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Del sentimiento patrio a la identidad. (La constitución del sujeto femenino en América Latina)

marzo 20, 2019Deja un comentarioSospechosas comunesBy Coral Aguirre

Imagen: http://www.cervantesvirtual.com/portales/clorinda_matto_de_turner/.

 

Si las mujeres latinoamericanas acompañaron a sus hombres en las gestas libertarias, si hubo avanzadas de mujeres en todos los frentes de las guerras de Independencia, si en ello sobresalen sobre todo las que nombró Flora Tristán por su estadía en Perú en 1833 en Peregrinaciones de una paria: las vivanderas indias corriendo tras las mulas y cruzando picos nevados cargadas de niños a la vanguardia del ejército peruano. Si las damas criollas y luego latinoamericanas de pura cepa menos o más mestizas o más o menos europeizadas mientras bordan los lábaros patrios al principio, y luego gestan himnos y relaciones poéticas en su honor…mientras una mujer sea compañera guerrera y hasta poeta al ritmo del país que nace, todo está bien porque es lo que se le concede a su femineidad. Así sus cantos a la patria prosperan, se leen en los círculos, se festejan sus versos, se los repite, se los atesora. Pero cuando esta mujer crece, ella también como la misma patria que quiere volverse independiente no sólo en los gestos sino asimismo en los actos, se trastoca en una desobediente. Patria y Mujer se desarrollan y se autoafirman juntas, pero ambas son el indicio de una zona oscura y peligrosa, esa periferia de donde surgen las rebeldías. Y por supuesto, las novedades, los nuevos aires.

 

En la medida en que las mujeres participan en los procesos nacionales, de algo se hacen dueñas, en primer lugar de una voz y esa voz puede entonar versos, es cierto, pero sobre todo ha de aprender a criticar. Entonces van a devenir narradoras, romperán la norma, escribirán novelas.

 

No es fácil, no obstante. Se dirá, se propagará, “novelas para sus amigas, sus compinches” las otras mujeres, novelas románticas para que se consagren al amor con final feliz. Y luego como corolario sin avistarse demasiado pero seguro que allí está presente en el final de la narración, la casa, el hogar y los hijos. Todo en orden. Hasta ahí.

 

La atención sobre ellas y sus relatos no prosperará demasiado, algún agasajo, un premio, una publicación, poco más. Luego pasan a la desmemoria, nadie las cita ni las recuerda, porque la letra sea cual fuere: libros, colecciones, crítica y periodismo, publicidad, ediciones,  antologías, ensayos y crónicas, y todo lo que se relaciona con la palabra escrita está en manos de hombres, como todo lo demás.

 

Por lo tanto, si uno investiga por ejemplo la novela indigenista que puede ser hasta la pintoresca novela indiana, (donde pensé encontrar autoras femeninas) no se halla más que la pléyade de nombres masculinos durante todo el siglo XIX y parte del XX. Nada dice que alguna mujer, en alguna parte de este vasto continente nuestro haya invocado o al menos tratado el acervo indígena que también le pertenece, como le pertenece la escritura y la lengua que nos fueron impuestas al principio. Nadie señala entre los intelectuales y analistas y obsesos de la literatura que hubo mujeres que escribieron a la par del género masculino y aportaron novedades.

 

Ha sido a partir de los estudios de género y de su filosofía, que no los hombres por supuesto, sino las mujeres nos hemos decidido por dejar las literaturas y sus análisis de los grandes escritores en manos de los grandes críticos y nos hemos vuelto por fin, por fin, sobre nuestras hermanas, madres y abuelas y sus testamentos.

 

Y como esta resulta ser una tarea colectiva no puedo decir quién descubrió que Clorinda Matto de Turner escribió la primera novela indigenista, porque nosotras ya lo hemos repetido tanto que en verdad no sabemos quién lo dijo primero. Pero Aves sin nido lo es, mal que le pese a esa gran obra considerada con la legitimidad que da el juicio masculino, la primera novela indigenista, Los ríos profundos de José María Arguedas, y junto con ella acaso las de Ciro Alegría o algún otro. Lo cual no tiene la menor importancia en un universo de paridades y equidades, pero cuando no es el caso sirve de ejemplo como una de nuestras tantas postergaciones, nada más.

 

Esta mujer escritora nace en 1852 en Perú y ni siquiera en Lima sino en Cuzco.  De modo que resulta doblemente periférica, cosa que no la arredra para fundar a los 25 años El recreo, su primera revista. Es su formación lo que le permite estos “excesos femeninos” pues ha cursado sus estudios en el Colegio Nacional de Educandas, reconocido como uno de los mejores del país. Cuando vemos despuntar un talento de mujer siempre es por la educación que ha recibido y excepcionalmente por su obstinación autodidacta y también por el hogar, cultura y afectividad de los padres.

 

En el caso de Clorinda sus publicaciones, sus primeras letras, sus narraciones cortas, son el resultado de un ambiente rural durante la infancia donde el quechua es su segunda lengua y los niños quechuas sus amigos.

 

Leí Aves sin nido con cierta sorpresa. Su prosa sencilla y no obstante luminosa por un lado, y la osadía por el otro, de denunciar la explotación indígena, la corrupción del Estado y lo que ocultan la Iglesia y sus sacerdotes. También en su tiempo la novela sorprende al punto de escandalizar a la sociedad culta y católica. Por esos años Clorinda dirige (entre 1889 y 1891) El Perú Ilustrado, revista de Lima que tomando en cuenta su directora, tampoco tiene pelos en la lengua. Vuelvo a subrayar lo que Flora Tristán percibe: No hay lugar en la tierra donde las mujeres sean más libres, ejerzan más ascendiente que en Lima, reinan de forma absoluta; de ellas parte el impulso de todo. Sí y no, puesto que si Clorinda se manifiesta con el vigor del que habla Tristán también es verdad que será castigada. Lo cito no obstante porque estoy convencida que el contexto presupone las posibilidades de la creación y el alcance del conocimiento. La identidad es el resultado de todo ello.

 

A partir de su novela y su rol en la revista se extienden los comentarios negativos y hasta las calumnias. Por otra parte, un artículo en la revista provoca un cisma en la comunidad de lectores, católica y conservadora. La Iglesia en primera fila aprovecha para excomulgar a la autora de Aves…y aplastar su voz crítica. Su obra queda en la lista de libros prohibidos. A la dirección de la revista, debe renunciar.

 

La novela no deja dudas sobre su sentir latinoamericano, somos mestizos parece manifestar aun antes de descubrirnos como tales. Todavía están los blancos y los indios, sin embargo una misma tierra, un mismo solar los contiene.

 

Cuando se observa el mundo se lo problematiza, lo que no está bien salta de pronto a la vista, al poner en tela de juicio cada circunstancia, cada acción, cada marco, todo se torna clarísimo. Detrás de Clorinda mujer están los otros, los indígenas, sus hermanas, los pobres, las desahuciadas. Y cuando se han visto las diferencias no se puede volver atrás. Queda claro que no es casual que al defender a los indígenas la escritora defienda a las mujeres y viceversa. No es casual que su primera novela acompañe su lucha en defensa de la educación femenina y de las leyes y derechos civiles para toda la comunidad peruana. Y tampoco es casual que sea una mujer, cuyos primeros compañeros seguramente fueron esos indígenas, quien rescate su trascendencia.

 

Clorinda alcanza la estatura de una exiliada política como hubo y hay tantos exilios en América Latina, exilios políticos, económicos, sociales, por credos, razas, pobreza, ideologías, filiaciones. En 1895 parte para no regresar nunca a su patria, al Sur, a Chile y luego a Buenos Aires donde permanecerá hasta su muerte ocurrida en 1909.

 

Durante ese tiempo no dejará de crecer, de proponerse nuevas metas, nuevas publicaciones, nuevos viajes y nuevas obras. Su feminismo se hace más radical, redefine y subraya las premisas que la habían acompañado desde joven. No volverá a escribir novela, como si la ausencia de la patria la hubiera apartado de la imaginación ficcional, escribir sobre otros y otras cuando incluso la ficción de alguna manera es autobiográfica, puede que le haya apagado esa pasión. O bien su dedicación a la defensa de las mujeres y sus ensayos y conferencias a propósito, le habrán ocupado la mayor parte de sus últimos años.

 

Pronto la encontraremos nuevamente cuando trabajemos en las veladas literarias, junto a otras mujeres como Mercedes Cabello de Carbonera o Juana Gorriti que según mi parecer, forman la columna vertebral de estas notas sobre la configuración del sujeto femenino en América Latina.

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Sobre el autor

Coral Aguirre

Nacida de madre violinista, danzarina, teatrera y lectora. Mi medio natural es esa cuna de notas, primeras posiciones de la danza, las lecturas de Álvaro Yunque y otros autores argentinos y clásicos. Por ella conocí a Shakespeare y Lenin antes de llegar a la primaria, de fuerte extracción socialista y de ascendencia guaraní grabó en mí a los despojados de la tierra. Lo demás viene de suyo.

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