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Cazals, entre el olvido y la memoria

diciembre 20, 2017Deja un comentarioCine, Entrevistas, Los filos del cineBy Damián Cano

 

Hay directores y películas que no son afectados por el olvido ni el tiempo. Esta es la frase que me venía una y otra vez a la cabeza al estar en la rueda de prensa de Felipe Cazals en la Cineteca Nuevo León el pasado ocho de noviembre. 

 

Ya dos horas antes de la función y una hora antes del diálogo con el público, no sólo había periodistas, sino también público que había llegado antes para tratar de platicar o tomarse la foto con el director de Canoa (1975). Mi expectativa por entrevistarlo crecía a la par de la cantidad de gente que iba llegando.

 

Al lado de Cazals estaba Fernanda Solórzano, crítica de cine que moderaba la charla con los periodistas. Me hubiera gustado ver a un crítico local como Genaro Saúl Reyes o Roberto Villarreal, pues habrían dialogado sobre el efecto Canoa en los setenta desde el punto de vista regional, pero es complejo acomodar las cosas en una logística tan particular cuando se trata del maestro Cazals. 

 

Restaurada por The Criterion Collection junto con el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) la película es exhibida de nueva cuenta como parte de los festejos de los cuarenta años de su estreno. Todo esto incitado por dos grandes directores de nuestro tiempo: Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro, quienes se impusieron la tarea de devolverle el lustre, tanto técnico como de popularidad, a esta película que los marcó profundamente. 

 

La película ganó el Oso de Plata del premio especial del jurado en el Festival de Berlín de 1976 y en su tiempo cimbró a la sociedad mexicana por retratar la brutalidad de un caso verídico de la paranoia religiosa vivida en un pueblo del estado de Puebla. Canoa pasó de película de crítica social a convertirse en una obra de culto que durante décadas ha sido revisada por muchas generaciones. 

 

La rueda de prensa termina y ahora hay más gente que hace una gran fila para llenar la sala 1 de la Cineteca Nuevo León. Me apresuro a acercarme para dialogar con el director, pero ya hay una gran fila de cinéfilos y reporteros. Yo sólo observo y pienso que tal vez el tiempo no alcance para hablar con él. 

 

Luego de los cinéfilos que tuvieron entretenido a Felipe Cazals por más de veinte minutos siguen los periodistas. Miro el reloj y parecen eternas cada una de las entrevistas que le hacen. Alcanzo a escuchar parte de las preguntas y respuestas mientras observo que la fila para entrar a la sala crece al grado de considerarse todo un éxito la función. Una y otra vez Cazals repite a los reporteros cómo se hizo Canoa, qué piensa de su vigencia y las dificultades que tuvo para filmarla mientras los minutos avanzan implacables. Ahora Cazals saluda a otro reportero que tarda en sentarse y empezar la entrevista pues le está recordando que ya se conocían.  

 

El tiempo sigue su marcha y las galletas que abundaban en la mesa del café para los medios se han acabado. Me resigno sólo a entrar y escuchar el diálogo cuando me avisan que el maestro está listo. Avanzo entre la gente y lo encuentro en una esquina con dos sillones, le doy la mano presentándome y de inmediato empiezo mis preguntas sabiendo que en cualquier momento tendrá que iniciar su diálogo con el público que abarrota la sala.    

 

El tiempo no desgasta Canoa, maestro (mientras señalo la sala llena). 

Parece que las películas ya no se dividen entre las buenas y las malas, sino entre las que se olvidan y las que se quedan. Yo creo que Canoa ha encontrado su propia vida en los profesores de secundaria y preparatoria; de los temas de sociología, psicología social, y que toman como referencia del 68 a Canoa como un ejemplo que orienta lo que significa esa década. Esto es muy generoso e importante por la película, pero yo creo que de ahí viene la longevidad de Canoa. Cada generación la ve con ojos, curiosamente, familiares. Porque en cada generación hay esta impresión de que no acabamos de cambiar. Entonces la película logra ser un efecto de reproche, que si no es personal, ni general, es un reproche de sentimiento de orden social. De saber que no hacemos todo lo que deberíamos, que no cumplimos con lo que es elemental en un grupo social y que la corrupción, la mentira, el abuso siguen existiendo. 

 

Nuestra meta no era testimoniar, nuestra meta era tener un punto de vista crítico que perdurara y que en todo caso fuera materia a comparación. De alguna forma la gran pregunta aceptable es para que Canoa ya no sea aceptable para el espectador ¿por qué sería?… 

 

Tendría que cambiar todo. No más Ayotzinapa, no más Acteal, no más San Fernando.. y estamos lejos de que deje de pasar. Hablando sobre el deseo que tenían en ese tiempo, ¿cómo ve con esta generación de cineastas? 

Hay cineastas muy preocupados por lo que sucede. Yo creo que la Jaula de oro (Quemada-Diez, 2013) es una película extraordinaria en ese sentido. Hay una película también de Amat Escalante muy interesante… 

 

La de Heli… 

Sí, Heli. Es decir, hay cineastas que están en lo suyo, lo que sucede es que los tiempos han cambiado, la exhibición ha cambiado, es muy diferente ir al cine ahora. Los sistemas digitales han trastornado las costumbres, el espectador mexicano también ha cambiado. Hay cierto desencuentro entre el espectador mexicano y los cineastas, ya sea por los temas o por el tratamiento de los temas. Pero yo soy optimista, yo veo una oleada de nuevos espectadores mexicanos que se va a aferrar a ver su cine mexicano y por secuencia a hacerlo, porque es en los espectadores donde nacen los cineastas. 

 

Ahonda en ese tema en el cual es muy evidente esa separación, esa ruptura donde tenemos a directores mexicanos ganando muchos festivales internacionales, ¿y acá en México, se ven? 

No, porque la distribución no les otorga el reconocimiento. Es que esto es muy, muy complicado. El cine norteamericano tiene como primer mercado mundial a México y para que eso pase tienen que tener todas las salas, ¿entonces donde cabemos nosotros? Y si los exhibidores no les aceptan las buenas y las malas no les dan nada. Entonces por cada tres buenas les meten 15 malas y ya se cerró el año. Queda el mes de marzo donde no va nadie…

 

Y a las tres de la tarde o doce del día y en salas lejanas… 

Por eso era importante sacar al cine del TLC, pero no van a perder ese mercado nunca. 

 

Hablando de los espectadores, hay una parte en la plática con Cuarón (la entrevista se puede ver completa aquí) en donde menciona que le parecía que todo lo que pasó realmente era demasiado para el público y entonces tuvo que trabajar en una versión que fuera más digerible, ¿cómo fue ese trabajo? La realidad es una cosa y lo que el público pueda aceptar es otra. 

Tuve a los sobrevivientes conmigo explicándome lo que vivieron en cada secuencia que yo filmaba y ellos diciéndome: aquí me bajaron los pantalones. Llega un momento que si lo filmo, el espectador ya no sigue en el horror, se levanta y se va. En la locura del linchamiento de todas maneras el límite ya no existe. Y cuando el límite ya no existe como ser humano, el espectador ya no se reconoce y a partir de ese momento ya no tengo al espectador, ya perdí al espectador y si pierdo al espectador la película perdió, así de sencillo. 

 

¿Cómo definió usted ese límite? 

Del modo en que me lo relataban ellos. Del pudor que les creaba relatarlo. Y sobre todo del esfuerzo que les costaba recordar y decirlo frente del actor que lo iba a interpretar, porque lógicamente el actor iba a pedir más explicaciones complementarias y ellos no podían. 

 

¿Cómo fue el asunto de verlo para ellos? 

Para ellos ya era ficción… 

 

¿El problema era contarlo entonces? 

Es más, ellos aparecen en la película (como extras). Uno de ellos sale de una puerta y grita “que los agarren, que digan cuando traen más propaganda”. Ellos quisieron participar en otros personajes, quisieron, los alenté, pero no perdamos de vista que después de cuatro años de filmar la película una de ellos se suicidó. Porque nunca pudo reponerse… eran trabajadores, modestos trabajadores, gente que barre, que trapea, que limpia los vidrios, que hace trabajo de impresión de papel. Hay que pensar un poco lo que significa verse envuelto en cientos de cabrones que te queman y que te desnudan y que te arrancan y que te machetean… 

 

Bueno, quién está preparado para eso… 

Nadie. 

 

Hablando de este asunto de qué puede aceptar el público y qué no, ¿el público de este 2017, de esta década, está más preparado para aceptar más de la realidad? Porque de ahí también puede venir el divorcio entre el público mexicano y los cineastas. 

Puede ser, no lo sé, no puedo medirlo tanto, lo que sí te puedo decir es un ejemplo muy significativo. En una presentación en Quintana Roo, en una preparatoria, se paró una chamaca y me dijo: “¿quién escribió esta historia, maestro?”. Es un guión sobre un suceso real, le respondí, pero ella me contestó: “eso no es cierto, en mi país no puede pasar”. Y ahí se abre una doble e inquietante pregunta: si ella no lo puede admitir es que ella piensa que eso no puede ser posible, lo cual es notable, pero por otro lado también su desinformación es terrible. La nobleza de sentimiento le obliga a decir: nadie, ningún mexicano es capaz de hacerlo. Y finalmente cuando tuvimos una larga plática la chamaca terminó en llanto, primero porque le parecía una historia terrible, horrenda, feísima y luego ya cuando finalmente se enteró de que sí había existido terminó en llanto, para ella fue descubrir que no sabe dónde vive.   

 

Y por un lado como usted dice, también es alentador; bueno hay una generación de mexicanos que… 

Que no admiten que estas cosas pasen, es esperanzador aunque sea ingenuo, mi amigo. 

 

Todavía no termina su frase y Cazals se para dándome la mano para despedirse. Yo le respondo sin entender muy bien y con cara de sorpresa. Sin decir nada más se aleja. Yo me quedo parado viendo cómo avanza hacia la sala, abre la puerta que deja escapar el murmullo de cine abarrotado. Felipe Cazals entra envolviéndose de ese halo sonoro de gente expectante mientras sus palabras siguen resonando en mi cabeza: “es esperanzador, aunque sea ingenuo.” 

 

*Imagen de portada: imcine.gob.mx **Foto interior: conarte.org

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Sobre el autor

Damián Cano

Productor tamaulipeco, ha ganado varios apoyos y becas nacionales para la realización de varios cortometrajes y un largometraje. Sus trabajos han estado en festivales como los de Estambul, Irlanda, Marruecos y Bolivia. Cofundador de Cinema Uno, plataforma digital para la exhibición y promoción de cine independiente.

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