
Dejar un rastro nos mantiene en el presente, pasado y futuro. Dejar la huella de lo que fuimos como una necesidad de la existencia del ser. Marcar el paso para que otros lo continúen. El olvido es el temor más grande del ser humano, por tal motivo se realizan edificaciones con miras hacia el futuro de la presencia de una civilización, pero también, para recordar que existen acontecimientos que no se deben repetir. Sin embargo, la memoria tiende a olvidar, a dejar de lado aquello que no le es útil para su día a día, salvo por pequeños momentos en los que los distractores creados para el olvido se alejan.
La historia, aquella que registra los acontecimientos de los seres humanos y “recupera los olvidos de la memoria” (Sánchez, 267), presenta los hechos como fueron o como eran, aunque su flaqueza, y por la cual la memoria se pierde, se debe a la edición de los hechos y afirmarlos como verdaderos, ya que como menciona José Antonio Sánchez: “Toda historia tiene un componente ficcional, que se asume como inevitable peaje en el proceso de transmisión” (268); es decir, aquello que se transmite mediante la historia no es sinónimo de verdad, pero al ser tan insistente, puede ser tomado por la memoria como verdadera, volviéndose, como menciona el mismo Sánchez, “peligrosa para la vida” (268), lo cual lleva a la duda de los procesos mediante los cuales la historia se construye.
Ahora bien, esta última palabra, construcción, puede tener diferentes connotaciones, como la creación o representación de un suceso mediante el archivo sobre el cual se construye una historia, en el sentido de algo anecdótico, sobre lo que se habla de esa huella que dejó el pasado para que las generaciones presentes y futuras lo tomen como algo verdadero.
Aquí la pregunta sería: ¿hasta qué punto la historia se manifiesta como verdad del hecho e influye sobre la memoria y sobre el olvido? Lo que me trae a la reflexión sobre la influencia que tienen los medios de comunicación masiva en nuestra era en la que las fuentes de información se han vuelto poco confiables al momento de ser accesibles tanto para el emisor como para el receptor; aunado a esto, el desencanto por los discursos hegemónicos en los que se manifestaban verdades ideológicas que traerían un supuesto bienestar a la sociedad, pero que al ser solo estrategias de dominación se han vuelto poco confiables.
Las personas buscan otras fuentes o ellos se crean las mismas fuentes con sus propias ideas y todo se vuelve una tergiversación de la verdad histórica y de la memoria.
La memoria y la historia desechable
Se puede decir que la época en la que vivimos se ha vuelto desechable gracias a estos medios de comunicación masiva, donde la información se tergiversa, y es tan abundante que el proceso de información se acelera al igual que la aparición de estas fuentes. Las personas quieren más y sobre esta demanda se crean las falsas historias, los falsos recuerdos y los falsos hechos; por ende, una falsa memoria que se sobrepone al suceso real, el cual llega ser olvidado y desechable tanto en historia como en memoria.
Los hechos se modifican, se editan y el olvido aparece como algo asimilado por la falta de interés o de ignorancia, así como por no cuestionar lo transmitido, ya que existen distractores como el trabajo forzado, por no decir obligado, el cual se disfraza como éxito en la vida y donde la recompensa económica toma un poder importante en el desarrollo de una motivación.
Estos distractores no solo se encuentran en lo económico, también en los medios de comunicación masiva, los cuales, así como manipulan la información, también crean estrategias de distracción para ser vendidas como algo necesario para la vida cotidiana, como lo es, por ejemplo, estar enterado de lo que sucede minuto a minuto en el mundo y con las amistades cercanas, así como hacer creer que ellos también tienen la necesidad de saber lo que sucede con la vida de uno minuto a minuto.
Ante esta situación en la información sobre los hechos, la historia y la memoria se vuelven desechables; sin embargo el arte se ha presentado como un medio para contrarrestar ese olvido y esa falta de memoria a la cual se somete a los individuos, ya sea por medio del teatro (como el documental o biodrama), mediante el performance o el arte acción, los artistas se niegan al olvido individual y colectivo, en donde la ficción no es el recurso del suceso escénico, sino la realidad como discurso del presente.
Para la utilización de este recurso, una de las herramientas con las que cuenta el artista es el archivo, el cual “se preserva a través de fotos, documentos, textos literarios, cartas, restos arqueológicos, huesos, videos, disquetes” (Taylor, 154), ya que estos objetos registran el suceso en el tiempo, los cuales se resignifican con el uso que el artista le da, debido a que “El archivo opera a través de la distancia, tanto en términos temporales como espaciales” (ídem), y la utilización de este recurso trae al presente aquello que se ha olvidado.
La crítica
Ahora bien, la pregunta que me hago ante este suceso es: ¿qué papel tiene la crítica teatral ante la construcción de la historia y de la memoria? La respuesta en este caso sería que cumple el papel de generar archivo, al menos para el teatro, y ser parte de un testimonio por el cual uno se puede enterar sobre el hecho escénico que se hace en un determinado tiempo y espacio, además, dependiendo del estilo del autor, también se pueden dar rasgos sobre la sociedad en la que la obra se presenta.
Los archivos que la crítica deja para generar memoria del acontecimiento teatral los considero importantes porque no solo informan en el presente sino también para el futuro sobre un pasado que ayuda a la construcción de aquel presente. De modo que la crítica tiene la capacidad de armar archivos y generar memoria sobre los acontecimientos de su contexto histórico, lo cual ante esta época en que la información se vuelve desechable y poco confiable, la crítica puede afirmarse como un aspecto importante en la historia del teatro del hoy y del mañana.
Bibliografía
Sánchez, José A. 2016. Ética y representación. México: Paso de Gato, Universidad Iberoamericana.
Taylor, Diana. 2013. “El archivo y el repertorio”, en Performance. Buenos Aires: Asunto Impreso.