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Arqueologías del porvenir

abril 20, 2019Deja un comentarioCineBy Alejandro Martínez Salinas

Imagen de Carroll MacDonald en https://pixabay.com/es/.

 

Escribir sobre el futuro es escribir sobre el presente. Es pensar que detrás de todas las imágenes del futuro siempre hay un referente que nos habla de nuestro presente. Más todavía, el cine de ciencia ficción no debe entenderse como una simple mirada a cosas del porvenir, sino verlas como arqueologías del porvenir. Películas que por medio de la imagen fílmica documentan hechos (por eso Chris Marker llamaba a La Jetée un documental sobre el futuro), no las veamos como ficciones escapistas sino como documentales sobre hechos que inevitablemente pasarán si no hacemos algo por cambiarlo.

 

Esto lo pienso al ver dos filmes que, siendo muy diferentes entre sí, contestan esa pregunta que debería corroer las entrañas de toda ciencia ficción: ¿la fuente de toda obra que trate sobre el futuro, siempre debe ser el presente?

 

La respuesta la tenemos en The Rover, la tenemos en Mad Max: Fury Road, que no son simples obras sobre el futuro, son arqueologías del porvenir, son documentales sobre el futuro / presente nuestro. The Rover documenta el colapso de una humanidad a la cual ya no le queda más que la sobrevivencia. Por otro lado, Mad Max documenta el colapso de la sociedad patriarcal, de cómo los hombres se tienen que hacer a un lado.

 

  1. The Rovero la distopía del presente.

No sé, pero al ver The Rover (Australia/EUA, 2014, David Michôd), pienso que en las distopías hay algo de esperanzador, algo que nos dice que a pesar de que pudiera parecer un futuro terrible, de una manera u otra, la sociedad sea fascista o no, seguirá existiendo.

 

The Rover nos plantea que el colapso vendrá antes que la distopía y no vendrá en tiempos distantes. El colapso vendrá más pronto, más rápido de lo que uno podría imaginar.

 

Guy Pearce es un sobreviviente de ese colapso, uno más de los que busca simplemente sobrevivir, un vagabundo dentro de un mundo en el cual ya no queda nada, solo tiene un coche, el cual unos ladrones roban. En su deambular en busca de venganza se topa con el hermano malherido de uno de los ladrones, interpretado por Robert Pattinson (primera vez que me siento cómodo con su actuación y no veo al tipo que hizo de vampiro en la saga Crepúsculo). Ambos ya no tienen un indicio de humanidad, ni piedad y solo buscan sobrevivir, pero también venganza.

 

David Michôd, director de la también estupenda Animal Kingdom (Australia, 2010), nos entrega un filme que aprovecha los desérticos paisajes australianos para darle un tono de western crepuscular, en momentos cercando a La carretera (John Hillcoat, EUA, 2009), para presentarnos un filme donde no caben futurismos ni razones, simplemente seres humanos tratando de sobrevivir.

 

The Rover es un sobrio filme que en cierta manera se aleja de las distopías a la Mad Max (George Miller, Australia, 1979) para presentar un futuro cercano, tan cercano que da miedo pensarlo, pues aquí el hombre es el lobo del hombre y no se centra en la comodidad de futurismos lejanos, donde el espectador se sienta a salvo pensando que lo que está viendo tiene lugar en un futuro muy, muy lejano.

 

  1. Mad Max: Fury Roado el caballo de Troya de la hipermodernidad

Mad Max: Furia en el camino (George Miller, Australia / EUA, 2015) parecería un filme de entretenimiento más. Pero más allá de eso el más reciente proyecto del cineasta australiano George Miller es un filme sobre la catástrofe futura en la era de hipermodernidad. Un filme al mismo tiempo posmoderno que alegato contra una hipermodernidad que nos está rebasando. Nos volvemos uno con la tecnología, pero qué pasará cuando está ya no esté.  A dónde nos lleva el camino del consumo de energías no renovables.

 

Para Lipovetsky, el cine está pasando por una transformación hacia la hipermodernidad. Las nuevas tecnologías permiten hacer filmes donde la imagen se vuelve un exceso hiperbólico, basta ver cualquiera de las entregas de Transformers (EUA, 2007, 2009, 2011 y 2014) de Michael Bay para dar con este síndrome de época. El cine en la era de la hipermodernidad pasa a ser un ejemplo de saturación y una escala de lo superlativo, un hipercine que se caracteriza por una escalada en todos los sentidos. Ahora no basta con hacer una película, hay que hacer una trilogía y la última entrega dividirla en dos, y además presentarlas en todos los formatos posibles: 2D, 3D, IMAX, 4DX. La saturación no solo de un mercado, sino una saturación de los sentidos y de lo narrativo.

 

Dentro de este escenario aparece Mad Max: Furia en el camino, que si se le mira de manera superficial sería un ejemplo claro de un cine hipermoderno y saturado hasta más no poder. Desde el principio el ritmo de filme no deja al espectador sino hasta que termina. Sin embargo, la película protagonizada por Tom Hardy es un caballo de Troya en la época de la catástrofe de un cine que podría estar por matar al espectador.

 

Mad Max satura. Su narrativa simple pero efectiva está perfectamente construida para ser un engrane más de un aparato fílmico que no solamente busca continuar las aventuras en la Tierra desolada del loco Max. Sus excesos visuales, a diferencia de por ejemplo Avengers: Era de Ultrón (Joss Whedon, EUA, 2015), están perfectamente ejecutados, no por las más avanzadas tecnologías de generación de animación por computadora, sino está realizada casi por completo frente a cámara. Los coches, accidentes, explosiones y un largo etcétera fueron hechos en el plano y no trabajados en postproducción. Pero esa saturación, más que formar parte del síndrome del cine contemporáneo, en Mad Max pareciera funcionar más como un camuflaje o un caballo de Troya para poder entrar en un mercado que de otra manera no la hubiera dejado existir.

 

Ese camuflaje le permite a George Miller entregar un filme de autor hecho con los mismos elementos de un blockbuster de la actualidad, pero que sin embargo nos presenta un filme sobre la caída del héroe, una película de acción feminista sobre la catástrofe de los tiempos por venir.

 

Mad Max ya no es el protagonista, lo es el personaje Imperator Furiosa y el no-lugar, o ese inmenso vacío desértico que es el escenario del filme.

 

El personaje de Mad Max representa, al igual que el resto de los personajes masculinos del filme, la desaparición por medio de las máquinas que consumen gasolina, la imposibilidad de una sociedad en medio de la nada. En cambio, los personajes femeninos luchan por la búsqueda de la utopía, la posibilidad de la sociedad orgánica y más igualitaria. Pero el filme no es un alegato en contra de la obsesión masculina por la guerra, encarnada en los coches. Mad Max: Furia en el camino representa el vacío social al que se encamina la sociedad si sigue por la carretera en que va. Nos dice que nos equivocamos y que hay que buscar en el horizonte la posibilidad de la utopía ―y aunque sea eso nada más― como Imperator Furiosa, que en el reconocimiento del vacío y de la nada que la rodea sea solo eso, la posibilidad, y aunque te encuentres en el camino con la nada que todo lo devora, mejor será trazar una línea de fuga que nos permita eso: la posibilidad. De ahí que Mad Max se haga a un lado y se convierta en uno más de la muchedumbre y deje el espacio actancial a Imperator Furiosa, la verdadera protagonista del filme, la que permitirá esa posibilidad de fuga. Max sabe que su camino acabó, el héroe pasa a ser el ayudante de la posibilidad.

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Alejandro Martínez Salinasciencia ficcióncinehipermodernidad
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Sobre el autor

Alejandro Martínez Salinas

Practicante de la crítica bonsái de cine. Maestro de clases sobre los misterios de la pantalla cinematográfica. Pensador fiel de la filosofía de menos es más. Curador del pensamiento cinematográfico en dosis mensuales para cineclubes.

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