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Paso a paso 

marzo 20, 2018Deja un comentarioEcologíaBy Ana Magdalena Rodríguez Gómez

Foto: pixabay.com.

El automóvil se inventó aproximadamente hace 120 años. Pudo llegar al consumo masivo mexicano aproximadamente hace 50 años. El ser humano aprendió a caminar hace 3.7 millones de años. Actualmente, pareciera que hay sectores dentro de la ciudad donde la habilidad que ha evolucionado desde hace miles de generaciones, no tiene cabida. Hay tramos en los que sobran los carriles para mover autos de un lado a otro, pero donde también es imposible que una persona los pase caminando.   

 

Este tipo de postales contrastan la condición en la que alguien manejando puede desplazarse fácil y rápidamente contra la condición denigrante en la que alguien que camina vive diariamente la ciudad. Esta desigualdad de condiciones es producto, entre otras cosas, de malas prácticas a la hora de diseñar planes urbanos y llevarlos a cabo. Los recursos públicos, por principio, debieran servir a la población más vulnerable, por ser la que tiene menor capacidad de acceder a los servicios privados que cada individuo pudiera adquirir por su propia cuenta. Entendiendo al espacio público como un recurso, y a la calle como parte del espacio público, la calle debiera servir primordialmente a las personas más vulnerables de la sociedad, que ya sea por edad, discapacidad o poder adquisitivo, están limitadas para acceder a la movilidad privada, en este caso el auto particular. ¿Cuál es la realidad de una ciudad neoliberal como Monterrey? Segregación, discriminación y violencia en las calles, producto de una inversión injusta de los recursos públicos para la calle.   

 

Pareciera que la ciudad se ha ido construyendo para servir solamente a hombres adultos en excelente condición física de 1.80 de estatura con el poder adquisitivo suficiente para comprar un auto. Cualquier persona que se encuentre en la infancia, que sea mujer, que tenga algún tipo de discapacidad o que no tenga la facilidad de adquirir un auto, tendrá una experiencia no sólo diferente sino denigrante de la misma ciudad que sirve perfectamente para el individuo mencionado. Poco a poco hemos permitido cambios graduales que han ido complicando cada vez más nuestra convivencia y que han sobrepasado ya el tema del espacio público, afectando otras cuestiones importantes de la sociedad. Por ejemplo, algo tan sencillo como retirar o dejar sin mantenimiento los bebederos en los espacios públicos ha incentivado la compra de agua embotellada y su respectiva contaminación asociada, producto de privatizar un recurso que por derecho es propiedad de todas las personas que habitan nuestro país.   

 

La influencia que el buen diseño de las calles tiene en la vida pública es inmensa, desde la seguridad en las calles, la activación de la economía local, la salud pública, hasta el pleno desarrollo de la infancia. Un niño o niña que sólo aprende de su entorno lo que desde la ventana del auto pueda percibir a 60 kilómetros por hora va a crecer con una gran carencia en cuanto a experiencias que pudieran haberle enseñado habilidades que más tarde no podrá desarrollar. Visibilizar la importancia de tener ciudades caminables y denunciar cualquier acción que nos aleje de ella, es el primer paso para alcanzarlas. Parece poco, pero gracias a diversas redes que se han gestado a nivel local y nacional, el tema de la movilidad peatonal se ha asomado cada vez más en la agenda pública y ese es un logro que hace cinco años no veíamos como algo realizable.

 

Trabajo en un colectivo que se llama La Banqueta se Respeta y como producto de varios años caminando en el activismo, la experiencia me ha enseñado todas estas implicaciones en la falta de calles dignas para todas las personas, pero yo inicié solamente porque quería construir banquetas bonitas. Cada persona que se va involucrando en una causa, creo yo, pasa por un proceso de concientización, especialización e incidencia que le va abriendo camino para aprender, encontrarse con otros y mejorar poco a poco su entorno. Este proceso, en mi persona, me ha dado el privilegio de crecer enormemente y encontrarme con gente valiosa que no sólo me ha enseñado sobre su disciplina, sino que desde su perspectiva han dado un valor agregado a mi propia causa.   

 

Y aunque como colectivo y sociedad civil organizada hemos logrado varios avances, aún tenemos un largo camino por recorrer en el que buscamos una verdadera representación ciudadana, disminuir la desigualdad y un entorno sano para todas las personas, pero no podremos lograrlo sin la posibilidad de ir sumando cada vez a más y más personas interesadas, o más bien, comprometidas con estas ganas de aferrarse a una causa y luchar por mejorar la situación actual.   

 

Puede ser la movilidad, el medio ambiente, el combate a la pobreza, la igualdad de género o cualquier otra causa, pero la situación actual de nuestra sociedad hace que sea urgente que haya cada vez más personas que tomen un papel activo en la búsqueda del bienestar de la ciudad. Si te interesa iniciar, es muy sencillo, sólo hace falta que des el primer paso. 

 

*Imagen de portada: pixabay.com.  

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Sobre el autor

Ana Magdalena Rodríguez Gómez

Arquitecta egresada del Tec de Monterrey. Integrante del colectivo La Banqueta se Respeta, que busca una ciudad más humana, inclusiva y digna reivindicando el papel del peatón en la movilidad urbana, y voluntaria en TECHO, OSC que trabaja para superar la situación de pobreza de las ciudades de América Latina. Coordinadora del Cuarto Congreso Peatonal "Ciudadanía Trabajando", becaria de Jóvenes Creadores del FONCA 2015-2016. Actualmente trabaja en el desarrollo del Plan de Movilidad Integral de la Universidad de Monterrey.   

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