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Esther M. García: epifanías

junio 20, 2019Deja un comentarioPoesía, Portada CreacionesBy Esther M. García

wattblicker en https://pixabay.com

 

Si la anagnórisis es, según los diccionarios, la revelación de algo que se ocultaba en la propia identidad, ¿no es un ejercicio de anagnórisis lo que vive aquella muchacha al atisbar en el fondo del retrete el desecho sanguinolento de un aborto? ¿No es consigo misma a fin de cuentas con quien traba, de ahí en adelante, un nuevo conocimiento? ¿Y no descubren algo esencial de su propia identidad la madre que se asume tarántula noctámbula y aquella que se descubre caníbal de su propio vástago?

 

Entre las virtudes de los poemas de Esther quiero destacar su facultad para trazar epifanías: los instantes y los hechos en que la mujer cobra conciencia lucidísima de su propio ser. Cada uno de los poemas que aquí se incluyen es una suerte de disección del acto de buscarse y encontrarse. ¿Será que la poeta también se busca a sí misma en la recreación despiadada de sus personajes? Sea como sea, los poemas de Esther transpiran una irreductible humanidad. Aun en el instante más atroz, la voz que protagoniza cada uno de estos relatos afirma y defiende su propia existencia.

 

Nacida en Ciudad Juárez en 1987 y radicada en Saltillo, en cuya Universidad Autónoma de Coahuila cursó Letras Españolas, Esther M. García ha merecido premios literarios como el Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2014 y el Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada 2017. Es autora de poemas, cuentos y una novela. También ha sido becaria del PECDA Coahuila y del programa Jóvenes Creadores del FONCA.

 

Renato Tinajero

 

 

De: Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas. Universidad Autónoma del Estado de México, 2017 (Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen 2016-2017).

 

Figura 2

Aborto: cómo se siente

Tirando a mi hijo por el retrete

Veo pornografía al lado de mi novio

mientras un alacrán

me perfora los ovarios

 

Mi cuerpo no es mío

está dentro de la tele

dentro de ese video

en donde una vagina

es embestida cientos de veces

por un enorme pene

 

Sangro

Voy al baño

Tiritas de papel rojo china

caen al fondo del retrete

 

Me limpio los hilos de sangre

y observo un caballito de mar muerto

flotando entre los desechos

 

Vuelvo al cuarto

junto a mi novio

La porno ha terminado

 

Mi hijo es el silencio

que queda

al apagar la televisión

 

 

 

Paciente: Carmen de los Santos

Cama: 15

Dx: Parto prematuro

Me convierto en tarántula todas las noches.

He sellado la casa, los cuartos, y baños,

con la fortaleza de mi seda.

 

Mis hijos jamás podrán escapar de aquí,

ni de mi sombra.

 

Soy la tarántula noctámbula,

madre sonámbula de colmillos fuertes.

 

A la hora de dormir los abrazo con dos brazos;

luego cuatro, y seis,

para ser ocho.

Nadie podrá escapar de mí.

 

El amor de madre trastorna la forma.

El amor y su baba fina, delgadísima,

te convierte entraña adentro

en un ser desconocido.

 

Soy la tarántula octángula,

esdrújula palabra de leche

y útero palpitante.

 

Madre tarántula, médula ridícula

de un amor recalcitrante.

Todas las noches me convierto en esto.

Cambia la forma de mi cuerpo,

muda la textura de mi piel.

 

Noche a noche, día a día,

me como un poco de mis hijos.

 

Párvulos seres que esperan

entre las sombras de esta casa,

la muerte de su niñez.

 

 

****

 

De: La doncella negra. Regia Cartonera, 2010.

 

[La doncella negra]

 

I.

Mi madre es como un perro rabioso

queriendo morder y destrozar

mi alma con sus rabiosas palabras

a mí

la benjamina

la enferma

la tonta

la rosa que no tiene pétalos solo espinas

 

Mi madre es la gran niña con la hoz negra

la gran devoradora de pájaros

escupidora de aves tornasoles

masticadas por el gran diente fervoroso de la religión

 

Así es mi madre

—¿Verdad que sí doncella negra?—

Ni siquiera ha de imaginar

que orino miedo por las noches

pensando qué pasará cuando ella muera

Ella sólo piensa “Dios mío Dios mío ¿por qué me habrás dado

por hija a esta estúpida

maldita

malditita

malditilla

pendejuela?”

 

Mi amor por ti madre

es una flor hecha de vísceras secas

Mi madre es como un perro rabioso

queriendo morder y destrozar

mi alma con sus rabiosas palabras

a mí

la benjamina

la enferma

la tonta

la rosa que no tiene pétalos sólo espinas

 

II.

Dime mami,

¿dónde ha quedado

la palabra materna que lamerá con ternura

las heridas?

 

Mi madre es un pozo seco

y nuestras bocas han muerto de sed.

Toda palabra de amor ha encontrado

su muerte en este desierto

en que nos hemos convertido.

 

 

****

 

De: Bitácora de mujeres extrañas. Tierra Adentro, 2014 (Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2014).

 

Mujer Maquila

Alina Orozco Gutiérrez

(Chihuahua, Chih. 1954 – El Paso, Txs. 2008)

 

La tristeza es un animal muy grande que se asoma en los ojos de ella

mientras fuma          en silencio

un Marlboro rojo y espera a que suene la campana que anuncia

el tercer turno

 

Mantiene cinco hijos          limpia la casa

hace de comer

llega a la fábrica y empaqueta cajas y más cajas

(no sabe cuántas)

pero sí sabe que tras doce horas continuas de

mover mecánicamente el cuerpo

el alma se esfuma

la espalda no es sino un caparazón hinchado          doliente

 

La cara se volvió un mapa surcado          marcado           cargado

de los estragos de vivir

de los pagos por hacer

de los turnos por cumplir

 

Para ella el sonido de la maquinaria

se ha vuelto su música preferida

Las historias de las demás operarias

a la hora de la comida

son su novela favorita

 

Para ella ya no hay Dios

Todo es Deus ex machina

Vive esperando por la vuelta de tuerca que cambie su vida

(un pequeño cáncer aflorándole en el pulmón)

mientras sigue fumando

mientras sigue esperando

a que suene la campana para comenzar a empaquetar

 

 

 

Mujer ebria mirando las estrellas

Ana Garza Fernández

(Cd. Camargo, Chih. 1979 – Parras de la Fuente, Coah. 2030)

 

La que muere de poquito en poquito

entre trago y trago de mezcal          de cerveza           de ajenjo

de cosas imperceptibles para otros ojos

está ahí

al pie de la noche desnuda

con el maquillaje corrido

con lágrimas negras acariciando sus mejillas frías

 

La bella ebria mira arriba la pulsión estelar

pensando que ella es nada

sólo un trozo de carne rellena de puro dolor

 

A momentos observa su grasa elefantina y

su piel grisácea de ballena por donde

nunca surca la mano suave de algún amor

 

Solo está la botella

El aliento etílico silbándole en su oído

el alcohol llenándole de rosas y jazmines las venas          el hígado

las inconexas ideas

 

En la fiesta está el ruido de las sonrisas estúpidas de borrachos

iguales a ella

No siente a la soledad que la chupa

como un hueso jugoso

ni a los lirios muertos que          lentamente

le van creciendo en el corazón

 

 

 

Mujer devorando al hijo

Elena Ramírez García

(Monclova, Coah. 1971 – Tampico, Tamps. (-) )

 

Esta es la historia de una mujer cuya soledad

la mordía noche y día como un perro salvaje

 

Ella para salvarse de la feroz dentellada

hacía lo mismo para con su hijo

comía un poco de su vida

de su alegría

de la niñez en la que él todavía estaba sumergido

como un tibio pez tornasol en agua dulce

 

Se comía con calma y placer

aquel menudito cuerpo

y su hambre se engordaba más

Un fuego interno la supuraba

el hambre se hacía más ardiente

 

Ella

la dolorosa rosa del amor

la sufrida

El tierno monstruo llamado madre

con una luz oscura y amarga brillándole en los ojos

acaricia a su hijo

a su niñez de leche y estrellas titilantes

y da un último mordisco a su cuello tibio

para así poder espantar al perro negro

que siempre          en las horas más negras

la acecha

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Esther M. García

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