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Diagnóstico

julio 19, 2019Deja un comentarioNarrativa, Portada CreacionesBy Maricela Guerrero

(Cuento, México).

Aunque incluso una relación a primera vista tan conveniente puede deparar sorpresas desagradables. El problema es que no todos los hongos se mueven por propósitos pacíficos y de colaboración: algunos son patógenos y lo que buscan es atacar la raíz para alimentarse de ella y destruirla. Por lo tanto, la planta debe ser capaz de identificar qué tipo de hongo trata de ponerse en contacto con ella y comportarse de manera adecuada. ¿Pero cómo distinguir entre un hongo amigo y uno enemigo? El reconocimiento es fruto de un auténtico diálogo químico entre el hongo y la raíz, que intercambian señales continuamente para poder dilucidar sus mutuas intenciones. Si la planta se percata de que el hongo abriga fines belicosos, dará inicio a las hostilidades. Si por el contrario, tras las presentaciones oportunas, reconoce que se trata de un hongo micorrício con buenas intenciones, dejará que se establezca una relación simbiótica para ambos.

Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal.
Stefano Mancuso y Alessandra Viola

700 – 630 nm

Siempre aprendo algo, soy un hombre de ciencia. En este caso, ir de lo más sencillo hasta lo complejo. Sin embargo, no tuvimos forma de tratar a la paciente, podría decirse que era un caso único. Ahí los encontramos. En el centro del patio del refugio.

Percibimos su llegada, ya nos habían avisado los parientes. Los observamos expectantes. Éramos nosotros, yo y él, en simbiosis, en una candorosa filiación de células y órganos diseminados por todo nuestro organismo, la centralidad se había diluido hacia cada una de nuestras células. Así, los percibimos, un cambio en la atmósfera alertó a cada una de nuestras membranas que envió mensajes a través de nuestras raíces a las raíces de otras especies aledañas, y que nos permitió, olerlos, verlos, escucharlos y abominarlos.

Nos hirieron, soltamos savia y sangre. Luego recordé esa lengua, que algún día fue mía, en la que a veces pienso, en la que esto es posible, y pude percibir que algo decían, que pronunciaban palabras que había escuchado hace mucho, antes de sentarme a llorar aquí.

Escuché:

Paciente en árbol de 15 años presenta amenorrea, pero destila savia dulce y caucho, se observan pequeñas membranas denominadas pterigium colli y datos cráneo-troncales menores: hojas anchas brillantes ovales de 10 a 35 cm. de largo, que se desarrollan en vainas que crecen y dan paso a nuevas hojas.

A nuestro modo somos árbol con paciente y paciente dentro de un árbol.

Y luego, ruidos de máquinas y gritos de lo que recordaba era un hombre dirigiendo a otros hombres para sustraernos, los abominamos. El hombre gritaba y se soltaban gruñidos y estertores de máquinas y motores que iban encima de nosotros para arrancarnos, para hacernos sangrar.

630 – 600 nm

Me senté a llorar a los pies o a las raíces del árbol del centro del patio del refugio. Sólo tenía muchas ganas de llorar, fui uno de esos casos donde se agotan los diagnósticos donde no hay razones ni comunicaciones que señalen claramente nada, era un cuerpo en llanto, hace mucho que dejé de menstruar, aunque muy dentro de mí me sabía fértil. Como otros parientes sabía que podía necesitar un insecto, una avispa, para polinizarme pero también supe que podía echar hojas para que se enraizaran cerca, sólo necesitaba echarlas lejos y dejarlas respirar; verdaderamente, no era por eso que lloraba, lloraba por otras situaciones: lloraba por el mar y por la tierra, por los pulmones ajenos, por ellos, por ellas; sólo lloraba y quería emparentarme, echar hojas muy lejos con vieja y nueva información. También sé que lloré mucho porque no sabía lo que estaba pasando, pero algo muy fuerte se había roto en todas partes. Muy grave y agudo que se había roto todo. Así que sólo lloraba, llorar era lo que sabía y quería hacer en ese momento, nada más no quería hacer nada, nunca, otra cosa, sólo llorar. Me senté a los pies de ese árbol que soltaba savia y era dulce, fuerte y frondoso. Me cobijó mientras lloraba, lloraba y me dejaba rodear de a poco por él, hasta que mis lágrimas resbalaban por su corteza que no dejaban de arbolarme: me quedé ahí mucho tiempo, todo el tiempo y luego fuimos una y uno en uno y una; y poco a poco sus raíces comenzaron a ser las mías; luego, todos mis genes se disolvieron en este enlace simbiótico donde comenzamos a ser juntos.

Los hombres nos insertaron navajas y agujas punzantes a través de corteza, se llevaron trozos. El llanto que había cesado, regresó con furia. La rabia y el terror que han desatado en nosotros cambió nuestra savia: enviamos mensajes fungi a otros fungi, alertamos a los parientes y tomamos previsiones.

600 – 570 nm

Llegaron con máquinas y ruidos atroces.

Destilamos e impedimos que sus máquinas nos dañaran.

Las células de nuestro cuerpo sin órganos, en sus multitudes de centros celulares que se diseminan desde las hojas de la copa hasta las raíces más profundas, absorbieron fosfatos y nitrógenos del suelo: respiramos oxígeno que en cada organelo transformamos en energía. Comunicamos y respiramos un plan de defensa con los parientes: sentimos la rabia y destilamos mensajes.

Escucho su voz, la voz del hombre que grita y ordena:

El caritiopo resultó normal con un complemento cromosómico 46, XX y el análisis integral molecular de los cromosomas X. Dijo, paciente de talla baja, un árbol de 20 metros y una estructura orgánica simbiótica.

Escuché como por una rendija, como por una la estrecha obertura por donde se coló el horror y la rabia de lo que no se ordena como dios manda.

Resistimos a sus máquinas y a sus atroces diagnósticos.

570 – 520 nm

Las cosas han cambiado mucho, seguimos aquí. Llamamos aves que escribieron mensajes con ceniza en las heridas que dejaron esas máquinas y dejamos de supurar sangre y savia por nuestras heridas.

520 – 480 nm

A veces tengo recuerdos. Recuerdo cuando los bisontes del zoológico huyeron despavoridos. Recuerdo persecuciones y exámenes clínicos, voces. Hombres con batas blancas alrededor de mi cuerpo que lloraba. Y frases, recuerdo frases pronunciadas alrededor de mí, que no entiendo pero que me punzan y que a pesar de las cenizas a veces me hacer sangrar.

Escucho esa voz:

Paciente, me causó una gran intriga, clínicamente aparentaba un Sx. de Turner, pero era otra cosa, un árbol con savia corriendo por sus venas.

480 – 430 nm

Siempre aprendí algo, en este caso, ir de lo más sencillo hasta lo complejo. Soy un hombre de ciencia.

Escucho esa voz cuando sueño.

No tuve forma de tratar a la paciente, podría decirse que era un caso único. Soy un hombre de ciencia. Se le administrará una terapia hormonal. Y se realizará una propuesta para cirugía y reconstrucción plástica de acuerdo a su orientación psicosexual en el futuro.

Sueño donde escucho esa voz.

Quiero ser árbol. Todo resuena de nuevo, y la luz y lanzo hojas lejos para que respiren solas y enraícen en el suelo cercano al lado de otros parientes. Sueño o duermo o permanezco en árbol.

Nadie quiso pedir perdón. Nadie quiso hacerse cargo de nada ni de las reparaciones ni de las palabras.

En el patio del refugio estamos, intactos. Después de que los percibimos con sus máquinas y sus motores. Comenzamos la resistencia, almacenamos metano en membranas que guardamos debajo de la tierra. Recogimos nuestra savia y se las dimos a beber como a insectos, avispas que llegaron feroces y dispuestas a beber de flores jugosas y fragantes.

Lo del incendio fue un chispazo que ellos provocaron con sus máquinas.

Me alegro.

430 – 400 nm

Extraño hablar en persona; ahora hablo en fungi, en árbol y en memoria.

Muchas plantas y parientes crecen por los alrededores.Creo en la restauración, en la lluvia, el llanto, el fuego.

Esta mañana he despertado con la primera menstruación.

Siempre aprendo algo, soy un hombre de ciencia. En este caso, ir de lo más sencillo hasta lo complejo: Paciente de 15 años, talla baja, presenta amenorrea. Es un caso único. Soy un hombre de ciencia.

Foto de portada Augusto Daniele.

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cuentoMaricela GuerreroMéxico
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Sobre el autor

Maricela Guerrero

Ciudad de México, 1977. Ha publicado Desde las ramas una guacamaya (Poesía, Bonobos / CONACULTA, 2006), Se llaman nebulosas (Poesía, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010), Kilimanjaro (Mano Santa, 2011) y .Peceras (Filodecaballos, 2013). En 2008 y 2010 obtuvo la beca para Jóvenes Creadores del Fonca.

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