
Foto: editorialuniversitaria.uanl.mx
Hay una idea fascinante acerca del error en un poema de Anne Carson, que de inmediato recordé cuando comencé a leer Antes. Paisaje sonoro con mujer mirando una ventana, un libro de poesía de Mónica Maristain. Dice Carson:
La imitación (mimesis en griego)
es el término colectivo que Aristóteles otorga a los errores
genuinos de la poesía.
Lo que me gusta de este término
es la facilidad con que acepta
que aquello a lo que nos enfrentamos cuando hacemos poesía es el error,
la creación a voluntad del error,
la ruptura y complicación deliberada de errores
a partir de los cuales puede surgir
lo inesperado.
Carson pone el dedo en una de las claves de la poesía como creación: el error para que surja lo inesperado. Mónica Maristain es una poeta que navega libremente por esas aguas llenas de equivocaciones y replanteamientos porque así es como se forma un paisaje que, como dice el título de su libro, es sonoro, pues sus propiedades son las del ritmo, las palabras que como ecos están encontrándose y averiguando qué dicen unas de otras cuando ya la poeta parece haberlas escrito:
soñé que me comía un tigre
no uno sino dos
vamos a decir que los tigres primero parecían leones
tan anaranjados y vertiginosos como leones que quisieran
despedazarme
aunque no tanto como esos tigres en que después se convirtieron…
En este fragmento Maristain enuncia la equivocación con una aceptación natural: primero se anuncia un tigre y luego se dice que no era uno sino dos y, más adelante, que quizás eran leones que terminaron convertidos en tigres en el mundo de ese sueño. En esta dimensión onírica que permite el error o el aparente error, donde un tigre puede ser dos, es donde se suscita un quiebre con el mundo de la realidad de la vigilia. Pero ese error, esa dificultad para ensamblar correctamente el mundo de las sensaciones, percepciones, pensamientos y recuerdos, no es propiedad exclusiva de los sueños, se encuentra esencialmente en la poesía; de ahí que reafirmemos que el poema siempre guarda su propia lógica.
Más conocida quizás como editora y periodista, por sus entrevistas a Roberto Bolaño y a otros autores, Mónica Maristain es esencialmente poeta ―como ella misma dice en alguna entrevista―, aunque publique poca poesía; tiene un poemario dedicado a Thelonious Monk, Drinking Thelonious, y en 2016 regresó con este Antes, Paisaje sonoro con mujer mirando una ventana, que coeditan Literal Publishing y la Universidad Autónoma de Nuevo León.
“Contener es tener pero la arena puede filtrarse por los dedos y caer hacia un espejo roto dividido a veces la vida es como acariciar lo áspero ¿a veces la vida es como acariciar lo áspero?”; en este verso la poeta abandona los signos de puntuación, excepto los de interrogación con que cuestiona y parece señalar con el dedo índice el posible error cuando apenas había afirmado una verdad.
Así, Mónica Maristain viene soltando crisantemos, flores desperdigadas como recuerdos por una sucesión aparentemente accidental de sonidos e imágenes, sobre todo en el poema que da título al libro, un poema que rompe la forma tradicional, mezcla fragmentos en prosa y verso, y omite los signos de puntuación al desenrollarse como una especie de lienzo o tela sin orden, o como esos objetos que uno saca de las bolsas del supermercado cuando recién llega a casa, antes de guardarlos en las alacenas. Aquello pareciera decirnos que la vida es como esa emulación del caos en el poema.
La poeta va estableciendo otras claves como la multiplicidad de voces; el poema se convierte en un flujo de fragmentos que vienen de todas direcciones, como flechas que rozan con sus sonidos y forman este paisaje sonoro con voces de la ciudad, de personajes de la radio, de vecinas con sus máquinas de coser, hombres hablando portugués, otros en inglés, programas de televisión, una tómbola de pedacitos de ciudades haciendo eco en la cabeza, resonando en un cuerpo de mujer, haciendo vibrar el vacío mismo polifónicamente.
En ese caos aflora la negación, la insistencia de un pasado que se monta en los poemas para quedarse y repetir que hay que tener cuidado porque todo es engañoso, como los mismos versos con que inicia el libro:
hoy se ha dado cuenta de algo envejecer es pensar cada minuto que todo era mejor antes no quiere imaginarse diciendo cosas como ‘hace unos años’ ‘¿te acuerdas’ ‘fíjate cómo todo ha cambiado’
pero a menudo habla del pasado…
Y si bien ese pasado está ya indicado, está advertido ese nervio que roza con la ficción desde el inicio, no deja de martillar a lo largo del libro con un sentido del humor propio de la ficción del cine: Jeremy Irons por una playa y afiches de James Franco con olor a grasa mecánica atravesando poemas. Pero también el humor estará a veces destilando una nostalgia despiadada, en donde caben los recuerdos de atardeceres, pero también sombras, “como si esas sombras espasmódicas que no quieren revelar sus secretos se hubieran adueñado del espesor del aire”, escribe la poeta.
Los giros, lo inesperado como el error, lo que no debía pasar, está presente en el libro de Mónica Maristain porque es como se recobra la conciencia de los sucesos desde la perspectiva del tiempo. En ese sentido, este Paisaje sonoro tiene la perspectiva también de quien “mira una ventana”, como indica el subtítulo de este libro: ahí donde corre la cinta de la película de la vida. Otros versos dicen: “la vida es historieta / quieres matar al héroe / para inmolar tu rabia / sale un pacifista de los rincones / trae pancartas / girasoles de plástico / una proclama”, y de nuevo la ficción se asoma donde la vida llega a ser ―vaya pena― historieta.
Los últimos cuatro poemas de este libro se nos presentan como un agregado: “Poemas a un hombre llamado Juan (bonus track)”. Este bonus resulta ser más que eso, ¿o será que todos sabemos que los bonus track esconden más de lo que la modestia les permite anunciar? Lo digo porque sin estos cuatro poemas no se cierra este paisaje: son poemas que rematan una esperanza al tiempo que nos conmueven con los adioses, con una honestidad brutal de la pena que no cae en la autoconmiseración, sino que miran de frente y asumen por completo el final de algo y su dureza; transcribo por completo el poema “Cuatro” para cerrar estos comentarios:
4. CUATRO
no esperes nada de la vida y de la muerte y de un frasco de
tinte para el pelo con la etiqueta que dice caoba claro
zanahoria de la chingada es la testa que ven cuando pasas
frente al criadero de cerdos blancos y cometes el error de
pensar que hay algo para ti escondido en aquella sombra
vaga que hacen los grillos cuando escampan
no qué tontería
cómo te atreves a esdrujulizar una existencia como la de cualquiera
sé cualquiera
eres cualquiera
si por un momento la redecilla que aplasta los pelos del cerebro llega hasta casi la altura en que empiezan los ojos podrás decir que estabas un poco ciega y un poco sorda y un poco mamerta que te olvidaste tu obligación de ser cualquiera porque a lo único que haces caso es a tu insignificancia
algo que experimentas con las películas de época
los bares llenos
los zapatos de plataforma que dejan huella aún en los pisos
lustrosos
lo querrás todo
el alma gemela y la barbarie
las tripas salidas del hueco del estómago y la ligereza de un
pie en la caja con plumas
escribirás
borrarás
te meterás el dedo en la nariz cuando las cosas se pongan
espesas ¿el dedo corazón?
tú no eres de esas
te faltó tiempo para la cobardía
algo de fe en el heroísmo
eres cualquiera
claro que te quede
*Imagen de portada: YouTube
Gracias, Carolina. Qué hermosa crítica