
Foto: The British Library.
Mucho se ha escrito sobre la exaltación de egos que promueven las presentaciones de libros. También se ha hablado sobre lo aburridas que éstas pueden llegar a ser. A pesar de ello, siguen siendo uno de los pilares de difusión de la producción editorial nacional y uno de los principales formatos que alimentan los programas culturales de las ferias del libro en nuestro país.
Sin embargo, es importante reflexionar sobre su pertinencia más allá de lo que los gustos y aversiones personales dicten. Hay dos motivos por los cuales este formato de evento me parece que debiera conservar su vigencia, uno comercial y otro de fondo.
En el primer sentido son importantes las presentaciones porque son una forma de aproximar una obra y un autor a un público no especializado. Sobre todo en las que se organizan en el marco de una feria del libro mi experiencia como editor me ha mostrado que sí son efectivas para llegar a lectores que acuden sin saber exactamente qué quieren comprar. Además no sólo abren vías para conocer al autor o la obra que se presenta, sino la de los presentadores. Es por ello que para un editor es fundamental la gestión de presentaciones. Sin embargo, no deben entenderse éstas como la totalidad del trabajo de difusión de un libro.
En el segundo sentido son fundamentales porque, junto con las lecturas de obra, son una forma de llevar la literatura a la oralidad y envestirla de un sentido social: la lectura, que regularmente hacemos en la intimidad, individualmente, también se puede apreciar de manera social, en conjunto.
Es inegable que las presentaciones de libros no tienen la audiencia que el gremio cultural espera, y sin duda pueden llegar a ser aburridas, pero en mi opinión esto tiene más que ver con la ausencia de una posición crítica al seleccionar el material de publicación y, por ende, de las presentaciones. Esto en gran medida motivado por una serie de problemáticas editoriales que se han analizado en distintas entregas de esta columna de An.alfa.beta. Además, en nuestra época de hiperestimulación, una presentación de libro o una lectura literaria difícilmente cumple con los elementos que el público de los multimedia exige para el goce. En ocasiones se ha llegado a sostener que es la capacidad de adaptar las presentaciones a la tecnología multimedia la solución al problema de falta de público, proponiendo presentaciones de libros acompañadas de contenidos audiovisuales y performáticos. Esto implica un aporte, sin embargo, sin la capacidad de selección crítica y estética, se corre el riesgo de no sólo gestionar presentaciones irrelevantes sino presentaciones irrelevantes musicalizadas.
En las condiciones de dispersión e imposibilidad de comunicación que hoy vivimos es plausible que se reúna un grupo de personas, ya sean amigos o desconocidos, artistas o familiares, a reflexionar en torno a un libro, el que sea. Y antes de hablar de la consolidación de un mercado o una industrial del libro en nuestra ciudad, debiéramos preocuparnos por configurar una comunidad del libro, en la que no sólo los autores o quienes aspiran a serlo (lo que nos gusta nombrar como gremio) participen, sino también, y sobre todo, los lectores, quienes justifican el circuito del libro y la lectura. A mí me parece una buena oportunidad las presentaciones de libros para aproximar al público, pero para ello hace falta, como lo mencioné arriba, una labor previa de curaduría pensada precisamente en que el circuito del libro se nutre del lector, y dejar de pensar en la publicación de libros sólo desde la experiencia de la escritura.
*Imagen de portada: The British Library.