Hace tres meses recibí la invitación por parte del Museo de Historia Mexicana de Monterrey para participar en el ciclo de conferencias Las mujeres en el cine. Me sentí honrado pero también asustado ante un tema muy complejo y que puede verse desde múltiples perspectivas, algunas peligrosas partiendo de una visión masculina.
Fui honesto. Luego de agradecer la invitación comenté que no me sentía en el dominio de una historiografía sobre la participación de las mujeres en el cine, que era un tema serio y que si acaso podría expresar mi punto de vista como espectador, que también es realizador, frente a determinadas obras creadas por mujeres. La idea fue bien recibida, aunque hice hincapié en que las mujeres relacionadas con el cine deben ser quienes en principio hablen de este tema.
Por determinadas complicaciones ya no se pudo concretar mi participación en el ciclo, que actualmente se presenta los sábados hasta el mes de mayo. Quiero utilizar este espacio para exponer algunas de las ideas que planeaba desarrollar para ese evento.
Hace casi dos años realizamos un programa en Levadura TV (liga al final) donde se propuso una mesa con cuatro mujeres relacionadas con el cine: la directora Katina Medina Mora, la productora Mariana Rodríguez, la guionista Emma Bertrán y la actriz Rosa María Bianchi. Habían venido a presentar la película Sabrás qué hacer conmigo. Pensé en tomar este documento como punto de partida para mi exposición, donde iba a presentar partes de este programa en un afán de dar el espacio a las voces de las mujeres, aunque fuera en video.
Quienes conformamos el equipo de producción aquel día (tres hombres) teníamos en mente algo relativamente preconcebido. Lo digo con cierto pudor. Discretamente deseábamos de esas mujeres algo pegador, que soltaran un discurso combativo, resentido, que nos dijeran que habían sido víctimas de abusos, violaciones, discriminación… Por qué no, haber sido los precursores del #MeToo.
Pero no. Lo que teníamos al frente era a un grupo de mujeres muy inteligentes que se rehusaban a posicionarse en el autocomplaciente rol de víctima. En un inicio nos veían con extrañamiento cuando intuían hacia dónde queríamos dirigir el tono, pero sabían cómo conducirlo nuevamente a lo importante: la creación.
Esto no excluía exponer una verdad, es decir, que sí han tenido que lidiar con el machismo del ambiente cinematográfico, que no es más que un reflejo del resto del entramado social. Pero dicho sea de paso, hacer una crítica a algunas posturas del feminismo no implica la negación del problema, algo difícil de digerir para algunas mujeres
En una entrevista a la periodista Carmen Aristegui (liga al final), ésta comentaba que en el ambiente periodístico comúnmente a una mujer se le considera tonta hasta que demuestre lo contrario, mientras que con los hombres ocurre al revés. Esto fue compartido por las cineastas de nuestra mesa. Uno de los problemas para transitar en el medio cinematográfico es el insuficiente respeto intelectual de buena parte de los hombres en una producción, e incluso de otras compañeras, quienes minimizan de entrada las capacidades de ellas e incluso se ofenden al recibir sus indicaciones.
La lucha por ese respeto no es fácil porque no estamos hablando de una opinión particular, sino de una estructura que hace más difícil el acceso a las oportunidades, tanto de concretar un proyecto como de llevarlo a buen término una vez iniciado.
Sin embargo, en palabras de las cuatro cineastas, no hay nada que impida realizar cine, considerando, además, un ambiente que va superando sus taras. Y van más allá al cuestionar los esquemas de espacios “sólo para mujeres” en festivales, muestras y convocatorias. El establecimiento de áreas exclusivas, o las llamadas “cuotas de género” en el cine y en otros ambientes es algo controvertido, que si bien se entiende como una forma de acelerar el proceso de inclusión de algún grupo que ha sido relegado, plantea también una exclusión en sí mismo. ¿Cine de mujeres? Es decir: ¿hay cine tal cual, verdadero, y cine de mujeres por otra parte?
Muchas mujeres cineastas han sabido aprovechar estos espacios especiales, de privilegio incluso, que las conquistas y un cierto esquema de corrección política les han brindado. Mal harían si no. Pero es un arma de doble filo porque puede funcionar como un mecanismo de cerco, de control, de definición, de delineamiento.
Por eso me llamó la atención cuando Katina Medina Mora expresó sentirse incómoda con esos esquemas que, decía sorprendida, operan en ambientes que supondríamos más avanzados en cuestión de equidad de género: ¿Por qué en el gueto? ¿Por qué nuestras películas no están donde están las demás? La postura termina siendo más desafiante que la pelea por los espacios exclusivos y las cuotas.
Esos espacios han dado una necesaria visibilidad a las creadoras cinematográficas, es verdad, lo que podríamos extender a otras áreas del arte, la academia y la política. Uno de los fundamentos esgrimidos para justificar su existencia es la temporalidad, es decir, hasta que se llegue a una equidad tal que no sean necesarios. ¿Pero cómo saber cuándo ha llegado ese momento? ¿Este esquema no plantea también el riesgo de perpetuar la no integración en igualdad de circunstancias?
Me parecería desatinado que alguien se refiriera a una película de Agnès Varda, Lucrecia Martel, Döris Dorrie, Patricia Rozema o Yulene Olaizola, por mencionar unas pocas, como una excelente película, “y hecha por una mujer” como dato relevante. Me parecería desatinado, también, que sus filmes no estuvieran en las retrospectivas o selecciones generales de cualquier muestra y festival.
Aunque sus universos frecuentemente son expresados a través de personajes femeninos, son capaces de llevarlos a la sensibilidad y entendimiento de todos. Han puesto a sus mujeres aquí, al lado, cerca, con todas sus luces y todos sus demonios; las han sacado del gueto, de la cuota, son tremendamente humanas, como cualquier hombre.
Marzo es el mes que incluye el Día Internacional de la Mujer, a propósito de espacios especiales. Esto plantea una serie de reflexiones que cruzan un amplio abanico de posturas con relación a las mujeres. Desde mi perspectiva posible, es decir, la de un hombre, respeto los ejercicios de pensamiento que pueden darse en los ambientes construidos por mujeres, que no implica privarme de una postura personal, a lo que todos tenemos derecho.
Desde ahí es que me siento atraído por la obra y personalidad de esas mujeres cineastas que irrumpen con su talento y trabajo como principal carta, conscientes del terreno que pisan pero sacudiéndose la tentación del victimismo como conducto para ganar posiciones e incluso cotos de poder. Esto, y la imposición de códigos morales, algo que desafortunadamente estamos viendo en determinados ambientes del cine y las artes en general.
Mesa Mujeres en el cine, de Levadura TV:
Entrevista a Carmen Aristegui:
*Imagen de portada: La directora Agnès Varda. © picture Alliance / AP Photo, vía dw.com.
imagen interior: Foto: La directora Lucrecia Martel, vía indiehoy.com.