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Feminismos (II). Qué quiere una mujer

noviembre 20, 2018Deja un comentarioFeminismosBy Coral Aguirre

Imagen: State Library of Queensland, en www.flickr.com.

Reunir mis largas divagaciones acerca de lo que quiere una mujer, es harto dificultoso. Abundaré pues en mi insoportable cadena de viajes alrededor de este tema, a manera de introducción, para luego adentrarme poco a poco en los interrogantes que el tema propone.

 

Descubro mi sexo el día en que mi amiguito de la misma edad, alrededor de los cuatro años, antes o después, no tengo la menor idea, nos comparamos “las partes” y advertimos nuestras diferencias. El descubrimiento me lleva a una culpa que me come las noches imaginando el castigo que tal acto, el descubrimiento, me pudiera ocasionar. Nacida y criada en hogar cristiano, la culpa avanza con los años.

 

Descubro que soy mujer, vale decir, mi género, sus miserias y grandezas, el día en que ya adulta, después de los veinte años leo El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Es cierto que a partir de allí no dejaré títere con cabeza. No habrá cuestión a la que no le eche mano. Sin embargo ya lo había hecho antes en plena adolescencia cuando decidí no maquillarme nunca y no entrar a ninguna iglesia vestida de blanco. Ni payasa ni pura, le dije a mi madre. Mis amiguitas de aquel entonces se burlaron: Ya vas a ver cómo cambiás de opinión cuando llegues a señorita. Así me dijeron, cuando llegue a señorita, no me gustó la frase y menos la palabra. Me apartaba del mundo, me ponía un cascabel, “señorita”, eso pensé.

 

De modo que entre amores clandestinos y abiertos, y luego el simulacro de la boda que inventamos mi compañero y yo para que nos dejaran en paz, me desayuno con El segundo sexo al otro día de comenzar mi vida en pareja.

 

A partir de allí decido no tener hijos, hacer abortos cuando sea necesario y dedicarme a mis amores, mi compañero y el teatro, la música y mi compañero, la literatura a solas y también compartida con mi compañero, y pararme sobre mis dos patas. Tal cual. Así lo digo en mi diario personal y a cuanto humano ande por el mundo. Y es justo aquí donde empiezo el proceso de reflexión.

 

¿Qué era por aquel entonces para mí “pararme sobre mis dos patas”? Esa proposición que no me abandonó a lo largo de casi toda mi vida, y que hube de revisar una y otra vez para advertir dónde estaban los problemas que me impedían eso, exactamente sentir que me planto en mí misma y avanzo, camino, circulo, viajo, vuelo.

 

La conquista de la diferencia es quizás la empresa mayor con la que hube de enfrentarme. Y la diferencia comenzaba en mi lengua.

 

Paso a explicarlo. Por esos años de puro teatro, entre los sesenta y los setenta, asisto al estreno de Raíces de Arnold Wesker; la protagonista, luego de un duro aprendizaje llevada de la mano de su amigo y/o amante, no recuerdo, se ha quedado sola, debe apechugar, y al final de la obra lanza sus primeras palabras ciertas: Estoy hablando yo, exclama. Ronnie, ¿te das cuenta? Ya no necesito la voz de los libros y de los sabios, ni la tuya, le dice, por primera vez estoy hablando yo. Lamentablemente sólo lo estoy recordando porque mis libros de teatro, la mayoría se quedaron en Argentina, pero sé muy bien que el monólogo es conmovedor, desgarra la entraña, mientras lo escuchaba sentí que era yo quien lo decía, quien necesitaba ponerse de una vez a hablar en sus propias palabras. Por lo tanto, deduje, me había faltado el lenguaje y la autoafirmación necesaria para ejercitarlo.

 

Por esos tiempos en que soñábamos y nos proponíamos la imaginación al poder, también me di cuenta que sentarme en una asamblea y participar, levantar la mano, pedir la palabra, argumentar, era una tortura china para mí. Se me ponían los pelos de punta, me transpiraban las manos y no hallaba lugar ni en la plaza, ni en el anfiteatro ni en la butaca. Por lo tanto, deduje por segunda vez, los espacios públicos me son ajenos y lo que es peor aún, terroríficos, y me falta la determinación necesaria para tomarlos por asalto. Palabra rota, espacio ajeno. Qué desastre que soy, pensé.

 

Finalmente llegaron los años del terrorismo de Estado y al salir de mi desaparición forzada y luego de la cárcel, me di cuenta que mis compañeros se apartaban de mí, sé que murmuraron algo así como que “el eslabón más débil”, esto es yo, seguramente había confesado nombres y apellidos de los militantes en juego.

 

Por lo tanto deduje que una mujer no es una persona digna de confianza, puesto que no pasó lo mismo con mi compañero, a quien siguieron tratando sin el menor resquemor, incluso con una especie de admiración por lo que había vivido.

 

Teniendo en cuenta mi carencia de lenguaje, de espacio público y de fe, me lancé a mi primera investigación sobre la cuestión femenina.

 

Había escrito ya algunas obras con cierto éxito. En la primera había indagado sobre hospitales y enfermos, en la segunda me zambullí en el héroe mesiánico eligiendo en vez de un hombre una mujer, Juana de Arco, y con esta heroína, comenzaron a picarme la yema de los dedos. Me propuse un itinerario de protagonistas femeninas que pronto vino a desembocar en dicha investigación.

 

No me bastaba ser mujer y escribir, hacer teatro, crear, ni siquiera tener como libro de cabecera a mi adorado Segundo sexo. Decidí hacer encuestas entre mis amigas, mis alumnas, las mujeres que se prestaran a ello. Entrevisté alrededor de 100 mujeres entre 20 y 40 años. Lamentablemente no cuento ni siquiera con los apuntes del trabajo pero cuento con la obra. Completita. Allí están las respuestas de mis entrevistadas. Allí está la caja de Pandora que de vez en cuando abro para que me quite el sueño.

 

Qué quiere una mujer, fue lo primero que pregunté. De un modo metafórico o no, las respuestas sonaron con ecos semejantes. Una mujer de cuarenta años, infiel como ella sola, bellísima y con cinco hijos, fue rotunda.

 

Que le tapen la espalda.

 

¿Qué? Pregunté. No había entendido la metáfora. Y sí, respondió alardosa, eso es lo que quiere, que le tapen la espalda, que la arrebujen, la cuiden, ¿no te das cuenta? Fue un rayo partiendo el cielo. Le puse a mi obra Que me tapen la espalda.

Las respuestas de las mujeres fueron devastadoras:

 

¿Por qué te casaste?

porque sí, porque hay que casarse

Por amor por amor…

Para escapar de mi casa

¡Por amor!, por amor! …

Para dejar de trabajar y estar mejor

Por amor, por amor…

Para sentirme protegida y ser la señora de alguien la señora de…

¡No, no, por amor por amor!

Para hacer una familia como la de mi mamá y para tener hijitos como Susana… ¡Por amor, por amor!

No me gusta vivir sola. Ya lo dije eso ya lo dije

¡por amor, por amor!

que piensen que yo no encontré a nadie ¡no!

por amor, por amor!

Porque todo el mundo se casa ¿no? Y no voy a ser yo la mosca blanca

¡por amor, por amor!

Para ser como todas y que la quieran a una, y que no se quede de tonta en un rincón…

 

Aclaro que las interferencias las realizaban ellas mismas, pero no en todos los casos, desde la dramaturgia yo creé el leitmotiv “Por amor”.

 

¿Por qué tienes hijos?

Porque me quedé embarazada…

porque hay que tenerlos…

porque me gustan y… quiero ser madre, por eso, y porque Carlos se iba con otras y me daba miedo que me dejara,

mis padres y mis suegros me preguntaban por los nietos,

me gustan los niños y soy mujer,  hacerlos y tener algo mío que sea verdaderamente mío un niño yo lo formo, lo dirijo, depende de mí y se puede manejar creo…

 

HAY OTRO TIPO DE RESPUESTAS QUE MERECEN UNA MENCIÓN APARTE, COMO ÉSTA:

Porque tengo un agujero aquí dentro que todos los meses prepara un gran nido, ¿y qué quieren que haga, que me lo arranque, que lo tire por la ventana, que le prenda fuego?

 

Sobre los hijos

Yo, suya para siempre, él/ella, mío por un tiempo.

Yo me canso horrores. Cuando los tengo que tener callados cuando él duerme, por ejemplo, a veces no sólo estoy cansada… ¡A veces estoy harta!

Una se acostumbra a ser de la casa… la reina del hogar… el olor a madre….

¿Cuántos paseos me salieron como este? Hasta cuando me quedé embarazada de Gisela… la primera vez yo de panza, salí oronda, iba de madre pues, ahora sí la calle toda para mí, para la reina del hogar, ¡ja! Qué madre ni que madre, si hasta me tocaron el culo.

 

Sobre el aborto

¡Ah no, que nadie me pregunte si hice abortos!

Claro ellos no se asustan cuando lo hacen, nosotras nos quedamos colgadas de un hilo hasta que llega la regla….

¿Un aborto a escondidas? ¿Un casamiento de apuro? Mejor hacer lo que te digan.

 

Sobre sí misma

Soy muy mentirosa. Aprendí a mentir de muy pequeña. A inventarme una Ana para los otros. Una muñequita sonriente. Una nena buena.

Le dije a mamá “Los novios se pasaron de moda”, gritó y lloró, yo firme, universidad, trabajar para pagarme los estudios, hacer las cosas bien. Como pude pero me las arreglé.

Quisiera volver a tener quince años. Nunca estuve más atenta… sobre mí y sobre los demás.

 

Sobre el sexo

Cuando se casó Susy pensé en medio de la fiesta, ahora salen y van a…eso, y me dio asco. Cuando mamá y papá hacían el amor los odiaba con toda mi alma…

Y la verdad… no puedo llegar a la cama con un hombre si no… hay algo, qué sé yo, algo…

Supongo que un poco lo quería pero sentir, sentir…lo que se dice sentir, no sentí nada, con el tiempo aprendí a sentir.

Yo he pagado con camas lo que necesité en ternuras.

Me hubiera ido con el primero que me ofreciera casamiento para salirme de la casa…

La puerta que se abre y yo que recibo…

 

Sobre el divorcio

Quisiera dormir horas, meses, años. Y no voy a poder, no puedo tirarme a la cama y morirme como quisiera, tengo que trabajar más que nunca ahora, cuidar mejor a los chicos… van a estar tan lastimados, pobrecitos.

Después de él, no conocí un hombre ni mejor ni peor…

Casarse y convivir con otro es heroico. O te hacés mierda o te hacés persona. O las dos cosas, como yo.

 

Sobre él

Yo soy la abeja reina. Si quiero le meto los cuernos, si quiero soy frígida, si se me antoja lo dejo bizco con seis orgasmos al hilo, si quiero el hijo es mío y de nadie más, lo que se me ocurra.

En público me callo en casa lo hago mierda.

.. Si lo aguanto es porque lo necesito.

El otro día le pedí guita ya ni me acuerdo para qué. ¡No! Me contestó. Y bueno. Fui y busqué en sus bolsillos, ni cuenta se dio. Compré de todo. No me dijo ni mú.

 

He entresacado de mi obra las frases literales, las que me dejaron una impresión muy honda y no pude menos que llevarlas tal cual al texto.

 

Esta exploración que no investigación sistemática ni metodológica, pertenece al año de 1982, en Argentina, Bahía Blanca. Fue realizada entre mujeres de clase media baja y clase media. (Continuará)

 

*Imagen de portada: pixabay.com.

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Coral Aguirrefeminismomujeres
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Sobre el autor

Coral Aguirre

Nacida de madre violinista, danzarina, teatrera y lectora. Mi medio natural es esa cuna de notas, primeras posiciones de la danza, las lecturas de Álvaro Yunque y otros autores argentinos y clásicos. Por ella conocí a Shakespeare y Lenin antes de llegar a la primaria, de fuerte extracción socialista y de ascendencia guaraní grabó en mí a los despojados de la tierra. Lo demás viene de suyo.

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