
Imagen: Academia Mexicana de la Lengua.
En la historia de la crítica literaria mexicana, una historia fantasmal, pues aún está por redactarse, el nombre de José Luis Martínez tendría que ocupar un lugar destacado. La mirada hacia una literatura resultará, invariablemente, parcial si no se contempla el reverso: su dimensión crítica. La literatura inglesa es, por supuesto, Shakespeare, pero también Samuel Johnson leyendo a Shakespeare y escribiendo el Prefacio a sus Obras completas (verdadera obra maestra de la crítica literaria).
José Luis Martínez (nacido en Atoyac, Jalisco, en 1918) aparece, en el ámbito cultural mexicano, al despuntar la década del cuarenta (había fundado, junto con Leopoldo Zea, Alí Chumacero y Jorge González Durán, la revista universitaria Tierra Nueva), justo cuando la literatura consolida su primera gran etapa de modernización. Hablo de la gestación de instituciones culturales, pero también del afinamiento de la historia y de la crítica (el mismo Alfonso Reyes adelantaba, por esos días, en la teoría con la gestación de El deslinde y todo un corpus textual dedicado al tema). El ordenamiento de las letras nacionales fue muy pronto una de las preocupaciones básicas. Martínez dio a la imprenta en 1943 su primer trabajo: La técnica en la literatura, y se incorporó rápidamente a este proceso de modernización, fuese desde la docencia o desde las instituciones públicas (desde ese año del 43 fue secretario de Jaime Torres Bodet: encargado de la Secretaría de Educación Pública).
Por estas fechas comienza, o reafirma, su diálogo con Alfonso Reyes, quien había regresado definitivamente a México en 1939 y comenzaba, en palabras del propio Martínez, su periodo de madurez (caracterizado, en primera instancia, por el empeño en concretar una teoría literaria). Otro interlocutor, aunque no físico, pero sí simbólico, fue Pedro Henríquez Ureña, quien por esos días dictaba y ordenaba las conferencias que más tarde se convertirían en Las corrientes literarias de la América Hispánica: obra fundamental para periodizar la producción literaria del continente.
El trabajo crítico de Martínez, durante esa década, fue intenso: artículos para la prensa, ediciones críticas (memorable su trabajo en las Obras completas de Justo Sierra, editadas por la UNAM), y reflexiones en torno a la historia literaria. De la colaboración directa con Reyes, cuando éste trabajaba en un ensayo titulado “Las letras patrias” (por encargo de Torres Bodet), surgió su ensayo “Las letras patrias, de la época de independencia hasta nuestros días”, que sería el cimiento para trabajos capitales como: La emancipación literaria de México y La expresión nacional: letras mexicanas del siglo XIX. La literatura mexicana se convierte, de aquí en adelante, en su principal objeto de estudio.
La década del cincuenta y el sesenta representaron para Martínez la división de su vocación entre el estudio literario y el servicio público. Sin embargo, el trabajo crítico e historiográfico continuó. Son años de importantes reflexiones continentales sobre las particularidades de la literatura latinoamericana, con aportes como los del brasileño Antonio Candido o el uruguayo Ángel Rama. Martínez contribuyó al debate crítico con su ensayo Unidad y diversidad de la literatura latinoamericana.
A la par fue desarrollando su trabajo como bibliófilo, biógrafo (sus libros sobre Nezahualcóyotl y Hernán Cortés son notables), antologador (El ensayo mexicano moderno, en sus dos volúmenes, representa un parteaguas para el estudio de este género) y editor (después de la gran empresa editorial de Ernesto Mejía Sánchez en el magno proyecto de las Obras completas de Alfonso Reyes, Martínez tomó con diligencia la batuta y continuó la odisea hasta llegar a la correspondencia y los Diarios; y podríamos añadir muchos ejemplos más de está índole: como la impecable edición de las Obras de Ramón López Velarde de 1971).
Como director del Fondo de Cultura Económica, publicó más de setecientos títulos y creó la colección Revistas Literarias Modernas de México, que puso en circulación nuevamente muchas publicaciones periódicas fundamentales para nuestras letras.
José Luis Martínez trabajó durante más de sesenta años en el ordenamiento crítico de nuestra literatura. Estableció, en pocas palabras, la memoria de las letras mexicanas. Hoy somos deudores de esa empresa.
*Imagen de portada: pixabay.com.
Muy interesante y qué importante esa labor de reconocimiento al talento y trabajo de otros mexicanos para que otros también conozcan a quienes nos han enorgullecido. Felicidades Víctor! Excelente! Lo compartiremos.