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Caja china. Burocracia y campo cultural en México

julio 19, 2019Deja un comentarioAristarquía, Portada CulturaBy Víctor Barrera Enderle
Imagen obtenida de The Public Domain Review, en https://www.flickr.com.

El debate desatado en torno a la posible (o más bien imaginaria) cancelación de becas y apoyos oficiales a artistas y creadores que se ha llevado a cabo recientemente (impulsado por declaraciones desacertadas, recortes injustificados, paranoias impostadas, notas tendenciosas y recelos de toda índole), no hace sino resaltar la dimensión burocrática del ámbito cultural y literario de este país. Tenemos de nueva cuenta la polarización entre las concepciones de la “alta” y “baja” cultura (supuestamente superada durante el siglo XX, pero que ahora se resignifica de múltiples maneras), y el eterno dilema sobre este concepto tan manido: ¿qué es y qué no es cultura? Estos “síntomas”, sin embargo, no son, en rigor, el problema de fondo. El dispositivo de legitimación de lo cultural (o de lo literario, para este caso), sí lo es.

Hablo de la burocracia no solo como la estructura que soporta el aparato administrativo de las instituciones culturales (que es grande y pesada y suele dar cabida a múltiples formas de corrupción), sino como la columna vertebral de un sistema orgánico que permite la validación de juicios estéticos y formas de representación en el ámbito cultural y artístico. Dispositivo que posibilita a la vez la elaboración y el sostenimiento del archivo (el cual contiene lo “valioso”, lo legible y lo censurado), la configuración y difusión del canon, y la consagración, el aniquilamiento o el ninguneo de creadores y artistas.

La centralidad y el centralismo de la literatura mexicana suelen fusionarse borrando, durante el procedimiento, toda supuesta huella de injerencia externa. En el fondo son y han sido una misma cosa: la justificación de un proceso que ha desdibujado sus trazos y naturalizado sus intereses. Los agentes y las mediaciones han cambiado con el paso del  tiempo (de ser un ámbito estrechamente vinculado al orden político en el siglo XIX, la literatura se convirtió en una suerte de “secretaría de Estado” en el XX, para luego dar paso al resquebrajamiento de ese sistema a causa del rol hegemónico que las industrias culturales comenzaron a jugar en nuestro país a partir de la década del noventa); sin embargo, la estructura burocrática ha permanecido, adecuándose a lenguajes y conductas según su propia conveniencia.

Una caja que contiene a otra caja menor, cada una en apariencia llena de información, pero, en realidad, vacía de contenido. Y así sucesivamente: he ahí la imagen de lo que estoy describiendo. El sostenimiento de este sistema es complejo y está repleto de simulacros. Juicios y argumentaciones que pretenden ser objetivos, y no pasan de meros impulsos viscerales. Polémicas falsas, infladas con fines publicitarios; antologías elaboradas con criterios mercantiles (dirigidas a supuestos públicos específicos); pregoneros que anuncian la próxima llegada del prometido autor disruptivo; y un repertorio selecto de reseñas, comentarios y artículos (de impacto menor) más cercanos a la propaganda que a la crítica.

Esta dimensión burocrática no ha impedido, por supuesto, el surgimiento de obras importantes y trascendentes. Y más vale aclararlo de una vez: no estoy afirmando aquí que toda producción literaria es burocrática, sino que el proceso literario, al menos en México, pasa o, mejor dicho, se ordena a través de procedimientos administrativos, jurídicos y políticos. Mi planteamiento, por tanto, responde a la voluntad de hacer visible al fenómeno; y, en consecuencia, busca poner el acento en la necesidad de atenderlo a la hora de reflexionar en eso que ahora entendemos (o creemos entender) por literatura mexicana.

Valorar obras y tratar de ordenarlas; distribuir presupuestos con base en la noción de calidad; apoyar a algunos en desmedro del resto. Todas estas acciones serán siempre controversiales en un país donde la autonomía y sustentabilidad de la profesión literaria es impensable. En el campo literario existe una inadecuación estructural entre el criterio burocrático que define, para términos administrativos, qué es literatura, cuáles son las características de tal o cual género, o en qué consiste la índole de una “obra inédita”.

Ante tal panorama, no existe posibilidad de cambio, a menos que se comiencen a ejercer múltiples lecturas descentradas que cuestionen el concepto de literatura mexicana desde la raíz y propicien su desaparición como tal, para dar paso a las literaturas mexicanas, cuyos soportes y lenguajes no se ceñirían solamente al español o al formato de libro (y sus géneros tradicionales). En pocas palabras, cambiar las cajas chinas por un campo literario expuesto a la intemperie…

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literaturaMéxicopolítica culturalVíctor Barrera Enderle
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Sobre el autor

Víctor Barrera Enderle

Ensayista y crítico literario. En 2005 obtuvo el Certamen Nacional de Ensayo "Alfonso Reyes", y en 2013, el Premio de Ensayo "Ezequiel Martínez Estrada". Su último libro es "Nadie me dijo que habría días como éstos".

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