
Imagen: variety.com.
Interesante trabajo sobre los escombros de lo que hoy los comentadores de cine llaman entusiasta y profusamente biopic, Barbara fue la cinta con que se inauguró el FIC Monterrey 2018 con los franceses como invitados especiales. La elección del invitado fue esencial para afinar el nivel de un festival que, como todo proyecto cultural en Monterrey, busca sostener un paso a largo plazo. Significó, sobre todo, una robustez en términos de cartelera, selección, propuesta y reflexión cinematográfica, además de diversas actividades en busca de nuevos espectadores.
Barbara (2017), está hecha por la (alguna vez) pareja de esposos actores Mathieu Amalric y Jeanne Balibar, y prácticamente al alimón, como solemos decir. Al menos ese es el tono que impregna la cinta a lo largo de su discurrir; el espíritu que se puede intuir en el conjunto de rushes que forman ese filme. Duelo, juego, mezcla de obsesiones vertidas sobre el personaje que es a la vez un motivo central: se le rinde homenaje pero se le toma también como vehículo para la osadía estética. Dirigida por Amalric, la cinta cabalga sobre la personalidad potente de la protagónica y brillante Balibar, quien no sólo llena la pantalla con su rostro, voz, piernas y sus desplantes neuróticos, sino que pareciera jugar con el argumento (o la posibilidad de uno).
Hay que señalar que el supuesto intento de filmar una película que muestre la vida de la famosa cantante Barbara, es todo el argumento: lo demás son los pretendidos juegos de espejos y referencias que se derivan de las irrupciones del director y la actriz; a su vez, personajes ellos que lidian histéricamente con el rodaje (contrapunto que en más de un momento deviene en incoherencia y en más de un punto se estrella con el lugar común).
No obstante toda la fuerza y destreza señalada párrafos arriba, la cinta nunca llega a cuajar, al menos no con esa tan necesaria apariencia de solidez o redondez que presentan las obras de arte cuando, leídas, apreciadas, se logran como un todo armónico (aun en el caos) que no exhibe la evidencia de las costuras, ni la necesidad de remiendos. No: la obra no se logra. ¿Se les va de las manos? Sería difícil afirmarlo, más bien es un largometraje que bordea el precipicio a nada de desbarrancarse. La estridencia y teatralidad puede resultar tan profusa e intolerable, que recuerda a aquel fracaso Bobfossiano: All that Jazz (1979).
Sin embargo, el juego de deliberada afectación en Barbara es algo más estilizado, por lo que no termina de descarrilarse en una desarmonía total. De todos modos, aunque parece mantener el equilibrio en plena cuerda floja, el ritmo sí es batalla perdida y la cinta termina por cansar, más todavía a quien no tiene noticias de los actores y factores involucrados en la película. Y, aun así, el espectador cinéfilo que sí estuviera al corriente de los personajes histórico-ficticios, y de las referencias presentadas a lo largo del filme, no iría más allá de sonreír irónicamente a los guiños lanzados desde la pantalla.
Montón de tics, buenas canciones, imágenes sugerentes y cabos por atar, deshilada como todo trabajo que parece haber quedado a medio camino, queda la —quizá— afortunada apuesta por reinventar el género biográfico dentro de la historia del cine: no es la primera vez que se intenta, pero pocas veces se ve un intento tan libre, caprichoso y saturado de sí mismo. Deja la puerta abierta para el realizador que desee —¿logre— enmendar la plana.