El saber filosófico debe abrirse
a la cultura y la sociedad,
a partir de reconocer su carácter estilístico,
su forma tentativa y ensayística,
además de comprender que el rigor extremo
o la máxima exigencia conceptual
no se contradice con la más depurada forma de escritura,
ni con la experiencia poética,
que como texto filosófico admite sus propios géneros:
diálogos, meditaciones, tratados, entrevistas, confesiones, aforismos y ensayos.
Eugenio Trías, Pensar en público, Destino, 2001:341-345.
I.
Eugenio Trías, el filósofo español más importante después de José Ortega y Gasset, suspendió la creación de su filosofía poética por la trágica llegada de su muerte (Barcelona, 10 de febrero de 2013). Entonces, la comunidad filosófica, familiares, amigos y amigas lamentamos su partida, pero animados por Johann Wolfgang von Goethe, uno de sus filósofos y poetas favoritos, concluimos: “no hay futuro sin esperanza”. A lo que hay que agregar, en compañía de Walter Benjamin: “¿Para quién es la esperanza, si no para los desesperanzados?”.
Eugenio Trías se destacó como profesor de Filosofía y Estética en la Universidad Central de Barcelona y de Historia de las Ideas en la Universidad de Pompeu Fabra de Barcelona, y fue autor de innumerables y espléndidos libros, una espléndida obra filosófica por la que recibió el Premio Internacional Friedrich Nietzsche (1995), un galardón que en el mundo filosófico equivale al premio Nobel de Filosofía.
Tuve la fortuna de conocer a Eugenio Trías, en el marco de la XVI Semana Internacional de Filosofía, titulada Tiempo y Templo: los espacios de significación al final del milenio, convocada por la Universidad Intercontinental de la ciudad de México, del 26 al 30 de octubre de 1998. Un foro académico en cuyo formato los cuatro conferencistas magistrales abríamos mesas de ponencias y el último día poníamos a discusión nuestras conferencias, replicábamos a los ponentes y sacábamos conclusiones; un foro académico que se publicó en la revista Intersticios número 9, de la misma Universidad Intercontinental. Una espléndida semana filosófica, poética y musical, pues por la tarde Eugenio dictaba un seminario sobre su libro La edad del espíritu (Destino, 1994), y por la noche libábamos con mesura aristotélica, cenábamos y conversábamos hasta las 12 de la noche. Conversaciones que nunca terminaron, largas caminatas peripatéticas por México, Morelia y Pátzcuaro, charlas inconclusas por teléfono y la Internet, frases suspendidas por la espada de la muerte. Pero ahora que Eugenio Trías está en el Hades, sigue viviendo simbólicamente en mí y entre nosotros a través de sus profundos, poéticos y musicales libros.
II.
La mayoría de las obras de Trías, por su originalidad, reciben importantes premios editoriales y tienen varias reediciones. Eugenio Trías se doctora en filosofía en la Universidad Central de Barcelona con El lenguaje del perdón. Un ensayo sobre Hegel, premio Anagrama (1980), donde el amor cristiano del joven Hegel en la primera Fenomenología del espíritu, lo reencuentra, después de la lucha del amo y el esclavo de la Fenomenología del espíritu, en el amor civil de su Filosofía del derecho.
En su obra El artista y la ciudad (Anagrama, 1976), busca un espacio a priori que le permita indagar la relación entre deseo y creación, para pensar en la fractura entre Eros y poíesis, alma y polis, cuando ningún principio erótico puede elevarse hacia la verdad, el bien y la belleza, y en lugar de desplegarse en la ciudad como creación, se reduce la reproducción técnica de la modernidad, para buscar esta síntesis en los románticos y actualizarla para nuestro tiempo.
Meditación sobre el poder (Anagrama, 1977), es una reflexión ontológica: “el ser es poder”. Y donde la pregunta por el abandono del poder propio al ajeno por miedo al deseo y la libertad, le permite pensar en el poder del amor, la filosofía, el arte y la muerte.
Tratado de la pasión (Mondadori, 1979), propone superar las oposiciones fatales y jerárquicas de la metafísica clásica y moderna a través de incursionar en la razón de la pasión y la pasión de la razón. Hay que rechazar las epistemologías cientificistas —dice Trías—, que conciben a un sujeto abstracto del conocimiento. El amor-pasión, contra la razón ilustrada moderna es una vía excelsa de conocimiento.
Lógica del límite (Trías, Destino, 1991), es una filosofía fronteriza entre la conciencia luminosa de los ilustrados y el inconsciente nocturno de los románticos: y que gracias a sus eruditas lecturas de Freud, concibió como preconsciente. Una filosofía consciente de lo censurado, lo reprimido, lo dejado en la sombra por diversas filosofías, que recorre el cerco de la sombra que la razón dogmática proyecta, donde construye el lógos que esa sombra revitaliza.
III.
El pensamiento de Eugenio Trías, haciendo un esfuerzo extraordinario, se puede resumir en el decálogo siguiente: 1) la vocación filosófica como certidumbre del yo frente a la fe; 2) la filosofía es la repetición creadora de las cuestiones que se formuló desde niño y se presentan en su filosofar como asombro, vértigo y duda; 3) la constitución de una ontología alejada de los supuestos de la metafísica clásica; 4) una ontología definida en su libro La dispersión (Arena, 2006), como desfondamiento de toda sustancia, y como trágica, sin centro, con verdaderos principios inmanentes a la experiencia, pero para la pasión; 5) el drama es un conflicto con inicio, trayecto y resolución. La tragedia es un conflicto irresoluble; 6) una filosofía del futuro, frente al nihilismo (frustración, hedonismo, desamparo, autosatisfacción, desesperanza) y el positivismo; 7) hay que hacer metafísica en un medio adverso; 8) la dispersión produce máscaras que parecen identidades pero son signos de otro signo; 9) hay que ser un ser profundo liberándose de la profundidad que impone un fundamento absoluto. El centro está en todas partes. No hay punto de partida ni meta (la ontología es trágica) y 10) los conceptos fundantes de esta ontología trágica: deseo-producción, alma-ciudad, sujeto-objeto.
Eugenio Trías es un filósofo radical, pues en compañía de Immanuel Kant, Ludwig Wittgenstein, Sigmund Freud y Jacques Lacan, construye una filosofía marcada por un signo inquietante (/), una diagonal que representa el ser del límite y el límite del ser, la frontera entre la razón ilustrada y el inconsciente romántico, como la única frontera habitable por el ser humano, una barrera de la represión que impide que el significante se abroche al significado, introduciendo un enigma, una falla ontológica en el ser y el saber, pues no podemos responder a la pregunta por nuestra venida y estar en el mundo, y que impulsa a filosofar. Como la lógica del corazón de María Zambrano, ni el día de los modernos ni la noche de los románticos: la Filosofía de la Aurora.
Al reconocer la copertenencia entre la vida y el pensamiento, Trías propone una filosofía abierta a nuevas posibilidades filosóficas y vitales. La vida humana, singular y colectiva no es posible sin la luz de la Idea, que introduce la enigmática experiencia del sentido, con la que el mundo adquiere realidad. En compañía de Platón, Trías aspira a una Idea fundamental, para comprender las cuestiones de la filosofía que hacen habitable el mundo. Una filosofía que agradece la existencia, con sus luces y sus sombras. Por ello, afirma el ser y la nada, la razón y la sinrazón, la pasión y la razón, lo bello y lo siniestro, lo humano y lo inhumano, el sentido y el sinsentido, el símbolo y el diábolo.
IV.
Eugenio Trías, como filósofo radical, tras construir un sistema filosófico marcado por un signo inquietante ( / ), una diagonal que responde al límite del decir, desde Kant y Wittgenstein, la frontera entre la conciencia luminosa de los ilustrados y el inconsciente de los románticos, anuncia una filosofía Jánica, que como el dios romano que ve hacia el pasado y hacia el futuro, la barrera de la represión que impide que el significante se abroche al significado, el gozne que conjunta y disyunta al símbolo sin resolver su enigma, la falla ontológica, la falta de ser y de saber, porque no hay forma de responder a la pregunta por nuestro estar en el mundo.
Eugenio Trías sigue siendo un ejemplo actual, porque representa no sólo una filosofía en español sino un proyecto renovador de la “filosofía primera”. Un filósofo apasionado e intempestivo que se compromete con la verdad. Pero que no busca una “verdad metafísica”, ajena a la vida, pues siempre ha sido un activo interlocutor con el tiempo que le ha tocado vivir, y al que ha respondido desde la filosofía de una manera radical a sus retos. Y que desde sus primeras publicaciones pretende vislumbrar nuevos horizontes, tanto existenciales como cívicos. Su retorno al pensamiento mágico, al lado de Lévi-Strauss y la desconstrucción de la voluntad de verdad (voluntad de dominio) de la filosofía tradicional, lo convirtieron en un filósofo clave y polémico, en un medio particularista como el hispano, para abrir nuevos espacios culturales distintos al tradicional positivismo y al marxismo dogmático.
Trías no busca determinar la norma que debe constituir al saber, ni dictaminar las condiciones que deben satisfacer a una auténtica filosofía. Porque la filosofía es sus persistentes preguntas radicalmente ontológicas. La filosofía es philosophia prima. El pensamiento es radical, como en Friedrich Nietzsche, una “danza sobre el abismo” abierto por las mismas preguntas ontológicas, y que Kant las recondujo a tres: el alma (la condición humana), el mundo (lo que aparece) y Dios (el fundamento del alma y el mundo).
La filosofía radical —para Trías— toma por tema estos interrogantes últimos, cual “ideas regulativas de la razón (Kant), más aún, porque son la expresión lingüística y racional del lugar ontológico excéntrico del ser humano en relación con el mundo y el más allá, y porque revelan el agujero ontológico sobre el que se construye la vida singular e histórica, que emplaza permanentemente al ser del límite.
El deber de la filosofía es dar forma conceptual a una Idea potente que pueda fecundar los diversos ámbitos de la experiencia que apuntan a las preguntas esenciales, para vivificar la cultura en general. Pareciera que muerto Dios no hay lugar para una ontología fundamental. Tal vez por ello el pensamiento actual se reduce a las regiones ónticas. Pero para Trías no tiene sentido parcializar la filosofía en “filosofías” (ética, filosofía del arte, filosofía de la cultura, filosofía política, etc.). La filosofía es unitaria. No hay especialidades filosóficas. Antes bien una Idea se despliega en los distintos ámbitos de la reflexión filosófica (Trías, Ética y condición humana, Barcelona, Península, 2000:12), porque todas elles deben articularse en un “organismo vivo” en torno a una Idea central que las vivifique a todas desde dentro. Que a esta pretensión se le llame sistema, y que hoy este sea un tabú, es algo que no afecta a un pensamiento radical. Pero esa Idea de Trías no preexiste al mundo como en Platón, sino que es creada en una relación crítica con la tradición filosófica, para darle densidad histórica a la reflexión que se propone.
Para Trías el carácter de creación es fundamental, es la poíesis de la filosofía, que ontológicamente es siempre re-creación. El valor de una filosofía es el fruto de un radical ejercicio de creación. Pero tomando en cuenta que debe aventurarse en la travesía de la filosofía tradicional. Todo ello para subvertir y recrear nuestros hábitos racionales y maneras comunes de vida.
Frente a los grandes sistemas filosóficos, el sentido radical de su propuesta es esa Idea, ese tema musical que llama “ser del límite”, cuyas variaciones son los diversos problemas filosóficos. Pero una Idea que jamás es definitiva, pues no la musicaliza para hacerla concluir en un tono mayor, sino que la deja, como dije anteriormente, suspendida en un acorde de séptima.
A diferencia de Heidegger, para quien el saber filosófico sólo puede pensarse (en sentido fuerte) en la lengua griega o alemana, incluso que sólo el alemán es apto para el pensamiento filosófico, Trías propone acceder al saber filosófico en otras lenguas, como las latinas: el francés de Descartes, Bergson, Montaigne, Sartre, Lyotard, Deleuze o Derrida, así como el italiano de Ficino y Bruno, Gramsci, Vattimo o Negri, y qué decir de la filosofía en español como la de Trías, Subirats, Argullol o Javier San Martín. El saber filosófico, aunque universal, debe asumir la particularidad de su discurso. El saber filosófico nunca ha sido neutro en sus formas de dicción, no lo fue en Grecia ni en la modernidad, tampoco en el siglo XX, donde la poíesis de su estilo se puso a prueba en la escritura de Benjamin, Wittgenstein, Heidegger, Foucault o Derrida.
V.
Con todo ello, Eugenio Trías edifica un monumental palacio filosófico poético y musical, en cuyos cimientos está la creación fundamental: la poíesis de la filosofía, que ontológicamente es re-creación. Porque el valor de la filosofía poética de Trías es posible reconocerlo en su radical ejercicio de creación: un tema musical que llama “ser del límite”, cuyas variaciones son los problemas filosóficos. Pero una Idea que no es definitiva, pues siempre concluye en un acorde de séptima.
Trías busca sacar a la luz lo que la filosofía oculta, censura y reprime. Por ello, suscribe estas palabras de Gilles Deleuze: “Se escribe siempre para dar vida, para liberar la vida allí donde está presa, para trazar líneas de fuga” (Deleuze, Confesiones, Valencia, Pretextos, 1995:224). De aquí que Trías siempre trata de liberar la experiencia del límite o frontera, donde acontece el ser, el sentido y la verdad. Una filosofía poética y musical expresada en un estilo ensayístico, para mostrar el agujero ontológico que el templete de la feria de los grandes sistemas filosóficos trata de ocultar (Trías, Los límites del mundo, Barcelona, Ariel, 1985:9).
Eugenio Trías escribe una filosofía poética para decir la verdad a través de un trabajo vehemente de escritura, poético y musical estilo. De Platón a Artur Schopenhauer “la filosofía es música”, “la mejor música”. La filosofía jamás debe renunciar a ser un auténtico acto de creación, pues no puede ser indiferente a la literatura del conocimiento, ni neutral a la fragua estilística y poética del texto. Una labor en la que la creación del filósofo es vecina a la del poeta y el músico. El filósofo y el poeta beben el mismo vino. Por ello, la aspiración última del filósofo es muy ambiciosa: crear conceptos y pensamientos filosóficos que aspiran a la verdad, gracias a medios expresivos que sólo pueden ser evaluados por criterios filosóficos.
El gran legado de Eugenio Trías, que agradezco con reverencia: su ilimitada filosofía poética y musical, consecuente con su vida, su atenta escucha, su cálida amistad, además de su insuperable enseñanza: la exigencia conceptual filosófica no está reñida con la experiencia poético-musical y la elegancia en la escritura, que admite la más vasta dimensión poética de géneros escriturales: diálogos, confesiones, meditaciones, tratados, entrevistas, novelas, aforismos, ditirambos a Dionisio, conversaciones, ensayos, novelas, textos poéticos y sinfónicos.
Como tener que poner punto final sin mencionar el orquestal libro de Eugenio Trías. El canto de las Sirenas (Galaxia Gutenberg, 2015), en el que afirma que la música es más que un fenómeno estético, pues es una vía de conocimiento, por lo que reconstruye, a manera de novela, un compendio de ensayos dedicados a grandes compositores, de Monteverdi a las vanguardias musicales: los misterios de Bach, la obra total de Wagner, lo heroico de Beethoven, la nueva teología musical de Schönberg o el umbral trágico de Pierre Boulez: “[…] entre una fecundidad precaria, evidenciada por esa extraña composición musical que es Pli selon pli, y un desierto que crece, o una tierra baldía (por gastada), en la que ya no brota la hierba, como en los pronósticos de Friedrich Nietzsche, o en la poesía de T.S. Eliot, allí descubre Pierre Boulez la frágil fecundidad —siempre amenazada— de su imaginación creadora musical…” (Trías, El canto de las sirenas, Galaxia Gutenberg, 2015:712).
*Imagen: Paco Campos, tomada de www.lavozdegalicia.es.