
Alan Taylor y Alastair Reid. Imagen publicada en https://www.lavanguardia.com/obituarios/20140927/54416485156/alastair-reid-literatura-nomada.html.
Vivir en otra lengua significa engendrar un nuevo ser, al cual toma tiempo
sentirse en familia.
Alastair Reid
Cuando se conjuntan el oficio literario y un viajero incansable, por lo general nos encontramos con un escritor no solo interesante, inquieto, además revelador en muchos sentidos. Tal es el caso del poeta, ensayista y traductor Alastair Reid, que naciera en Escocia y empezara a intimar con nuestro idioma cuando allá por 1953 (a los 27 años) viajaba por primera vez a España.
A lo largo de su vida residió en algo así como diez países; conoció y tradujo a figuras tan emblemáticas como Borges y Neruda; en México se relaciona con Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, y traduce poemas de José Emilio Pacheco.
Punto y aparte, pero no menos enriquecedor, fue por más de diez años secretario personal del escritor Robert Graves.
Alastair Reid, además de colaborar asiduamente en la revista New Yorker, es autor de algo así como cuarenta títulos.
La pasión por el lenguaje y la escritura de este poeta es incuestionable, o dicho en sus propias palabras, es “la casa donde vivo”.
Por todas estas referencias, encontrar esta Antología resonante fue un golpe de suerte, una lectura que me llevó en distintas direcciones. Son alrededor de veinticinco poemas y tres ensayos vivenciales donde se nos comparte no solo el punto de vista anecdótico literario, sino también la aventura, los pormenores del traductor. Van aquí unas citas al respecto:
Lo verdaderamente crucial para mí era atrapar el tono —tentativo, cauteloso, incierto— con que Borges escribe, un modo que constantemente cuestiona lo que está contando, en ocasiones, solamente con el tono.
…….
Al pensar en Neruda, me parecía estarlo viendo en aquella casa; era una externalización de todo su ser.
……
Lo más importante para mí al traducir estos dos escritores fue el sonido de sus voces en mi memoria, ya que esto ayudó mucho al hallazgo del inglés apropiado a aquellas voces. Me percaté que si aprendía de memoria los poemas de Neruda, los podía hacer sonar por dentro en momentos extraños, en camiones, en horas de insomnio… para mí los poemas de Neruda eran fundamentalmente vocativos.
El segundo ensayo recopilado en esta antología es acerca de su relación con Robert Graves, una especie de cuadro biográfico sobre una personalidad tan desbordante que publica 137 libros, entre ellos el célebre Yo, Claudio y La Diosa Blanca, que aborda o recupera el mito poético y lo sagrado. Transcribo algunas observaciones de Reid:
Su vida y obra interactuaron de tal modo que no pueden desenmarañarse: la escritura era su manera de vivir.
…
También aprendí mucho acerca de la misteriosa alquimia de la traducción. Robert era un clasicista de primer orden, y durante el lapso que escribió las dos novelas sobre Claudio, se había sumergido en la historia de Roma, al grado que hablaba de la vida en Roma en el primer siglo de nuestra era como si se tratara de la vida, digamos, de hoy en día en Londres. En cierto modo había estado ahí.
….
La poesía, no obstante, era un asunto totalmente distinto. Cada vez que sentía el suave codazo de un poema, dejaba todo de lado para darle cabida. Para él los poemas no eran sólo repentinas piezas literarias: eran acontecimientos.
“Desenterrar Escocia” es otro extenso despliegue de la memoria, en este caso de la memoria familiar del mismo Alastair Reid y el reencuentro con el paisaje de su país natal. Es algo así como una reconciliación con su pasado y la cultura escocesa.
Había gestos de reconocimiento en lo que a mis orígenes concernía, pero nada más. Escocia se había convertido para mí en uno de tantos países donde me sentía a gusto. Cuando traducía un libro del poeta mexicano José Emilio Pacheco, me topé con un poema que parecía haber escrito yo mismo, tales eran mis coincidencias con su visión.
El escritor escocés se refiere al poema de Pacheco que inicia con aquello de: “No amo mi patria. Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero aunque suene mal daría la vida / por diez lugares suyos, ciertas gentes, / puertos, bosques de pinos, fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas, y tres o cuatro ríos.
Finalmente, y ya que estamos en terrenos de la poesía, vayamos a la poesía del mismo Alastair Reid.
Como comentaba líneas arriba, este libro reúne unos veintitantos poemas. Algunos refieren a lugares que visitó o donde viviera, y otros que aluden a recuerdos de la misma Escocia o al imaginario del autor. Transcribo éste que es una especie de ars poetica, pero ambientado desde un escenario musical.
Es notorio el énfasis que se hace en intentar las cosas una y otra vez hasta que uno desaparece en esa insistencia, en ese oficio.
La lección de música
Toca la pieza de nuevo, pero ahora
pon más atención al movimiento
y menos atención al tiempo. El tiempo
irá cayendo por su cuenta.
Toca la pieza de nuevo, sin ver
la digitación. Olvida: fluye el sonido
y te envuelve: ya no cuentas,
ya no piensas, ya no estás.
Toca la pieza de nuevo, sin ser
nadie, sin ser nada, como si pura cadencia
el latido de tu corazón fuera, pura música
tu rostro fuera.
Toca la pieza de nuevo: ya es más fácil
pensar cada vez menos en las notas, la medida.
Todo es un arreglo de silencios. Guarda silencio:
y tócala por gusto.
Toca la pieza de nuevo, y ahora sí
no me preguntes lo que pienso: siente lo que pasa
en esta habitación, qué extraño: el sonido lo rodea todo,
a ti, a mí, oscuramente.
Ahora
toca la pieza de nuevo.
No termino este apunte sin regresar a aquello de que este libro me llevó en distintas direcciones, y todos esos sitios de alguna forma gratificantes; por ejemplo, releer a Borges y Neruda en inglés, o regresar a los subrayados que hace tiempo hiciera sobre La Diosa Blanca. Y claro, buscar más poesía de Reid para intentar traducirlo por mi cuenta, por puro gusto.
Antología resonante, de Alastair Reid. Bonobos Editores, 2016.