización de ríos, sin la planificación adecuada, que considere las condiciones naturales del espacio, resulta en mayor afectación.
Al recorrer el camino paralelo al río, es constante observar la modificación de las condiciones naturales. La percepción sobre la existencia de vegetación nativa, corresponde a que ese elemento, está en retroceso. La construcción del parque lineal, corresponde a un elemento de disturbio, que se añade a los antes señalados. Ante esa condición, los elementos exóticos invasores toman ventaja del impacto negativo ocasionado por el sendero (sin manejo alguno), y se establecen en el lugar que debieran ocupar los nativos.
Desde la perspectiva estética esto no es deseable porque se desarrollan zonas de maleza imposibles de transitar. Desde la que corresponde al contexto ambiental, la valoración es equivalente, porque implica pérdida de biodiversidad. Y de no implementar un programa para el control, la pérdida será compleja de revertir, y de costos millonarios su desarrollo.
Los finales diez kilómetros del río mantienen condiciones similares. A éstas, considerando los asentamientos humanos, se agrega la presencia constante de basura, e invasiones de poblaciones humanas.
Con todo, el ecosistema acuático es resiliente. En su extremo final, persisten los majestuosos Ahuehuetes, y extienden su presencia, más allá de su unión con el río Santa Catarina.
La recuperación de las condiciones naturales del río requiere coordinación múltiple, y que todo confluya en un proceso de restauración urgente.
Partiendo desde la gestión primera de la Comisión Nacional del Agua (ausente en este requerimiento básico), se debe incluir la de los ayuntamientos de Monterrey y Guadalupe, quienes, en la planificación de su desarrollo urbano, han de establecer regulaciones que prevengan la destrucción de los elementos nativos existentes en los ecosistemas del río.
La población residente en las riberas debe ser consciente sobre las condiciones del sitio que habita, y modificar hábitos para volver compatible su existencia con la del cauce.
Como en algunos casos, la omisión de las agencias de gobierno es cubierta por la organización de algunos segmentos de la población. El paso de la tormenta Alex, que devastó a miles de personas, propició la exigencia civil de seguridad en sus hogares y en la infraestructura urbana, y originó que la Comisión determinara derribar árboles y canalizar el río. Ante el desatino de esa decisión, la organización vecinal y de la academia universitaria, logró modificar las medidas que, en el afán de proteger, iban a causar el efecto contrario.
Pero esas son medidas reactivas. Como lo ocurrido al sur de Monterrey, durante los meses que la urbanizadora Carza ha impulsado, con éxito, la construcción de una colonia en zonas inundables del río La Silla. La población no puede reaccionar a cada iniciativa destructiva del río, sobre todo si viene con el acompañamiento gozoso de las autoridades.
Sobre esto, recuerdo vívidamente la defensa de la empresa constructora por parte de Luis Bortoni. Ante las observaciones del riesgo civil por la construcción de una colonia aledaña al río, el secretario urbano del ayuntamiento de Monterrey escudó fogosamente a la empresa. Parecía un integrante más de la compañía, defendiendo su negocio en riesgo, que el representante de la autoridad obligado a buscar el interés público, y no la ganancia económica.
En el manejo del río, debe prevalecer la gestión pública. La experiencia de FEMSA, con su imposición de proyectos invasivos, no es la mejor manera. El ingreso selectivo de visitantes al bosque en La Pastora, o el sendero que ha generado disturbios ambientales sin manejo, son ejemplo de lo que se debe evitar.
En el otro extremo, la gestión que del Parque Natural Río La Silla realiza el ayuntamiento de Monterrey, es notable. Los resultados son de presumir. Un área verde limpia, usada por miles de visitantes, a todas horas, es ejemplo a replicar. Y como asunto valioso, la participación en el manejo de un equipo de trabajo integrado por personas con discapacidad, totalmente aceptadas e integradas por la población aledaña, es un caso, quizá único en el país, sobre prácticas deseables en la gestión de espacios naturales. Sin duda, un éxito a consolidar.
*Imagen de portada: Ramiro Ruiz-Flickr.com
Excelente información. Es muy importante considerar la estratigrafía geológica, debido a la información prehistórica que nos puede proporcionar.
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