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El horizonte del principio y el fin

junio 20, 2018Deja un comentarioDramaturgiaBy Fernando Yacamán Neri

Imagen: pixabay.com

PERSONAJES:

ENRIQUE  (niño, adolescente, joven estudiante de la carrera de Filosofía y Letras).

RITA (madre de Enrique).

LA MUERTE (mujer elegante, vestida al estilo de los años veinte).

 

 

 

 

PRIMER ACTO

 

ESCENA PRIMERA

Prólogo

 

Luz cenital a un metrónomo en movimiento que se encuentra en proscenio, escuchamos su sonido por unos segundos. Entra canción sampleada de Superman de Laurie Anderson. Lentamente se ilumina una máquina de escribir sobre una mesa que se encuentra detrás del metrónomo. Rita entra a escena vestida de negro, se dirige a la mesa, se sienta y comienza a escribir en la máquina. Al fondo del escenario y del lado derecho por unos instantes se enciende una televisión que emite el video de la canción. Del lado izquierdo del escenario lentamente una luz descubre a Enrique, raya unas hojas de papel. Al fondo del escenario se proyecta un grabado en el que hombres deformes observan a un hombre rapado. Enrique raya las hojas con mayor intensidad hasta enloquecer, escupe, rompe los dibujos, se dirige hacia Rita, se acomoda a su lado en cuclillas, la contempla. Ella detiene su escritura para acariciar su rostro, extiende su brazo, abre la mano y justo en el momento de tocarlo se quita la música; por un instante se apagan las luces y al volverse a encender encontramos a La Muerte en la misma posición que había quedado Enrique.

 

(Oscuro)

 

 

ESCENA SEGUNDA

Horizonte

 

 Encontraremos sobre el escenario paraguas negros, cerrados y esparcidos de manera equilibrada. Enrique se encuentra del lado izquierdo y Rita del derecho sostiene una esfera de acrílico que desprende luz. Los dos vestidos de blanco, uno frente al otro, caminan viéndose a los ojos. En el momento de encontrase, Rita le entrega la esfera a Enrique. Los dos personajes caminan hasta proscenio. Uno al lado del otro ejecuta sus parlamentos.  

 

RITA: Te esperaré aquí, te esperaré afuera de la escuela, te esperaré hasta que acaben tus clases.

ENRIQUE: ¿Por qué tú no entras conmigo? (Jala el brazo de su madre).

RITA: Aquí sólo los niños deben entrar. Conocerás a muchos y así ya no jugarás solo.

ENRIQUE: ¿Qué hacemos aquí? Regresemos a la casa, mamá.

RITA: Quique, compórtate. ¿Quieres que tus nuevos compañeros te conozcan como un chillón?

ENRIQUE: Yo no quiero tener compañeros, ni jugar con nadie. No me quedaré aquí, mamá (jala el brazo de su madre con más fuerza).

RITA: No temas. Me quedaré aquí, atrás de la puerta, esperando a que sea la hora de la salida.

ENRIQUE: ¿Me lo prometes?

RITA: Sí hijo, te lo prometo.

ENRIQUE: Júralo por Dios.

RITA: Ay, Quique, ya te lo prometí.

ENRIQUE: Yo me quiero quedar contigo.

RITA: Te lo prometo (besa la cruz) te esperaré aquí, atrás de la puerta.

 

La esfera que sostiene Enrique cambia de color a destellos azules y se la entrega a su madre.

 

RITA: ¿Verdad que la escuela es divertida?

ENRIQUE: Es horrible pero hice un nuevo amigo que se llama Gustavo, jugamos a las luchas y hablamos del capítulo de Ultraman que pasaron ayer por televisión. Mamá, ¿mañana también me puedes esperar detrás de la puerta? ¿No te aburriste de esperarme por tanto tiempo? (Rita niega con la cabeza).

 

RITA: Sí, me quedaré atrás de la puerta esperándote.

 

La esfera que tiene Rita cambia de color a destellos amarillos y se la da a su hijo.

 

ENRIQUE: Mamá, ¿cómo es qué lavas la ropa, haces de comer, limpias la casa y además me esperas detrás de la puerta tanto tiempo?

RITA: (Nerviosa) ¿Cómo te fue hoy?

ENRIQUE: Mal, porque mi maestra va a tener un bebé y no vendrá por un tiempo. ¿Tú también engordaste cuando yo iba a nacer? ¿Cómo va a nacer el bebé de la maestra? ¿Cómo nací yo? ¿Dónde?

RITA: Quique, naciste el 15 de diciembre a medio día, en el año 1971. La angustia y el dolor pasó cuando te llevaron a mi cuarto y la enfermera me dijo: “Está muy lindo su niño señora, muy sano y tiene muy buenos pulmones, porque ¡cómo llora!”.

ENRIQUE: ¿En verdad tenía buenos pulmones?

RITA: Y hasta la fecha.

ENRIQUE: ¿Y cómo era yo mamá? ¿Qué hacía? Es que no me acuerdo de nada, mi amigo Gustavo dice que recuerda que cuando nació le rozaba la cobija con la que le envolvieron y le salieron ronchas. También me contó que recuerda sus primeros meses de vida, que aunque no sabía hablar, pensaba un montón de cosas.

RITA: Cuando llegaste a la casa, te tuve que dejar llorar tres noches, porque no dormías durante la noche, en cambio de día te la pasabas durmiendo, al grado que tenía que despertarte para darte de comer, sólo así te adaptaste al horario normal.

ENRIQUE: ¿Y cuál es el horario normal?

 

La esfera que tiene Enrique cambia a destellos morados. Rita desenvuelve un tapete con líneas peatonales y vuelve junto a su hijo.

 

RITA: Para cruzar las calles tienes que voltear a los lados, también en el color que desprende el semáforo, únicamente puedes cruzar si los automóviles tienen el color rojo; aunque no vengan autos, si el semáforo está en otro color que no sea rojo no puedes cruzar, y cuando estés seguro camina por las líneas amarillas pintadas en el suelo que es para los peatones… Anda, ahora puedes cruzar.

 

Enrique da unos pasos, se detiene y voltea para ver a su madre.

 

ENRIQUE: ¿En serio tengo que hacer esto?

RITA: Y nunca te detengas en medio de la calle.

 

Enrique se aleja, da unos pasos y nuevamente se detiene para observar a su madre, camina un poco más y nuevamente se detiene para observar a su madre.

 

ENRIQUE: Ayer en el recreo Gustavo me dijo que no me esperabas detrás de la puerta, ¡y nunca lo hiciste!

(Rita trata de explicarle pero sólo balbucea)

ENRIQUE: ¡Y juraste que me esperarías! Tú me castigas cuando digo mentiras, pero a ti no te importa.

 

Enrique sale de escena.

 

(Oscuro)

 

 

ESCENA TERCERA

El extraterrestre

 

Encontraremos sobre el escenario paraguas negros, abiertos y esparcidos de manera equilibrada. En esta escena La Muerte se encuentra atrás de la televisión, observa a Rita y a Enrique, sin articular ninguna expresión ni movimiento, simplemente observa. Luz cenital ilumina a Enrique en el piso dibujando sobre una lámina de papel, a unos pasos detrás de él, otra luz descubre a Rita vestida de color azul, en silencio contempla a su hijo. Cuando Enrique termina su dibujo, descubre que su madre lo observaba; se miran a los ojos por unos instantes.

 

RITA: Quique, ¿dibujas algo para mí? Si otra vez hiciste mi retrato, espero me hayas hecho más delgada.

 

Enrique muestra al público el dibujo que realizó: es un marciano.

 

ENRIQUE: (Al público) Yo no soy de este mundo, soy un marciano. (Se voltea con su madre)

ENRIQUE: No es aquí en la Tierra donde cumpliremos la gran misión, tenemos que pasar a otra dimensión que está muy lejos pero muy cerca, pero ahí nos podemos comunicar por la naturaleza y por los sueños.

RITA: Ya no te dejaré ver tanta televisión.

ENRIQUE: ¿Por qué los adultos no creen lo que decimos los chicos? Si estamos diciendo la verdad.

RITA: Yo te voy a creer lo que me digas.

ENRIQUE: ¿Te acuerdas de la niña que te conté? ¿La que en el recreo me dice que quiere ser mi novia y que yo le gusto? Bueno, pues ayer me mandó un papelito con Gustavo donde me escribió que si no quería ser su novio era porque soy maricón y que a la salida me iba a dar un beso aunque me enojara. Yo lo leí y lo rompí. Y ahora ella anda inventando que yo me le declaré.

RITA: Del odio al amor sólo hay un paso.

ENRIQUE: El caso es que la Peggy le inventó a su mamá que hoy le dije de cosas (Enrique saca del bolsillo de su pantalón un citatorio arrugado). Y ahora, otra vez la directora tiene muchísimas ganas de verte.

RITA: ¿Otro citatorio Enrique?

ENRIQUE: Pero tú dijiste que sí me ibas a creer.

RITA: ¿Cómo te voy a creer si es el tercer reporte en el mes?

ENRIQUE: La otra vez me dijo que se casaría conmigo, me da asco.

RITA: No tienes que ser grosero.

ENRIQUE: Yo no digo mentiras como tú.

RITA: Yo no te miento.

ENRIQUE: Lo hiciste desde el primer día que fui a la escuela. Nunca me esperaste detrás de la puerta.

 

Enrique sale corriendo de escena, Rita alterada se dirige a otro punto del escenario.

 

RITA: Quique, sí te creo, sí te creo. Hijo, no dejes de contarme tus secretos, en donde estés quiero saber que no me has olvidado, que piensas en mí. No hay un solo día que yo no lo haga.

 

(Oscuro)

 

Al fondo del escenario se proyecta un dibujo de marcianos y escrito con letras infantiles:

 

“Mama no me comprendes, e yegado a la concluzion que a lo mejor yo soy de otro planeta”.

 

Enrique entra en escena con cubiertos y otros materiales para construir un casco con cacerolas, coladores de metal, lupas y deshechos. Una vez terminado se dirige al público.

 

ENRIQUE: Me acabo de hacer este artefacto porque los extraterrestres te quitan energía, pueden leerte la mente, y este casco me protege. Ellos te rapan y miran fijo tu cabeza hasta sacar tus ideas, hasta vaciar por completo tu cerebro y dejar el coco seco, pero yo estoy protegido y lo estaré cada vez más porque me dejaré crecer el cabello.

 

 

ESCENA CUARTA

El chocolate

 

Encontraremos sobre el escenario paraguas negros, abiertos y ligeramente despegados del escenario. Escuchamos el latido de un corazón. Enrique comienza a danzar. Rita entra a escena buscando a Enrique.

 

RITA: Chamaco, pues ¿Dónde te metiste?… Un dos tres por ti que estás debajo de la cama…un dos tres por ti que estás detrás de las cortinas… un dos tres por ti que estás detrás de…

 

Rita encuentra en el piso un papel arrugado y al distenderlo, se proyecta en el fondo del escenario:

 

“Para cuando leas esto yo ya estar en la luna adiós”.

 

RITA: Con un demonio, Enrique no estoy jugando. Ver tanta televisión y tomar tanta Coca-Cola te está secando el cerebro.

ENRIQUE: ¡Mentira! Por tomar Coca-Cola no se te seca el cerebro; si fuera así, tú ya no tendrías.

RITA: Majadero.

 

Rita se dirige a donde está Enrique y en el momento que llega, Enrique  danza a otro punto del escenario.

 

RITA: Pues en esta casa no habrá más Coca, ni televisión.

ENRIQUE: No me importa.

(Rita se mete las manos en los bolsillos de su delantal, encuentra un chocolate y lo saca)

RITA: Mira lo que me encontré aquí, un chocolate, pero como tú no lo quieres se lo daré a otro niño, a uno que sí se porte bien.

ENRIQUE: Y yo buscaré una mamá que sí me crea, que no diga mentiras, que me entienda, como las que salen en las películas.

 

La Muerte entra a escena, abruptamente se detienen los latidos del corazón y escuchamos el sonido de la ciudad que irá en crescendo.

 

RITA: Buenas tardes Lupita, perdón por la molestia. ¿No andará por aquí mi hijo Enrique? Yo no sé porque le da por escaparse… Bueno, iré a buscarlo a la casa de la señora Marta, seguramente anda ahí con sus hijos, pero si llegas a ver a Enrique dile que lo ando buscando.

 

La Muerte lentamente se acerca a Rita y por unos segundos se detiene el sonido de los automóviles al momento que La Muerte ejecuta su parlamento.

 

LA MUERTE: Desde hace rato tu hijo anda cruzando las calles.

 

Nuevamente escuchamos el sonido de los automóviles. Rita camina veloz al otro extremo del escenario.

 

RITA: Buenas tardes señora Marta, ¿no se encontrará aquí mi hijo Enrique?… ¿No? Es que no se me ocurre en dónde más podría encontrarse.

 

Rita camina a otro punto del escenario.

 

RITA: Lupita, otra vez con la molestia, es que no encuentro a Enrique y quiero pedirte si me llevas en tu carro a buscarlo (Lanza un fuerte suspiro). ¿Escuché bien? Tus hijos no querían que se fuera Enrique y por eso mintieron que no se encontraba aquí ¿Cómo no te diste cuenta? Enrique, ven aquí… ¡Enrique!

 

Enrique aparece frente a ella y extiende su brazo.

 

ENRIQUE: (Contento) ¡Mamá! ¿Aún tienes el chocolate que me ibas a dar?

 

Rita queda estática.

 

ENRIQUE: ¿Mamá? ¿Estás bien?

 

Rita lentamente saca el chocolate de su delantal, lo abre y comienza a comerlo con desesperación.

 

ESCENA QUINTA

Coincidencia

 

Encontraremos sobre el escenario, paraguas negros, abiertos y ligeramente más despegados del escenario que la escena anterior. Escuchamos una respiración agitada. Enrique entra en escena vestido con uniforme de secundaria de gobierno, entra corriendo con la esfera que desprende luz. Rita vestida de color azul se acerca a él.

 

RITA: ¿Qué te pasa?

ENRIQUE: Para empezar, tienes que ir mañana a Orientación porque me pusieron un reporte.

RITA: Hijo, tranquilo, deja te doy un vaso con agua.

ENRIQUE: Estábamos en los honores a la bandera en el patio y hacía mucho sol. Mi amigo Gustavo estaba dos filas adelante, de pronto vi que cayó desmayado y nadie lo auxiliaba. Le pedí a otro compañero que me ayudara a levantarlo, lo llevamos hasta el corredor, en la sombra.

RITA: ¿Y luego?

ENRIQUE: Mamá, no tengo sed. Escucha, llegó una maestra, me dijo en voz baja que lo dejara acostado en el suelo, en eso venía ya la enfermera. Gustavo ya estaba volviendo en sí. Me dirigí a la formación, el otro compañero ya se había ido también y la maestra me dijo que en cuanto terminara la ceremonia me presentara en la dirección.

RITA: ¿Le hiciste caso?

ENRIQUE: Así lo hice y me regañó porque rompí la formación, y según ella no debí levantar a Gustavo, que lo que debí haber hecho en todo caso era haberle tapado el sol y esperar a que llegara la enfermera para que ahí lo examinara, porque muchas veces no es un simple desmayo.

RITA: Que coincidencias ocurren en la vida.

ENRIQUE: Porque a veces puede ser otra cosa seria, o tal vez en el golpe se puede fracturar y sólo un experto sabe cómo y cuándo levantarlo.

RITA: Nunca imaginé que yo estaría en una situación parecida ¿Desde cuándo no tengo agua?

ENRIQUE: La maestra se enojó más porque le contesté que no me importaba si me reportaba, que yo creía que lo que había hecho era lo correcto.

RITA: Bueno hijo, razonando bien lo que te dijo la maestra, piensa si tiene razón o no.

ENRIQUE: ¿Le puedes dar la razón a una maestra qué habla con dijistes, vinistes, pudistes? ¿Confías en una enfermera que para cualquier dolor te da una taza de té?

RITA: Lo que los adultos nos dicen son una experiencia que debemos aceptar y no te enojes por ello. Eso pensaba.

ENRIQUE: Todos los adultos que dirigen la secundaria tienen mierda en el cerebro.

RITA: ¡No hables así! Yo entiendo que actuaste con tu primer impulso como joven y como amigo de Gustavo.

ENRIQUE: Tú no entiendes nada.

RITA: ¿Cómo entender un mundo destrozado? ¿Desde cuándo se acabó el agua? (Rita camina al lado derecho del escenario que se ilumina) ¿En qué momento mi jardín se secó?

 

(Oscuro)

 

 

 

ESCENA SEXTA

La danza de Enrique (Peek-A-Boo)

 

Encontraremos sobre el escenario paraguas negros, abiertos y cuelgan a la mitad del escenario. Enrique pone un casete en una grabadora vieja, escuchamos la canción sampleada “Peek-A-Boo” de Siouxsie and The Banshees. La música lo llevará a un trance mediante una danza. Se quita el uniforme de la secundaria para transformarse en punk, se viste con unos pantalones rotos, tenis viejos, una playera sin mangas, pulseras, y se delinea los ojos. Aparece La Muerte fumando, se acerca a  Enrique, lo observa detenidamente; él le arrebata el cigarro sin mirarla y continúa arreglándose. La Muerte lo contempla. Enrique sube el volumen a la música. A La Muerte le molesta el ruido, lo hace notar mediante sus gestos, enreda sus dedos en sus cabellos y en ese momento abruptamente se detiene la música, Enrique saca el casete, la cinta se ha salido de su sitio, toma una pluma y trata de regresarla a su lugar, Rita llama a su hijo, La Muerte sonríe burlona.

 

ENRIQUE: ¡Mierda! ¡Puto casete de mierda!

RITA: Enrique ya está lista la cena… ¡Enrique!… ¿Acaso no escuchas? ¡Chamaco marciano!

 

Enrique hace bolas la cinta con todo y el casete; lo guarda en su chamarra.

 

ENRIQUE: Ash, ya voy, ya voy.

 

 Sale de escena.

 

(Oscuro)

 

 

ESCENA SÉPTIMA

Las andadas

 

Encontraremos sobre el escenario paraguas negros, abiertos y que cuelgan casi desde el techo. Luz cenital descubre a Rita sentada, cose un parche con el signo de “Anarquía” en una chamarra de mezclilla muy desgastada, espera con angustia la llegada de Enrique. Él, vestido de punk aparece en escena:

 

ENRIQUE: Buenas noches mamá (le da un beso en la cabeza, irá al otro extremo del escenario, aventará la mochila, se quitará las pulseras, la playera, los tenis. Rita se levanta y se dirige a él).

RITA: Me vas a dejar tus llaves de la casa y cuando llegues vas a tocar la puerta porque estaré despierta esperándote, de ti dependerá que yo me acueste y me duerma temprano.

ENRIQUE: Ay mamá, no te azotes ¿Es broma, verdad?

RITA: Yo estoy de acuerdo que si sales de la facultad de Letras a las nueve, llegues a las diez, si sales a las diez, que es lo más tarde que sales, llegues a las once; pero estás llegando a las doce, a la una y casi cerca de las dos de la mañana, como anoche.

ENRIQUE: ¿Qué hay de cenar?

RITA: Yo no sé con quién andas, como te vienes, no sé si vienes acompañado o solo, no sé en qué te vienes porque a esa hora ya no hay metro, ni camiones. Yo me angustio, no duermo hasta que escucho que abres la puerta. (Enrique sonríe)

ENRIQUE: No pasa nada, yo llego, tú duérmete.

RITA: ¿Cómo crees? Yo no puedo dormir ¡No puedo dormir!

ENRIQUE: Confía en mí, yo ando bien.

RITA: Yo sé que tú andas bien, te tengo confianza, pero… los que andan en la noche: borrachos, asaltantes… ¿Cómo voy a tener confianza?

ENRIQUE: (Molesto) No hagas teatros. Mamá por favor, ya estoy grande.

(Rita da unos pasos para regresar a sentarse en la silla, pero se detiene)

RITA: ¿Sabes, mi hijo? Yo preferiría que te cambiaras al turno matutino o si conoces algún amigo que viva por allá cerca y te pueda alquilar un cuarto o una cama, preferiría eso y verte sólo el fin de semana, pero no quiero saber que vienes solo atravesando la ciudad de noche. Por favor Enrique, entiéndeme, ¿sí?

ENRIQUE: No inventes mamá. Entonces mañana mismo agarro mis chivas y adiós.

RITA: No se trata de eso, ésta siempre será tu casa.

ENRIQUE: Tengo hambre, ¿qué hay de cenar?

RITA: No hay nada de cenar. Aquí no hay nada de cenar.

ENRIQUE: Se me antojan unas quesadillas.

RITA: Aquí todo se ha podrido.

ENRIQUE: Y un café con leche.

RITA: La Muerte me ha quitado hasta el hambre, qué más.

ENRIQUE: Bueno, estoy cansado, me voy a dormir.

RITA: El día y la noche, el viento, han quedado detenidos desde aquel día.

ENRIQUE: Buenas noches mamá.

RITA: Me quedaré aquí, te esperaré detrás de la puerta y no dormiré hasta que regreses.

 

Rita se dirige a la mesa, toma leche directo de la caja y la escupe.

 

RITA: ¡Carajo! Todo está echado a perder. ¿En qué momento?…En esta casa todo está podrido. ¡Aquí todo está podrido!

 

Rita toma un pedazo de chocolate y comienza a comerlo con desesperación.

 

ENRIQUE: Estamos unidos por los latidos de nuestros corazones. Mamá, ¿me escuchas?…Mamá…¡Madre! (Enrique intenta tocar el rostro de su madre y cuando La Muerte entra a escena se apagan las luces).

 

 

 

ESCENA OCTAVA

El horizonte del principio y el fin

 

Los paraguas se encuentran colgados desde el techo. En la televisión se proyecta una película antigua de marcianos; a lo largo de la escena cambiará a la proyección de un universo que gradualmente se expandirá hasta cubrir el espacio escénico.

Lentamente el escenario se ilumina y descubrimos a Enrique y a Rita comiendo y viendo la televisión. Enrique se levanta y a punto de marcharse el sonido de la televisión desaparece.

 

ENRIQUE: Bueno, al rato vengo.

RITA: ¿A dónde?

ENRIQUE: A la casa de Gustavo.

RITA: ¿Te espero a las diez  para ver la película Dentro del laberinto?

ENRIQUE (Levantando los hombros): Bueno, procuraré llegar a esa hora.

 

Enrique sale de escena. Rita vuelve a su asiento, sigue viendo la televisión, se escucha el sonido de un accidente que se liga con estruendos interminables. Rita se levanta y camina al pretil del escenario. Los estruendos se mezclan con murmullos de personas, el ruido irá en crescendo. La esfera de acrílico aparece colgada en medio del escenario, desprende luces de ambulancia. La proyección del Universo cambia a un agujero negro. Los paraguas se encuentran colgados desde el techo, se moverán como un péndulo cada vez con más fuerza a lo largo de la escena.

 

(Oscuro)

 

Encontramos a Enrique a la mitad del escenario tirado boca abajo, con chamarra de mezclilla puesta y cosida con un símbolo de anarquía. Rita se acerca.

 

RITA: ¡Hijo, mi hijo!, ¿Qué pasó? Vamos levántate. Levántate… ¡Levántate! ¿Me escuchas? ¡Enrique! Despierta, abre los ojos ¡Despierta!…No se queden ahí parados ¡Alguien ayúdeme a levantar a mi hijo! No puede ser esto, no es real… ¡Una ambulancia! (Rita intenta levantar a Enrique)

 

(Oscuro)

 

Enrique sale de escena. La Muerte aparece y toma la esfera.

 

LA MUERTE: ¿Es usted la madre del paciente?

RITA: ¿Por qué lo detuve cuando ya iba de salida o por qué no lo detuve unos minutos más?

LA MUERTE: Señora, ¿es usted la madre del paciente?

RITA: Si momentos antes estábamos en la casa, nada de esto está pasando, es un sueño; él me dijo: “Al rato vengo”.

LA MUERTE: ¡Es usted la madre del paciente!

RITA: Sí, doctor.

LA MUERTE: ¿En qué hospital nació y cómo?

RITA: Nació en este hospital, parto natural y nació sano.

LA MUERTE: ¿Edad?

RITA: Diecinueve años, once meses.

LA MUERTE: ¿Enfermedades?

RITA: Las que todos los niños padecen.

LA MUERTE: ¿Operaciones?

RITA: Ninguna.

LA MUERTE: ¿Fumaba?

RITA: No.

LA MUERTE: ¿Tomaba?

RITA: No.

LA MUERTE: ¿Trabajaba?

RITA: ¿Por qué a mi hijo y no a un delincuente? ¿Por qué no a mí?

(Rita forcejea con La Muerte)

LA MUERTE: No señora, no puede pasar, su hijo está en manos del neurólogo cirujano. Le están drenando los coágulos en la cabeza para después operar. Si lo desea, puedo darle un tranquilizante.

(Rita patea la mesa)

RITA: ¿Coágulos en el cerebro?

LA MUERTE: Necesitamos su firma para operar, aunque tiene el veinticinco por ciento de probabilidades de que sobreviva.

RITA: ¿Veinticinco por ciento? Como si se tratara de una rebaja, de una oferta, de un tanque de gasolina. ¿Quién se cree usted?

LA MUERTE: Señora, acepte el tranquilizante.

RITA: Déjeme verlo, si no lo veo ahora…

LA MUERTE: Podrá usted verlo en cuanto salga de la operación.

RITA: Yo soy su madre, yo lo traje a este mundo, y puedo verlo cuando quiera.

LA MUERTE: Estamos haciendo lo humanamente posible para salvar al paciente y entienda que nosotros debemos seguir un protocolo para hacerlo.

Se detiene el movimiento de los paraguas.

RITA: Cuanta luz… ¿Ya está amaneciendo?

LA MUERTE: No señora, apenas son las cuatro de la madrugada.

RITA: ¿Cuánto tiempo ha pasado?

LA MUERTE: Debemos ser pacientes.

RITA: ¿Puede ver la nube que se esparce por los pasillos? Apenas puedo ver mis manos.

LA MUERTE: Señora, siento la pena de decirle que Dios tomó la mejor determinación sobre la vida de su hijo…acaba de fallecer…créame que lo siento mucho, pues era un muchacho joven y sano, pero así hubiera sido mi propio hijo, como padre daría gracias a Dios de habérselo llevado, pues si hubiese sobrevivido, iba tener una vida vegetal, muy traumática para él y para usted.

RITA: ¿Dios? ¿Esto es una letanía que tiene aprendida para los parientes de los muertos? Es la letanía que forma parte de su pinche protocolo. Si hubiera quedado en estado vegetal yo lo hubiera cuidado. Él me dijo que ahora volvía.

 

Rita camina hasta el pretil del escenario.

 

RITA: Aún escucho tus últimas palabras, aún puedo verte en el marco de la puerta.

 

(Oscuro)

 

La Muerte cuelga la esfera en medio del escenario y sale de escena. Esta acción será el centro de la proyección del agujero negro.

 

 

SEGUNDO ACTO

 

ESCENA PRIMERA

Horizonte de sucesos

 

En el escenario una fila de paraguas abiertos se encuentra sobre el piso. Del lado derecho, La Muerte se encuentra sentada en una silla cubierta con un velo negro y en una mesa se encuentra un estéreo. Del lado izquierdo, en el piso se encuentran pertenencias y el casco de Enrique.

Enrique se encuentra del lado izquierdo y Rita del derecho sostiene una esfera de acrílico que desprende luz. Rita viste de negro y Enrique de blanco. Uno frente al otro, caminan viéndose a los ojos. En el momento de encontrase, Enrique le entrega la esfera a Rita. Durante la escena Enrique querrá la esfera pero Rita no se la dará. Los dos personajes caminan hasta proscenio. Uno al lado del otro ejecuta sus parlamentos.

 

RITA: Te esperaré aquí, te esperaré afuera de la escuela, te esperaré hasta que acaben tus clases.

ENRIQUE: ¿Por qué tú no entras conmigo? (Jala el brazo de su madre)

RITA: Aquí sólo los niños deben entrar. Conocerás a muchos y así ya no jugarás solo.

ENRIQUE: ¡No me quiero quedar aquí! Regresemos a la casa, mamá. Me portaré bien.

RITA: Hijo, quiero volver a tenerte entre mis brazos.

ENRIQUE: Yo no quiero tener compañeros, no quiero jugar con nadie. No me quedaré aquí, mamá (Jala el brazo de su madre con más fuerza).

RITA: No temas. Me quedaré aquí, atrás de la puerta, esperando a que sea la hora de la salida.

ENRIQUE: ¿Me lo prometes?

RITA: Hijo, no hay un día en que no piense en ti.

ENRIQUE: Júralo por Dios.

RITA: Y eso será, hasta el día de mi muerte.

ENRIQUE: ¡Yo me quiero quedar contigo!

RITA: Te lo prometo, te lo prometo (besa la cruz); te esperaré aquí, atrás de la puerta.

 

La esfera que sostiene Rita cambia de color a destellos azules, Enrique espera a que se la entregue, pero ella no lo hace. 

 

RITA: ¿Verdad que la escuela es divertida?

ENRIQUE: Es horrible pero hice un nuevo amigo que se llama Gustavo, jugamos a las luchas y hablamos del capítulo de Ultraman que pasaron ayer por televisión. Mamá, ¿mañana también me puedes esperar detrás de la puerta? ¿No te aburriste de esperarme por tanto tiempo?

RITA: Al salir del hospital, lo único que pensé fue cruzar la calzada y cruzarla sin fijarme y que un coche me arrollara.

ENRIQUE: ¿Qué dices mamá?

RITA: Perdón hijo, no te escuché. ¿Qué decías?

ENRIQUE: Ash, ¿por qué no me pones atención? Ya no importa…Oye, ¿cómo es qué lavas la ropa, haces de comer, limpias la casa y además me esperas detrás de la puerta tanto tiempo?

RITA: ¿Cómo te fue hoy?

ENRIQUE: Mal. Mi maestra va a tener un bebé y no vendrá por un tiempo. ¿Tú también engordaste cuando yo iba a nacer? ¿Cómo va a nacer el bebé de la maestra? ¿Cómo nací yo? ¿Dónde?

RITA: (Voltea a ver a La Muerte) Yo no acepto tu voluntad. Te llevaste a quién no debías. ¿Por qué no a un delincuente? ¿Por qué no a mí? Todo terminó ejecutado por un hombre que él sí debe oír llegar a todos sus hijos, el Día del Padre lo abrazarán, él sí pasará la Navidad con su familia, y verá terminar el año, para empezar el nuevo año ¿Será feliz? ¿Se sentirá encarcelado en las rejas de su conciencia?

ENRIQUE: Mamá, ¿qué te pasa? ¿Con quién peleas?

RITA: Perdón, es que sólo estoy cansada.

ENRIQUE: Llegando a la casa te duermes.

RITA: ¿Llegando a la casa? Vendrás conmigo, ¿verdad? Dime que vendrás conmigo.

ENRIQUE: Pues si no, ¿a dónde más quieres que vaya?…Oye y cuando nací, ¿cómo era yo mamá? ¿Qué hacía? Es que no me acuerdo de nada; mi amigo Gustavo dice que recuerda que cuando nació le rozaba la cobija con la que le envolvieron y le salieron ronchas.

RITA: (a La Muerte) Mi hijo dejó una banca vacía en la universidad, ya no dejó descendencia en la tierra. A mi hijo Dios lo apuntó con su mano derecha, al semejante lo apuntó con su mano izquierda, fue el ejecutor del asesinato, pero no nada más lo mató a él.

ENRIQUE: Mamá, ¿por qué hablas tanto de la muerte?

RITA: ¿Qué dices?

ENRIQUE: Mamá, detente. El semáforo está en rojo.

RITA: Ya no te escucho.

ENRIQUE: No me gusta que estés así.

RITA: Para cruzar las calles tienes que voltear a los lados, también en el color que desprende el semáforo.

ENRIQUE: ¿Por qué siempre me lo repites?

RITA: Únicamente puedes cruzar si los automóviles tienen el color rojo, aunque no vengan autos.

ENRIQUE: Ya entendí, mamá.

RITA: Si el semáforo está en otro color que no sea rojo no puedes cruzar.

ENRIQUE: ¡Basta!

RITA: Y cuando estés seguro camina por las líneas amarillas pintadas en el suelo que son para los peatones

 

Enrique se aleja, da unos pasos y nuevamente se detiene para observar a su madre.

 

ENRIQUE: Ayer en el recreo Gustavo me dijo que no me esperabas detrás de la puerta y nunca lo hiciste… ¡Y juraste que me esperarías!

 

Enrique sale de escena. Rita camina entre los paraguas, cada vez más rápido hasta que cae de rodillas en medio del escenario.

 

RITA: Te esperaré aquí, te esperaré detrás de la puerta, te esperaré hasta que se me cierren los párpados.

 

La Muerte entra a escena, arrebata la esfera a Rita para colgarla del lado derecho del escenario. Desde esta escena hasta la última, lentamente se moverá hasta el otro extremo del escenario, haciendo alusión al paso del tiempo de un año. En la última escena Rita descolgará la esfera y hasta ese momento hablará sobre el proceso de su duelo en el transcurso de un año.

 

 

(Oscuro)

 

 

ESCENA SEGUNDA

 

El tango de la muerte

 

La Muerte permanece en la misma posición que en el acto anterior. Enrique aparece vestido con una camisa, un pantalón de vestir y zapatos; en sus manos lleva el casete de Siouxsie and The Banshees y camina en dirección al estéreo, La Muerte está junto al aparato y con la mano le indica que no. Enrique deja el casete sobre la mesa. La Muerte mediante unos “lazos invisibles” acerca a Enrique hasta tenerlo de frente, tronando los dedos prende el estéreo, escuchamos un tango, los paraguas comienzan a elevarse mientras baila con él toda la canción. Rita entra a escena del lado opuesto en el que se encuentran bailando. La Muerte nuevamente truena los dedos y apaga el estéreo. Rita desde el fondo avanza con los dibujos de marcianos que había hecho su hijo, camina contemplándolos, en el trayecto se le irán cayendo. Al llegar a la mesa descubre el casete de Siouxsie and The Banshees y se sorprende, voltea en dónde están La Muerte y Enrique. Escuchamos los pasos de Enrique que sale de escena. La Muerte se dirige a la mesa y nuevamente se sienta en la silla; observará  lo que ocurre en escena hasta su siguiente parlamento, también observará al público y después fijamente a un espectador sin articular ninguna expresión. Rita se dirige hasta el punto donde se encuentran las pertenencias de Enrique, aprieta contra su pecho el último dibujo que queda en su mano y lo guarda. Los paraguas colgados ya se encuentran en el techo y en ellos se proyectará una tormenta. Rita de pie frente a las pertenencias de su hijo, tomará la ropa para olerla, pasará su mano por sus pertenencias. Escuchamos el despertar de la ciudad en el momento en que Rita ejecuta su parlamento.

 

RITA: Todos van y vienen de la escuela o de sus trabajos. Yo estoy aquí, todos  estamos aquí, menos mi hijo. ¿Por qué? ¿Yo estoy viva? ¿Dónde está mi hijo? ¿Quién está muerto, mi hijo o yo? ¿Por qué me castigaste así?

 

Rita se pone el casco de su hijo y abre una maleta llena de dibujos de Enrique que se elevan por el aire, toma el dibujo que vimos en la primera escena: seres deformes contemplando a un hombre rapado. Lee algunos textos.

 

Los paraguas comienzan a moverse como un péndulo.

 

RITA: ¿Por qué escribió esto mi hijo? ¿Acaso él presentía su muerte? ¿Acaso está entre estas caras que él dibujó? ¿Está sufriendo? ¿Está en las tinieblas? Si es así dime qué debo hacer para sacarlo de ahí, llévame a mí.

 

La Muerte se levanta de su asiento.

 

LA MUERTE: Ya no preguntes por qué. Ese por qué no tiene respuesta. Tu hijo al nacer estaba predestinado a morir joven.

RITA: Ojalá todo se acabe.

LA MUERTE: Tu hijo vive en lo intangible.

RITA: ¿Hasta cuándo se acaba esta pesadilla?

 

Rita se sienta a su lado, extiende su mano tratando de tocarla y justo antes de llegar a su rostro, La Muerte le da la espalda.

 

LA MUERTE: No Rita, tendrás que vivir, existen razones para que permanezcas aquí.

 

La Muerte moviendo su mano en el aire prende el estéreo, escuchamos una estación de radio, el locutor presenta la canción “Peek-A-Boo” de Siouxsie and The Banshees.   

 

(Oscuro)

 

 

ESCENA TERCERA

Catarsis

 

Al fondo del escenario aparece una gran hoja de papel. Rita aparece frente a una máquina de escribir.

 

RITA: Tu hijo vive en lo intangible. (Intenta recordar) No preguntes más por qué  (Rita azota sus manos en la máquina).

 

En la gran hoja de papel se proyectará el texto que escribió Rita, ella se levanta y rompe la hoja, detrás de esa hoja habrá otras. Aparecerán palabras que ella cambiará de posición, otras estarán rayadas, por momentos volverá a la máquina de escribir. Toma la máquina para aventarla, pero se arrepiente, dirá palabras inconexas, su escritura y sus pensamientos se proyectarán; al final de la escena aparecerá un bombardeo de palabras y oraciones que la llevarán a una catarsis.

 

 

ESCENA CUARTA

La naturaleza y los sueños

 

Rita plancha del lado derecho del escenario. Enrique aparece del lado izquierdo con un paraguas; lo hará volar como un pájaro por diversos puntos del escenario, hasta que se posará a unos pasos de Rita.

 

RITA: Si es verdad lo que estoy pensando…

 

Aparece La Muerte manejando otro paraguas y vuela sin rodeos, desciende directamente al lado del pájaro que maneja Enrique. Los dos pájaros pelean.

 

El pájaro que maneja La Muerte se aleja. El pájaro que maneja Enrique voltea a ver a Rita y al otro pájaro, finalmente  se acerca a Rita.

 

RITA: ¿Te vienes a despedir?

 

El pájaro que maneja La Muerte comienza a alborotarse, el pájaro que maneja Enrique se posa al lado de La Muerte y los dos emprenden el vuelo al mismo tiempo.

Las luces del escenario aluden a un atardecer cuando la esfera de acrílico está por llegar al otro extremo del escenario.

 

RITA: Se acerca la hora en que ocurrió el fatal accidente. Conforme cae el atardecer el vacío me estremece desde las entrañas. Hoy se cumple un año del fallecimiento de mi hijo (Rita descuelga la esfera). Hoy se cumplen dos años, tres, cinco, y parece que sólo ha pasado un día y veo hacía adelante y me parece que han pasado diez años. Mis sueños cada noche son más reveladores, mi vínculo con la naturaleza ahora es diferente, es lo único que me sostiene para sobrevivir. ¡Chamaco marciano! Moriste para volverte el sol, el dolor en mi pecho, los recuerdos me reconfortan, y sólo queda la vida de esta manera.

 

Enrique aparece en escena, se acerca a Rita hasta casi abrazarla pero no lo hace. Enrique toma sus manos; sus brazos los mueve lentamente invitándola a una danza. Entra música de danzón. Lentamente se irán apagando las luces, hasta que finalmente se proyecta la fotografía de Enrique y sólo quedan las veladoras encendidas. 

 

TELÓN

*Imagen de portada: pixabay.com.

 

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Sobre el autor

Fernando Yacamán Neri

Ciudad de México, 1985. Licenciado en Letras Hispánicas. Su trabajo literario aparece en antologías de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ha colaborado en publicaciones como Picnic, Crítica, Parteaguas, Tierra Baldía, Lee más y Punto de Partida, así como en los sitios Gibralfaro.uma.es y resonancias.org. Es autor de la novela corta Los ángeles del último sueño, así como del libro Ya quiero despertar, y la obra Na guna. Obtuvo el segundo lugar de Narrativa del premio Punto de Partida de la UNAM en 2009 y el premio Elena Poniatowska del mismo año, de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

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