
Imagen: www.imdb.com.
Siempre he insistido que la esencia del cine está más allá de las historias, más allá de sus narrativas, su esencia está en la imagen en movimiento. Ya desde tiempos del pre-cine, la imagen cinematográfica tiene como su dasein el movimiento y su captura. Kiro Russo en Viejo calavera (Bolivia, 2016) ensaya las posibilidades de documentar el movimiento de sus personajes dentro del ambiente opresivo de una mina. Sus imágenes nos recuerdan un realismo poético que busca la respuesta a los problemas humanos en los vericuetos de una imagen, de un personaje que es parte de un paisaje. Pero de un paisaje que se nos muestra como parte de una explotación profunda y terrible.
Las imágenes que nos muestra Kiro Russo y su cinefotógrafo Pablo Paniagua nos llevan dentro de una mina y son capaces de encontrar la terrible belleza de ese espacio asfixiante. Ese espacio que pareciera una cueva platónica, pero industrializada. Llena de individuos que solamente viven para el trabajo y la evasión del trabajo. Ahí nos encontramos con Elder Mamani, joven minero que al principio del filme lo encontramos bailando al ritmo de música electrónica en una discoteca (la película en todo momento se desarrolla en espacios cerrados, en espacios que parecen cavernas, incluso los espacios abiertos llenos de cielos cerrados), que al morir su padre, va a vivir con su abuela y tiene que comenzar a trabajar en la mina junto con su padrino. De ahí lo que vemos es el descenso a los abismos de un joven problemático y de sus compañeros mineros.
La propuesta de Russo es un acercamiento a medio camino entre la ficción y el documental de las condiciones laborales de los mineros bolivianos. Su cámara nos registra la luz y sombra del trabajo dentro de una mina. Por medio de espacios de una negrura insondable nos da testimonio de la forma de vida de los mineros, una vida que pasa entre ruidos maquinales (el trabajo de sonido es otra de los grandes aciertos del filme), charlas en torno a la búsqueda de una mejora de sus condiciones laborales y el consumo de alcohol. En pocas palabras, registra la vida extrema en que viven y mueren los mineros.
Viejo calavera no cae en excesos melodramáticos (no estamos ante una Germinal del siglo XXI), sino que simplemente nos registra la dura vida de los mineros. Su planteamiento es ante todo estético y ético, pues su búsqueda va de la mano de llevar al espectador a una experiencia sensorial y humana. A su director no le interesa que nos identifiquemos con los personajes, no busca la compasión del otro. Su propuesta visual busca registrar el espacio de negrura en que viven los mineros, busca registrar simplemente su forma de vida. Pero no se crea que nada más su cámara busca el mero registro observacional, su cámara registra todos los matices de una vida en la que sus personajes están atrapados. Unas vidas de las que como espectadores nos sumergimos ante una negrura que es todo un boquete de humanidad.
Kiro Russo, en su opera prima ante ese misterio que es la imagen en movimientos, sus imágenes nos permiten preguntarnos sobre la vida de los otros que somos todos, su mirada da frescura al cine latinoamericano y da profundidad a nuestra propia mirada.
*Imagen de portada: www.imdb.com.