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La Universidad de Monterrey en el siglo XXI: una reflexión

diciembre 20, 2018Deja un comentarioFeminismosBy Lucía de los Santos

La Universidad de Monterrey (UDEM) cuenta con un largo historial de denuncias por atropellos a los derechos humanos. Las denuncias, públicas y reiteradas, suelen incluir reclamos por faltas éticas graves y, en muchos casos, penadas por ley como los despidos injustificados y la discriminación[1] , pero más que una revisión exhaustiva busco cuestionar la apatía social ante ellas. Asimismo, pretendo hacer una reflexión sobre los grupos estudiantiles como órganos activos de la comunidad udemita, ya que estos suelen verse implicados directa o indirectamente en dichas denuncias. Y es esta participación la que me interesa analizar.

 

Rescato, por lo pronto, dos casos por su relevancia actual: CREDS y Equilátera.

 

CREDS (Comunidad de Representación de la Diversidad Sexual) es actualmente un club estudiantil de la universidad que busca representar a los colectivos de la diversidad sexual, así como sus intereses, por medio de la búsqueda del diálogo y la promoción de una educación incluyente. Hablaré de CREDS como un grupo, aunque es estratégicamente un club pues, en teoría, los clubes tienen un menor control institucional. En concreto, el foco de CREDS es el trabajo en temas de género, sexualidad, derechos sexuales y diversidad sexual. Estas temáticas, previsiblemente, resultan polémicas para la Universidad de Monterrey.

 

CREDS se vio implicado en la denuncia pública más reciente contra la UDEM. En resumen, el grupo invitó a diversas profesionales trans reconocidas nacionalmente a participar en distintos eventos para la comunidad universitaria en el curso del 2018. La UDEM censuró y discriminó a estas mujeres cancelando su participación, argumentando —a través de la vicerrectoría de Formación Integral— que “no querían que se confundiera la línea entre aceptar y promocionar a las personas trans”.[2] En este caso la transfobia institucional fue pública y su discurso terminó como suele hacerlo: escudándose en cierta “inspiración católica”.

 

El otro caso es Equilátera. Un grupo estudiantil que a principios del 2000 surgió trabajando temáticas de interés para las mujeres dentro de la universidad. Resulta importante señalar que, aunque no se abocaba a estudiar temáticas de género y/o feminismos, terminaría siendo etiquetado como grupo feminista por parte de la universidad. Otro tema igualmente polémico y problemático para la institución y su credo. Pero más allá de este estigma, Equilátera vivió una experiencia aún más compleja que la de CREDS, al provocar por un solo evento, múltiples atropellos que llevaron incluso al despido injustificado de dos profesoras. Dicho evento involucró a la periodista Rosaura Barahona, quien en dos artículos dio cuenta de este penoso hecho.[3]

 

Estas denuncias son tan solo dos ejemplos de atropellos institucionales por parte de la UDEM, sin embargo, la lista es mucho más larga. En los catorce años que transcurren entre Equilátera y CREDS, distingo como único progreso que, en el caso más reciente, ya no hay despidos injustificados. Esto —me inclino a pensar— tiene más que ver con la negativa institucional a seguir contratando a catedráticos críticos que con un auténtico progreso.

 

Resulta importante señalar que, aunque ambas denuncias fueron públicas, en ambos casos existió una muy breve respuesta inicial de indignación y para ninguna hubo seguimiento. Esta inatención y desinterés a denuncias tan serias dejan entrever, lo que percibo como una apatía de la sociedad regiomontana. Es preocupante la inexistencia de consecuencia, sanción o amonestación alguna. Así también, la falta de solidaridad por parte de otros estudiantes universitarios y de otras instituciones educativas. Es decir, las denuncias no terminan por trascender a verdaderos actos correctivos, e irónicamente la única participación social a destacar es la de algunos ciudadanos que defienden el carácter privado de la institución.

 

En parte, la ausencia de consecuencias se debe a que la responsabilidad de las faltas y delitos se diluye una vez que sube a la administración y al Consejo de la universidad, perdiéndose entre poderosos legionarios. Sin embargo, otra parte de la responsabilidad es nuestra y, desgraciadamente, se diluye entre nosotros también. Esta apatía refleja una seria incomprensión social sobre la gravedad de las implicaciones de que una Universidad carente de ética y omisa a sus fundamentos siga inmune en su ejercicio. ¿Por qué entonces se considera a esta institución como un referente educativo estatal? Igualmente, sin exigir mínimo respeto, congruencia y calidad a una de las instituciones educativas que se asume de prestigio, ¿qué podríamos entonces esperar de las demás?

 

Quizá la historia de violencia e inseguridad que ha sufrido el estado nos dejó en la absoluta insensibilidad y normalizamos tanta violencia que ya nada parece sacudirnos. Pero no logro distinguir si nuestra actitud emana de la desesperanza o, más bien, es franca ignorancia. Cosa que se torna más compleja, pues: ¿cómo pedirle a los regiomontanos que analicen y reflexionen su propio entorno si en sus mismas instituciones educativas se les prohíbe el cuestionamiento y la crítica?

 

Ahora, repaso la participación y el involucramiento de los grupos estudiantiles. Estos, como síntoma de la institución en la que existen, responden a las necesidades críticas de alumnos orientados por una auténtica curiosidad académica y que demandan de sus instituciones una educación de calidad. Los grupos se conforman orgánicamente por jóvenes que comparten intereses y reflexiones, y se consolidan en grupos, clubes o asociaciones al reconocer el valor de la organización social como recurso político. Como reflejo de nuestra sociedad, tanto CREDS como Equilátera son ejemplos de ciudadanos sensibles y estudiantes preocupados por la realidad social en la que vivimos, comprometidos a estudiarla y comprenderla para trabajar en ella. Por desgracia, en ambos casos se ejemplifican también las secuelas de los esfuerzos represivos del discurso conservador y ultraconservador que va cobrando fuerza en el país, dentro de su propia comunidad universitaria.

 

Aunque en su portal[4] la UDEM se define con “apertura a todo credo y condición”, los casos referidos dejan claro que la supuesta apertura es más bien condicionada y no una garantía. En pleno siglo XXI, estos estudiantes tienen que enfrentarse a la resistencia institucional contra sus disciplinas de interés. Por supuesto, esto no es coincidencia. Las temáticas como sexología, género, diversidad sexual, derechos sexuales y reproductivos, así como los feminismos parecen interpretarse por la institución como una amenaza, en un contexto internacional donde son disciplinas académicas formales y científicas más que temas a debate. Contrasta la postura de la UDEM, que insiste en la censura, justificándola bajo un criterio dogmático y un discurso patriarcal que niega la posibilidad de abordar o siquiera reconocer la relevancia de estas disciplinas.

 

Verán, la UDEM entonces no es una Universidad en sentido estricto. No se le puede llamar universidad a una institución que condena la reflexión, la crítica y el análisis, pues atenta contra los fundamentos mismos de cualquier institución universitaria. Una institución que, por temor a cuestionarse, controla y reprime a los pocos alumnos que reclaman el acceso a una educación y a profesores calificados no puede decirse a favor del conocimiento. Una institución que despide injustificadamente a catedráticos y censura a sus propios estudiantes, no puede ser el alma mater de un profesional humanista.

 

A pesar de todo, es importante reivindicar la labor de su planta docente y sus propias batallas, pero ¿para qué sirve un cuerpo docente tan capaz donde se censura la cátedra? Discriminando y reprimiendo a profesionales, así como temas actuales y disciplinas formales, no se puede estar preparando a profesionistas para la “realidad laboral” como prometen. Al menos, no para esta compleja y dinámica realidad en la que vivimos. Con esto, así como el largo historial de faltas éticas y legales, vale preguntarnos seriamente: ¿qué clase de profesionistas está graduando la UDEM? y, ante todo, ¿son estos los futuros líderes que necesitamos?

 

Es evidente que a la UDEM le ha llegado su tiempo. Aunque la institución pretenda ignorarlos, es inobjetable que los derechos y los avances de la sociedad organizada ya rebasaron las consideraciones de credo. Una institución que se quedó varada en el discurso del momento de su fundación y se niega a avanzar con la historia, es una que perecerá por su propia obsolescencia. Mientras tanto, es nuestro deber reivindicar la voz de los grupos estudiantiles que reflejan el verdadero espíritu universitario. Igualmente, entender a aquellos otros estudiantes que aún no reparan en la relevancia de su opinión, como efecto de la represión discursiva institucional y la apatía regional.

 

En un Nuevo León que busca evidenciar su complejo de superioridad regional, una curiosa y —a mi gusto— perversa identificación con EU, una xenofobia bárbara y el neoliberalismo como guía moral, cada vez damos más la apariencia de una legión trumpista. Necesitamos ser más suspicaces y cuestionar críticamente la educación que se imparte en el estado. Debemos entender a la Universidad desde el poder que ostenta y el fin que persigue. Es claro que lo que la UDEM ofrece es una educación dogmática bajo un principio elitista, como institución privada y conservadora que es. Sin embargo, ni el poder ni el carácter privado pueden justificar la recurrencia de denuncias ni la falta de consecuencias.

 

Es entonces una responsabilidad urgente y nuestra cuestionar si son éstas las instituciones educativas que queremos dignificar. El clima político mundial lo exige. Con Trump en EU, Bolsonaro en Brasil o Duterte en Filipinas por nombrar a algunos, se asoma un alza al poder de la derecha conservadora y ultraconservadora con claros tintes fascistas en distintas partes del mundo, en el país y el estado, como el Frente Nacional por la Familia (FPF) así como la Unión Neoleonesa de Padres de Familia (UNPF) —que hace no tanto propuso una quema de libros— siguen activos en su cruzada. Son estas instituciones ultraconservadoras que defienden posturas dogmáticas las que —a mi juicio— por ningún motivo deberían encargarse de la educación de nuestros ciudadanos. Es urgente pues la protección al espíritu fundamental de la universidad, así como a su sentido crítico y reflexivo. De lo contrario, me temo que el Bolsonaro mexicano compartirá conmigo su origen regiomontano y su identidad udemita.

 

*

[1] Destaco del historial de denuncias en contra de la UDEM las siguientes: (1) los despidos injustificados de catedráticas feministas; (2) los despidos injustificados de catedráticas por orientación sexual; (3) los despidos injustificados de catedráticos varones por orientación sexual y/o posturas ideológicas; (4) el control y la censura a grupos estudiantiles feministas y de la diversidad sexual; (5) la represión institucional contra discursos disidentes; (6) la recurrente censura catedrática a la que es sometido el cuerpo docente y alumnado de la universidad en sus clases y actividades formativas; y finalmente: (7) la perpetua negativa –vigente desde mis tiempos como alumna– a abordar con responsabilidad académica, ciertas temáticas de trascendencia política, social y cultural.

[2] “Rechaza Udem a mujeres trans. -estudiantes” nota publicada el 25 de octubre del 2018 en el periódico El Norte: https://www.elnorte.com/aplicacioneslibre/articulo/default.aspx?id=1524202&md5=df3e251706fbf01dc0d9688a66e9a982&ta=0dfdbac11765226904c16cb9ad1b2efe

[3] Después de saberse utilizada como chivo expiatorio por los despidos de catedráticas feministas, Barahona escribió estos textos publicados en el periódico El Norte el día 11 y 13 de Enero del 2005: https://app.vlex.com/#vid/rosaura-barahona-pretexto-i-78627827 y https://app.vlex.com/#vid/rosaura-barahona-pretexto-ii-78628209

[4] http://www.udem.edu.mx/Esp/Somos-UDEM/Pages/default.aspx

 

*Imagen: http://udem.edu.mx.

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Sobre el autor

Lucía de los Santos

Psicóloga y sexóloga clínica. Psicoterapeuta psicodinámica y educadora sexual. Feminista regiomontana. Fundadora del Instituto Somah, que se dedica a la atención clínica y educativa en sexualidad humana. Actualmente se dedica a su práctica privada, al Instituto y a Revista Levadura como editora de la sección de Feminismos.

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