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Mi vida me pertenece

agosto 20, 2018Deja un comentarioCineBy Raúl Olvera Mijares

Imagen: www.imdb.com.

Ganador de la Palma de Oro en dos ocasiones, por Pelle den eroberen (1987) y Den godan viljan (1991), el danés Bille August (Brede, 1948) con Stille hjerte (2014), traducida al inglés como Silent Heart y al español, por consecuencia, como “Corazón silencioso”, pero que en alemán ostenta el contrastante y, al mismo tiempo, revelador título de “Mein Leben gehört mir (Mi vida me pertenece)”, décimo sexto largometraje de ficción, entre documentales y series televisivas que podrían destacarse, se erige como un filme que constituye un natural portento de esa tradición europea que, al igual que la rusa, está ligada en su nacimiento a la renovación del drama teatral, sensible a la puesta en escena y el trabajo con los actores, así como la libre experimentación con la fotografía y los argumentos. No es ocioso recordar al noruego que escribiera en danés sus piezas de teatro, Henryk Ibsen (en la tradición rusa habría que traer al discurso tanto a Antón Pávlovich Chéjov como a Konstantín Stanislavski). Síntesis de una nutrida tradición fílmica, Stille hjerte ostenta múltiples y variadas influencias: desde Ordet (1955) de Carl Theodor von Dreyer, cuyo padre natural, el sueco Jens Christian Torp, quien lo abandonara para ser reconocido más tarde por el generoso danés que le brindara su apellido (curioso homónimo casi perfecto del libretista danés del filme, Christian Torpe), pasando por Henning Carlsen con Sult (1966), un argumento extraído de la novela Hambre de Knut Hamsun, más conocido quizá por Memorias de mis putas tristes (2012) de García Márquez, así como Bille August quien dirigiera La casa de los espíritus (1993) de Isabel Allende —The House of Spirits con Meryl Streep, Jeremy Irons, Glenn Close, Winona Ryder y Antonio Banderas, al parecer la literatura iberoamericana y el cine escandinavo no combinan muy bien que digamos—. Otro eco destacable es Babettes gæstebud (1987) de Gabriel Axel, donde precisamente la voz de la narradora es la de Ghita Nørby, decana de la escena danesa y protagonista del filme, desde luego Festen (1998) de Thomas Vinterberg, cineasta adherido al movimiento Dogme 95, con Lars von Trier como adalid y algunas voces de mujeres, como la de Susanne Bier y la de Paprika Steen, además de realizadora actriz, justamente el antagonista en este drama callado o quieto. Por supuesto, el tema recuerda una muchedumbre de trabajos, a la cabeza de todos estaría Amour (2012) de Michael Haneke, para no ir más lejos, el propio August en En sång för Martin (2001), abordó el duro trance de un director de orquesta enfrentado esta vez con los estragos del Alzheimer. Es fascinante como se entreveran los caminos de Suecia y de Dinamarca, antiguos contrincantes por la hegemonía en Escandinavia, en la obra, la vida y la carrera de Bille August, con estudios de fotografía en Estocolmo y luego de cine en Copenhague.

 

Para salir del lugar común, Stille hjerte aborda a una paciente con esclerosis lateral amiotrófica, justo cuando se presentan los primeros síntomas inconfundibles, camina de lado y se le caen los objetos de una mano, y es casi una solución para no lidiar con los peores estragos, curiosa manera de acatar el sexto de los llamados mandamientos del Dogme 95, “la película no debe contener ninguna acción superficial (muertos, armas y otros) en extraña consonancia con el teatro griego de obviar crímenes y muertes en escena. Formas de esclerosis diversas afectaron a escritores y científicos como Juan García Ponce en México y Stephen Hawking en Inglaterra. Se conocen bastante bien los efectos y la inexorable última etapa. Sterbehilfe o asistencia para morir es el tema de la película en un país como Dinamarca que la proscribe como un delito. Hace falta valerse de un plan, un ardid, un pretexto creíble para exculpar a las personas cercanas, a quienes se invita a una “celebración”, a manera de despedida, durante un fin de semana, en una casa en la campiña, no lejos de un lago.

 

La madre Esther (Ghita Nørby) y el padre Poul (Morten Grunwald) convidan a sus hijas, la mayor Heidi (Paprika Steen) y la menor Sanne (Danica Ćurĉić, que así reza el apellido de la serbia nacionalizada danesa), acompañadas de sus respectivas parejas, el marido de Heidi, Michael (Jens Albinus) con su hijo Jonathan (Oskar Sælan Halskov) y el compañero de Sanne, una niña problema, el aficionado al haschisch , Dennis (Pilou Asbæk), un personaje clave que, en apariencia no es miembro del grupo familiar, es Lisbeth (Vigga Bro), amiga de la infancia de Esther. La atmósfera, por la casa solariega en el campo, recuerda La celebración de Vinterberg, también por los conflictos y antagonismos entre los miembros, en este caso las hermanas. Heidi censura a Sanne por haberse unido a Dennis, un vicioso bueno para nada, olvidando quizá que su pequeña hermana no es ninguna blanca paloma. Este desparpajado personaje introduce el tema de las opiáceas y su papel para mitigar el dolor en casos terminales.

 

Las virtudes del guion no son menores que los aciertos en la conducción de los actores, las atmósferas lánguidamente nórdicas, evocaciones casi obligadas del último viaje. Un conflicto elemental plantean las hijas. Sanne, sin que Dennis se haya enterado, de joven incurrió en un intento de suicidio, por eso toma con regularidad antidepresivos. La muchacha tiene la intención de llamar una ambulancia, una vez que su madre ingiera el cocktail medicamentoso que habrá de sacarla de este mundo. Es claramente una traición a la voluntad de la madre, quien ha venido haciendo planes y preparativos desde meses, asesorada por el padre, médico por cierto. Dos escenas, en particular, refieren a El banquete de Babette: la primera es cuando alrededor del árbol de navidad cantan himnos religiosos de la iglesia reformada cristiana; la segunda, el porro con la opiácea, equivalente del buen vino y los manjares de la cocina que prepara la francesa Babette, la ocasión de comulgar, departir, tener una expansión anímica.

 

Hay una suerte de peripecia en la trama, el descubrimiento de la liaison que mantienen Poul y Lisbeth, presentida por Heidi y confirmada luego por la larga serie de fotos familiares en las que durante las vacaciones los acompañaba siempre la “amiga”. Esta relación amorosa, en las circunstancias particulares y por regla general, es censurada por los más jóvenes. Es Esther quien tiene que salirles al paso a las propias hijas, justo frente a su casa, calmarlas y aclarar la situación. Es un consuelo y un placer, para ella al menos, dejar juntas a las personas que más quiere en la vida; así también el padre no tendrá por qué quedarse solo. Lejos de todos los lugares comunes de la consabida moralidad respecto de la eutanasia, el suicidio (el intento fallido de Sanne y el aparentemente logrado de Esther), el uso social y recreativo de drogas, las relaciones matrimoniales de más de dos, Stille hjerte es una película vibrante, sin desperdicio, fruto de un realizador en plena madurez, acaso no es un filme para todos pero sí para aquellos que buscan distraerse con algo más y, al mismo tiempo, conmoverse, experimentar cosas nuevas en su interior. Prueba innegable de la vitalidad del cine danés que, más allá de los experimentos del Dogme 95, cuyos preceptos fueron sistemáticamente violados por todos y cada uno de sus miembros, está lleno de vitalidad y, a menudo, hace claros guiños al cine del sueco Ingmar Bergman, alguna vez incluso inspiración de Bille August (Las buenas intenciones, filme que aborda la tortuosa figura del padre del más célebre realizador sueco, de nombre Erik Bergman, un obispo luterano, que recuerda a cierto personaje de Fanny och Alexander, 1982).

 

 

*Imagen de portada: www.imdb.com.

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Sobre el autor

Raúl Olvera Mijares

(1968). Coetáneo del Crack, con similares intereses, más conocido por sus ensayos y artículos. Autor marginal, especialmente pudoroso, hasta ahora, con textos suyos de creación. Colaborador en revistas universitarias y periódicos. De una vasta producción en stock, han visto la luz exclusivamente cuatro libros. Sobrevive traduciendo de varias lenguas europeas, editando texto e impartiendo talleres y clases.

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