Ante una violencia creciente en el estado poblano, distintos poderes fácticos como el huachicol y diversos grupos del crimen organizado con cada vez mayor presencia en la entidad, se agrega un problema de asalto y el ya conocido pero hasta ahora irresoluble fenómeno de feminicidios, se incorpora a esta orquesta a la violencia un vasto despojo de tierras, para llegar finalmente a la cereza del pastel: la ingobernabilidad del estado.
Es bien conocido el juego de poderes, la división Ejecutivo, Legislativo y Judicial para el funcionamiento y vigilancia mutua en el sistema de pesos y contrapesos, el rol y tendencias de los diversos partidos que integran el escenario político, el continuo enfrentamiento que existe cuando el partido del Ejecutivo y el partido que domina el Congreso son de alas opuestas, si bien, en el plano federal esto no es así, en el caso poblano hay mucho que decir al respecto, pues con la pasada ratificación como gobernadora de Martha Érika Alonso se avecinó un enfrentamiento constante y directo que haría de un estado con problemáticas en ascenso algo difícil de gobernar y pacificar, pues ambas fuerzas políticas representaban un continuo freno para las iniciativas presentadas por ambas figuras.
Rafael Moreno Valle por otro lado, dejó una deuda política, económica y moral con Puebla, es absurdo pensar que los problemas que azotan al estado surgieron por generación espontánea con la entrada de Tony Gali. Por otra parte, Tony Gali no estuvo a la altura de los problemas poblanos, ya fuera por incapacidad o por el corto tiempo que gobernó y en esta ocasión Martha Erika Alonso relevó el poder con diversas complicaciones, comenzando con la violencia que viven los poblanos día a día en las calles y culminando con un Congreso que no la reconocía junto a un gran porcentaje de la población del estado; ostentaba el título de gobernadora, sin embargo, carecía de la legitimidad necesaria para gobernar. Felipe Calderón durante su sexenio demostró cómo legitimar un gobierno de dudosa procedencia y esto fue mediante una lucha sin pies ni cabeza, como lo fue la guerra contra el narcotráfico, que al final lanzó resultados y cifras desastrosas. Martha Érika se enfrentaba entonces a dos posibilidades: A la negociación política o al gobierno por mano de hierro, la segunda opción ya es bien conocida por los poblanos y el sexenio de constantes represiones por el que pasó.
Frente a la incertidumbre política que generó la elección a la gubernatura de Puebla, debido a la serie de inconsistencias electorales, que ponían en duda el triunfo o victoria de uno de los entonces ex candidatos y el evidente vacío de poder que este caso causó, en Puebla se vivieron momentos y situaciones de violencia extrema, que si bien podrían no tener relación directa con el poder, sí son síntomas de que algo está mal en el gobierno del estado y que, lamentablemente, pareciera que continuarán, pues las fricciones entre poderes y figuras continúan. La gobernadora se enfrentó a un Congreso abiertamente en su contra, a un ex candidato que continuaría impugnando y poniendo en duda su legitimidad, a una sociedad fragmentada, a diversos poderes fácticos y a la sombra de un ex gobernador cuya figura continuaba aferrada a las instituciones y psique poblanas.
Mientras existiera una duda tan generalizada y sustentada en evidencias acerca del irrespetuoso trato de la decisión poblana con respecto a la gubernatura, la ingobernabilidad en Puebla continuaría creciendo, pues ya sea que en términos reales Martha Erika Alonso haya sido la ganadora, la duda seguiría vigente debido a la violencia vivida durante las elecciones.
Por otro lado, el sector empresarial poblano se pronunció con un discurso sumamente pragmático en el que la inversión y los negocios se instauran como lo más importante y se pide que las fuerzas políticas y la sociedad en general se alineen a los mandatos de instituciones desgastadas; sin embargo, se deja de lado en este discurso el contenido democrático que le da sustento a cualquier proceder político y económico.
En este juego de poder había un choque entre el poder, la legitimidad y el pragmatismo, un jaloneo constante de fuerzas que no dejarían hacer ni deshacer y que, como siempre, el tambaleo de esta inestabilidad política terminó por azotar en mayor medida a la población en general, la cual fue víctima directa de este choque de intereses.
Epílogo.
Lo sucedido en la política poblana el pasado 24 de diciembre, en el lamentable incidente que acabó con la vida de Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle, ha aumentado la inestabilidad política de la entidad, pues el vacío de poder ya no solo es simbólico; los diferentes grupos dirigentes han declarado y asumido sus posiciones, desde facciones estatales hasta la propia Federación, los tiempos venideros están llenos de incertidumbre a lo que se suma la inmensa cantidad de especulaciones que circulan por los entornos sociales y los medios digitales, las políticas públicas han quedado en un segundo plano para dar paso a un debate político acerca del elegido para ocupar la gubernatura de forma temporal hasta que se convoque a elecciones extraordinarias, el aparato político poblano sufre una parálisis parcial debido a lo inesperado de los acontecimientos, la única solución viable para la pronta recuperación del mando gubernamental es el consenso de los múltiples partidos, pues de lo contrario Puebla se enfrentará a una etapa aún más turbia de inestabilidad.
Por otro lado, diversos personajes ya se perfilan para las candidaturas a la gubernatura. Este tiempo, muy posiblemente mayor a cinco meses, puede ser traducido en ingobernabilidad, parálisis de políticas públicas, tales como la demandada activación de la alerta de género en Puebla e indudablemente una avanzada de grupos fácticos que llenen el vacío de poder dejado por el Estado.
*Imagen de portada: Internet Archive Book Images, en www.flickr.com. Imagen interior: www.mapio.net