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Si la anagnórisis es, según los diccionarios, la revelación de algo que se ocultaba en la propia identidad, ¿no es un ejercicio de anagnórisis lo que vive aquella muchacha al atisbar en el fondo del retrete el desecho sanguinolento de un aborto? ¿No es consigo misma a fin de cuentas con quien traba, de ahí en adelante, un nuevo conocimiento? ¿Y no descubren algo esencial de su propia identidad la madre que se asume tarántula noctámbula y aquella que se descubre caníbal de su propio vástago?
Entre las virtudes de los poemas de Esther quiero destacar su facultad para trazar epifanías: los instantes y los hechos en que la mujer cobra conciencia lucidísima de su propio ser. Cada uno de los poemas que aquí se incluyen es una suerte de disección del acto de buscarse y encontrarse. ¿Será que la poeta también se busca a sí misma en la recreación despiadada de sus personajes? Sea como sea, los poemas de Esther transpiran una irreductible humanidad. Aun en el instante más atroz, la voz que protagoniza cada uno de estos relatos afirma y defiende su propia existencia.
Nacida en Ciudad Juárez en 1987 y radicada en Saltillo, en cuya Universidad Autónoma de Coahuila cursó Letras Españolas, Esther M. García ha merecido premios literarios como el Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2014 y el Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada 2017. Es autora de poemas, cuentos y una novela. También ha sido becaria del PECDA Coahuila y del programa Jóvenes Creadores del FONCA.
Renato Tinajero
De: Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas. Universidad Autónoma del Estado de México, 2017 (Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen 2016-2017).
Figura 2
Aborto: cómo se siente
Tirando a mi hijo por el retrete
Veo pornografía al lado de mi novio
mientras un alacrán
me perfora los ovarios
Mi cuerpo no es mío
está dentro de la tele
dentro de ese video
en donde una vagina
es embestida cientos de veces
por un enorme pene
Sangro
Voy al baño
Tiritas de papel rojo china
caen al fondo del retrete
Me limpio los hilos de sangre
y observo un caballito de mar muerto
flotando entre los desechos
Vuelvo al cuarto
junto a mi novio
La porno ha terminado
Mi hijo es el silencio
que queda
al apagar la televisión
Paciente: Carmen de los Santos
Cama: 15
Dx: Parto prematuro
Me convierto en tarántula todas las noches.
He sellado la casa, los cuartos, y baños,
con la fortaleza de mi seda.
Mis hijos jamás podrán escapar de aquí,
ni de mi sombra.
Soy la tarántula noctámbula,
madre sonámbula de colmillos fuertes.
A la hora de dormir los abrazo con dos brazos;
luego cuatro, y seis,
para ser ocho.
Nadie podrá escapar de mí.
El amor de madre trastorna la forma.
El amor y su baba fina, delgadísima,
te convierte entraña adentro
en un ser desconocido.
Soy la tarántula octángula,
esdrújula palabra de leche
y útero palpitante.
Madre tarántula, médula ridícula
de un amor recalcitrante.
Todas las noches me convierto en esto.
Cambia la forma de mi cuerpo,
muda la textura de mi piel.
Noche a noche, día a día,
me como un poco de mis hijos.
Párvulos seres que esperan
entre las sombras de esta casa,
la muerte de su niñez.
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De: La doncella negra. Regia Cartonera, 2010.
[La doncella negra]
I.
Mi madre es como un perro rabioso
queriendo morder y destrozar
mi alma con sus rabiosas palabras
a mí
la benjamina
la enferma
la tonta
la rosa que no tiene pétalos solo espinas
Mi madre es la gran niña con la hoz negra
la gran devoradora de pájaros
escupidora de aves tornasoles
masticadas por el gran diente fervoroso de la religión
Así es mi madre
—¿Verdad que sí doncella negra?—
Ni siquiera ha de imaginar
que orino miedo por las noches
pensando qué pasará cuando ella muera
Ella sólo piensa “Dios mío Dios mío ¿por qué me habrás dado
por hija a esta estúpida
maldita
malditita
malditilla
pendejuela?”
Mi amor por ti madre
es una flor hecha de vísceras secas
Mi madre es como un perro rabioso
queriendo morder y destrozar
mi alma con sus rabiosas palabras
a mí
la benjamina
la enferma
la tonta
la rosa que no tiene pétalos sólo espinas
II.
Dime mami,
¿dónde ha quedado
la palabra materna que lamerá con ternura
las heridas?
Mi madre es un pozo seco
y nuestras bocas han muerto de sed.
Toda palabra de amor ha encontrado
su muerte en este desierto
en que nos hemos convertido.
****
De: Bitácora de mujeres extrañas. Tierra Adentro, 2014 (Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2014).
Mujer Maquila
Alina Orozco Gutiérrez
(Chihuahua, Chih. 1954 – El Paso, Txs. 2008)
La tristeza es un animal muy grande que se asoma en los ojos de ella
mientras fuma en silencio
un Marlboro rojo y espera a que suene la campana que anuncia
el tercer turno
Mantiene cinco hijos limpia la casa
hace de comer
llega a la fábrica y empaqueta cajas y más cajas
(no sabe cuántas)
pero sí sabe que tras doce horas continuas de
mover mecánicamente el cuerpo
el alma se esfuma
la espalda no es sino un caparazón hinchado doliente
La cara se volvió un mapa surcado marcado cargado
de los estragos de vivir
de los pagos por hacer
de los turnos por cumplir
Para ella el sonido de la maquinaria
se ha vuelto su música preferida
Las historias de las demás operarias
a la hora de la comida
son su novela favorita
Para ella ya no hay Dios
Todo es Deus ex machina
Vive esperando por la vuelta de tuerca que cambie su vida
(un pequeño cáncer aflorándole en el pulmón)
mientras sigue fumando
mientras sigue esperando
a que suene la campana para comenzar a empaquetar
Mujer ebria mirando las estrellas
Ana Garza Fernández
(Cd. Camargo, Chih. 1979 – Parras de la Fuente, Coah. 2030)
La que muere de poquito en poquito
entre trago y trago de mezcal de cerveza de ajenjo
de cosas imperceptibles para otros ojos
está ahí
al pie de la noche desnuda
con el maquillaje corrido
con lágrimas negras acariciando sus mejillas frías
La bella ebria mira arriba la pulsión estelar
pensando que ella es nada
sólo un trozo de carne rellena de puro dolor
A momentos observa su grasa elefantina y
su piel grisácea de ballena por donde
nunca surca la mano suave de algún amor
Solo está la botella
El aliento etílico silbándole en su oído
el alcohol llenándole de rosas y jazmines las venas el hígado
las inconexas ideas
En la fiesta está el ruido de las sonrisas estúpidas de borrachos
iguales a ella
No siente a la soledad que la chupa
como un hueso jugoso
ni a los lirios muertos que lentamente
le van creciendo en el corazón
Mujer devorando al hijo
Elena Ramírez García
(Monclova, Coah. 1971 – Tampico, Tamps. (-) )
Esta es la historia de una mujer cuya soledad
la mordía noche y día como un perro salvaje
Ella para salvarse de la feroz dentellada
hacía lo mismo para con su hijo
comía un poco de su vida
de su alegría
de la niñez en la que él todavía estaba sumergido
como un tibio pez tornasol en agua dulce
Se comía con calma y placer
aquel menudito cuerpo
y su hambre se engordaba más
Un fuego interno la supuraba
el hambre se hacía más ardiente
Ella
la dolorosa rosa del amor
la sufrida
El tierno monstruo llamado madre
con una luz oscura y amarga brillándole en los ojos
acaricia a su hijo
a su niñez de leche y estrellas titilantes
y da un último mordisco a su cuello tibio
para así poder espantar al perro negro
que siempre en las horas más negras
la acecha