
Imagen: Detalle del Condominio Acero por @Restáurika.
- Repensar la ciudad desde nuevos contextos —no solo capitalistas
Reflexionar hoy en torno a qué es la ciudad, no es una empresa sencilla. En un mundo donde la mayoría de la población habita en entornos urbanos y dónde las fronteras entre el campo y la ciudad se han borrado, su definición no es fácil. Recurrir al engañoso argumento sobre el tamaño de la población como criterio para su dilucidación, no sería del todo correcto, porque, por principio, elude la complejidad del asunto. Tampoco establecer como fundamento el que una ciudad deba solo analizarse desde la lógica de su industrialización. Las ciudades experimentan cambios, si están marcadas por los avances tecnológicos, pero también por nuevos patrones de acumulación de capital, por las migraciones y por otros diversos elementos socioculturales que incidieron en ella a lo largo del siglo XX, por ejemplo, las guerras, la violencia, los nuevos estilos de vida, etcétera.
Explicar lo que hoy entendemos por ciudad, sin afán de abarcar la totalidad de las posibilidades, puede atender a fenómenos de orden económico-político y simbólico, así como a las vicisitudes propias de su carácter contingente. El análisis de los cambios experimentados por las ciudades en las postrimerías del siglo XX y los inicios del XXI, ayuda a comprender quiénes las construyen y por qué. Es decir, como ya ha quedado asentado, las ciudades cambian, pero tales transformaciones no se producen sólo por factores internos, o sea, no cambian solas. Las personas que las viven las rehacen constantemente a través de sus concepciones, representaciones y prácticas sociales. Esta es una relación dialéctica que les reconfigura continuamente, aunque también ella, la ciudad como ente, rehace a quienes le habitan.
La producción del espacio es una fuente de poder (Lefebvre, 1991) y obedece a tres procesos sociales: cómo lo utilizamos, qué hacemos en él, cuáles son nuestras experiencias presentes y pasadas. Es decir, se crea a partir de su experimentación. Pero también contribuyen las representaciones que del espacio hay, o sea la conceptualización que de él hacen los expertos, científicos, urbanistas, ingenieros, arquitectos y funcionarios. Dichas formas de pensar el espacio revelan formas dominantes de poder/saber. Finalmente, la producción del espacio también es producto de cómo lo imaginamos, por ejemplo, proyectos utópicos, paisajes imaginarios, etcétera (Lefebvre, 1991; Harvey, 2004; Soja, 2000).
Quienes parten desde un plano económico-político plantean que hacer ciudad obedece a los cambios materiales experimentados por el sistema capitalista, así entienden que hoy las ciudades pueden ser analizadas desde el proceso de globalización. Estudiosos de la misma, como Castells y Borja (2002), y Saskia Sassen (2004), consideran que las ciudades son los centros de la actividad económica ante un Estado que ha perdido algunas de sus funciones, principalmente la que se refiere a la movilidad del capital; sin embargo, este sigue realizando otras como la de ser garante de los derechos de propiedad y de los contratos de las empresas transnacionales; así como la de conservar la paz social que genere un contexto favorable para la inversión.
El discurso sobre el proceso de globalización y la preeminencia de las ciudades ante el debilitamiento de los estados-nación, evidencia una solución espacial al problema de la crisis capitalista de los años 70, y además da cuenta de la producción del espacio por parte de la élite capitalista.
Para otros estudiosos, los cambios que vienen experimentando las ciudades se explican en función de una nueva fase de modernidad. Esta nueva fase de modernización implica nuevas formas de pensar, de actuar, de relacionarse; innovaciones en la ciencia y la técnica. Estos cambios suponen una nueva forma de conceptualizar la ciudad y el territorio, y devienen como producto de los cambios económicos experimentados por el capitalismo: una nueva fase de acumulación capitalista (Harvey, 2004) o un capitalismo cuya producción consiste en la apropiación y venta del conocimiento (Ascher, 2004).
- Producir ciudades atractivas
Frente a los cambios experimentados por el capitalismo, ocurre la tercera revolución urbana producto de un proceso de metapolización, la cual es entendida por Ascher (2004) como la concentración de riquezas humanas y materiales —en el marco de la globalización—, en las principales aglomeraciones humanas. Estamos frente a nuevas formas de ciudades que se caracterizan por conurbaciones extensas, discontinuas y heterogéneas (Ascher, 2004).
Este proceso de metapolizaciónha derivado en una competencia interurbana donde las ciudades son puestas a competir entre sí para ser más accesibles y atractivas que sus semejantes. Es aquí donde hacer ciudad implica, no solo el componente económico-político, sino también el simbólico. Así, al contrario de lo que pasaba con el industrialismo —que concentraba su actividad en la fábrica—, en la nueva economía, la producción (de conocimientos mercadeables) y los servicios salen de la empresa y se externalizan, transformando la cara de la ciudad. De esta manera la atractividad de las ciudades se caracteriza por estar bien conectadas a través del transporte terrestre y aéreo, contar con mano de obra cualificada y profesionistas especializados que se sientan atraídos por el elevado nivel de vida, por el equipamiento educativo y cultural, así como por el desarrollo de actividades de ocio.
De ahí que la construcción de la imagen urbana requerida hoy para las ciudades pase por un proceso de urbanalización, es decir, devienen en ambientes y espacios que, reproducidos o clonados, dejan de lado los ambientes exóticos o característicos de cada lugar. De esta manera se privilegia un cierto tipo de imagen y se crean formas urbanas diseñadas exprofeso para el consumo mediático y social. South Street Sea Port, en la costa neoyorquina, ejemplifica este tipo de paisaje sin temporalidad ni espacialidad. Este lugar recrea la vida de embarcaciones y migrantes del siglo XIX, sin embargo, los galerones en donde eran recibidos los migrantes provenientes de Europa y que ingresaban a Estados Unidos a través de este puerto, se han convertido en tiendas de souvenirs y restaurantes.
El declive de la sociedad industrial ha convertido a las capitales sudeuropeas y particularmente a las ciudades portuarias en escenarios propios de proyectos de reestructuración o gentrificación, que han incurrido en el desplazamiento de facto o potencial de sus pobladores. Como ejemplo tenemos a la ciudad de Marsella (en el sur de Francia) que tras la globalización que afectó la industria tradicional, fue testigo de la desaparición de numerosos empleos, la acentuación de fenómenos de exclusión social y la pauperización de barrios centrales. Ante este panorama, el gobierno de esta provincia francesa emprendería un proyecto de renovación urbana portuaria que se enfocó en buena parte al turismo y a las actividades de ocio; este proyecto se extendió más allá de las inmediaciones de su trazo original, desplazando a generaciones de migrantes que residían tradicionalmente en el centro de la ciudad.
Estos son dos buenos ejemplos de cómo ante el declive de la manufactura industrial, las ciudades han invertido dinero y esfuerzos en mostrarse al mundo con una cara renovada, una imagen que compita a nivel mundial y atraiga a los consumidores y los inversionistas.
- Sin sujetos no hay ciudad
Las ciudades no sólo son producto de los cambios estructurales, de la materialidad de sus condiciones, o de los grupos y hombres que detentan el poder y tienen la posibilidad de conceptualizar, imaginar y construir la misma. Un tercer componente de la tríada de la producción del espacio es el de las prácticas espaciales; estas se llevan a cabo en las continuas interacciones sociales que el sujeto realiza en su vida cotidiana y se materializan en procesos interactivos localizados. Dichos procesos dan vida a los territorios y por ende a las ciudades.
¿Cómo logran las continuas y variadas prácticas espaciales hacer la ciudad? Está claro que sin sujetos no hay ciudad, sus prácticas pueden reproducir formas de habitar la ciudad esperadas por quienes tienen más poder para construirla, o pueden resistir las concepciones y los imaginarios de otros, o simplemente proponer formas de vida diferentes y hacer una ciudad, o varias, dentro de otras.
Podemos tomar el ejemplo de la Macroplaza regiomontana. Fue un espacio concebido desde el estado y sus expertos, pensada para albergar las sedes corporativas de las grandes empresas regiomontanas. El gobierno estatal no logró cristalizar sus planes de convertirla en un Central Business Park similar al centro de la ciudad de Dallas en los Estados Unidos. Por otro lado, y en cierto sentido contraviniendo los planes del gobierno, la clase empresarial nuevoleonesa decidió concentrar sus esfuerzos para conseguir lo mismo, pero en otro lugar; esta ya adquirió terrenos en el municipio aledaño (San Pedro Garza García) y desarrolló ahí (en Valle Oriente, una de las zonas más caras de México y con fuerte inversión inmobiliaria) el centro financiero del estado.
Otro ejemplo es el que se da actualmente en el centro de Monterrey, mientras el gobierno de la ciudad, con la idea de “repoblar el centro” y “potenciar el consumo y la inversión”, ha generado —con los cambios en el uso del suelo— las condiciones para la inversión de capital inmobiliario, favoreciendo un incipiente proceso de gentrificación (desplazamiento directo o potencial de población para su reemplazo por población de ingresos altos y medios) con la construcción de torres de departamentos y edificios multifuncionales. Por otro lado, grupos de pobladores se han apropiado (principalmente de manera simbólica) de áreas del centro como el barrio de La Luz, el barrio de la Plaza del Chorro y el barrio El Nejayote (Moreno y Jurado, 2018). Mientras los gobiernos estatal y municipal tienen planes de dividir el centro en distritos (distrito Alameda, distrito Purísima, entre otros), artistas y activistas hacen ciudad residiendo en el centro y reavivándolo con actividades culturales y comunitarias. Asimismo, los migrantes indígenas, venidos de diferentes regiones del país, llevan a cabo prácticas espaciales donde se apropian de zonas de la ciudad, como la Alameda Mariano Escobedo, la Macroplaza y el Paseo Santa Lucía (este último erigido como la gran obra arquitectónica que intenta recrear los ojos de agua de Santa Lucía, lugar fundacional de la ciudad de Monterrey).
- A manera de conclusión.
En síntesis, en su búsqueda de acumulación y obtención de ganancias, las ciudades contemporáneas han sido mayormente producto de los cambios en el capitalismo. El capitalismo requiere generar espacios propicios para los cambios experimentados por el sistema económico y su afán constante de enriquecimiento, hoy las ciudades ocupan esos lugares y se constituyen en nodos donde fluye el capital.
Una vez que se han equipado y se han renovado bajo formas calcables a lo largo del planeta, las ciudades han entrado al juego de la competencia, apostándole a la imagen real e imaginada para conseguir ser lugares atractivos para la inversión, las innovaciones y para residir en ellas. Pero no todas juegan el mismo papel prominente, no todas son ciudades globales por excelencia, algunas compiten en términos menos favorables, articulando espacios geográficos desiguales.
Si bien las ciudades se construyen y se reconfiguran bajo las concepciones y los ideales de las élites que legitiman su poder/saber, también son producto de las prácticas espaciales que se despliegan en las interacciones sociales y se territorializan. Sin embargo, como se mencionó antes, las ciudades no son entes inanimados, sino espacios que se revitalizan a partir de distintos y diferentes factores, no solo los del capital. Ello resulta, si no alentador, sí aleccionador, pues habría de esperarse que, en las nuevas rehechuras de nuestros espacios, las resistencias al cambio irracional en beneficio de unos cuantos por parte de determinados grupos —como los artistas e indígenas —, hacen ver que no todo puede ser controlado. Por lo tanto, resulta necesario no solo atender los deseos futuros sino también los nuevos usos de los espacios ya establecidos que otros y otras no sólo desean, sino que están haciendo.
La resistencia de las prácticas espaciales que los afectados despliegan se expresan también en movimientos en contra del desplazamiento de colonos que los grupos de poder –expertos, políticos, inversionistas, etcétera— han emprendido bajo el discurso de la renovación urbana, la higienización de espacios, a su entender, depauperados.
Es importante partir del hecho, ya señalado por Lefebvre (1991), que la producción del espacio es una fuente de poder y que en el hacer la ciudad los diferentes grupos entran en conflicto, generalmente los grupos con poder económico y político son quienes logran cristalizar sus ideas y conceptualizaciones sobre la ciudad; no obstante, los sujetos con menos poder inciden sobre el espacio —de manera consciente, o no— a través de sus prácticas. Por lo tanto, hacer ciudad debe ser un ejercicio democrático, donde se concilien los diversos proyectos de quienes la habitan.
Bibliografía
Ascher, F. (2004) Los nuevos principios del urbanismo. El fin de las ciudades no está en la orden del día. Madrid, España: Alianza Editorial.
Borja, J. & Castells, M. (2002) Local y global. La gestión de las ciudades en la era de la información. Ciudad de México, México: Taurus.
Harvey, D. (2004) El nuevo imperialismo. Madrid: Akal.
Lefebvre, H. (1991) The production of Space. Massachusets, E.E.U.U.: Blackwell Plubishers.
Moreno, R. & Jurado, M. (2018) “Artistas y activistas en el Centro Metropolitano de Monterrey: habitar y resistir al proceso de gentrificación” en Souza, E (coord.) Espacio metropolitano contemporáneo, posiciones, desafíos y propuestas de acción. Monterrey, México: Universidad Autónoma de Nuevo León.
Sassen, S. (2004) “Ciudades en la economía global: enfoques teóricos y metodológicos” en Navia, P. & Zimmerman, M. (coords.) Las ciudades latinoamericanas en el nuevo [des] orden mundial.Ciudad de México, México: Siglo XXI Editores.
Soja, E. (2000) Third space. Massachusets, E.E.U.U.: Blackwell Plubishers.