
Imagen: Cuartoscuro, en www.elsoldezacatecas.com.mx.
No creo en la literatura hecha a base de inteligencia pura o la sola imaginación, yo creo en la literatura vivencial, ya que esto, la vivencia, es lo que comunica a la obra la clara sensación de lo conocido, de lo ya vivido, la que hace que la obra perdure en la memoria y en el sentimiento, lo cual constituye su más exacta belleza y su fuerza interior.
Amparo Dávila.
Hablar de Amparo Dávila implica hablar también de una de las mejores narradoras del cuento fantástico hispanoamericano; pero también implica leer y releer a una de las más grandes escritoras mexicanas de la segunda mitad del siglo XX, donde sobresalen los nombres de Josefina Vicens, Elena Garro, Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Elena Poniatowska, entre otras, en la cual cada una ofrece su propia visión de la condición humana por medio de sus obras literarias: cuento, poesía, novela, teatro. Participó en las publicaciones Revista Mexicana de Literatura, Revista de la Universidad de México, Estaciones, Cuadernos de Bellas Artes, además de contar con la mayor parte de sus obras completas publicadas en el Fondo de Cultura Económica.
La prosa de la escritora zacatecana tiene su propia personalidad, un sello distintivo, un ritmo y un tono que la caracterizan de toda una generación de narradores mexicanos que, por esos años, buscaron explorar y experimentar con el cuento: partiendo durante los primeros años del siglo XX con “La cena” de Alfonso Reyes y dando un salto a la década de los años cincuenta donde vale la pena revisar con detenimiento “El ramo azul” y “Mi vida con la ola” de Octavio Paz, que forman parte de su libro de prosa poética ¿Águila o sol?; con algunos cuentos de Varia invención y Confabulario de Juan José Arreola, que se alejan de los temas de la Revolución Mexicana para abrir las puertas a otros terrenos que no habían sido del todo explorados dentro de la literatura nacional, sin olvidarnos de la soledad, el abandono y la violencia del campo que Juan Rulfo plasma con crudeza en El llano en llamas. Más tarde, a mediados de la segunda mitad de la misma década y durante los años sesenta y setenta, los jóvenes Carlos Fuentes, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Elena Garro, entre otros, exploran lo fantástico desde la urbanidad en sus primeros libros, como Los días enmascarados, o en uno que otro cuento como “La muñeca reina”, “Teoría del Candigas”, “Tenga para que se entretenga”, “¿Qué hora es…?”, o en la pieza de teatro “Un hogar sólido”.
En 1959, la escritora zacatecana publica su primer libro de cuentos, bajo el título de Tiempo destrozado; seis años más tarde vuelve a publicar otro libro con el nombre de Música concreta y trece años después se consagra con Árboles petrificados. De la misma manera que Juan Rulfo, Josefina Vicens o Fernando del Paso, la escritora decide guardar un largo silencio después de esos tres libros. Treinta años más tarde, con la publicación de Cuentos reunidos, decide agregar un cuarto libro formado por los cuentos “La casa nueva”, “El Hotel Chelsea (Breve crónica de una larga noche)”, “Estela Peña”, “Radio Imer Opus 94.5” y “Con los ojos abiertos”, que se guardan bajo el título de este último relato.
El propósito de este artículo es aproximar al lector a la obra de Amparo Dávila, la dama del cuento fantástico hispanoamericano. Por esta razón se analizarán algunos cuentos de los tres libros mencionados para mostrar esa peculiaridad que tanto caracteriza a una de las más grandes narradoras del cuento hispanoamericano.
I.
Aunque en un principio Amparo Dávila decidió inclinarse primero por la poesía, más tarde dedicaría toda su vocación literaria a la escritura del cuento: terreno por el cual sería reconocida en su momento por otros escritores hispanoamericanos como Julio Cortázar, con quien mantuvo una correspondencia similar a la de un maestro y alumna, o viceversa, maestra y alumno, de la cual sobresalen propuestas valiosas sobre la escritura de la creación del cuento:
… He tenido un gran placer de leer su libro de cuentos “Tiempo destrozado”, que me parece un excelente libro. En la solapa se habla de esta obra como su primer libro de cuentos; si es así, admiro la maestría y la técnica que se advierten en cada página. Si algo sé, es lo que cuesta lograr plenamente un cuento; en realidad, en cada libro que publico no estoy satisfecho más que con uno o dos de los relatos. Los otros, después de múltiples tentativas, se niegan a adoptar esa forma quizá demasiada perfecta que quisiéramos darles. Y como la forma no existe en sí misma, sino que es más bien la justificación de lo que se escribe, la prueba tangible y estética de que valía la pena escribirlo, hay que deducir que muy pocos cuentos nacen completamente vivos, con ese derecho a perdurar en la memoria que es su terrible fuerza y su más exacta belleza.
La carta está fechada en “París, 20 de junio de 1959”, justo en el momento en que el escritor argentino ya contaba con tres libros de cuentos que lo consagrarían como uno de los cuentistas latinoamericanos más influyentes de la época: Bestiario, Final del juego y Las armas secretas, con cuentos como “Casa tomada”, “Carta a una señorita en París”, “La noche bocarriba”, “Axolotl”, “Las babas del diablo” y “El perseguidor”. Por otra parte, Tiempo destrozado aparece como un libro dispuesto a reafirmar la voz poética de una joven escritora dispuesta a narrar bajo otras reglas “distintas” a lo que se tenía acostumbrado a leer durante la primera mitad del siglo XX mexicano: lo fantástico.
“El huésped”, “Tiempo destrozado”, “La señorita Julia”, “Alta cocina”, “Muerte en el bosque”, entre otros que componen el volumen de cuentos, son la prueba de la maestría de la escritora al conseguir que los temas que a la vez dentro de ellos existe el hilo conductor que permite al libro adueñarse de una personalidad propia sin descuidar al cuento mismo: el amor, la locura y la muerte. Los personajes aparentan estar tranquilos en una cotidianidad desolada y en un pueblo o ciudad donde en apariencia no sucede nada, hasta que son interrumpidos por una fuerza sobrenatural o ajena a sus comprensiones impuestas por las reglas naturales conocidas por parte de su universo, invadidos por ese algo que no alcanzan a comprender del todo:
Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje […] No pude reprimir un grito de horror cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas.
Así como en “Casa tomada” existe una fuerza que obliga a los protagonistas a huir de ella, también hay una fuerza pero personalizada por la protagonista de “El huésped”, como una criatura extraña y lúgubre, que va orillándola al borde de la locura por medio de esa siniestra mirada que no desaparece ni siquiera cuando se llega a las líneas finales de la narración. Por otra parte, en el cuento “Tiempo destrozado”, también se encuentra otro tipo de imagen que desafía también al oído del lector para lograrlo concretar de la forma más poética posible:
Primero fue un inmenso dolor. Un irse desgajando en el silencio. Desarticulándose en el viento oscuro. Sacar pronto las raíces y quedarse sin apoyo, sordamente cayendo. Despeñándose de una cima muy alta. Un recuerdo, una visión, un rostro, el rostro del silencio, del agua… Las palabras finalmente como algo que se toca y se palpa, las palabras como materia ineludible. Y todo acompañado de una música oscura y pegajosa. Una música que no se sabe de dónde sale, pero que se escucha…
A este tipo de narración la autora mexicana logra darle otra forma en otros cuentos que publicaría años más tarde. La musicalidad de las palabras, de las oraciones que buscan dar con la tensión por medio de un determinado ritmo es también una de las características que vuelven única a esta extraordinaria cuentista.
II.
Decir que los demonios internos siempre están presentes en los personajes de cada uno de los cuentos que componen los libros Música concreta y Árboles petrificados, y el también ya mencionado: Tiempo destrozado. Sin embargo, hay una madurez y solidez que logra concretar y caracterizar aún a la narradora mexicana que es consciente de que sus temores también parten de una tradición literaria: Desde el Infierno de Dante en La Divina Comedia, pasando también por la tradición oral de los cuentos mexicanos, y por las lecturas extraordinarias de un Edgar Allan Poe, Franz Kafka, hasta llegar a un, posiblemente, Julio Cortázar.
“El entierro”, “Matilde Espejo”, “El patio cuadrado” y “La noche de las guitarras rotas” son cuentos que buscan explorar la condición humana de cada personaje en un espacio tan compacto como el cuento y de la cual la obra, de forma individual y en su conjunto, sabe salirse con la suya, sin descuidar a la forma y al contenido que tanto caracteriza este género complejo y exigente. Pero también es la maestría de la dama del cuento fantástico lo que permite que cada una de sus narraciones permanezca como un huésped más dentro de la memoria de cada lector al que se enfrenta.
Bibliografía
Burgos, F. (2013). Antología del cuento hispanoamericano (Sexta edición. Págs. 13, 33, 520 y 521). Ciudad de México: Editorial Porrúa.
Cortázar, J. (2016). París, 20 de Junio de 1959. En A. Dávila, Árboles petrificados (pág. 152). Ciudad de México: Secretaría de Cultural/NITRO/PRESS.
Dávila, A. (2012). En A. Acevedo Escobedo, Narradores ante el público (pág. 147). Ciudad de México: FICTICIA EDITORIAL/UANL.
Dávila, A. (2018). Cuentos reunidos (Quinta reimpresión ed. Págs. 19 y 65). Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Todorov, T. (2016). Introducción al cuento fantástico (pág.32).Ciudad de México: Ediciones Coyoacán.
*Imagen de portada: NotimexTV, en YouTube.